(Joan Manuel Serrat, la noche del lunes, en la primera de sus cinco actuaciones en el Teatre Grec. ELISENDA PONS )
Serrat, de la mano del poeta
El trovador rindió homenaje a Miguel Hernández en un denso recital en el Grec
Miércoles, 7 de julio del 2010
JORDI BIANCIOTTO / Barcelona
Con la cercanía de los versos de Miguel Hernández, Serrat se ha crecido. Su reciente Hijo de la luz y de la sombra ofrece algunas de las aristas que se echaban en falta al contemplativo Mô (2006) y, aunque su exposición íntegra constituye un menú de digestión pausada, garantiza una concienzuda experiencia serratiana. Eso sí, el lunes, en la primera de sus cinco noches consecutivas en el Teatre Grec, el protagonista no fue el cantautor, sino el poeta: de los versos de Miguel Hernández surgió la tensión de un recital conceptual, sin éxitos ni concesiones, tocado por la liturgia de la severidad.
Serrat anunció que el repertorio estaba «cerrado» y que el recorrido por la obra del autor de Orihuela no admitía canciones de otros temarios. Así que el artista, que tuvo más suerte que en aquel lluvioso estreno de 100 x 100 Serrat, hace cinco años en el mismo Grec, entró en escena cantando Llegó con tres heridas, del álbum Miguel Hernández (1972), y en las casi dos horas siguientes se dedicó a alterar sus dos obras dedicadas al poeta mientras una pantalla de vídeo apoyaba el ejercicio subrayando, de paso, el factor promocional del Centenario de Miguel Hernández.
ARREGLOS DISCUTIBLES / El recorrido por la nueva obra comenzó con los tonos vitales de Del ay al ay por el ay y La palmera levantina, y derivó hacia el guiño coplero en Dale que dale y las viñetas angustiadas de El hambre. Entre el material de estreno se colaron solemnes cuñas del disco original con El niño yuntero y una hondísima Elegía. Adaptaciones con modificaciones discutibles en materia de arreglos. Aquel álbum corrió a cargo de Francesc Burrull, y el nuevo tratamiento resulta más sinfonizante e incluye detalles artificiosos, como esos coros pregrabados y los acordeones sintetizados. Serrat se ha resistido, como en giras anteriores, a una apuesta acústica apuntalada en el piano de Ricard Miralles, y los sintetizadores de Josep Mas Kitflus cubrieron abundantes planos.
El Serrat cantautor apareció, guitarra en mano, con Menos tu vientre, a la que siguió un bloque de piezas nuevas: de la marcial Canción del esposo soldado a piezas livianas como Cerca del agua y El mundo de los demás. El guión reservó las cartas más efectivas para la recta final. Las nanas de la cebolla, única partitura ajena de la noche (Alberto Cortez), trajo sus versos de posguerra, dedicados al hijo del poeta, Manuel Miguel, y Para la libertad levantó la grada con un montaje audiovisual que rescataba titulares de prensa del fin del franquismo y el tránsito democrático.
Cruzándose en el atril, una pieza con texto de José Agustín Goytisolo, Historia conocida (del álbum 1978), y la potente Uno de aquellos. No era el momento para pedir Paraules d'amor ni Mediterráneo. Solo un bis, con la repetición de Dale que dale. Serrat ha sacado brillo de nuevo a Miguel Hernández, y el poeta le ha ayudado a centrar su rumbo maduro.
Imagen e información http://www.elperiodico.com/
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