miércoles, enero 29, 2020

SABINA , Peces de Ciudad, Palau Sant Jordi, 2020





Peces de ciudad

(Joaquín Sabina - Pancho Varona)

Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la Gare de Austerlitz.
Primavera de un amor
amarillo y fugaz como el sol
del veranillo de San Martín
Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.


En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la Estatua de la Libertad
Pero en Desolation Row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar.
Y en el coro de Babel
desafina un español
no hay más ley que la fiebre del oro
en las minas del rey Salomón.

Y desafiando el oleaje sin timón ni timonel
Por mis sueños va ligero de equipaje
sobre un cascarón de nuez
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.

Y cómo huir cuando no quedan islas
para naufragar
al país donde los sabios
se retiran del agravio
de buscar labios
que sacan de quicio
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad,
que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras de suelo,
que no merecen nadar.

El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.
en Komala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.
cuando en vuelo regular,
pisé el cielo de Madrid,
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.

Juan Miguel Morales: «La fotografía me ha permitido meter las narices donde no te llaman»..






(Gracias Juan Miguel Morales López por entregarnos siempre todo lo que haces, fotos que realmente son fantasticas de cada evento, concierto y entrevistas, que le das espacio a todas las generaciones, en especial al gran Joan Manuel Serrat, Sabina y tantos más...)

ENTREVISTA
Juan Miguel Morales: «La fotografía me ha permitido meter las narices donde no te llaman»

por Isabel Llano el 18/12/2019

Conversamos con el fotoperiodista almeriense afincado en Barcelona Juan Miguel Morales sobre su más reciente libro: ¡Cuba va! Dialogando con músicos cubanos (Editorial Milenio, 2019), un trabajo que reúne treinta y tres voces y cincuenta y una imágenes, la mayoría inéditas, de grandes músicos cubanos que nos hablan, en primera persona, de su trabajo musical, de Cuba y de la vida en general.

Foto1: Juan Miguel Morales sostiene un ejemplar de «Cuba va! Dialogando con músicos cubanos».
© Omar Jurado

En nuestra charla, Juan Miguel Morales nos cuenta detalles de su vida desde pequeño, a través de lo cual se evidencia desde muy pronto su sensibilidad artística. Pionero de los fanzines en su tierra natal, participó en las radios libres de Barcelona, escribió en revistas y diarios para finalmente decidirse a hacer de la fotografía su principal manera de expresarse, gracias, en gran medida, al papel determinante de su hermana, la periodista Marié Morales.

Juan Miguel es un comunicador, ha publicado varios libros, ha realizado exposiciones fotográficas y es un reconocido fotógrafo musical, aunque no solo musical. Pudimos saber cómo surgió su último libro, algunas historias detrás de cámara con figuras de primera línea de la música cubana de todos los géneros. Con este ensayo es posible conocer no solamente la historia de los personajes, sino tener testimonios invaluables que ellos ofrecen sobre Cuba y sobre las relaciones de la isla con España y otros países, así como de la nueva trova, el bolero filin, el guaguancó, la Vieja Trova hasta la timba. Toda una sociología a través de la música y la fotografía.

Tú estudiaste fotografía en el Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña de 1991 a 1994 ¿desde cuándo surge tu amor por la fotografía?

En realidad lo que empezó primero fue el amor hacia la cultura, porque fui un mal estudiante, porque fui de una generación que pilló una EGB de lo que se llamó la Transición, del franquismo a la democracia que venía, y yo estudiaba en mi Almería natal en un colegio público, y me encontré con una educación que no me estimulaba mucho.

Sin embargo, sí encontraba respuestas o satisfacción a esa sed de curiosidad en la cultura, la música, los discos, los libros, el cine, o sea todo lo que es una expresión del ser humano mirando hacia adentro o hacia afuera, explicando la vida. Todo eso me alimentaba mucho y de alguna manera venía a tomar el espacio que había tenido que tomar la escuela.

Tuve siempre necesidad de contar cosas yo también, porque leía y escuchaba mucha música, pues desde pequeño oía mucha radio, soy fanático de la radio, y me gustaba el cine, entonces yo tenía también necesidad de explicar cosas sobre lo que estaba aprendiendo, no en el colegio, sino en las manifestaciones culturales de mi tiempo y las del pasado que me iban dando datos y me iban maravillando.

Por lo tanto, desde muy joven, desde los 13 años quizá o a partir de los 12 empecé a hacer fanzines en Almería. Hay un librito publicado por la Diputación en el que algún especialista dice que yo soy pionero de los fanzines en Almería, no lo sé, pero en todo caso, con esa edad hice unos fanzines que eran más voluntariosos que interesantes, sea como sea era mi necesidad. En aquella época dibujaba, hacía comics y hacía fotocopias y los vendía a la voluntad en los ambientes enrollados de la gente progre, para poder seguir haciendo más y pagar las fotocopias.

¡Qué creativo y cuántas ganas de contar cosas!

Después me vine a Barcelona, por primera vez en el año 1982, a estudiar el instituto, porque mi hermana, Marié Morales que es periodista, vivía aquí en Barcelona. Entonces yo estudiaba nocturno y trabajaba por las mañanas y me involucré en el movimiento de las radios libres de Barcelona. Estuve haciendo radio libre en Radio Venus, que era una radio libre de esas históricas, creo que vino después de Radio Gavina, era la radio libre que estaba en la calle Sant Miquel en el barrio de la Barceloneta. Allí conocí gente que después montaría Radio Contrabanda, donde estuve después en sus primeros años, incluso trabajé de productor año y medio o dos en un programa nocturno de Radio Miramar.

Trabajé durante los ochentas, escribí mucho en revistas y en periódicos, yo tendría unos 18 o 19 años, era muy joven, pero colaboré, por ejemplo, en La Luna, una revista muy importante dentro de La Movida en Madrid y en el estado español, de alguna manera venía a hacer el papel que tuvo en los setenta la revista Star. Era la revista que hablaba de Almodóvar, Radio Futura, filosofía, tendencias, fotografía, pintura, música, cine e incluso de moda, diseño, comic, de gente que estaba rompiendo; era una revista alternativa de aquella época. Yo allí colaboré en varios números. Además colaboré en El Periódico de Cataluña, en la revista Popular 1, y sobre todo en mucha prensa musical.

