domingo, octubre 25, 2015

El amante de las pequeñas cosas: una entrevista a Serrat



El amante de las pequeñas cosas: una entrevista a Serrat

Exclusiva: Joan Manuel Serrat ofrecerá un concierto en nuestra ciudad el 21 de noviembre en el Gran Teatro Nacional
Domingo 25 de octubre del 2015 |

Quizás porque su niñez sigue jugando en la playa o porque sabe que solo se hace camino al andar; tal vez porque no ha encontrado mejor manera de disfrutar la vida que haciéndolo verso a verso, golpe a golpe, o porque cualquier día puede ser un gran día, Joan Manuel Serrat, a sus 71 años, está inmerso hoy en la gira más importante de su vida, con 100 conciertos en todo el mundo para conmemorar los 50 años de su carrera artística. Para cerrar estos meses intensos, el “Noi del Poble-Sec” eligió Lima. Nuestra capital será testigo, este 21 de noviembre, del fin de fiesta de esta serie de shows que de ningún modo es una despedida, sino una celebración. Y es que, como él mismo dice, “Las canciones siempre están vivas”. Como un anticipo a esa noche mágica, conversamos en exclusiva con el artista. Y él no calló nada. 
¿Cómo se hace para seguir cantando con la misma vitalidad canciones que tienen 50, 40, 30 años y que ya ha cantado muchísimas veces en varios lugares distintos?
Bueno, eso ocurre, primero, porque se han mantenido vivas en el favor de la gente todos estos años. Después, porque tengo ganas, fuerzas y energía para poder cantarlas y poder someterme a esos momentos maravillosos en el escenario y, después, porque hay un público, una gente para los que estas canciones representan su memoria sentimental. Ahora, claro, canto canciones que tienen 40 años, pero también canto algunas que son de antes de ayer. No me gustaría limitar mi repertorio al pasado.

Volvamos un poco a ese pasado. A partir de la sensación inicial que tuvo en casa, a inicios de los 60, cuando dejó de trabajar para dedicarse a la música, ¿cuáles son los mejores recuerdos de esos años?
Al inicio alternaba mi profesión con el cantar, con escribir, tenía tiempo para todo. La verdad es que, cuando uno quiere, tiene tiempo para todo. Y claro, echando la vista atrás hacia aquellos años, tuvieron de malo el franquismo, la represión política, pero tuvieron de bueno la juventud, un tiempo que hervía, en el que pasaban muchas cosas y en el que, incluso, había sueños por realizar. En el mundo de la música aquello se duplicaba, tanto por parte de lo que era la vida en el comportamiento social y en el escenario, se complementaban mucho. Tengo unos recuerdos  muy hermosos. 

Recuerdo una entrevista de fines de los setenta, con Joaquín Soler, cuando le dijo que no creía en las vocaciones, sino en irle agarrando gusto a un trabajo bien realizado. ¿Piensa lo mismo hoy?
La vocación siempre la he sentido como un motor generador que hace a una persona ser o no ser. Uno descubre las cosas a medida que las ejecuta. Se me hace muy extraño que un niño quiera ser astronauta sin haberse subido a un cohete, sin saber de física cuántica, ¿no? Creo que la vida es esa vía y tus intereses son muchos, todos los que te van descubriendo, y eso va creciendo y a veces crece tanto que se acaba convirtiendo en tu oficio y se acaba convirtiendo en algo que amas y en algo que forma parte absolutamente de ti, de tal modo que lo llevas adonde vayas.

Y en ese contexto, ¿cuándo sintió que iba a dedicarse a la música toda su vida?
Bueno, toda mi vida no, incluso ahora no lo creo —a pesar de que ya me queda poco margen—. No pensé nunca que me iba a dedicar a la música toda mi vida. Y yo tomé el camino de la música porque cuando decidí ser profesional, dedicarme de lleno a ello, dejar el trabajo que  tenía, dejar estudios con los que estaba complementando el trabajo, dejarlo todo para dedicarme a la música, lo hice con la certeza de que estaba haciendo lo que quería en ese momento. Si llevo 50 años en la música es porque en estos 50 años he ido renovando este sentimiento y he ido creciendo con él. En cualquier momento, si en mi vida las cosas funcionaban de otra manera, no me queda duda de que me hubiera dedicado a otra cosa y lo hubiera hecho con el mismo fervor y el mismo entusiasmo que la música. Ya le digo: la vida está llena de posibilidades para el que quiera buscarlas.

Esto me lleva de vuelta a la entrevista con Joaquín Soler, por algo que me llamó mucho la atención, según sus propias palabras: “Aunque sonará frívolo, comencé a tocar la guitarra porque así era más fácil tocarle el culo a las muchachas”.
[Risas] Es algo que no es falso, quizás no es tan brutal, pero realmente para mí el interés que provocaba una canción, y la forma en que sensibilizaban determinadas canciones a las muchachas que me gustaban, no le quepa duda que me ayudó a estudiar música.  

¿Y hoy por qué toca la guitarra?
Por lo mismo por lo que empecé, evidentemente sin que la parte de las señoras ya me produzca rendimiento [risas], pero los motivos son los mismos: la guitarra es la prolongación sentimental de uno y a través de la música exploras un mundo que antes que conmueva a los demás debe conmoverte a ti.

¿Atribuye a esa capacidad de conmoverse y conmover su conexión con el público hoy, después de 50 años de carrera?
Creo que, sencillamente, se ha producido una relación de confianza entre la gente y yo, y que mi trabajo ha resultado interesante. Y es lo que hablábamos antes: cuando las canciones forman parte de la memoria sentimental de la gente, las canciones caminan un tiempo.

En su música puede sentirse la presencia de escritores como Benedetti, Machado, Hernández, García Lorca… ¿Qué lee hoy?
Afortunadamente pude trabajar con Benedetti de una forma más compartida, como con Galeano y otros poetas vivos entonces. En el caso de Machado y Hernández lamentablemente no, ellos tuvieron que conformarse con lo que yo me atreví a hacer [risas].  Soy un lector de poesía, siempre lo he sido, porque es la más cercana de las artes literarias respecto de lo que yo hago. La lectura me acompaña siempre, soy una persona nacida en los cuarenta y criada entre libros. Muchas veces prefiero a poetas nórdicos, eslavos, brillantes pero poco conocidos en este pequeño pero muy esforzado mundo de trabajadores de la poética. 

¿Qué le satisface más: ensayar sus canciones, componer en el estudio con otros músicos o tocar en vivo?
Es que las tres cosas se complementan. Sin duda, el “vivo” es lo más auténtico para el artista y para el público, es la distancia corta y ahí mides los sentires, los matices, se produce una relación mágica entre el artista y el público. Sin duda, ya que puede ser la recompensa emocional, es el espejo más nítido para el artista. La grabación es muy interesante porque permite trabajar, comprobar, ver hacia dónde puedes mover una canción, es más ágil. Y la composición es la madre del cordero, si no compones, no tienes nada que grabar ni ofrecer a la gente.

¿Y tiene alguna cábala antes de salir al concierto?
No, no soy supersticioso ni cabulero, en absoluto. Ni hago ejercicios ni me dirijo a ningún ser superior determinado. Antes de empezar un concierto sí procuro estar lo más tranquilo y concentrado posible en lo que voy hacer.

A propósito de su reciente disco "Antología desordenada", ¿qué canciones suyas o que ha  interpretado lo han hecho más feliz y por qué?
Creo que hay canciones que han tenido más éxito que otras; hay canciones que son mejores que otras, mejor acabadas; incluso le diría que hay algunas que más valiera que no las haya escrito jamás en mi vida porque no me aportan nada a mí ni a la gente. El recorrido de cualquier artista está en el intento, sin el intento no existe el artista. Todas son responsabilidad mía y, en realidad, usted, que parece un conocedor del repertorio, y yo, sabemos que si tuviéramos que escoger 20 canciones escogeríamos en un 80 % las mismas. Seguramente la selección variaría un día de sol, un día de lluvia, un día en que el espíritu está feliz o melancólico…   

Con vino o sin vino…
[Risas] Con vino seguro que repetiríamos las mismas todo el rato… 

En otra entrevista dijo que le recomendaba a la gente no creer en los triunfadores porque son solo un espejismo. ¿Hoy se considera usted un triunfador?
Un triunfador es una presunción. Un triunfador no es el que gana, es el que está feliz con lo que llega a ser. Seguramente sabrá de gente que ha sido exitosa jugando al fútbol, haciendo negocios o desarrollando una actividad artística y que han acabado siendo seres muy despreciados. Muchas veces lo que se muestra como un triunfo es solo una imagen. Lo que yo considero, sinceramente, el gran éxito de la vida es mi familia, la gente que tengo alrededor, que me da estabilidad, que me da fantasía, que me provoca ternura, que me ayuda a compensar este mundo potente y exigente en el que subes al escenario cada día y te bajan de ahí ellos de las piernas y te devuelven a la realidad. Mi triunfo es poder compaginar estas dos cosas.  

