viernes, octubre 22, 2010

(Entrevista a Serrat) - Hijo del tiempo y la ausencia


22/10/10

Hijo del tiempo y la ausencia

Antes de una nueva gira por nuestro país, Joan Manuel Serrat habla sobre sus razones para regresar al universo poético de Miguel Hernández, al que conoció gracias a las ediciones argentinas, y repasa su carrera. "Algunas de mis canciones no soportaron el paso del tiempo", reconoce el cantante y compositor catalán.

Por DIEGO MANSO

Para los españoles sigue siendo “el Niño de Poble Sec” (Raphael es el de Linares y, así, se fundó la famosa antinomia que cesó, por fin, cuando grabaron juntos), pero para los argentinos, Joan Manuel Serrat es, simplemente “el Nano”. Los diez mil kilómetos que separan a Barcelona de Buenos Aires hicieron mella a la hora de calzarle apodos aunque, cosa curiosa, el uno y el otro remiten a la infancia, que para los ojos del público no es otra cosa que el recuerdo del rostro aniñado del cantante en sus inicios, cuando apenas contaba veinte años. Orilla los 70 años Serrat ahora, cuando vuelve a la Argentina a presentar Hijo de la luz y de la sombra , su segundo acercamiento a la obra de Miguel Hernández, casi cuarenta años después del primero y a un siglo del nacimiento del poeta de Orihuela.

Más allá de las coyunturas, Serrat ha compuesto un cancionero único en habla española durante, por lo menos, sus primeros veinte años de carrera, comparable, por caso, a los de Franco Battiato, Jacques Brel o Charles Aznavour. De paso en Buenos Aires, por asuntos personales y para la inauguración del Congreso Iberoamericano de Educación, y antes de la gira que lo trae al teatro Gran Rex hacia finales de noviembre, Serrat habló con Ñ .

-¿Cómo era el clima musical en tu casa de infancia?

Creo entender hacia dónde vas.Nací en un tiempo donde la comunicación, la información y la distracción pasaban por la radio. La radio era nuestro gran aliado, por muchas razones: funcionaba como una ventana abierta a la esperanza y a la alegría en un tiempo, como el de la dictadura, que era muy poco esperanzado y sumamente tenebroso. Y no estoy haciendo metáforas… Habrá quien pueda hablar de otras cosas, de abundancia y de esplendor, pero la mayoría de los españoles solamente puede hablar de tenebrosidad. Tenebrosidad en cuanto al trabajo diario, sin luz, con frío en el invierno, con cartillas de racionamiento para poder acceder a los alimentos, con represión, donde constantemente había gente que se escondía o que desaparecía… Y la radio representaba la ventana abierta a la fantasía, a la ensoñación, a los colores. Y de toda la radio, era la música el hecho más importante.

-¿Lo que se escuchaba mayoritariamente era copla?

Copla, bolero… Un tipo de música muy arraigada al tiempo: la música melódica en general. A mí me gustaba todo lo que sonaba, hasta el punto de que la única abuela que yo conocí –porque a dos de ellos los mataron durante la guerra y el otro murió antes de la guerra, de tuberculosis…

-¿Estaban en el frente tus abuelos?

No, no, los fusilaron sencillamente. Los fueron a buscar a casa y los fusilaron, como a otros miles y miles. Los franquistas eran muy dados a este ejercicio… Los otros también hicieron de las suyas, pero los franquistas eran fundamentalmente represores; iban, de alguna manera, por el embudo grande, ¿no?

-Entonces, me contabas de la única abuela que te quedó…

Que murió siendo yo también muy pequeño, pero aún con tiempo de pasear con ella y de recordarla… Cuando algún domingo me sacaba de paseo, por su calle había dos vendedores; uno vendía barquillos y el otro vendía cancioneros, que eran unos librillos pequeños, de ocho páginas, en los que figuraban las letras de las canciones populares de la época. Entonces la abuela, que disponía de una peseta para el nieto, me preguntaba qué quería, si barquillos o cancioneros. Y yo siempre escogía los cancioneros. Eso tiene mucho significado en una época donde cualquier dulce o cualquier lámina dura eran sumamente valorados.¡Yo escogía siempre esos papelitos de colores que llevaban escritas las canciones de la época!