Todo eso siendo tan joven.

Sí, con dieciocho, diecinueve o veinte. Y justo en ese camino yo empecé a hacer algunas fotos, gracias a mi hermana, porque como ella es periodista también escribía y hacía fotos, me regaló una cámara, una Nikon FM2 que me acompañó mucho tiempo y en muchos trabajos. Era una cámara que adoro y que todavía tengo, de la que no me quiero deshacer, porque es algo simbólico.

¿Ahí es desde cuando te dedicas a la fotografía?

El tema es que empecé a hacer fotos y empecé a revelar, porque mi hermana también tenía un pequeño laboratorio, pero no me consideraba fotógrafo. Recuerdo que en el año 1987 publiqué mi primera foto, por cierto, salió en doble página en El Periódico de Cataluña.

¡Qué buena entrada!

Sí, fue un retrato a un músico de música minimalista que vino a actuar, le hacían una entrevista, el fotógrafo falló y como yo por entonces ya colaboraba con El Periódico me llamaron para que le hiciera el retrato urgentemente. Fui y le hice el retrato, unas diapositivas, y se publicaron dos, una de ellas a doble página, fue bien lindo, y así empecé.

Pero nunca me sentí periodista, obviamente, porque ni había estudiado periodismo ni era periodista, era un fanático de la cultura, que leía mucho, que le gustaba escribir, contar y expresar, era un comunicador. En algún momento me quiero sentir a gusto con lo que yo soy y decido que no es periodista lo que soy pero sí que quiero ser fotógrafo.

Es en ese momento cuando te pones a estudiar en el Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña

Exactamente, y ya de alguna manera lo enfoco todo hacia la fotografía.

Sabía que habías dicho que eras fotógrafo por curiosidad, y yo me había quedado en la duda sobre cómo habías empezado, pero veo que lo que te lleva a ella es tu necesidad de expresión, es tu búsqueda, es asombroso todo lo que hiciste antes de decidirte por la fotografía. ¿Qué es para ti la fotografía?

Yo creo que la fotografía para mí, fíjate que quizá esto es una cosa más negativa que positiva, porque debería tener más orgullo de mí mismo y de mi trabajo, de lo que he hecho, pero en realidad la fotografía ha sido mi bastón para caminar por la vida.

La fotografía me ha ayudado y he valorado más eso que el producto, que la foto en sí. Es lo que me ha permitido meter las narices donde no te llaman, donde tienes interés, es una puerta, es un camino, y me ha servido mucho. Por eso siempre me he metido en trabajos que a mí me interesaban, que no sabía si le interesarían a alguien. No sé si esto a la larga ha sido bueno o no tan bueno, porque soy un fotógrafo que lleva treinta años de trayectoria y a veces tengo la sensación de estar empezando todavía. Es decir, de estar en una situación de fotógrafo que aún tiene que ganárselas, porque le he dado más importancia a lo que yo consideraba que era interesante que no hacer una valoración de mercado.

Había leído que residías en Barcelona desde 1992, pero por lo que dices es desde 1982.

Desde 1982 estuve en Barcelona, vivía con mi hermana, mi sobrino, mi familia, pero en el año 1990 tengo una gran crisis de quién soy y qué voy a hacer con mi vida, y me voy un año a Almería a vivir, pensando, en principio, quedarme. Después de un año decido que no me voy a quedar, decido que quiero ser fotógrafo y me vuelvo a venir a Barcelona y me pongo a estudiar fotografía en 1991, pero con todo ese bagaje que tenía.

Los comienzos de los noventa coinciden con la fundación de la revista Enderrock. Es indudable que tú y Xavier Mercader son los fotógrafos dedicados a los músicos, él desde el directo, y ahora sois los jefes de Fotografía de esa revista tan reconocida. ¿Desde cuándo te decantas por hacer retratos de músicos?

La música está desde niño cuando oía la radio. Yo me acuerdo desde cuando estrenaron en la radio Un rayo de sol, imagínate, yo era muy niño, pero la radio siempre estaba puesta en casa, o sea, la música y la radio están desde siempre, y después trabajo en revistas de música. Como te decía, como niño, como chaval joven en la época en que todavía estoy en EGB, en la que para mí la cultura me aporta todo lo que no me aportaba el colegio, me interesa la lectura, la literatura, recuerdo que me encantó Henry Miller, El Principito, Michael Ende, Jack Kerouac, toda la Beat Generation me enamoró desde muy joven, el cine, Woody Allen me encantó desde niño, por supuesto toda la escuela italiana de Fellini.

La cuestión es que la música, muy especialmente, dentro de esta cultura pop, que a veces se aleja tanto del entretenimiento y es capaz de desvelarte tantas cosas de la vida y la historia del ser humano, pues la música es lo que a un joven le llega más fácilmente, por lo tanto la música fue algo que me atrapó, pero no para ser músico, nunca quise ser músico, pero sí que siempre me resultó muy placentero escuchar y aprender. Siempre aprendía con la música, me daba pistas para desarrollar cosas.

Y la canción catalana, la Nova Cançó, fíjate, me llegó desde niño, viviendo en Almería, quizá porque mi hermana estudió en la universidad en Barcelona, traía discos de Lluís Llach, Maria del Mar Bonet, Raimon, Serrat, que cantaba en catalán y castellano, por lo tanto, era muy normal que yo manejara mucha información.

Después trabajé en prensa musical, que giraba en torno al pop-rock, sobre todo, y a mí me interesaba más que nada el rock, yo era más rockero que popero, que me pilló con menos de veinte años, así que por ejemplo en Popular 1 yo tenía que hablar de Los Pistones, The Meteors, o sea, no hablaba de rock duro, aunque era una revista de rock duro, porque yo era tan jovencito que me dejaban los poperos y los rockabillies, no el rock pesado.

Fue muy interesante, recuerdo la primera crítica que hice para una revista comercial, no para un fanzine, fue para Popular 1, en el año 1984, tuve que ir a cubrir la presentación de Los Pistones y me encantaron porque yo era muy fan de Tequila desde pequeño, tenía todos los discos, así que cuando vi a Julián Infante en directo, eran la caña, lo pasé fantástico. Después vi a Hombres G, cuando sacaron el disco, a mí me daban todo eso, por lo tanto, tenía mucha cultura de la música popular, ya sea canción, pop, rock, sobre todo de la península ibérica.

