domingo, junio 26, 2011

Así colgamos las estrellas del cielo - Joan Barril


(Joan Barril, con el periodista y escritor barcelonés, Serrat compone las canciones "Salam Rashid" en 1989 disco “Material sensible” y "Mírame y no me toques" en 1992. Disco “Utopía”)


A pie de calle
Así colgamos las estrellas del cielo


Sábado, 25 de junio del 2011
Joan Barril- Periodista

Al día siguiente de una verbena los teléfonos no suenan hasta más allá del mediodía. En la ciudad hay más plazas de aparcamiento que nunca y la calle de Muntaner es un perfecto tobogán que nos lleva hacia el mar, que es el vivir. A menudo, cuando metemos la mano en el bolsillo, aparece el volumen inconfundible de un trueno. Podríamos encenderlo, pero la verbena se ha acabado y ya es tiempo de tregua. La noche de la verbena vi a un niño, quizá con su abuela, que depositaba una minúscula piula en el alcorque de un árbol. Sin duda para ese niño era más excitante la llama que del encendedor que el minúsculo estrépito que le proporcionó el petardo. Solo y noctámbulo, alguien le había dicho que era el día de lanzar piulas y se encontró en una acera vacía con el aplauso de la abuela añorando las verbenas de verdad de su juventud.

Por fortuna la verbena de Sant Joan se resiste a desaparecer. Aúna pesar de ilustres colegas de la pluma a los que su periódico ha convertida en reaccionarios bienpensantes. Dicen que la fiesta es incompatible con los ruidos. Una vez al año, durante unas pocas horas, las ciudades se convierten en escenarios de batallas incruentas y en jardines de luces fugaces. Pero por lo visto esas horas son letales para el descanso ciudadano. En una ciudad en la que cada viernes los jóvenes van en cuadrilla por las calles cantando a voz en grito o instalándose en torno a los botellones, lo grave es el estruendo de los petardos porque las mascotas corren a refugiarse bajo las camas. Un día de estos los que creen que han venido a este mundo a salvarnos nos prohibirán la vida pública.

Mientras esto sucede me reúno un año más con mi amigo en su azotea para petardear un poco. Cuando lanzamos un cohete sentimos cómo el alma se nos va. «Así ponemos las estrellas en el cielo», le dice un padre a su hijo pequeño. Luego llegan las luces de las candelas romanas y los volcanes, rematando los pináculos de la barandilla y cubriendo todo el espacio de luces, piedras preciosas que se desvanecen y ese aroma a pólvora que se mezcla con las burbujas del cava. Serrat y Sisa se marean en el carrusel del cedé para recordarnos de dónde venimos mientras en algún diario como este se imprimen las palabras que convierten en pesadilla lo que desde Shakespeare sabemos que es el sueño de una noche de verano. A mí tampoco me gusta el ruido, pero me siento vivo con el estallido de los cohetes, con el tañido de las campanas, incluso con el estruendo del trabajo y el aullido de la manada ante el gol que nos da la victoria.

De pronto la pequeña Rita ha visto una esfera con una mecha y, en vez de introducirla en la carcasa vertical que la haría subir al cielo, la ha dejado sobre las baldosas. Un bombazo y miles de chispas se nos han introducido por las piernas. La niña es reprendida, pero poco después nos palpamos los cuerpos iluminados por el peligro. ¿Informe de daños? Ninguno. Hemos tenido suerte. Vivir es un riesgo. Como también lo es callar y dejar que la rutina nos vaya envolviendo hasta convertirnos en silenciosas crisálidas de la razón.




Información e imagen http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona/asi-colgamos-las-estrellas-del-cielo-1054412

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