sábado, febrero 15, 2020

Joaquín Sabina, tal como era... y sigue siendo


Joaquín Sabina, tal como era... y sigue siendo

Libros Cúpula reedita, actualizada y aumentada, la biografía de Javier Menéndez Flores sobre el cantautor de Úbeda, 'Perdonen la tristeza'.

JAVIER MEMBA | MADRID

En los años 80 la estrella de Joaquín Sabina comenzó a brillar con el segundo y acaso el más apreciado de sus álbumes en vivo: Joaquín Sabina y Viceversa en directo (1986), donde, ya cautivado por la capital, enmendaba la versión ruralista de Pongamos que hablo de Madrid. Fue aquel un paso fundamental en su trayectoria que acabó por convertirle en ese certero retratista del Madrid de los bares y las buhardillas en la Latina. Meses después, ya en 1987, se ponía a la venta Hotel, dulce hotel, el álbum que le convirtió en un ídolo de las masas, dejando definitivamente atrás a ese Sabina de Lavapiés y La Mandrágora -hoy Lamiak-, el bar de la Cava Baja donde actuaba en directo a finales de los años 70.

Todo esto y mucho más lo contó mejor que nadie el periodista y escritor Javier Menéndez Flores en Perdonen la tristeza, la biografía del cantautor, que reedita ahora Libros Cúpula. En su momento, el propio Sabina declaró: "A mí se me había olvidado mi vida y Javier Menéndez Flores me la ha recordado. He leído el libro con placer".

Publicado originalmente en el año 2000, no es retórica apuntar que 18 años después había, en efecto, mucho más que contar sobre el cantautor jienense. Estaban de entrada los nuevos álbumes: Dímelo en la calle (2002), Alivio de luto (2005), Vinagre y rosas (2009) y Lo niego todo (2017). Sus títulos son los que sirven de epígrafe a los nuevos capítulos de Menéndez Flores, en los que da cuenta no sólo de la evolución musical de Sabina, sino también de la personal que, en ocasiones, como tan a menudo ocurre a cuantos hicieron patria del exceso, le ha llevado a negar todo lo dicho anteriormente.

El accidente cerebral que sufrió en 2001 cerró la boca a aquel Sabina que era un heraldo del tabaco, bebía hasta ponerse agustito y se jactaba de consumir cocaína. "En mi caso, la isquemia se ha producido por la mala vida y por eso he suprimido, aunque nadie se lo crea, el tabaco. Me gusta mucho fumar, pero me gusta más vivir.

Los muertos tampoco fuman", comentó en su momento el cantautor a su biógrafo, a quien parece unirle una sincera amistad. "Me veía de pronto en una silla de ruedas, sin poder escribir, sin poder dibujar ni tocar la guitarra y, sobre todo, sin poder hacerme pajas".
Y aquel tipo tan joven y tan viejo, like a rolling stone, que cantaba rancheras junto a Chavela Vargas para que el tequila bajase por el gaznate como debe de ser, dejó de existir. Aunque algo del viejo canalla que fuera aún queda en él: "Me noto la voz infinitamente más limpia, con lo cual creo que no voy a vender ni un puto disco. Voy a ser una gorda con voz de Ricky Martin. Y también creo que sin tabaco se folla mejor".

Como era previsible, finalizada su recuperación física, el cantautor sufrió una fuerte depresión. En aquel tiempo escribía sonetos y creía que no volvería a subir a un escenario a cantar.

Sostiene Menéndez Flores que aquello fue la antesala de su libro Ciento volando de catorce, pues catorce son los versos de un soneto. No volvió a recuperar la alegría de vivir hasta cuatro años después, al pronunciar el pregón de las Fiestas de San Isidro en 2005, poco antes de publicar Alivio de luto. Aquello fue un regreso a los orígenes de su carrera, pero el "discurso musical" de Joaquín Sabina ya se había ganado a las audiencias latinoamericanas tanto o más que a las españolas. Aquel fue el tiempo de la gira con Joan Manuel Serrat y de la amistad con Gabriel Garcia Márquez, Diego Armando Maradona y tantas otras personalidades del otro lado del Atlántico.

De todas aquellas referencias también da cumplida información Perdonen la tristeza, que ya en 2000, cuando conoció su primera edición, permaneció durante ocho meses en las listas de libros más vendidos.

Ya sexagenario, el equilibrio y la felicidad doméstica, como también sucede con tanta frecuencia, le impedían "escribir una asquerosa canción decente", hasta que dio comienzo una colaboración con el poeta Benjamín Prado de la que nació el álbum Vinagre y rosas. Fue triple disco de platino.

Además de las claves del cancionero del jienense, complementan el trabajo algunos textos periféricos de los que son autores, entre otros, Luis Eduardo Aute, Joaquín Leguina, Melchor Miralles o Ángel Antonio Herrera.

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