-¿Y te acordás de alguna?

Me acuerdo absolutamente de todas. Me acuerdo de los repertorios completos y de las sensaciones… No es que me acuerdo: viven en mí las sensaciones que aquellas canciones han podido despertarme. Hay algunas ligadas en mí al miedo y que no tienen nada que ver con eso. Por ejemplo, “La casita de papel” (“Qué felices seremos los dos y qué dulces los besos serán, pasaremos la noche en la Luna, viviendo en mi casita de papel...”) está ligada al miedo, porque seguramente la escuché, quién sabe, en una escalera donde la música se filtraba por las claraboyas… Otras están ligadas al verano profundo, como cuando escucho “Monasterio Santa Chiara”, una canción italiana del año 1952. Me acuerdo del año porque yo hice un programa de radio que se llamó La radio con botas y ponía canciones de diferentes épocas... Las músicas volaban por los cielos abiertos de las casas y pasaban de balcón a balcón, se juntaban de casa a casa como se juntaban los olores a fritanga y a insecticidas…

-¿Y cantabas para tu familia o era algo más bien secreto?

Es que en aquel tiempo se cantaba. Hoy es una cosa difícil de entender, porque el hecho de cantar queda más bien circunscrito a los cantantes. Ahora sólo cantan los cantantes. Antes cantaba todo el mundo. Antes la gente cantaba en la calle, haciendo el trabajo... En los andamios los albañiles cantaban, en las forjas cantaban los herreros, cantaban los guarnicioneros mientras cosían las correas de las caballerías. ¡La gente cantaba! ¡Cantaban las mujeres mientras hacían las camas!

-Por eso en todos los folclores del mundo existen los “cantos de trabajo”...

¡En todos, claro! Y yo cantaba porque era común el hecho de cantar, independientemente de que me gustara y de que en Navidad me hicieran ganarme mi paga extraordinaria cantando alguna canción durante la comida.

-¿Y los instrumentos cómo llegaron a vos?

Yo no empecé a tocar hasta un poco antes de ir para la universidad. A los 16 o 17 años, un compañero me enseñó los acordes básicos. Luego mi padre me regaló una guitarra, como dice el tango “Aquel tapado de armiño”, quitándose de fumar. Era una guitarra muy sencilla, que aún conservo, aunque en mejor estado de lo que era, porque la restauré y la guardo con este afecto íntimo y enfermizo con el que uno llega a guardar determinadas cosas que fueron fundamentales en su vida… Luego empecé a tocar con un grupo, hacíamos lo que se podría conocer como rock’n roll , pero en aquel momento no se le daban esas connotaciones. Te digo esto porque, hoy en día, se conoce como rock a una serie de músicas diferentes, de las cuales el rock forma parte, pero que, en rigor, no lo es… Hay gente que si le preguntas “¿Qué música haces?”, te responde rock , pero son baladistas… Te hablan de rock’n roll como si fuera una música concreta, cuando son muchas músicas entreveradas que lo único que tienen en común es el uso de los instrumentos electrónicos y poca cosa más.

-¿Eras el que cantaba en tu grupo de aquel entonces?

Un grupito, más bien. Cantaba y tocaba guitarra. Supongo que eso sucede en todos los que forman el primer grupo, que no existe una definición del individualismo agrupado, sino que cada uno, a su modo, es un solista. Hicimos algunos conciertos… Borra lo de conciertos: actuábamos en algunos locales… Después el grupo se fue al garete, que era lo que tenía que pasar, porque éramos definitivamente malos…

-¿Tuvo nombre?

¡Tuvo muchos nombres! Más vale que los olvidemos… Yo ya escribía canciones y los mismos compañeros me animaron a que siguiera solo la aventura. Como no sabía cómo hacerlo, hubo uno, que era el más avispado de todos y el que tenía más contacto con la realidad –que no con las personas, pero sí al menos con lo que ocurría–, que me acompañó a Radio Barcelona (siempre la radio, siempre la radio como elemento motor), a un programa de un tipo que se llamaba Salvador Escamilla, que con el tiempo fue uno de mis mejores amigos e, inmediatamente, el primer gran valedor de lo poco que en aquel momento yo podía decir. Ahí empecé a aparecer, en directo, en su programa, que se llamaba Radioscope , gracias al cual, no solamente adquirí una cierta popularidad local y pequeña, sino que también me permitió ganar un dinero… Porque en aquel momento la radio pagaba, poco, pero lo suficiente para costearte el tabaco, algún pequeño vicio y hasta una pequeña alimentación, si es que tenías una aparición asidua.