Foto 2: Juan Miguel Morales.
© Omar Jurado

¿Cuál es la música que más te gusta?

Yo soy enamorado de todas las músicas del mundo, incluso la anglosajona, también la turca, la africana, pero me interesa mucho la que se hace de cercanía. La música latinoamericana me encanta, es la que más me emociona junto con la que se hace en País Vasco, Galicia, Países Catalanes, Andalucía y Castilla. En fin, me interesa la italiana, la francesa.

En todo caso siempre he tenido mucha cultura musical y entonces empecé a estudiar fotografía en el año 1991 y estudiando fotografía en el año 1992, de pronto tenía muchas asignaturas, y yo trabajaba para una agencia, es curioso porque la vida nunca es tan ordenada, luego en una biografía ordenas las cosas, total que yo hacía fotos —muchas no las tengo, es una pena— y esta agencia vendía a Pronto, a revistas del corazón o que combinan temas del corazón con sucesos o temas extraños.

Hice fotos por ejemplo a un transexual que apalearon unos fascistas en el barrio de Ciudadela, me tuve que colar en el Hospital del Mar, así que nunca dejé de hacer este tipo de fotografías cuando empecé a estudiar y en el año 1992, que es cuando yo considero que empiezo a trabajar y a ganarme la vida realmente como fotógrafo, —aunque había empezado a estudiar solamente hacía un año—, comencé a hacer una colección de retratos de músicos.

Es en ese momento que te decantas por retratar a músicos, principalmente. ¿Cómo sucedió?

Supongo que vino dado por algún trabajo que tenía que hacer en el instituto, no lo recuerdo muy bien, pero yo tenía esas ganas de hacer cosas, precisamente por mi curiosidad, estaba enamorado de la fotografía, tenía ese hambre de comunicar que me había acompañado desde niño y ahora yo ya sabía muy bien, me sentía firme y seguro en este lenguaje que había decidido que quería hacer mío.

Estaba estudiando y empecé a hacer cosas, hice un trabajo que llamé Ciudadanos de Barcelona, que era gente de diferentes culturas que vivía en esta ciudad, por ejemplo gente asiática, de África subsahariana, eran musulmanes, y ese trabajo al final se convirtió en una exposición para S.O.S Racismo.

Adelantado para la época, por tu sensibilidad ¿verdad?

Bueno, yo siempre he sido un tipo de izquierdas y al ser de izquierdas esa sensibilidad siempre ha existido, desde que yo tengo memoria. Muchas veces, cuando miramos atrás somos un poco miopes, porque ese discurso existía, en el Raval ya había mucha gente de otras culturas, yo recuerdo que en la calle Joaquín Costa había mucha comunidad de filipinos, quiero decir que el fenómeno existía desde los ochenta, ha ido a más, pero existía.

Porque yo hice muchas fotos, hice fotos en mezquitas, hay una que me gusta mucho porque se ve un tío que está leyendo el Corán y tiene una tarjeta del metro de Barcelona, de los primeros años noventa, como punto del Corán. Estuve en una fiesta de año nuevo chino, porque en una calle de cerca de Plaza Sant Jaume, en algún momento había mucha comunidad china. En fin, todo eso existía, como existía S.O.S. Racismo.

Soy un hombre de izquierdas y eso hace que uno tenga una mirada más empática con el ser humano, por encima de nacionalidades y luego también me han parecido fascinantes los que vienen de allende los mares, hay esa fascinación infantil por esa persona que viene y que es igual que tú pero que tiene otras costumbre y maneras de expresar lo mismo que tú expresas, y eso siempre me ha parecido maravilloso.

¿Cómo llegas a Enderrock?

En el año 1992, quizá por el tema un trabajo o lo que sea, yo decido hacer una colección de retratos de gente de la Cançó catalana, retratos en blanco y negro muy clásicos, y quería hacer una mirada de los maestros —Ovidi Montllor, Serrat, Llach, Maria del Mar Bonet— hasta los nuevos que había en esa época como Joan Amèric, Enric Hernàez (que ya había empezado antes pero que ahí estaba), Miquel Pujadó, Marina Rossell, y quería hacer una mirada de los países catalanes, de la Cataluña norte, en fin, empecé a hacer ese trabajo y resulta que tuvo bastante éxito, hice muchas exposiciones.

En 1996 publiqué un libro que se llama Retrats de cantants i músics. Fue muy interesante, porque yo era un chaval joven que venía de Andalucía y estaba reivindicando la canción catalana en un momento en que en realidad, desde los años ochenta, había pocas voces, y sobre todo jóvenes, que la reivindicaran. Y yo, desde la fotografía, en ese momento, voy y la reivindico, fue interesante porque a mucha gente eso le sorprendía. La exposición la llevé en 1994 al Mercat de la música viva de Vic y es allí donde contactan conmigo Lluís Gendrau y Martí Escudé, que era en ese momento el responsable de fotografía del grupo Enderrock. Desde ahí empiezo a trabajar con Enderrock, poco tiempo después de haberse fundado. La primera portada la hice en 1994, que es la foto de Lluís Llach con el jersey y poco después fui jefe de fotografía de la revista durante muchos años y después ya lo comparto con Xavi Mercader.

Vamos hacia el libro, pero tengo que decir que antes hay un punto de inflexión: decir BarnaSants en fotografía es nombrar también, entre otros, a Juan Miguel Morales.

Pues qué maravilla, porque BarnaSants es un festival imprescindible, que amo, lo amo por sí mismo y por la persona que lo lleva, que es Pere Camps, sin quien sería imposible y que es un imprescindible de la cultura en Cataluña seguro y en los países catalanes también, y yo creo que en el mundo, porque él ha llevado BarnaSants fuera de nuestras fronteras y también trae músicos de América Latina.

Yo he podido ir con BarnaSants a Cuba, por ejemplo, a hacer un homenaje a Aute en 2008, fue maravilloso.

¿Es a través de BarnaSants que estableces el contacto con Vicente Feliú, quien fue la primera persona que te ayudó para contactar con los músicos en Cuba para el proyecto de tu libro?