¿Considera esa misma su mayor felicidad en su carrera como artista?
Bueno, partamos de la base de que la felicidad es algo que aparece muy de vez en cuando, y es como si un gran dios te salpicara en algunos momentos con gotas de oro. Yo me conformo con encontrar estos momentos y estos se encuentran a partir de lo que estoy diciendo. Pero uno no vive en eterno estado de felicidad, es más yo creo que eso sería una sobredosis que provocaría resultados un tanto fatales.

¿Qué hace en sus momentos de relax?
Pues hablo con usted, por ejemplo [risas]. Veo e-mails, correspondencia, cosas que se me van atrasando, veo mucho fútbol, voy con mi perro al campo y, si hace buen tiempo, a lo mejor salgo con la barca a navegar. Y por encima de cualquier cosa, hago lo que me manda mi mujer [risas]. El tiempo es un bien muy escaso y no hay que perderlo estúpidamente, sino que uno debe hacer cosas que le plazcan, si la vida no te somete a un trato que no te lo permita.

Luego de 50 años de carrera, ¿qué es la libertad para usted?
Considero que es un bien inapreciable. Es el bien supremo para mí. Personalmente, uno tiene que pelear por ella; pero colectivamente es un bien por el cual tenemos que pelear siempre como sociedad. Y no sé si nos damos cuenta de que la pelea es cotidiana, de que en el paso que se dé adelante cuesta muy poco que te empujen y te manden tres pasos atrás. La pelea por la libertad es  diaria, como comer, como ir a trabajar, como todo lo que el ser humano debe hacer que es pelear por sus derechos. La libertad individual es muy linda, pero cuando no hay libertad colectiva, no entiendo bien si ejercerla es un pecado.

En ese contexto me hace pensar en algo que es noticia en Europa, lamentablemente, todos los días, y es el caso de los exiliados que huyen en busca de su libertad. ¿Cómo ve ese tema?
Lo veo con preocupación porque son millones de gentes escapando del terror, es algo que sucede hace muchos años, en realidad. El tema se plantea con brutalidad en estos momentos porque esta curva ha crecido de forma tal que llega un cierto momento en que los lugares fronterizos no pueden soportarlos. Y el problema explota y avanza hacia países que lo miraban como si fuera algo distante. Algunos países han hecho poco, otros nada, y otros han contribuido a que todo esto se produzca. Creo que Europa tiene una obligación grande en ese sentido, igual que el mundo, porque este desastre, igual que el de la naturaleza, tiene su causa, no es casualidad. No podemos solo verlo como consecuencia de la guerra en Siria, tenemos que ir más atrás, tenemos que ver qué pasó en Iraq, qué pasó en Afganistán, qué está pasando en el mundo árabe, en Libia, en estos territorios donde pasó la primavera árabe. Hay que hacer una gran lectura para responder a esta catástrofe, porque lo es. En primer lugar, hay que acoger a esta gente, organizar los flujos migratorios de la mejor manera posible y dar una salida humana a este problema y una respuesta política, inmediata y contundente, a lo que ha hecho que esto ocurra.

Muchos criticaron la imagen del niño en la playa, pero tal vez, a partir de esta, se ha desatado una solidaridad mundial y se ha prestado más atención al tema…
Siempre ocurre que las noticias tienen un niño que muere en la playa. Esto conmueve mucho, es tan trágico que provoca conmoción, pero de la misma forma que conmueve se diluye, dura poco. Debe haber miles de niños muertos unos metros más allá de la playa que no salen en las noticias y que, para algunos, ya se están convirtiendo en noticias molestas. Pero esto sigue ocurriendo. Hay un camino muy largo por recorrer en ese sentido.

Ya que entramos en el tema, quería preguntarle sobre la crisis española. Y es que, como en el caso de los refugiados, muchas veces las discusiones políticas ocultan o postergan los verdaderos problemas sociales que conlleva…
Exactamente, tiene usted una visión muy clara en este asunto, siempre hay conflictos que oscurecen o tapan los auténticos conflictos. El problema grave, a mi entender, es la crisis económica que ha producido el paro, que es uno de los grandes problemas, y tiene su origen en el mundo financiero y la falta de control sobre el mismo. La forma en que se ha manejado este mundo ha provocado crisis tremendas como la de Lehman Brothers en Estados Unidos o como la de Bankia en España, dirigida, por cierto, por un aspirante al gobierno que tiene fortunas en el extranjero. Esto provoca un malestar social muy grande. Cuando la gente ve el nivel de corrupción en la clase política, al cual no estábamos acostumbrados realmente, hace que los ánimos se enturbien y el desánimo golpee. Estamos en una situación complicada, y dependemos de la situación mundial también. La globalización nos afecta extraordinariamente, y la situación de la misma Europa (que es muy lamentable en estos momentos) con un proyecto continental que no es capaz de ir más allá de una cuestión económica.

¿Cree que están pensando en Europa más como un proyecto económico que humano?
Sí, es así. Europa ha sido hasta ahora un supermercado grande, en el cual había productores que colocaban mejor que otros sus productos, pero no se ha llegado a hacer ningún avance social, ni siquiera se ha creado un banco europeo. El banco central es otra cosa, pero un banco que se haga cargo de una manera solidaria de las cuestiones económicas de los países, no quieren. 

En ese sentido, ¿qué cree que les da esperanzas a los españoles hoy en día?
Creo que los españoles tenemos la esperanza un poco tocada, pero en fin, creo que confío en que las elecciones de diciembre sirvan para despertar un poco de esta somnolencia general y podamos tomar nuevos caminos. Realmente los viejos partidos, los tradicionales, están en una gran crisis. Los partidos nuevos tienen todavía mucho que definir, no lo tienen fácil realmente.

Como catalán, ¿qué opinión le merece el tema de la independencia? En una entrevista reciente usted decía que no convenía la independencia de Cataluña, postura que, probablemente, moleste a muchos de sus seguidores. ¿Cómo lo ve?
Yo no vivo pensando en lo que tengo que decir para mis seguidores, vivo pensando en lo que tengo que decir para explicar quién soy yo. Lo que yo diga, soy libre de decirlo. Igual, se me hace extraño que, existiendo el derecho a decidir si prefieres una cosa u otra, pareciera que solo estuviera bien visto decidir una. El sentimiento catalán de formar parte de una nación propia ha existido desde hace muchos años y está ahí siempre. Esto se agrava por la situación económica, porque se agrava la situación social, porque se agravan todos nuestros problemas. Entonces aparece el pensamiento de “solos estaremos mejor”. Y yo te confieso que me siento profundamente catalán, y español también. Pienso que no hay ninguna razón que justifique hoy una ruptura entre Cataluña y España, no encuentro ninguna razón de peso. No es una cuestión de libertad, porque tenemos la misma; no es una política cultural, porque jamás nos imposibilitaron el uso de nuestra cultura,  de nuestro idioma, jamás; no es una cuestión de, como podría decir, de desigualdad. Más bien es por esta cuestión económica que le digo. La separación tendría graves riesgos, entraríamos en conflictos con la comunidad económica y también engendraría dolorosas situaciones personales, por eso digo no. Mi posición no está basada en cuestiones sentimentales, sino en cuestiones pragmáticas. 

Pasando a temas más felices, pero igualmente competentes a Cataluña, ¿cuánta alegrías ha sentido en los últimos años por el fútbol? ¿El de estos últimos 10 años es el mejor Barcelona que ha visto jugar?
El de finales de la temporada pasada, antes de que se vaya Xavi, sin duda es de los mejores. Hizo un final de temporada exquisito, aunque este año tenemos muy mala suerte con las lesiones, tenemos una gran sanción de la FIFA que nos impide fichar jugadores, con lo cual no podemos reemplazar a los caídos y, a pesar de eso, estamos colíderes y primeros en el grupo de la Champions, pero no estamos jugando como yo quisiera, como los barcelonistas quisieran y como todos los aficionados al fútbol quisieran; menos los contrarios, evidentemente. La liga será complicada, pero ahí vamos a estar, y la Champions lo mismo. Nosotros somos un equipo que está obligado si no a ganar, a estar ahí, a darnos las satisfacciones, la felicidad que nos han dado en tantas ocasiones.

¿Es posible describir a Messi con una palabra?
Escoja la que quiera, genial las reúne a todas.