-¿Y cómo era ese momento de tu vida?

Tendría veinte años, más o menos. Estaba estudiando Biología, había terminado Agronomía… Cantar me permitió seguir estudiando y, al ir subiendo mi popularidad y la posibilidad de pagarme el sustento, pude también ganarme la independencia familiar. Eso hasta el año 67, cuando mi tercer disco –me refiero a discos extended play , no larga duración–, fue número uno en España…

-Que era en catalán ese disco.

Es cierto, hay que aclarar que por primera vez un disco en catalán fue número uno en España… Era ese disco que traía “Cançó de matinada” y “Paraules d’amor”. Y ahí pudo empezar mi carrera como profesional…

-¿Hasta ese momento no te veías como profesional de la música?

No, no, no. La verdad es que, a los veintipocos años, la vida es un ríe y canta. Por más sentido común que pudiera aportar, es muy difícil sentirse mortal a esa edad. Uno se siente absolutamente único, inmortal –¡afortunadamente!– y trabaja con un entusiasmo y una credulidad en sí mismo que pocas veces se repite en otras épocas de la vida. Más allá de esta maravillosa juventud…

-¿Y escribiste siempre?

No diría que me siento muy satisfecho de lo que escribí de adolescente… Hombre, que escribía como manera de comunicarme y de inventar cosas. Yo no tenía ninguna sensación de que la escritura fuera la forma de hacerse de un medio de subsistencia. Escribía como quien juega…

-Pero eras un buen lector…



-¿Tampoco?

Yo empecé a ser un lector agradecido con el texto a los 19 o 20 años. De chico leía tebeos, que han sido para mí un gran elemento nutritivo. El amor que siento yo por Hugo Pratt es semejante al que puedo sentir por Shakespeare…

-¿Empezás a valorar a los autores y a la palabra a partir de que escribís tus primeras canciones?

Fue un poco antes. Un poco, no mucho antes. Hay dos o tres años de mi vida en los cuales me resulta muy difícil separar una cosa de otra. Llegaron todas con tal tumulto y con tanta intensidad que me sería muy difícil explicarte la progresión…

-¿Existe la progresión en ese momento de la vida?

Tienes razón, en general todo se produjo como el descubrimiento de las pasiones, del sexo… Todo vino allí muy alborotado y todo se ha ordenado luego de alguna manera, pero sin ninguna voluntad.

-¿Empezaste a escribir en catalán?

Sí, pero no tanto como un hecho personal, sino por una necesidad de definición de pueblo. Empecé a escribir canciones cuando el hecho de escribir en catalán representaba una definición de pueblo y una herramienta de lucha antifranquista.

-Era una opción política...

Todo es política. Esta misma conversación es para mí una opción política. Tú y yo estamos supurando planteamientos políticos. En el caso del catalán, mi gesto era especialmente político, porque el franquismo consideraba un enemigo directo todo lo que representaba el hecho nacional catalán. Ahí hay una coincidencia que no tiene que ver ni con mi familia ni con mi barrio, no porque ellos no lo tuviesen a ese sentimiento nacional, sino porque yo alcancé un nivel cultural que iba más allá de mi familia y mi barrio... Piensa que no era común que un chico llegara a la universidad.

-No termino de entenderte...

Quiero decir que mi padre era catalán, pero era un catalán obrero. No peleó en la guerra con las fuerzas nacionalistas catalanas, peleó con las fuerzas republicanas, con las fuerzas anarquistas. Y mi madre era una inmigrante, de Zaragoza. En casa hablábamos en un catalán callejero, para nada depurado, pero, sin embargo, si nos hubieran preguntado hubiéramos respondido a favor de la cultura catalana. Yo no soy hijo del nacionalismo, soy hijo del obrerismo.