Yo no sé si fue a través de BarnaSants, pero que es importante BarnaSants para mi relación con Vicente es cierto. No recuerdo bien cuándo conozco a Vicente, pero sí recuerdo reuniones con él, ya preparando el trabajo y en todo caso, Vicente venía porque iba actuar en el BarnaSants. Era fundamental, sin el festival creo que no nos hubiéramos visto, porque Pere Camps es como hermano de Vicente, admirador, y lo ha tenido presente desde muy pronto en el BarnaSants y todavía en la edición de 2020 tendremos la suerte de que vamos a poder ver a Vicente actuar. Por lo tanto, sí que hay este vínculo, no recuerdo de qué manera ni cómo pero sí que está de fondo.

Sobre tu libro has dicho que se trata de conversaciones que has sostenido con cantantes y músicos cuando has ido a hacerles una fotografía, un retrato, y que esas conversaciones han pretendido poderte acercar al personaje. Respecto a cada personaje, primero está una pequeña biografía y luego la conversación, pero tus preguntas no salen, solamente la voz del personaje, a partir de lo cual se intuyen las preguntas. Me gustaría que me contaras las situaciones detrás de cámara.

Estuve un año preparando el proyecto. Estuve tres meses allí, la primera estancia, para hacer el trabajo. Con Vicente me reuní, que como hemos dicho, es súper importante. Luego conocí en la distancia a Iván Soca, fotógrafo cubano, a través de una amiga chilena, Emma, que nos pone en contacto. El tema es que estoy en Cuba tres meses solamente para este trabajo, una maravilla.

Los primeros quince días duermo en casa de la familia de Iván Soca. Yo me levanto y su mamá, Q.E.P.D, me prepara el jugo de fruta bomba, o sea, es todo lindo. Iván me lleva a concierto al Amadeo Roldán, es mi primer viaje a Cuba, es todo lindo, porque tengo el privilegio de estar con gente muy potente de la cultura cubana como Vicente e Iván, y voy diseñando esta lista de músicos que, en principio, ya traigo, y que en La Habana y en Santiago, pero también en Matanzas, se empieza a agrandar porque están los nombres que traigo más otros. Cada situación es única. Te puedo decir que cada historia es un barrio diferente.

El libro se desarrolla sobre todo en La Habana y en Santiago de Cuba. Lo normal es que cuando yo tenía una cita con un músico —aunque ya sabes cómo es la vida que te impone su caos—, por ejemplo cuando tenía la cita con Juan Formell, me llama Lucy, la secretaria de Silvio Rodríguez, para decirme que Silvio me podía ver esa tarde. Así que cogí corriendo un taxi de casa de Juan Formell a los estudios Ojalá, porque Silvio en ese momento estaba terminando el disco Cita con Ángeles, iba a ser papá y abuelo a la vez, por Violeta, entonces yo sé que hizo todo lo posible para poder verme, porque lo tenía bien complicado. Entonces, ahí por ejemplo, tomé las fotos corriendo.

Pero lo normal es que yo le dedicaba al artista todo un día, ese día comía en ese barrio y estaba en casa del artista todo el tiempo que el artista quisiera, no había tiempo, no existía el tiempo.

¿Cómo fue tu encuentro con Esther Borja, que tenía en ese momento noventa años y es una larga conversación?

Con Esther Borja estuvimos horas. Yo recuerdo como una maravilla, como un momento mágico de salir flotando, con ella a esa edad y con esa lucidez.

Foto 4: Esther Borja.
© Juan Miguel Morales.

Y con César Portillo de la Luz, Nico Rojas y El Tosco, ¿cómo fue?

Con César Portillo, igual, que era un gran conversador. Tomábamos café, fumábamos. Con Nico Rojas fue tierno, porque él y su mujer tocaron, me cantaron, fue una cosa también impresionante. Con "El Tosco" fue como tiene que ser, siendo fiel con su leyenda: piqué, no me abría, después de un rato de pronto sale una chica y luego pues tomando bucaneros, cerveza. Es decir, cada personaje marcaba un ritmo y eso era el encanto del trabajo, así se iba generando.

¿Qué tal fue con Richard Egües?

Richard Egües era muy mayor, pero también tuve el privilegio de que me tocase algunas piezas a la flauta ahí a mi lado, en su casa, nada menos que el autor de El bodeguero, la flauta de la Orquesta Aragón.

¿Qué me cuentas de Los Papines y Muñequitos de Matanzas?

Con Los Papines hubo muchos problemas, al final nos encontramos y fue muy interesante. Con Muñequitos de Matanzas estuve en Matanzas con ellos. Recuerdo que fue fantástico, estuve todo el día allí con ellos y cuando teníamos la conversación que yo grababa, yo entendía muy poco porque tenían esa jerga afrocubana, tan cerrada, que cualquiera diría que eso no es castellano, yo no entendía nada, pero era interesante porque la manera de hablar tiene una idiosincrasia o un no sé qué cultural que a veces comunica más una palabra, es bonito, tiene su magia, su belleza, fue muy lindo.

La conversación con Teresita Fernández es maravillosa, describe todo lo que tiene en casa, incluso te cuenta por qué se llama Teresita.

Claro, es que Teresita es única. Tú llegabas a su casa y te quedabas mirando esa casa que tenía, que ya delataba que ella era una persona especial, te iba diciendo la historia de cada objeto. Sus canciones eran su manera de vivir, su filosofía, su manera de pensar y su casa también.

José María Vitier finaliza su conversación diciendo que hay un tema que grabó hace muchos años que se llama Silvia, que resume su pasado, su presente y su futuro, es el nombre de su mujer.

Sí, ella es pintora, es un apoyo importantísimo, es su inspiración. Una gran mujer, Silvia Rodríguez.

De todas esas treinta y tres conversaciones con músicos ¿podrías decir una que te haya dado una vuelta a la cabeza?

Yo creo que es muy difícil, pero ya puestos diría que la de Esther Borja, pero realmente podría decir otra, en otro día o en otro momento, porque todas son muy interesantes y en algunas se nota que el personaje está abriéndose mucho. Esther Borja me interesa porque habla una mujer de noventa años, muy lúcida, que vivió en la época de Batista, que luchó contra ese criminal y que conoció los logros de la revolución, con las dificultades que le han puesto en el camino, con un bloqueo terrible, y esa mujer con todo ese bagaje te está explicando tantas cosas...