“Cada día subido en un escenario es un día ganado a la vida y a la felicidad”, dijo hace poco. ¿Hasta cuándo podremos verlo subiendo a los escenarios?
Hasta que el cuerpo me lo permita, hasta que me siga divirtiendo o hasta que el público me aguante. Mire, son tres posibilidades que en el fondo son dos: que me vaya o que me echen [risas].

http://elcomercio.pe/eldominical/entrevista/amante-pequenas-cosas-entrevista-serrat-noticia-1850207

Joan Manuel Serrat, el poeta de las pequeñas cosas, se confesó con El País



Joan Manuel Serrat, el poeta de las pequeñas cosas, se confesó con El País

Domingo, Octubre 25, 2015 | Autor: Por Lucy Lorena Libreros | Periodista de El País

A finales de los 60, en los comienzos de su carrera, Serrat consiguió poner a cantar a los españoles en catalán. 
Fotos: Tomadas http://jmserrat.com/
Esos versos, entonados por primera vez por allá en 1968, poco después de que comenzara su carrera artística en el estudio Toreski de Radio Barcelona, no fueron un vaticinio certero. Quizá Joan Manuel Serrat había elegido los versos equivocados: “Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción”.

La canción, lo sabemos, la hemos entonado nosotros mismos tantas veces —desde que el mundo la conoció en el álbum ‘Dedicado a Antonio Machado’— se llama ‘Cantares’... La misma que solo unas líneas más abajo nos obliga a recitar: “Caminante son tus huellas, el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar”...

Golpe a golpe, verso a verso, Serrat completa ya cincuenta años sobre los escenarios. Medio siglo enseñándonos el valor de aquellas pequeñas cosas; obligándonos a preguntarnos porqué nacerá la gente, si nacer o morir es indiferente. Mostrándonos que hoy puede ser un gran día, que el mar es esa patria en cuya playa sigue jugando a veces la niñez y que la vida por momentos, pendenciera, se nos va simplemente entre un hola y un adiós.

Acostumbrado a no mirar hacia atrás, “porque a lo mejor me pierdo lo que tengo adelante”, el cantautor catalán quiso sin embargo celebrar estos cincuenta años con un álbum y una gira de cien conciertos.

Es una ‘Antología desordenada’ para la que seleccionó y grabó de nuevo cincuenta de sus mejores canciones, acompañándose de voces que le han sido hospitalarias en todo este tiempo. Algunas, solo para antojarse: Ana Belén, Víctor Manuel, Les Luthiers, Rubén Blades, Calle 13, Lolita Flores, Silvio Rodríguez, Sole Giménez, Pablo Milanés, Miguel Ríos y, claro, su alter ego, el gran Joaquín Sabina.

Es el epílogo de una historia que comenzó a contarse por los días en que a Joan Manuel —bautizado así en honor al abuelo que perdió en la Guerra Civil— lo llamaban Juanito en su natal Barcelona y solía distraer las horas muertas de la posguerra escuchando tangos de Gardel en el radio de Ángeles, su mamá, que ayudaba en la precaria economía del hogar como costurera.

Juanito no soñaba con ser cantante sino “el bombero que rescatara a la niña a la que se le quemaba la muñeca en el segundo piso”. Pero las cosas cambiaron para siempre cuando Josep, su papá —un anarquista que trabajaba en una empresa de gases— le regaló una guitarra, enterado de su vocación insobornable de hacer música y el deseo de abandonar su naciente carrera de perito agrícola. Joan Manuel apenas sumaba 16 años.

Fue la misma guitarra, contaría después, con la que se aparecería el 18 de febrero de 1965 ante el periodista y músico Salvador Escamilla, quien no tuvo más remedio que aceptar la invitación de llevar a su programa a un muchachito flaco, guapo, de cejas pobladas y voz de trueno que pulsaba su instrumento para cantar en delicioso catalán.

Sería el aterrizaje de Serrat en el Nova Cançó, movimiento artístico nacido en pleno franquismo, que impulsó la reivindicación de esa lengua en el mundo de la canción, a la vez que denunciaba las injusticias de la dictadura de Francisco Franco.

Un movimiento que surge inspirado en la vecina Francia que ya venía cocinando un fenómeno que se caracterizó por la fuerza poética de las canciones y la aparición de la figura del cantautor.

Eran, pues, canciones lo mismo líricas que callejeras. “Una canción con argumentos y con el desafío de hacerlo en catalán en una época en que la cultura catalana, como la vasca o la gallega, estaban condenadas al ostracismo”, asegura hoy Serrat.

El mundo caminaba a paso firme hacia Mayo del 68. Los días del No Pasarán y el Prohibido Prohibir. La época que abrazaría las letras de un cantautor que en apenas un par de años puso a España entera a cantar en catalán, aunque en realidad no supiera hablarlo.

Esa fama temprana lo dejaría frente a la oportunidad de representar a España en Eurovisión, el concurso musical más importante de ese continente. Era 1968 y Serrat deseaba cantar en catalán, pero se lo impidieron.

El régimen de Franco lo tomó como una excusa para iniciar un veto contra el novel artista en radio y televisión y como la excusa que necesitaba para declararlo enemigo declarado del franquismo.

Serrat respondió a la provocación de la única manera que sabía: con música. Y grabó un hermoso Lp con los versos de Machado, ese poeta republicano y antifranquista que había muerto en el exilio francés.

El éxito de esas letras, que más que música eran memoria, cruzaría hasta el otro lado del Atlántico, hacia donde se embarcó Joan Manuel Serrat para una larga gira. Fue justamente en medio de ella, en México, donde el catalán tropezaría con dos cosas que nunca cortejó: el exilio y una exuberante mujer llamada América.

Medio siglo más tarde, justamente desde este mismo continente, el poeta de las pequeñas cosas tiene ya 72 años y repasa su vida antes del concierto que ofrecerá este 11 de noviembre, en Cali, en el Teatro Jorge Isaacs.

Maestro Serrat, ¿cómo fue ese momento de comprender que llevaba ya cincuenta años sobre los escenarios y debía celebrarlos como mejor sabe: con música?
Yo quería hacer un proyecto más allá de un disco que celebre cincuenta años de oficio. No era solo escoger 50 canciones, extraídas de diferentes discos, para conmemorar cincuenta años. Lo que hice fue revisar mis canciones. Algunas sentí que era necesario volverlas a grabar porque en la revisión salían perdiendo.

¿No fue muy complicado elegir 50 entre más de 300 canciones compuestas en medio siglo de carrera, ordenar esta ‘Antología desordenada’?

No fue complicado. Fue largo, mejor. Una tarea de agarrar bien los tiempos, no angustiarse, porque cada uno de los artistas que participamos tenía tiempos diferentes y había que lograr ajustarlos todos. Mantener comunicación fluida más allá de las compañías discográficas y los representantes.

¿Qué es lo que encuentra Joan Manuel Serrat cuando mira hacia atrás?

No miro hacia atrás porque tengo miedo de caerme. Si miro atrás a lo mejor me pierdo lo que tengo adelante. Solo lo hago cuando necesito tomar referencias, cuando tengo que saber dónde estoy. Pero habitualmente no soy una persona que crea en la nostalgia, aunque a veces no pueda evitar caer en la melancolía; pero eso es otra cosa. No puedo evitar que un paisaje, un olor, una música dispare en mí unos sentimientos determinados, pero no soy de los que va por ahí creyendo que todo tiempo pasado fue mejor.

Pero, ¿qué siente cuando lo llaman clásico?

En la vida siempre encontramos que todo es relativo, aproximado y provisional. Podría ser un clásico en algunas cosas, pero espero que nunca se me quite la inquietud de ser un rompedor, un vanguardista. Solo sé que soy un hombre que está contento de su oficio. Cumplí 50 años haciendo lo que sé hacer y pasándolo bien. Qué suerte. Hago lo que quiero y encima, me pagan. Después de 50 años de oficio, de canciones, de vivir al fin de cuentas, yo aspiro a ganarme siempre el premio de artista revelación.

¿Cómo ve, con esa distancia que da el tiempo, la figura del cantautor?

Hoy, que muchos se quejan de que la música que se hace es efímera, mero espectáculo...El cantautor es alguien que hace canciones porque tiene algo que contar más o menos importante y busca la mejor forma de lograrlo. Y pasa que cuando una canción la canta alguien más, pues ya le pertenece es a esa persona, no a su autor. Yo simplemente me conformo con cobrar los derechos de autor. Me tardo mucho haciendo una canción. Soy muy lento, eh. Y hay momentos de vacío, de esterilidad, que solamente los puedes vencer si sigues peleándote con ella, sacándole capas a esta cebolla de la esterilidad para ver si al final sale alguna cosa. Pero un cantautor no inventa nada. En esto de escribir y de contar historias nadie inventa nada, todo está allí.

Un cantautor parece también un tipo que se encarga de volver universales historias que parecen muy locales. ‘Meditarráneo’ hoy ya es un mar en el que nos hemos bañado todos...

Cuando escribo una canción nunca me planteo si mis historias son muy locales y muy globales. Lo que sí comprendí con los años es que la única forma de que algo pueda ser realmente universal y le interese a gente de todo el mundo es que sea bien provinciano. Pertenecer a un lugar es algo que entiende cualquiera en cualquier parte.