-¿Y la necesidad de cantar luego en español a qué se debió?

A un reconocimiento de quién era yo, a mi necesidad de comunicarme y de acercarme a las cosas. Surgió de responder a mí mismo, de pensar que lo uno no era enemigo de lo otro. Cuando me han preguntado cómo me sentía más a gusto, lo tengo muy claro: canto y escribo en aquello que le molesta al otro que yo haga. Si alguien me prohíbe cantar en catalán, inmediatamente canto en catalán, si a alguien le molesta que cante en castellano, inmediatamente canto en castellano. Para mí es algo tan natural como que las uñas crecen.

-¿Creés que tu carrera, entonces, se ha dividido a partir de la elección de uno u otro idioma?

No porque la haya dividido yo, sino porque las cosas así lo han dictado. Hay un antes de grabar en castellano y un después, evidentemente. Hay un antes del Festival de Eurovisión del 68 y un después. Hay un antes y un después de mi exilio del 75… Incluso podría marcar momentos musicalmente distintos.

-¿Cómo es eso?

Ahí ya me es más difícil contestarte. Eso que lo haga la cátedra, yo ya tengo demasiado que hacer, que se ocupen otros de analizar estas historias.

-¿Cómo ves a tus canciones de la primera época?

Con suma ternura y muchísima gratitud. A veces me sorprendo de algunas imágenes que aparecen en ellas. Yo no soy dado a escuchar lo que he hecho, aunque de vez en cuando tengo que hacerlo porque quiero recuperar alguna canción… Hay muchas de las que no me acuerdo.

-¿Y tenés favoritas?

No se me ocurre… Hay algunas que están bien y que aguantaron el paso del tiempo y otras que no soportan nada…

-Los arreglos de tus primeros discos no han envejecido, eso es curioso.

Pero no es cosa mía… He tenido suerte en lo personal y en lo musical. En lo personal, porque he conocido a gente maravillosa que me ha ayudado a aprender algo. Y en lo musical, porque he trabajado con músicos de una gran solidez, que han hecho que mis canciones pudieran mantenerse...

-Pero fue una decisión tuya rodearte de esa gente. No te restes mérito, Juan…

Está bien, tienes razón. Aquí me los voy a poner a los méritos: yo he tenido muchas veces que defender a músicos determinados que la compañía discográfica no quería porque no respondían a los gustos del momento... Ahora que la venta discográfica es muy escasa, el principal problema que tiene la música es quienes se ocupan de crear el escaparate. El problema es que el mercado está a merced unas gentes que son incapaces y que crean el escaparate de acuerdo a sus gustos de los que creen que va a vender. Y ni se vende ni saben generar un potencial que artísticamente pueda ser defendido.

-¿Solés pensarte en una tradición de cantantes o de trovadores?

A veces no sé muy bien ni siquiera lo que he hecho yo… Puedo saber qué referencias he tenido, qué ha generado mis estímulos. Mi fondo cultural pasa por la música popular, la copla, el bolero, el tango… A la ópera no la conocí hasta que fui mayor, porque en mi casa cantaban zarzuela, que es la ópera de los pobres… También me habrán influido Dylan y Los Beatles, con mi pésimo inglés. Te influencia todo aquello que escuchas con avidez y que puedes incorporar mucho más allá del conocimiento, digamos que te lo metes en la entretela del alma…

-¿Y Georges Brassens y Jacques Brel, esos con los que te han comparado?

A pesar de que de los dos soy un fiel y leal admirador, creo que Brel ha sido un ejemplo innegable de artista todo terreno. Como otros que no son de una división tan sutil, como Aznavour, que es un hombre muy interesante a degustar.

-Y las ganas de musicalizar poetas, ¿cómo nació en vos?

Vino con un tiempo en el que perdí el pudor... Creo que uno de los grandes descorchadores de esta historia es Paco Ibáñez, con sus grandes trabajos sobre Lorca, Quevedo y, luego, con otros poetas del siglo XX español. Paco abre esta lata y a partir de ahí se produce un fenómeno de musicalización de poetas, con mayor o menor acierto… Hubo tipos absolutamente mediocres que han destrozado, con un pudor que escandaliza, cualquier cosa versificada...