Piensa que a Esther Borja le hubiera ido genial si deja Cuba y se va a Miami como hacen muchas compañeras de su generación, y su decisión es quedarse. Ella te hace un análisis tan precioso. Aparte, Esther Borja, en la conversación, hace todo un análisis del hecho artístico de cantar que yo creo que le puede servir a cualquier mujer u hombre joven que empiece a cantar, porque hace unas reflexiones muy lúcidas y generosas.

Foto 5: César Portillo de la Luz
© Juan Miguel Morales.

Todas esas conversaciones fueron grabadas en 2003 ¿cuándo las retomas para hacer el libro?

Yo las grabé en cassette, pero fíjate, cuando yo empiezo un proyecto nunca lo doy por acabado, este libro de los músicos cubanos siempre está abierto, porque se puede seguir alimentando, pero bueno, he cerrado, como mínimo, una fase del proyecto, y claro, en 2003 trabajé tres meses allí, trabajé mucho, aunque después volví a cuba varias veces —por otras razones, por ejemplo hice un trabajo sobre jóvenes del jazz para la revista Jazz— y cada vez que iba, aunque iba para otras cosas siempre aprovechaba e iba alimentando mi trabajo de los músicos cubanos, pero de alguna manera lo que hice en 2003 sería como una primera fase de este proyecto.

Así que empecé a moverlo, intenté publicar un libro de fotos, no pude, me fue imposible, sí monté una exposición que se pudo ver en la Galería SETBA, en La Habana también, en la Escuela de fotoperiodismo José Martí, en el lobby del Amadeo Roldán en 2008 dentro del homenaje a Aute hecho por BarnaSants, esa se llamó Doce más uno, que eran doce trovadores cubanos más un retrato de Aute. La inauguración fue una maravilla, cantó Vicente Feliú, estaba Aute, por supuesto Pere Camps, quien hacía posible todo eso.

El trabajo ahí se quedó, empecé a hacer con Omar Jurado el trabajo sobre Lluís Llach, que se publicó en 2007 cuando se retira Llach, y ya me había olvidado que tenía este trabajo, pero de alguna manera había decidido que no se publicaría ningún libro, porque como el libro de fotos no interesaba pues ahí se quedaba en el cajón y formaba parte de mi material de archivo.

De pronto, hablando con Javier de Castro, que es editor de Milenio, una editorial con la que yo he colaborado porque han usado fotos mías para algunas portadas de libros suyos, como las biografías de Joan Isaac y Maria del Mar Bonet o uno de los libros sobre Serrat que hizo Luis García Gil, entonces hablando con Javier me pregunta ¿qué trabajos tienes en el cajón?, y le dije tengo esto de los músicos, pero no va con vosotros, porque esto es fotografía y vosotros no hacéis libros de fotos, pero le dije tengo unas conversaciones en cassette con muchos de estos músicos, y como son músicos muy potentes, primeras figuras de muchos géneros, me dijo que escuchara las conversaciones y si tienen interés vamos a hacer este libro. Fue un trabajazo, porque tuve que buscar los cassettes, recuperar el reproductor de cassettes, oír las conversaciones, transcribirlas y estoy muy contento con el libro.

¿Tú habías pensado el libro de esta manera?

No, no pensé ese tipo de libro, cuando tenía esas conversaciones y las grababa nunca pensé que acabarían en ese tipo de libro, ha sido una sorpresa para mí incluso. Yo grababa esas conversaciones más como para mí, por si tenía que poner una frase en un libro de fotos, para tener recursos e informarme yo, conocerlos mejor, aprovechar el privilegio de estar con ellos, aprender.

Hay fotos maravillosas de Compay Segundo, Omara Portuondo, Chucho Valdés, Silvio Rodríguez...

La foto con Compay fue cuando estuve en los estudios Abdala, si no me equivoco, allá en Miramar y él tenía unos ensayos con su grupo, ya estaba muy mal, creo que es la última sesión que le hacen, porque él muere en 2003, es decir, fallece el año en que yo le hago esa foto. Lo vi mal, intenté tener una conversación con él, pero ya era muy complicado. Ahora, era impresionante, porque me permitieron estar en los ensayos, yo me senté y estuve escuchándolos, y digo que era impresionante ver a Compay, que estaba ya un poco fuera de la realidad, cuando le tocaba hacer coros o hacer un solo de tres era como que renacía, como que fuera el Compay de siempre. Fue muy bonito.

Con Chucho fue quedar en un hotel, para hacer el retrato, no hubo mucho tiempo, igual que con Omara, fue una cosa rápida. Con Silvio hubo mucha conversación, pero no se grabó, porque la conversación fue de enseñarme cosas que estaba grabando, enseñarme el estudio, porque estaba haciendo un disco nuevo. Fue una conversación muy tierna y muy auténtica, aprovechamos el tiempo así.

No hay conversación pero él ha escrito unas palabras que junto con las de Vicente Feliú prologan el libro.

Sí, así que las fotos tanto de Vicente como de Silvio están y además con esas palabras que prologan el libro, y cuando gente de su generación como Noel Nicola, que ya no está vivo, o Augusto Blanca están explicando lo que fue la Nueva Trova, tampoco es necesario que conste una conversación.

¿En Cuba cómo ha sido recibido tu libro ¡Cuba Va!?

En Cuba ha salido en una agencia de noticias y en un portal, ha habido muy buenas críticas, ha sido muy bien recibido, a la gente que lo conoce o lo ha leído le ha gustado mucho, cosa que me deja muy satisfecho porque es pasar la prueba del algodón, porque que les parezca en Cuba que tú estás aportando algo hablando de su cultura es para mí un placer, significa que el trabajo tiene sentido y razón. Te diré también que desde septiembre se distribuye en México y a partir de enero se distribuirá en Argentina.

Ahora estás con el proyecto de un nuevo libro, sobre Carlos Cano. ¿Cómo va ese proyecto?

Llevamos como cinco años trabajándolo, yo siempre me meto en proyectos largos, de cinco, seis hasta ocho años, ahora ya no me puedo meter en proyectos de tantos años, pero este será uno de los últimos que haga que me cueste tantos años hacerlo, pero si la vida está de acuerdo el año que viene se publicará, cuando se cumplen veinte años desde que no lo tenemos en este planeta, en esta tierra, a nuestro lado, aunque sí lo está con su obra.