En ‘Cantares’ usted repite unos versos hermosos de Machado: “Nunca perseguí la gloria / ni dejar en la memoria / de los hombres mi canción”. ¿Con qué sentimiento mira hoy Serrat esa gloria que le llegó sin haberla perseguido?

Creo que la única manera en que puedo contestar eso es con otra canción de mi autoría: “No me importa la gloria, se lo prometo, si para ir de su brazo se ha de sufrir…”. Y, sin duda alguna, nuestro mundo más íntimo, o al menos el mío, más que alrededor de la fama o la gloria, en estos 50 años se ha movido es alrededor de las pequeñas cosas.

Un gran amigo suyo, el escritor colombiano Daniel Samper Pizano, dice que Serrat es un latinoamericano que nació en Barcelona. ¿Cómo lo marcó realmente ese ‘descubrimiento’ de América?

Un día mi madre me dijo: “Yo soy de donde comen mis hijos”. Es la mejor definición de patria que he escuchado jamás. Pero como un latinoamericano me he sentido siempre. Yo llego a América por allá en los 60. Y lo que descubro es una América que cree en el hombre nuevo. Cuando la visité por primera vez había un caldo de cultivo político vigoroso y extraordinario, que en muchos casos fue a parar a situaciones realmente terribles. Pero en ese momento era algo que estaba vivo. Era muy difícil incorporarse a América sin enamorarse perdidamente de ella. Para mí, desde aquel momento, se convirtió en una amante estupenda, una vampiresa totalmente embaucadora, encantadora, mágica, dulce, generosa, gentil. Y el amor no se me ha quitado todavía.

Ahora que habla de amor, ¿es consciente de que muchas de sus canciones han servido de educación sentimental para varias generaciones?

Pues, sí. Alguna vez me sorprendió una mujer muy bella cuando iba caminando por una calle de Madrid. Esa mujer me abrazó de pronto y me dijo “lloro tanto por usted”... Al comienzo me asusté, pero luego también lloré. Y entendí que el llanto hermana más que la risa. Yo mismo he llorado con muchas canciones. Y como he sido muy enamoradizo toda mi vida probablemente he llorado más por desamor que por amor. Las canciones son como válvulas de escape, desahogan. Las canciones son eso, un epílogo del llanto.

Serrat deleita al público nicaragüense



Serrat deleita al público nicaragüense
El español ofreció un concierto la noche del sábado en el Teatro Nacional Rubén Darío

25-10-2015

Una noche cargada de emociones fue lo que se vivió el sábado en el Teatro Nacional Rubén Darío (TNRD) con el emblemático concierto ofrecido por el cantautor, compositor y poeta español Joan Manuel Serrat. 

En medio de las ovaciones del público, el artista intérprete de “Señora”, “Mediterráneo” y “Aquellas pequeñas cosas”, inició el concierto en punto de las 8:00 p.m. y compartió con sus fans su alegría y agradecimiento por haber cumplido 50 años de carrera artística.


“Para mí es un placer regresar una vez más a Nicaragua y quiero darles las gracias a todos por haberme seguido, por haber invertido esta noche de sus vidas y compartirla con nosotros los músicos”, comentó Serrat.

Los asistentes al evento, que llenaron la capacidad máxima del TNRD, corearon las canciones de Serrat, además de complacerse con las anécdotas de vida que compartía el músico cada vez que terminaba una canción.
Serrat se encuentra en una por toda América denominada “Antología Desordenada” en conmemoración de sus 50 años de carrera

http://www.elnuevodiario.com.ni/variedades/374731-serrat-deleita-publico-nicaraguense/

RECUERDOS 2015 El amante de las pequeñas cosas: una entrevista a Serrat


 RECUERDOS 2015


El amante de las pequeñas cosas: una entrevista a Serrat

Exclusiva: Joan Manuel Serrat ofrecerá un concierto en nuestra ciudad el 21 de noviembre en el Gran Teatro Nacional

El amante de las pequeñas cosas: una entrevista a Serrat

Ricardo Hinojosa Lizárraga
rhinojosa@comercio.com.pe
Lima, 25 de octubre 2015

Por Ricardo Hinojosa Lizárraga
Quizás porque su niñez sigue jugando en la playa o porque sabe que solo se hace camino al andar; tal vez porque no ha encontrado mejor manera de disfrutar la vida que haciéndolo verso a verso, golpe a golpe, o porque cualquier día puede ser un gran día, Joan Manuel Serrat, a sus 71 años, está inmerso hoy en la gira más importante de su vida, con 100 conciertos en todo el mundo para conmemorar los 50 años de su carrera artística. Para cerrar estos meses intensos, el “Noi del Poble-Sec” eligió Lima.
Nuestra capital será testigo, este 21 de noviembre, del fin de fiesta de esta serie de shows que de ningún modo es una despedida, sino una celebración. Y es que, como él mismo dice, “Las canciones siempre están vivas”. Como un anticipo a esa noche mágica, conversamos en exclusiva con el artista. Y él no calló nada.

¿Cómo se hace para seguir cantando con la misma vitalidad canciones que tienen 50, 40, 30 años y que ya ha cantado muchísimas veces en varios lugares distintos?

Bueno, eso ocurre, primero, porque se han mantenido vivas en el favor de la gente todos estos años. Después, porque tengo ganas, fuerzas y energía para poder cantarlas y poder someterme a esos momentos maravillosos en el escenario y, después, porque hay un público, una gente para los que estas canciones representan su memoria sentimental. Ahora, claro, canto canciones que tienen 40 años, pero también canto algunas que son de antes de ayer. No me gustaría limitar mi repertorio al pasado.

Volvamos un poco a ese pasado. A partir de la sensación inicial que tuvo en casa, a inicios de los 60, cuando dejó de trabajar para dedicarse a la música, ¿cuáles son los mejores recuerdos de esos años?

Al inicio alternaba mi profesión con el cantar, con escribir, tenía tiempo para todo. La verdad es que, cuando uno quiere, tiene tiempo para todo. Y claro, echando la vista atrás hacia aquellos años, tuvieron de malo el franquismo, la represión política, pero tuvieron de bueno la juventud, un tiempo que hervía, en el que pasaban muchas cosas y en el que, incluso, había sueños por realizar. En el mundo de la música aquello se duplicaba, tanto por parte de lo que era la vida en el comportamiento social y en el escenario, se complementaban mucho. Tengo unos recuerdos muy hermosos.

Recuerdo una entrevista de fines de los setenta, con Joaquín Soler, cuando le dijo que no creía en las vocaciones, sino en irle agarrando gusto a un trabajo bien realizado. ¿Piensa lo mismo hoy?

La vocación siempre la he sentido como un motor generador que hace a una persona ser o no ser. Uno descubre las cosas a medida que las ejecuta. Se me hace muy extraño que un niño quiera ser astronauta sin haberse subido a un cohete, sin saber de física cuántica, ¿no? Creo que la vida es esa vía y tus intereses son muchos, todos los que te van descubriendo, y eso va creciendo y a veces crece tanto que se acaba convirtiendo en tu oficio y se acaba convirtiendo en algo que amas y en algo que forma parte absolutamente de ti, de tal modo que lo llevas adonde vayas.

Y en ese contexto, ¿cuándo sintió que iba a dedicarse a la música toda su vida?

Bueno, toda mi vida no, incluso ahora no lo creo —a pesar de que ya me queda poco margen—. No pensé nunca que me iba a dedicar a la música toda mi vida. Y yo tomé el camino de la música porque cuando decidí ser profesional, dedicarme de lleno a ello, dejar el trabajo que tenía, dejar estudios con los que estaba complementando el trabajo, dejarlo todo para dedicarme a la música, lo hice con la certeza de que estaba haciendo lo que quería en ese momento. Si llevo 50 años en la música es porque en estos 50 años he ido renovando este sentimiento y he ido creciendo con él. En cualquier momento, si en mi vida las cosas funcionaban de otra manera, no me queda duda de que me hubiera dedicado a otra cosa y lo hubiera hecho con el mismo fervor y el mismo entusiasmo que la música. Ya le digo: la vida está llena de posibilidades para el que quiera buscarlas.

Esto me lleva de vuelta a la entrevista con Joaquín Soler, por algo que me llamó mucho la atención, según sus propias palabras: “Aunque sonará frívolo, comencé a tocar la guitarra porque así era más fácil tocarle el culo a las muchachas”.

[Risas] Es algo que no es falso, quizás no es tan brutal, pero realmente para mí el interés que provocaba una canción, y la forma en que sensibilizaban determinadas canciones a las muchachas que me gustaban, no le quepa duda que me ayudó a estudiar música.

¿Y hoy por qué toca la guitarra?

