miércoles, noviembre 04, 2009

Penélope y el tren fantasma


Penélope y el tren fantasma

04 de Noviembre de 2009 Si la Penélope que modernizó desde la mitología griega hasta nuestros días el gran Joan Manuel Serrat se hubiese prendado de un ferroviario antes que de un marinero, el escenario para su desmedida espera sería, sin dudas, la estación de tren de Tafí Viejo.

Si la Penélope que modernizó desde la mitología griega hasta nuestros días el gran Joan Manuel Serrat se hubiese prendado de un ferroviario antes que de un marinero, el escenario para su desmedida espera sería, sin dudas, la estación de tren de Tafí Viejo.

Claro que -no hay mal que por bien no venga-, en tal caso estaría a salvo de la maledicencia de sus vecinos ya que, a diferencia de la que aguarda por siempre junto al indiferente mar, esta tendría la certeza de los motivos que justifican la ausencia de su amado: debe ser el maquinista de la nueva versión del tren fantasma.

Este no es otro que el que alguna vez circuló por las vías hoy silenciosas, a diferencia del esperanzado bullicio que las cubría cuando decenas de funcionarios que hoy no quieren hablar del tema se asomaban sonrientes por las ventanillas, secundando al hombre del gran bigote que hoy sueña con un futuro en Buenos Aires. Claro, para llegar a ese destino… no voy en tren, voy en avión.

Nadie podría haber predicho al ver tanta parafernalia, que ese viaje inaugural sería el último del tren fantasma. Es decir que lo único que inauguró fue la interminable espera de miles de taficeños que, cada vez con menos asiduidad, giran la cabeza con algún dejo de esperanza cuando pasan cerca del andén. Quién sabe, a lo mejor… pero no.

Al final, el único que usufructúa aún algún residuo de la bonanza y el progreso que, decían, iba a llegar a bordo del tren, es el médico especialista en lesiones cervicales que, para recuperar lo que le descontaron por reclamar un sueldo digno, se las rebusca atendiendo a los que se resintieron de tanto cabecear de vicio por sobre las vías vacías.

Los otros en cambio, nada. En especial los que estaban llamados a ser los grandes beneficiarios del uso intensivo que iban a tener los vehículos provistos por España. Es decir los improbables operarios de los celebérrimos Talleres de Tafí Viejo. La enésima inauguración protagonizada por el gobernador y la presidenta, que ese día prefirió hacerla vía teleconferencia desde Salta, donde dicho sea de paso sí funciona el tren, volvió a redundar sobre viejas promesas que, una vez más, alguien creyó. Pero por suerte nada sucedió allí tampoco. Si no fuera así, es de imaginar el desconsuelo de quienes al final no ingresaron a trabajar, si llegaban a enterarse que el tren que iban a arreglar nunca iba a necesitar esas reparaciones.

Bueno, después de todo, algo hay que encontrarle de positivo a la historia. Aunque mas no sea apelando a la ficción, ya que la realidad dice que el reemplazante de Ricardo Jaime -quien no va en tren, va en yate-, en la Secretaría de Transporte, decidió parecerse a su homónimo futbolero en lo que a trenes tucumanos se trata. Juan Pablo Schiavi salió con los tapones de punta y le metió una plancha al proyecto, como para que no vuelva a ponerse de pie. Que las vías ya reparadas en realidad tienen que hacerse todas de nuevo, que el acuerdo con el operador no termina de cerrarse. Al final en la Nación parece cundir el temor de que el humilde convoy norteño termine costando casi tanto como el súper moderno tren de Abu Dabi.

Y bueno, habrá que adecuar el discurso oficial. Si Néstor dijo que José es el mejor administrador aún cuando arregla vías que después no sirven y anuncia trenes que después no andan, la traducción será: es un buen administrador de estados de ánimo. Derrocha ilusiones pero ahorra hasta el último centavo en realidades.

A fin de cuentas a que tantas caras largas. Si ya sabemos el final de la historia. Cuando por fin el añorado tren aparezca y el maquinista se presente ante su amada, la pertinaz ingrata le dirá que no es él a quien ella esperó. Y le dará la espalda.


Información http://www.contexto.com.ar/
San Miguel de Tucumán - Argentina

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