BarnaSants le dedicará un concierto especial, por el vigésimo aniversario, Omar Jurado y yo estamos haciendo un libro que se llamará Voces para una biografía, en el que más de cincuenta personas reconstruyen su biografía, no solo su biografía sino todos aquellos lugares a donde nos lleva la obra y la vida de Carlos, como por ejemplo la lucha del pueblo saharaui, las madres de la Plaza de Mayo, la lucha de los pueblos indígenas, por supuesto la lucha de Andalucía por su identidad, todo esto se va desarrollando con sus protagonistas. Espero que este libro también salga el año que viene.

domingo, enero 26, 2020

Serrat y Sabina, historias de amor y sueños de poetas en el Palau Sant Jordi


Serrat y Sabina, historias de amor y sueños de poetas en el Palau Sant Jordi

Los dos cantantes sellaron su emocionada alianza artística ante 15.400 personas

Sabina y Serrat, este sábado en el Palau Sant Jordi - Efe

David Morán
BARCELONA Actualizado:26/01/2020 12:43h

«¿Has visto lo que dice de nosotros la canallescas? ¡Nos llaman monstruos!», le dijo Serrat a Sabina mientras el de Úbeda, bombín calado y chaqueta floreada a juego con la del Nano, arqueaba la ceja y ponía su más estudiada cara de guasa y rechifle. ¿Monstruos? No, mejor eternos. Inmortales. «Eso es que nos estamos muriendo y nos quieren enterrar», replicó con sorna y con esa voz siempre a punto de descarrilar un Sabina que quizá no sepa lo que es Netflix («pobre, cree que son unas toallitas húmedas para las pérdidas de orina», bromeó Joan Manuel mediada la noche) pero que tiene muy claro que su alianza artística con su primo catalán no sólo suma, sino que multiplica y cotiza al alza, siempre al alza, en el mercado de las parejas artísticas bien avenidas.

También la sabe bien Serrat, por lo que el regreso al Palau Sant Jordi de estos dos «artistas superlativos», como ellos mismos se presentaron en el vídeo introductorio, fue una nueva exhibición de talento al cuadrado y leyendas sabiamente entrelazadas. Tres horas de himnos cálidos, diálogos chispeantes y bromas que hubiesen mejorado notablemente el arsenal de chascarrillos de la ceremonia de los Goya durante las que Serrat y Sabina, dúo dinámico de la canción acanallada, volvieron a sublimar lo puramente musical para convertirse en género artístico propio. Unos monstruos, sí.

Así que ahí estaban, juntos de nuevo y embarcados en la gira «No hay dos sin tres», el vibrato y la cazalla, el temblor y la gravilla. «Trabajando la mitad pero cobrado el doble», que diría Sabina, y volviendo a los queridos lugares conocidos para rejuvenecer a marchas forzadas y olvidar, ni que fuese durante un rato, de que ya hay quien se refiere a sus provectas edades, 76 Joan Manuel y 70 Joaquín, como epítome de ancianidad.

«Paraules d'amor»
«Esta noche contigo» y el swing templado de «No hago otra cosa que pensar en ti» abrieron un recital en el que Serrat, vestido de local, llevó la voz cantante en los diálogos mientras que Sabina, recuperado y crecido, se atrevió incluso a cantar el catalán las eternas «Paraules d’amor» de su socio. Antes de eso, Serrat y Sabina ya habían intercambiado estrofas, se habían lanzado cariñosas puyas entre los versos de «Cançó de matinada» y los puñales al vuelo de «Lo niego todo» y, en fin, habían coronado una vez más las cimas de sus propias carreras para reivindicarse por enésima vez como faros de la canción.

El diálogo, fluído y otoñal durante el primer tramo de la noche, dejó emotivas tomas de «Una canción para la Magdalena» y «Barcelona i Jo», ganó cuerpo a partir de «Por el bulevar de los sueños rotos», «19 días y 500 noches» y «M’en vaig a peu» y se exhibió pletórico cuando tocó sacar a pasear «Princesa» y «Cantares», toda una invitación a que las 15.400 personas que llenaban el Sant Jordi, todas sentadas, empezasen a perder la compostura.

Golpe a golpe y verso a verso, Serrat y Sabina (y viceversa) tenían ya todo el trabajo hecho, pero quedaba aún un trecho largo, el del puro disfrute, para ir y venir del gozo de «Mediterráneo» al llanto de «Plany al mar» y del despiporre de «La del pirata cojo», con los dos disfrazados de corsarios buscabullas, al remanso emocional de «Pare».

Aquello no podía acabar de otra manera que con la eufórica «Fiesta» de Serrat, pero antes de que, con la resaca a cuestas, volviese el pobre a su pobreza y el rico a su riqueza, hubo tiempo aún para arrumbar la melancolía entrelanzado «Noches de boda» y «Nos dieron las 10» y abrazarse a la eternidad para cantar a coro «Contigo» y, ahora ya sí, «Paraules d’amor». Historias de amor y sueños de poetas para sellar una alianza que volverá a las andadas en febrero, con otras dos noches en el madrileño Wizink Center.

Serrat y Sabina cautivan Barcelona con una noche de éxitos



Serrat y Sabina cautivan Barcelona con una noche de éxitos

Barcelona 26 ene. 2020

Hay canciones que suenan a camino de vuelta a casa. Eternas, dueñas de un pedacito de memoria colectiva, escapan de sus autores para ser de todos y de nadie a la vez. Son "Mediterráneo" o "Y nos dieron las diez" coreadas por miles de almas que han acudido este sábado a la cita con Serrat y Sabina en el Palacio San Jordi de Barcelona.


Tras las giras conjuntas "Dos pájaros de un tiro" (2007) y "Dos pájaros contraatacan" (2012), la pareja de amigos y colegas se ha subido por tercera vez a los escenarios con la minigira "No hay dos sin tres", un divertimento con periplo por Sudamérica y parada en Madrid.