Por lo mismo por lo que empecé, evidentemente sin que la parte de las señoras ya me produzca rendimiento [risas], pero los motivos son los mismos: la guitarra es la prolongación sentimental de uno y a través de la música exploras un mundo que antes que conmueva a los demás debe conmoverte a ti.

¿Atribuye a esa capacidad de conmoverse y conmover su conexión con el público hoy, después de 50 años de carrera?

Creo que, sencillamente, se ha producido una relación de confianza entre la gente y yo, y que mi trabajo ha resultado interesante. Y es lo que hablábamos antes: cuando las canciones forman parte de la memoria sentimental de la gente, las canciones caminan un tiempo.

En su música puede sentirse la presencia de escritores como Benedetti, Machado, Hernández, García Lorca… ¿Qué lee hoy?

Afortunadamente pude trabajar con Benedetti de una forma más compartida, como con Galeano y otros poetas vivos entonces. En el caso de Machado y Hernández lamentablemente no, ellos tuvieron que conformarse con lo que yo me atreví a hacer [risas]. Soy un lector de poesía, siempre lo he sido, porque es la más cercana de las artes literarias respecto de lo que yo hago. La lectura me acompaña siempre, soy una persona nacida en los cuarenta y criada entre libros. Muchas veces prefiero a poetas nórdicos, eslavos, brillantes pero poco conocidos en este pequeño pero muy esforzado mundo de trabajadores de la poética.

¿Qué le satisface más: ensayar sus canciones, componer en el estudio con otros músicos o tocar en vivo?

Es que las tres cosas se complementan. Sin duda, el “vivo” es lo más auténtico para el artista y para el público, es la distancia corta y ahí mides los sentires, los matices, se produce una relación mágica entre el artista y el público. Sin duda, ya que puede ser la recompensa emocional, es el espejo más nítido para el artista. La grabación es muy interesante porque permite trabajar, comprobar, ver hacia dónde puedes mover una canción, es más ágil. Y la composición es la madre del cordero, si no compones, no tienes nada que grabar ni ofrecer a la gente.

Y tiene alguna cábala antes de salir al concierto?

No, no soy supersticioso ni cabulero, en absoluto. Ni hago ejercicios ni me dirijo a ningún ser superior determinado. Antes de empezar un concierto sí procuro estar lo más tranquilo y concentrado posible en lo que voy hacer.

A propósito de su reciente disco "Antología desordenada", ¿qué canciones suyas o que ha interpretado lo han hecho más feliz y por qué?

Creo que hay canciones que han tenido más éxito que otras; hay canciones que son mejores que otras, mejor acabadas; incluso le diría que hay algunas que más valiera que no las haya escrito jamás en mi vida porque no me aportan nada a mí ni a la gente. El recorrido de cualquier artista está en el intento, sin el intento no existe el artista. Todas son responsabilidad mía y, en realidad, usted, que parece un conocedor del repertorio, y yo, sabemos que si tuviéramos que escoger 20 canciones escogeríamos en un 80 % las mismas. Seguramente la selección variaría un día de sol, un día de lluvia, un día en que el espíritu está feliz o melancólico…

Con vino o sin vino…

[Risas] Con vino seguro que repetiríamos las mismas todo el rato…

En otra entrevista dijo que le recomendaba a la gente no creer en los triunfadores porque son solo un espejismo. ¿Hoy se considera usted un triunfador?

Un triunfador es una presunción. Un triunfador no es el que gana, es el que está feliz con lo que llega a ser. Seguramente sabrá de gente que ha sido exitosa jugando al fútbol, haciendo negocios o desarrollando una actividad artística y que han acabado siendo seres muy despreciados. Muchas veces lo que se muestra como un triunfo es solo una imagen. Lo que yo considero, sinceramente, el gran éxito de la vida es mi familia, la gente que tengo alrededor, que me da estabilidad, que me da fantasía, que me provoca ternura, que me ayuda a compensar este mundo potente y exigente en el que subes al escenario cada día y te bajan de ahí ellos de las piernas y te devuelven a la realidad. Mi triunfo es poder compaginar estas dos cosas.

Considera esa misma su mayor felicidad en su carrera como artista?

Bueno, partamos de la base de que la felicidad es algo que aparece muy de vez en cuando, y es como si un gran dios te salpicara en algunos momentos con gotas de oro. Yo me conformo con encontrar estos momentos y estos se encuentran a partir de lo que estoy diciendo. Pero uno no vive en eterno estado de felicidad, es más yo creo que eso sería una sobredosis que provocaría resultados un tanto fatales.

Qué hace en sus momentos de relax?

Pues hablo con usted, por ejemplo [risas]. Veo e-mails, correspondencia, cosas que se me van atrasando, veo mucho fútbol, voy con mi perro al campo y, si hace buen tiempo, a lo mejor salgo con la barca a navegar. Y por encima de cualquier cosa, hago lo que me manda mi mujer [risas]. El tiempo es un bien muy escaso y no hay que perderlo estúpidamente, sino que uno debe hacer cosas que le plazcan, si la vida no te somete a un trato que no te lo permita.

Luego de 50 años de carrera, ¿qué es la libertad para usted?

Considero que es un bien inapreciable. Es el bien supremo para mí. Personalmente, uno tiene que pelear por ella; pero colectivamente es un bien por el cual tenemos que pelear siempre como sociedad. Y no sé si nos damos cuenta de que la pelea es cotidiana, de que en el paso que se dé adelante cuesta muy poco que te empujen y te manden tres pasos atrás. La pelea por la libertad es diaria, como comer, como ir a trabajar, como todo lo que el ser humano debe hacer que es pelear por sus derechos. La libertad individual es muy linda, pero cuando no hay libertad colectiva, no entiendo bien si ejercerla es un pecado.

En ese contexto me hace pensar en algo que es noticia en Europa, lamentablemente, todos los días, y es el caso de los exiliados que huyen en busca de su libertad. ¿Cómo ve ese tema?

Lo veo con preocupación porque son millones de gentes escapando del terror, es algo que sucede hace muchos años, en realidad. El tema se plantea con brutalidad en estos momentos porque esta curva ha crecido de forma tal que llega un cierto momento en que los lugares fronterizos no pueden soportarlos. Y el problema explota y avanza hacia países que lo miraban como si fuera algo distante. Algunos países han hecho poco, otros nada, y otros han contribuido a que todo esto se produzca. Creo que Europa tiene una obligación grande en ese sentido, igual que el mundo, porque este desastre, igual que el de la naturaleza, tiene su causa, no es casualidad. No podemos solo verlo como consecuencia de la guerra en Siria, tenemos que ir más atrás, tenemos que ver qué pasó en Iraq, qué pasó en Afganistán, qué está pasando en el mundo árabe, en Libia, en estos territorios donde pasó la primavera árabe. Hay que hacer una gran lectura para responder a esta catástrofe, porque lo es. En primer lugar, hay que acoger a esta gente, organizar los flujos migratorios de la mejor manera posible y dar una salida humana a este problema y una respuesta política, inmediata y contundente, a lo que ha hecho que esto ocurra.

Muchos criticaron la imagen del niño en la playa, pero tal vez, a partir de esta, se ha desatado una solidaridad mundial y se ha prestado más atención al tema…

Siempre ocurre que las noticias tienen un niño que muere en la playa. Esto conmueve mucho, es tan trágico que provoca conmoción, pero de la misma forma que conmueve se diluye, dura poco. Debe haber miles de niños muertos unos metros más allá de la playa que no salen en las noticias y que, para algunos, ya se están convirtiendo en noticias molestas. Pero esto sigue ocurriendo. Hay un camino muy largo por recorrer en ese sentido.

Ya que entramos en el tema, quería preguntarle sobre la crisis española. Y es que, como en el caso de los refugiados, muchas veces las discusiones políticas ocultan o postergan los verdaderos problemas sociales que conlleva…

Exactamente, tiene usted una visión muy clara en este asunto, siempre hay conflictos que oscurecen o tapan los auténticos conflictos. El problema grave, a mi entender, es la crisis económica que ha producido el paro, que es uno de los grandes problemas, y tiene su origen en el mundo financiero y la falta de control sobre el mismo. La forma en que se ha manejado este mundo ha provocado crisis tremendas como la de Lehman Brothers en Estados Unidos o como la de Bankia en España, dirigida, por cierto, por un aspirante al gobierno que tiene fortunas en el extranjero. Esto provoca un malestar social muy grande. Cuando la gente ve el nivel de corrupción en la clase política, al cual no estábamos acostumbrados realmente, hace que los ánimos se enturbien y el desánimo golpee. Estamos en una situación complicada, y dependemos de la situación mundial también. La globalización nos afecta extraordinariamente, y la situación de la misma Europa (que es muy lamentable en estos momentos) con un proyecto continental que no es capaz de ir más allá de una cuestión económica.

Cree que están pensando en Europa más como un proyecto económico que humano?

Sí, es así. Europa ha sido hasta ahora un supermercado grande, en el cual había productores que colocaban mejor que otros sus productos, pero no se ha llegado a hacer ningún avance social, ni siquiera se ha creado un banco europeo. El banco central es otra cosa, pero un banco que se haga cargo de una manera solidaria de las cuestiones económicas de los países, no quieren.

En ese sentido, ¿qué cree que les da esperanzas a los españoles hoy en día?

Creo que los españoles tenemos la esperanza un poco tocada, pero en fin, creo que confío en que las elecciones de diciembre sirvan para despertar un poco de esta somnolencia general y podamos tomar nuevos caminos. Realmente los viejos partidos, los tradicionales, están en una gran crisis. Los partidos nuevos tienen todavía mucho que definir, no lo tienen fácil realmente.

Como catalán, ¿qué opinión le merece el tema de la independencia? En una entrevista reciente usted decía que no convenía la independencia de Cataluña, postura que, probablemente, moleste a muchos de sus seguidores. ¿Cómo lo ve?

Yo no vivo pensando en lo que tengo que decir para mis seguidores, vivo pensando en lo que tengo que decir para explicar quién soy yo. Lo que yo diga, soy libre de decirlo. Igual, se me hace extraño que, existiendo el derecho a decidir si prefieres una cosa u otra, pareciera que solo estuviera bien visto decidir una. El sentimiento catalán de formar parte de una nación propia ha existido desde hace muchos años y está ahí siempre. Esto se agrava por la situación económica, porque se agrava la situación social, porque se agravan todos nuestros problemas. Entonces aparece el pensamiento de “solos estaremos mejor”. Y yo te confieso que me siento profundamente catalán, y español también. Pienso que no hay ninguna razón que justifique hoy una ruptura entre Cataluña y España, no encuentro ninguna razón de peso. No es una cuestión de libertad, porque tenemos la misma; no es una política cultural, porque jamás nos imposibilitaron el uso de nuestra cultura, de nuestro idioma, jamás; no es una cuestión de, como podría decir, de desigualdad. Más bien es por esta cuestión económica que le digo. La separación tendría graves riesgos, entraríamos en conflictos con la comunidad económica y también engendraría dolorosas situaciones personales, por eso digo no. Mi posición no está basada en cuestiones sentimentales, sino en cuestiones pragmáticas.

Pasando a temas más felices, pero igualmente competentes a Cataluña, ¿cuánta alegrías ha sentido en los últimos años por el fútbol? ¿El de estos últimos 10 años es el mejor Barcelona que ha visto jugar?

El de finales de la temporada pasada, antes de que se vaya Xavi, sin duda es de los mejores. Hizo un final de temporada exquisito, aunque este año tenemos muy mala suerte con las lesiones, tenemos una gran sanción de la FIFA que nos impide fichar jugadores, con lo cual no podemos reemplazar a los caídos y, a pesar de eso, estamos colíderes y primeros en el grupo de la Champions, pero no estamos jugando como yo quisiera, como los barcelonistas quisieran y como todos los aficionados al fútbol quisieran; menos los contrarios, evidentemente. La liga será complicada, pero ahí vamos a estar, y la Champions lo mismo. Nosotros somos un equipo que está obligado si no a ganar, a estar ahí, a darnos las satisfacciones, la felicidad que nos han dado en tantas ocasiones.

¿Es posible describir a Messi con una palabra?

Escoja la que quiera, genial las reúne a todas.

Cada día subido en un escenario es un día ganado a la vida y a la felicidad”, dijo hace poco. ¿Hasta cuándo podremos verlo subiendo a los escenarios?

Hasta que el cuerpo me lo permita, hasta que me siga divirtiendo o hasta que el público me aguante. Mire, son tres posibilidades que en el fondo son dos: que me vaya o que me echen [risas].

sábado, octubre 24, 2015

'Me llevo muy bien con los recuerdos': Joan Manuel Serrat


'Me llevo muy bien con los recuerdos': Joan Manuel Serrat

El artista celebra 50 años de vida artística con su gira 'Antología desordenada'.

Por: MARÍA PAULINA ORTIZ | 11:10 p.m. | 24 de octubre de 2015

El teléfono sonó a las 8 de la noche. Joan Manuel Serrat acababa de cerrar la puerta de la habitación del hotel, en Ciudad de Guatemala. “Espérame un minuto”, dijo al contestar, y se acomodó para la entrevista. Es la ciudad número 63 que visita en medio de la gira que empezó en febrero pasado, y el decimotercer país, según la información que aparece en su página web. Él no tiene esos números tan precisos en su cabeza: lo suyo es salir al escenario y cantar. Así ha sido desde hace 50 años, cuando actuó por primera vez en un programa matinal de Radio Barcelona que les abría espacio a las nuevas voces catalanas. Fue el 18 de febrero de 1965. Medio siglo de vida artística que Serrat anda celebrando con esta gira que llamó ‘Antología desordenada’ y a la que le faltan 11 conciertos para llegar a su punto final. (Lea también: 'He hecho algo fantástico: ¡Lo que me ha dado la gana!': Serrat)

“Ha sido una gira muy entretenida. La gente ha estado muy cómplice y yo me he encontrado con una serie de canciones que ha sido agradable retomar”, dice Joan Manuel. En estos conciertos, Serrat ofrece una mirada que va desde sus primeros años de artista hasta el presente, desde cuando era el jovencito del barrio Poble Sec, en Barcelona, y tocaba con la guitarra que le regaló su padre. Y componía canciones, y probaba suerte.

Su guitarra,
sus versos,
y él.

–¿Qué pasó con esa primera guitarra?

–La tengo. Ha pasado por situaciones muy duras, por accidentes, percances y rupturas que al comienzo solucioné de forma muy casera. Pero hace poco la puse en manos de un buen lutier y me la dejó semejante a como era. Hoy, más que un instrumento, es un objeto querido. Suena, por supuesto, pero su único valor es que fue mi primera guitarra y que vino de manos de mi padre.

Con esa guitarra, Serrat tocaba en un conjunto musical –como se les llamaba en esos años 60– que creó con cuatro amigos y que, la verdad, duró poco. “Éramos un grupo muy indefinido en cuanto al repertorio. Los objetivos musicales de cada uno también eran diferentes –recuerda Joan Manuel–. Pero solucionamos la situación sin pérdidas excesivas y tres de nosotros nos seguimos viendo y siendo muy amigos”. Serrat cuenta con detalle esta y otras historias de su vida musical en el libro biográfico que acompaña el álbum que publicó con motivo del medio siglo de carrera y que también llamó 'Antología desordenada': son cuatro discos, en los que incluyó 50 de sus canciones, la mayoría en nuevas interpretaciones y acompañadas por las voces de colegas y amigos.

–Elegir 50 canciones entre más de 600... ¿Cómo fue eso?

–Difícil. Y seguramente, si tuviera que escogerlas de nuevo, cambiaría algunas. Porque la sensación que tienes con ellas va cambiando. Pero no me parecen mal las 50 que quedaron. Si la gente hace su propia antología, con seguridad que en algunas no coincidíamos, pero en la mayoría estaríamos de acuerdo.

Es una selección sin orden, vale repetir, de forma que tanto en los discos como en el concierto no existe una línea biográfica. Pero sí hay un recorrido por sus principales temas. Aparecen Mediterráneo, Aquellas pequeñas cosas, Lucía, Cantares, De vez en cuando la vida, Penélope, para citar solo seis de sus temas más reconocidos y, por supuesto, también está el Serrat en catalán. Están incluidas, entre otras, Plany al mar, La tieta, Barcelona i jo, Temps era temps y, cómo no, Canço de matinada, que fue la canción con la que llegó a ser por primera vez número uno en las listas españolas, a mediados de los años 60, y abandonó su estatus de “figura prometedora” para empezar a tocar el éxito con los dedos, como él mismo cuenta. Se trata de una mirada a su vida artística, así que no podían faltar esos primeros versos escritos y cantados en el idioma de su infancia, el de su hogar. “Para mí, cantar en catalán es algo absolutamente natural –dice–. Y me gusta que la gente tenga asumida de mí esta historia bilingüe, que no es una adaptación de una cosa a otra, sino que es lo que soy: mestizo. Para mí es tan normal... A veces me preguntan en qué idioma pienso, y no lo sé”.

–¿Y en qué idioma sueña?

–No tengo idea. Mi capacidad de soñar es muy sana. A mí me van muy bien los sueños. Porque, primero, me acuerdo de ellos, especialmente en las horas de la mañana. Y segundo, porque son sueños que me dan una serie de ideas y me llevan a mundos que ni siquiera con la escritura o con la fantasía soy capaz de alcanzar. Van mucho más allá. (Vea aquí: El viaje emocional de Sabina y Serrat)

–¿No ha pasado por el diván de un psicoanalista para hablar de ellos?