Serrat y Sabina, un privilegio histórico en el Sant Jordi

Serrat y Sabina, un privilegio histórico en el Sant Jordi

Ambos cantautores recrearon y compartieron sus repertorios, combinando el 'entertainment' con la incursión profunda, en el generoso recital de la gira 'No hay dos sin tres'

Aldo Bianciotto
Barcelona - Domingo, 26/01/2020

Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, conjuntados en el Palau Sant Jordi. / SENDRA & GARCIA

El roce de modos y canciones de Serrat y Sabina en un mismo concierto fue un gran hallazgo que se llevó por delante a amplias audiencias en el 2007, reincidió en el 2012 y parece despedirse, de nuevo a lo grande, en la gira ‘No hay dos sin tres’, que este sábado llenó una vez más el Sant Jordi. Última ocasión, o no, de vérnoslas con sendos repertorios de cabecera de nuestra canción contemporánea, servidos con humor, generosidad (casi tres horas de recital) y cuidado por ambos imaginarios creativos.

Esta vez no había disco con canciones nuevas que presentar, y las de ‘La orquesta del Titanic’ (2012) desaparecieron del atril, con lo cual la entente volvió a las esencias, a los clásicos, a partir de un arranque suave (‘Esta noche contigo’) y de un primer diálogo jocoso no exento de sentidos piropos recíprocos: Serrat llamó a Sabina “tontolaba” y este le replicó con un ordinario “gilipollas”. La parodia de la tensión competitiva, que no falte, y el pitorreo: esos ‘Cinco lobitos’ que cantaron como alumnos aplicados, camino de ‘No hago otra cosa que pensar en ti’.

Espectáculo y recogimiento

Hubo sentido del ‘entertainment’, con despliegues de vídeo y de color, profusión de éxitos y la brisa del compadreo, proyectada a veces en pláticas demasiado largas. También momentos de hondura, en particular cuando uno y otro se quedaban solos: Serrat, guitarra en mano, evocando ‘Cançó de matinada’ y haciendo enmudecer el Sant Jordi, como con 'Barcelona i jo', ‘Me’n vaig a peu’, ‘Plany al mar’ o ‘Pare’, canciones en catalán que marcaron diferencias con los recitales de Madrid. Y homenajeando al desaparecido Alberto Cortez en las ‘Nanas de la cebolla’. Sabina, recreando su mundo, desde la atalaya madura de ‘Lo niego todo’ a las cuitas de ’19 Días y 500 noches’. Cada uno, con sus escuderos: Miralles y Kitflus, Varona y De Diego

La sensualidad mediterránea de Serrat, y el realismo de tierra adentro de Sabina, observándose con risueña prudencia. Pero tras el subidón de ‘Princesa’ y ‘Cantares’ vino otro recital, este más compartido y encaminado a la celebración, quizá un poco menos genuino, pero más espectacular. Un festín de clásicos que nos recordó que, más allá de las diferencias de estética musical, estamos hablando de canciones, material tuteable, y no de unas cualesquiera: logros universales que han acompañado muchas vidas, de un poder difícil de igualar en nuestra actualidad tan fragmentada. ‘Y sin embargo’ y ‘Aquellas pequeñas cosas’, ‘Contigo’ y ‘Fiesta’. Y la vaga sensación de privilegio histórico por ser contemporáneos de todas ellas.

"No hay dos sin tres" Palau Sant Jordi (Barcelona)





"No hay dos sin tres"
Palau Sant Jordi (Barcelona)
25 de enero de 2020

Serrat y Sabina llenan el Sant Jordi de emoción y cachondeo

Serrat y Sabina llenan el Sant Jordi de emoción y cachondeo

15.400 personas asisten en Barcelona a un concierto lleno de recuerdos inapelables servidos en un envoltorio sonoro y visual de lujo

Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, durante el concierto en el Palau Sant Jordi de Barcelona. ALBERT GARCIA
MIQUEL JURADO

Barcelona 26 ENE 2020 - 11:57 CET

Se llaman Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina. Con eso ya casi está dicho todo, sobre un escenario pueden hacer lo que les venga en gana y siempre estará bien. Con su sola presencia ya lo tienen todo ganado y podrían columpiarse en ello y, como suele decirse, vivir de rentas.

Casi nadie se lo tiraría en cara. Pero ni uno ni otro, ni los dos como pareja de hecho, son de los que pueden quedarse en casa ante el chisporrotear de la chimenea coleccionando recuerdos e ingresando derechos de autor. Lo suyo es el reto perpetuo de no repetirse, aunque no tengan nada nuevo que presentar. Solo así se explica la aparatosidad de esta nueva gira. Una aparatosidad visual y sonora que podría parecer innecesaria para vestir unas canciones que funcionan solas pero que, sentado en la no siempre cómoda butaca de un inmenso polideportivo, se agradece.

Regresaban juntos por tercera vez y la velada ya empezó dejando claro que nada era igual a lo esperado. La petición habitual de apagar móviles y no grabar ni fotografiar acabó con el desmoronamiento emocional de la locutora que lo envió todo a freír espárragos incitando al personal a hacer lo que quisiera. Inmediatamente irrumpió un espectacular vídeo animado en tres de las cinco pantallas gigantes que a lo más viejos del lugar (muchos esa noche) les recordó el entrañable Cinerama.

Los dos pajarracos aterrizaron como pudieron y atravesando una tupida nube de humo en lo alto de una escalinata se presentaron a sí mismos como "los reyes de la mandanga, los amos del cuento". Esta noche contigo a dos voces marcó el inicio de un largo concierto, tres horas durante las que se habló mucho, pero la palabra, mejor sería decir el chiste y el colegueo, cedió todo el protagonismo a la música.

Un repertorio ligeramente distinto al presentado hace unos días en Madrid, veintiocho canciones (veintinueve si contamos su cover de Cinco lobitos), llenó un gigantesco y cambiante escenario, una orgía de colores y sugerencias audiovisuales que podían ir de la explosión estética a la denuncia. Diez músicos, incluyendo algunas de las luminarias de nuestro panorama, arroparon a dos voces muy distintas pero que, contra todo pronóstico, se complementan a la perfección y que fueron calentándose a lo largo de la velada.

Ya en el inicio No hago otra cosa que pensar en ti, Aves de paso y, sobre todo, Cançó de matinada pusieron al público en tensión. A partir de ahí seguiría un encadenado de recuerdos inapelables (nada nuevo, no hacía falta) servidos en un envoltorio sonoro y visual de lujo. De la emoción nada contenida de Nanas de la cebolla, Pare o Plany al mar al cachondeo desmadrado, disfraces de pirata con cuervo en vez de loro, de Pirata cojo. Princesa puso a bailar a todo el personal y Cantares resonó en las 15.400 gargantas que llenaban el polideportivo y que se volcaron en un final apoteósico iniciado con Noches de boda y Y nos dieron las diez, que tocó techo con Sabina cantando en catalán Paraules d'amor, reventó con el ritmo de Pastilla y concluyó en una pura fiesta, fuegos artificiales digitales incluidos, lógicamente con Fiesta.