–No, nunca. Yo soy un caballero.

***

Elegir una canción entre tantas escritas por Joan Manuel Serrat puede ser una tarea imposible. Cada uno de los que hayan oído y seguido la voz de este artista tendrá su preferida. Sin embargo, hay un tema que se ha convertido en una suerte de himno de Serrat, la canción que a comienzos de este siglo fue elegida la más importante de todos los tiempos por el público español; la que terminó por abrirle del todo las puertas de América Latina: Mediterráneo.

–Después de cuatro décadas y media viajando con esta canción, ¿cómo es su relación con ella?

–Estoy muy orgulloso de ese tema; muy contento por el recorrido que ha tenido y feliz por lo que ha ayudado a todo el resto de mis canciones a funcionar.

–¿Cómo nació Mediterráneo?

–Mirando por la ventana. Si no hubiera sido esa canción, hubiera sido otra. Afortunadamente aparecieron esas chispas que a veces suceden. La escribí en un hotelito que ya no existe (... ya casi nada existe), muy pequeño, familiar, en un pueblo al que iba con frecuencia, Calella de Palafrugell. El bar del frente, que era donde me solían llegar las madrugadas, sí permanece allí.

En aquel hotel Serrat no solo escribió Mediterráneo, sino el resto de canciones que conforman ese álbum, que apareció en 1971 y se convirtió en una de sus producciones más emblemáticas. En ese disco están incluidos temas como Aquellas pequeñas cosas, Pueblo blanco, Vagabundear, Lucía, Tío Alberto, La mujer que yo quiero y Barquito de papel. Todo un cartel. Con ese disco, además, Serrat afianzó su contacto con Latinoamérica, que desde los primeros años 70 hasta hoy se ha mantenido firme y convertido en una relación de amor correspondida. “Con América Latina tengo una experiencia vital –dice Joan Manuel–. Para mí ha sido un lugar de formación, de encuentro. Es una tierra que me ha dado mucho afectivamente y en la que nunca me he sentido extraño”.

–Las canciones de esos primeros discos las escribía en una máquina de escribir, que viajaba con usted a todas partes...

–Desde que recuerdo escribir canciones he tenido una máquina de escribir conmigo, sí. Tuve una Olivetti Pluma, también tuve una Underwood. Ahora escribo con el computador, por supuesto, y es una maravilla. Me gustaba mucho escribir con máquina porque leía el verso muy limpio, pero tenía el inconveniente de que cuando había que tachar tenía que volver a escribirlo todo. El computador, en el que se pueden modificar los versos y ordenar las palabras, me ha solucionado esos problemas estéticos de una forma fantástica.

Desde las primeras canciones que compuso, Una guitarra, La mort de l’avi, El drapaire y Ara que tinc 20 anys, escritas precisamente cuando rozaba esa edad, hasta ahora, cuando ya suma 71 años, Joan Manuel Serrat no ha dejado de escribir ni de cantar. Ahora mismo, en medio de esta gira de antología desordenada, toma apuntes que pueden volverse nuevas canciones. “Porque hay que seguir dándole”, dice al respecto. Serrat ha logrado permanecer presente en el corazón de su público, y eso se debe mucho más que a su música. “Sin duda en lo que hago hay una parte de talento, pero lo más importante es el esfuerzo, clavar los codos, insistir”. También se debe a un respeto y una confianza mutuos –entre su público y él– que ya están establecidos y confirmados. “Sin ese respeto y sin esa confianza, sería muy difícil avanzar en una profesión como la mía”, agrega Joan Manuel. Por ser Serrat como ha sido, precisamente, consigue hacer obras como su reciente álbum, en el que reunió a más de dos docenas de artistas para que cantaran a dúo con él. En el disco aparecen desde amigos de muchos años atrás –como Ana Belén, Carmen Linares, Lolita, Víctor Manuel o Joaquín Sabina– hasta voces de las nuevas generaciones, como Pablo Alborán y Calle 13. “Con todos hay una magnífica relación. Si no hubiera un lazo afectivo entre nosotros, no creo que aportaran demasiado a este trabajo”.

–Más que un álbum recopilatorio, 'Antología desordenada' es una mirada nueva a sus canciones.

–Yo he querido hacer una obra para celebrar, en ningún momento buscaba un recopilatorio. Por lo tanto, no tuve otra posibilidad que volver a cantar casi todas las canciones. Volverlas a grabar prácticamente todas, porque la sonoridad actual es diferente, la voz de hoy es distinta, y yo quería que todo sonara a hoy.

–¿Y cómo se siente con la voz de hoy?

–Fantástico. Es con la que me subo cada día al escenario. No tengo otra.

Sin haberse tomado treguas, sin prisa pero sin pausa, Joan Manuel Serrat la va bien con el paso del tiempo:

–El tiempo es eso: un discurrir. Echo de menos cosas, claro. Lo que más echo de menos es un amigo que se me fue... Pero me llevo muy bien con los recuerdos. Y el hecho de que me sienta bien con lo que soy, con lo que tengo y con lo que hago, me ayuda a tener una buena relación con el ayer. A veces caigo en algún lago de melancolía, pero es muy pasajero. No estoy dispuesto a renunciar a nada del pasado, y no puedo vivir sin estar en el presente. La verdad es que no cultivo la nostalgia.

Se presentará en Bogotá, Manizales, Cali y Medellín

Las presentaciones de Joan Manuel Serrat en Bogotá serán el 5, el 6 y el 7 de noviembre, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Boletas disponibles en Tu Boleta, a precios desde 163.000 hasta 370.000 pesos.

En Manizales, Serrat se presentará el 9 de noviembre, en el Teatro Los Fundadores. En Cali, su concierto se realizará el 11 de noviembre en el Teatro Jorge Isaacs.

En Medellín, las presentaciones serán el 13 y 14 de noviembre en el Teatro Metropolitano. Más informes en la página: www.jmserrat.com

MARÍA PAULINA ORTIZ
Redacción EL TIEMPO

http://www.eltiempo.com/entretenimiento/musica-y-libros/joan-manuel-serrat-cumple-50-anos-de-vida-artistica/16412220

viernes, octubre 23, 2015

JOAN MANUEL SERRAT CAUTIVÓ A PÚBLICO SALVADOREÑO


JOAN MANUEL SERRAT CAUTIVÓ A PÚBLICO SALVADOREÑO

23-10-2015

http://mediacenter.laprensagrafica.com/galerias/g/joan-manuel-serrat-cautiv-a-pblico-salvadoreo

SERRAT EN COLOMBIA



SERRAT EN COLOMBIA


En noviembre, Joan Manuel Serrat se presentará en Bogotá, Manizales, Cali y Medellín dentro de la gira internacional con motivo de sus 50 años como artista. Un perfil escrito por uno de sus mejores amigos lo celebra.

2015/10/23
POR DANIEL SAMPER PIZANO* MADRID


Por carambolas de la vida, Joan Manuel Serrat ofreció su último concierto en Madrid el 21 de septiembre. Tenía que haber cantado meses antes, pero una afonía inoportuna, una taquilla agotada, una agenda estrecha y el compromiso de cumplir lo obligaron a presentarse cuando estaba tensa Cataluña por unas elecciones separatistas y en España flotaba un amargo malestar por el movimiento de independencia catalán.


Hubo quien temió que algo de estos enfrentamientos se manifestara durante el concierto. Pero no pasó nada. Nada desagradable, digo. El Palacio de Deportes, repleto de abuelos, padres e hijos, se entregó a Serrat, cantó con él, se rio con sus chistes, le exprimió seis o siete bises y lo aplaudió incluso cuando interpretó algunas canciones en catalán, como suele hacerlo. A sus 71, y luego de dos operaciones de barriga abierta, se desempeñó en el escenario como si tuviera 20 diciembres: cantó, aporreó la guitarra y hasta bailó durante dos largas horas. Quién diría que el hombre está cumpliendo medio siglo como artista…

Quince días después, ya en México, señaló que es partidario de que Cataluña decida su futuro, pero se opone a la independencia. Para él la convivencia del catalán y el español “es tan natural como cortarse las uñas”. Una vez más este antiguo estudiante de Agronomía, hijo de un obrero de Barcelona y un ama de casa aragonesa, demostró que está por encima de las nacionalidades, de las lenguas, de las generaciones y hasta de la biología.

Serrat ha llegado a ser lo que propiamente se llama un clásico.