Se llaman Serrat y Sabina, están más allá del bien y del mal, pero todavía no han dicho su última palabra. Seguro que no hay tres sin cuatro.

Serrat y Sabina cautivan Barcelona con una noche de éxitos, recuerdos y humor

SERRAT SABINA (CRÓNICA)

Serrat y Sabina cautivan Barcelona con una noche de éxitos, recuerdos y humor

REDACCIÓN
26/01/2020 01:02 | Actualizado a 26/01/2020 01:07
Pilar Tomás

Barcelona, 25 ene (EFE).- Hay canciones que suenan a camino de vuelta a casa. Eternas, dueñas de un pedacito de memoria colectiva, escapan de sus autores para ser de todos y de nadie a la vez. Son "Mediterráneo" o "Y nos dieron las diez" coreadas por miles de almas que han acudido este sábado a la cita con Serrat y Sabina en el Palacio San Jordi de Barcelona.

Tras las giras conjuntas "Dos pájaros de un tiro" (2007) y "Dos pájaros contraatacan" (2012), la pareja de amigos y colegas se ha subido por tercera vez a los escenarios con la minigira "No hay dos sin tres", un divertimento con periplo por Sudamérica y parada en Madrid.

Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, dos pájaros, que no aves de paso, de vuelo septuagenario, han brindado un recital de temas a dúo y a solas, intercambiados y renovados, que han hecho las delicias de un público muy devoto.

Luciendo oscuras americanas floreadas a juego, los artistas han abierto la velada con "Esta noche contigo", una canción del de Úbeda que ha dado pauta a un concierto sobrio de cerca de tres horas lleno de recuerdos y bromas sobre el paso del tiempo y la actualidad.

Sabina y Serrat, quien en todo momento se ha dirigido a los asistentes en catalán, han ironizado sobre recientes críticas periodísticas que los calificaban de "inmortales": "Eso es que nos estamos muriendo y nos quieren enterrar".

"Dicen que somos unos monstruos, pero yo solo te veo como a un tontolaba", ha dicho bromeando el barcelonés a Sabina, que le ha devuelto el dardo con un resuelto: "Pues yo te veo como a un gilipollas".

Tras una introducción con más pullas recíprocas ("Sabina pensaba que Netflix eran unas toallitas húmedas para las pérdidas de orina") y la interpretación conjunta de "No hago otra cosa que pensar en ti", Serrat se ha quedado solo en el escenario para dar vida a "Cançó de matinada".

Con su característico bombín, y antes de entonar "Lo niego todo", Sabina se ha adueñado del micrófono para recordar a los fallecidos por el temporal Gloria y a los "subsaharianos muertos a los que Europa deja tirados en mitad del mar", unas sentidas palabras que el público ha recibido con un sonoro aplauso.

Serrat ha vuelto a escena, guitarra en mano, para interpretar juntos "Pero qué hermosas eran", que ha precedido a la balada en solitario "Una canción para la Magdalena" y "Barcelona i jo", esta última con imágenes de su ciudad natal.

Sabina ha reaparecido en la fiesta con la corista Mara Barros para ofrecer "Por el bulevar de los sueños rotos", y ya con sonrisa bandarra y mirada de calavera, ha levantado pasiones cuando su voz rota se ha rendido al desamor rumbero de "19 días y 500 noches", que ha dado paso al desgarro del catalán en "Me'n vaig a peu" y "Nanas de la cebolla", con versos de Miguel Hernández.

En este ir y venir de éxitos pretéritos, la nostalgia llamaba a la puerta con el tema "Peces de ciudad" -que Sabina ha dedicado a Perú, país natal de su pareja, y a la chef Carme Ruscalleda-, seguido por la rockera "Princesa" y los "Cantares" de Antonio Machado, antesala del llanto de Serrat con "Plany al mar" y la mítica "Mediterráneo".

Y sin dar tregua al público, la dupla de artistas se ha enfundado vestidos de corsario para dar pábulo a su lado más canalla con "La del pirata cojo".

"Y sin embargo", "Pare" y "Hoy puede ser un gran día" han avivado los cantos fervorosos de la parroquia presente, que ha reído con ganas cuando la pareja, charlando sobre la juventud en una mesa de bar, ha criticado a una "hijaputa" que ha llamado "anciano" a un hombre de 64 años.

"Y nos dieron las diez" y "Noches de boda" han puesto el broche final al concierto, con el público de pie y miles de brazos balanceándose a modo de despedida mientras Serrat y Sabina abandonaban abrazados los focos.

Segundos después, sin hacerse de rogar, han amanecido de nuevo en el escenario con un esperado bis protagonizado por los temas "Contigo" y "Paraules de amor", una de las canciones de Serrat con las que Sabina, ha rememorado, aprendió a hablar en catalán cuando tocaba en bares, restaurantes y el metro de Londres.

La festiva "Pastillas para no soñar", "Aquellas pequeñas cosas" y "Fiesta" han bajado el telón de la noche, con un San Jordi abarrotado convertido en repentina pista de baile y el adiós emocionado de los músicos, que volverán a actuar en febrero para culminar la gira con dos llenos en el Wizink Center de Madrid. EFE.

Nuestro amigo Juan Miguel Morales López estuvo en el concierto











Nuestro amigo Juan Miguel Morales López estuvo en el concierto
Gracias

JOAN MANUEL SERRAT Y JOAQUÍN SABINA EN EL PALAU SANT JORDI (BARCELONA)-25/01/20


#SerratYSabina2020 así fue la despedida de Barcelona

#SerratYSabina2020 así fue la despedida de Barcelona
Gracias maestros

Fotos de mi amigo Antoni Badia Balasch desde el Palau Sant Jordi




















Fotos de mi amigo Antoni Badia Balasch desde el Palau Sant Jordi
Serrat y Sabina terminan su gira No hay dos sin tres desde Barcelona
Gracias Toni
Un abrazo a Serrat y Sabina por volver a deleitar con su encanto