Llorar en catalán

El Nano, como lo llaman en Argentina, empezó su carrera de cantautor en medio de lamentos. “Ella se va lejos de mí/ y me deja solo, muy solo”. Lo decía en catalán y lo decía en 1965, cuando grabó su primer disco. Contenía tres canciones. La segunda estaba dedicada a su guitarra, su mejor compañera, que “canta cuando canto y llora siempre conmigo”. La tercera no era tan triste como las dos primeras, pero refrendaba un viejo tema romántico: el pañuelo que legó la amada. Ya lo habían trajinado otros compositores: el colombiano Jorge Añez en forma de bambuco, el puertorriqueño Tito Rodríguez en ritmo de bolero y el argentino Lalo Fransen en cadencia de rock lento. (Faltaba aún Y no regresas, almibarado paseo del Binomio de Oro donde el trozo de tela protagoniza un drama amoroso).

Doy un paso al lado para comentar que el catalán es una lengua que hablan 10 millones de personas. No resulta práctica para pedir empleo en Nueva York, explicaciones sobre el funcionamiento de la lavadora en Berlín, ni instrucciones para llegar al hotel en Shangái. Pero valdría la pena aprenderla solo por disfrutar de algunas de las canciones de Serrat. No esperen a que el autor las cante traducidas, porque él sostiene que cada lengua tiene su ritmo, su acomodo y su métrica y en el corral que nacieron han de quedarse.

En 2006 lanzó el disco Mô (Mahón), todo en catalán, que recoge, entre otros números, una larga y divertida canción a base de monosílabos. Es intraducible. En ese mismo disco grabó el adiós a su amigo Capgrós, el Cabezón. No hay duda de que la más bella elegía que ha cantado Serrat es la de Miguel Hernández a Ramón Sijé. Pero mucha atención a la que Joan Manuel compuso a su amigo Josep María Bardagí, el Cabezón, genial y sibarita. Allí se habla de un especie de fantasma que crearon juntos en Maison per entregues (Pesadilla por entregas) y que regresa a estorbar en sus predios al saber que Bardagí acababa de morir. “Me suplanta en el espejo cuando me estoy afeitando/Atraviesa paredes, me revuelve los cajones”. Copio enseguida el final, traducido al español por su propio autor, a sabiendas de que suena mejor en catalán:

Te espero a cenar. Te gustará el menú:

tracamondres, peixin, y marinet de postre.

Si él ha podido volver, ¿por qué no tú, Cabezón…?

¿Por qué no tú…?

Múltiples aguas

Siglo xx. Décadas de los sesenta y los setenta. No tardó Serrat en seducir a una generación que pedía cambios. La dictadura de Francisco Franco apuraba sus últimos tiempos, pero aún tenía fuerzas para enviar opositores al paredón. España era un convento custodiado por militares. A Serrat le prohíben cantar en catalán en el Festival de Eurovisión de 1968 y la censura oficial lo veta en la tv. En 1969 gana en Rio de Janeiro el IV Festival Mundial de la Canción con Penélope y empieza a construirse la leyenda.

Ese mismo año emprende su primera correría por América Latina y surge un interminable romance con el público del continente mestizo, hasta el punto de que desde entonces profesa ser “un latinoamericano nacido en Barcelona”. En 1975, perseguido por una orden de captura del gobierno, se exilia en México.

España y América Latina… castellano y catalán… canción francesa (chanson) y canción pop… Estas son algunas de las aguas múltiples en que se cuecen las canciones de Serrat. Su música es de todas partes. En ella resuenan ecos de rock, de pasodoble, de vals, de flamenco, de copla, de bolero, de salsa, de tango, de carnavalito, de foxtrot, de son… Ha cantado hasta vallenato, en su disco Cansiones.

Serrat recuerda, renueva y acumula. Ahora, con más sabiduría y serenidad que antes, sigue haciendo camino al andar. Suma y suma canciones, pero no cambia el espíritu que las anima desde el origen. A sus primeras protestas juveniles, por ejemplo “Pueblo blanco”, “Pare”, “A usted”, añade luego, entre otras, las de “Niño silvestre”, “África”, “La gente va muy bien”…

Fe de vida

Al contrario que otros cantautores y poetas, que empiezan la vida contentos y se van volviendo cenizos con el paso del tiempo, las canciones más nostálgicas de Serrat son las de su adolescencia. “Balada de otoño” y “Palabras de amor” surgieron en 1969; “Mi niñez” y “Si la muerte pisa mi huerto”, en 1970; “Qué va a ser de ti”, en el 71. Era entonces un sardino con añoranzas dignas de cuarentón. En cambio, ya corría hacia la meta volante del sexenio cuando compuso “Fe de vida”, que proclama lo que su nombre indica; también “Qué sería de mí sin ti” y esa joya que se titula “Es caprichoso el azar”. Canciones de amor realizado, canciones descaradamente optimistas. Hace más de veinte años que cumplió veinte años de haber compuestoAhora que tengo veinte años (Ara que tinc vint anys) y ya no es el adolescente melenudo que desvalija a los padres del amor de la niña consentida, sino el enamorado que se resigna al olvido y lo que ahora llaman “la invisibilidad”. Escribe entonces en una de sus mejores canciones, “Entre un hola y un adiós”:

Me halaga que me recuerdes
como tu primer amor
aunque tal vez me confundes
con algún otro señor.

Sigue imaginando personajes. En el altar de sus criaturas entrañables, donde antes había guindado al tío Alberto, a Penélope y a Curro el Palmo, encontramos ahora a Princesa, la niña que quiere triunfar en un concurso de televisión, a la indiferente bella del metro y al finado Benito y su anónimo compañero de hambres y desventuras. Engorda también la lista negra de sus antipatías, a las que suele despellejar con el bisturí del humor para que brote menos sangre: a los políticos de “Algo personal” (1983) y al lagarto proverbial de “Yo me manejo bien con todo el mundo” se han añadido “Buenos tiempos” y “Los macarras de la moral” (1998).

Hace medio siglo, Serrat denunciaba. Ahora se gradúa de pitoniso. Así lo prueba aquella exacta profecía de “Disculpe el señor” (1992), que no hace más que anticipar en dos décadas lo que Europa mira hoy con ojos desorbitados:

Disculpe el señor,
se nos llenó de pobres el recibidor
y no paran de llegar
desde la retaguardia, por tierra y por mar (…)
¿Quiere usted que llame a un guardia y que revise
si tienen en regla sus papeles de pobre?

Entre casa

Instalado en el séptimo piso, Serrat continúa fiel a Serrat. Solo han cambiado un poco las apariencias. Se le ha despejado el cogote, tiene unos kilos de más y ya no se toma fotos haciendo equilibrio en un puente sobre la autopista. Ahora es un marido solícito y un padre y abuelo cariñoso que tiene a su hijo Queco en el equipo que lo acompaña y habla a diario con sus dos hijas por larga distancia. María es periodista en Londres y Candela, actriz en Madrid. A veces, cuando está de gira, llama a Yuta, su mujer, y le pide que haga ladrar en la bocina a Pepe, un perro con cara de enano chino en el que ha puesto la familia todas sus complacencias.

Permanece apegado a los surcos, aunque sea por vocación y no –mal asunto en un catalán– para ganar dinero. Le fue mal como productor de vino y su finca en Menorca cría las doce lechugas y los veinte melones más costosos del mundo. De vez en vez, como a todo español que se respete, se le sube una agriera de mal genio. Pero casi siempre es un tipo afable que, cuando no está trabajando, adora comer bien, navegar, ver partidos del Barça y reír con sus amigos. Eso sí, dícese que en reuniones con sus cuates jamás empuña la guitarra, ni siquiera por cortesía, para entonar “Mediterráneo”, elegida la mejor canción española de los últimos cien años, o aunque fuera “Clavelitos”, que nos la sabemos todos.

El reino de este mundo

En sus bodas de oro profesionales, Joan Manuel Serrat sigue siendo rebelde, libertario, irónico y romántico. Hace buena pareja con su compadre Joaquín Sabina, que es escéptico, perdedor, satírico y descocado. Dos pájaros que se quieren y se complementan.

A la gente le da por escribir su autobiografía al alcanzar ciertas alturas de la vida. No es el caso de Serrat. Él viene cantándola desde el primer disco. Se describe a sí mismo en “Malas compañías”, apunta el almanaque en la serie de los vint anys e incluso explora a aquel que camina a su lado oculto en un callejón oscuro. Ese otro yo se llama Tarrés, un sinvergüenza encantador que no paga sus cuentas y habla pestes del sosias a pesar de vivir a sus expensas. Nada de lo cual le impide confesar que sin Tarrés “llueve en el corazón/ no baila mi mujer/y se calla la canción”.

Al cabo de 50 años de ocupar el trono de los cantautores españoles y latinoamericanos, Joan Manuel Serrat ya no pertenece a este mundo. Ahora habita en la esfera de los grandes y más populares trovadores modernos. Está sentado a la diestra de George Brassens, muy cerca de Jacques Brel, Charles Aznavour, Leonard Cohen y Chico Buarque de Hollanda.

Desde allí reina por todos los medio siglos de los medio siglos. Amén.


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