-¿Cómo descubriste a Antonio Machado y Miguel Hernández?

Más o menos en el mismo momento que empiezo a hacer mi primer disco. Los descubro por una colección maravillosa de libros que publicó Losada en Argentina, que todos los que tenemos una edad consolidada recordamos y los que no, seguramente los encuentren en las bibliotecas que heredaron de sus mayores: unos libros blancos que enviaron por todo el mundo a una serie de poetas fundamentales: Neruda, Hernández, Machado, Maiakovski… Estos libros fueron para España una maravillosa corriente de aire fresco, una ventana abierta gratificante a la que, en estos momentos, hablando contigo, me gusta rendirle homenaje.

-Fijate las vueltas, que ahora Losada es una editorial española…

Sí, pero alguien habrá que pueda leernos ahora a ti y a mí y que dirá: “yo trabajé en aquella época en Losada y algo tuve que ver”… Yo a esa persona le quiero dar las gracias.

-¿Cuál fue tu necesidad de retomar a Hernández en el último disco?

Lo retomé cuando estaba planteándome los conciertos de este año –debía ser hacia finales de 2008– y pensé que al cumplirse el centenenario del nacimiento de Hernández, dada la relación mía con el poeta, sería lógico tener dentro del concierto un rincón donde rindiera homenaje o celebrara su figura. Entonces pensé en refrescar este rincón con un par de canciones de nuevo cuño. Me metí a trabajar y me engolosiné con la aventura y cuando me di cuenta tenía mucho trabajo hecho, de tal fuerza, que me llamó a plantearme este segundo tomo con poemas de Hernández, casi cuarenta años después.

-Si pregunto si estás contento con el resultado me vas a decir que “por supuesto”...

Estoy muy satisfecho, sobre todo que en una época de crisis como ésta un disco de las características de Hijo de la luz y de la sombra haya encabezando la lista de ventas. Además, me ha permitido hacer un espectáculo sólido.

-¿Está todo dedicado a Hernández?

Es un espectáculo monográfico. Aunque, el que voy a traer a la Argentina, va a ser un poco una síntesis.

-¿Por qué?

Porque quiero dejar una segunda parte con un manojo de canciones propias de todas las épocas que aireen un poco lo anterior… Lo hago por una razón muy sencilla: Hernández no es un poeta argentino, por lo cual no existe una complicidad absoluta. Pienso que el mismo espectáculo que se hace en España puede ser muy viable para mucha gente, pero para mucha otra será un poco complicado y nunca llegaría a entender que yo me subiera a un escenario y no cantara canciones como “Mediterráneo” o “Penélope”; muchas personas podrían sentir que las mantengo alejadas, rehenes de otra historia…

-En el disco nuevo, ¿hay algunos poemas de Hernández que habías querido musicalizar en el anterior y no pudiste hasta ahora?

No hay nada rescatado, incluso desconozco si alguno de los poemas que hay en este disco intenté trabajarlos en el primero. Sólo alguno, pero tampoco está en el segundo disco.

-Se resiste todavía…

¿Sabes? Yo he tratado siempre de que la música que acompaña a un poema, aun teniendo claro que siempre será muy subjetiva y personal, surgiera de la manera más natural posible. Nunca me empeñé. Nunca dije: “este poema será una buena cancion”. Nunca me golpeé contra los techos para ponerle una música a un poema. De algo impuesto sale siempre una impostura.

-¿Y después de Hernández qué?

Mi mamá decía: “De aquí a allá, pajaritos habrá”....

-¿No proyectás?

Como trabajo de nueva creación, supongo que me pondré a elaborar, sin prisa, una serie de canciones nuevas… Quiero terminar este proyecto a mediados de abril… Y ahí hablaremos de cómo enfrento las cosas. Nunca hay que apresurarse y menos a estas alturas del partido. Eso sí, no hay que dejarla botar nunca, hay que cogerla antes de que pique.

¿Y cómo se te ocurren las canciones?

Esto no lo he dicho nunca y te lo cuento a ti: a mí por ejemplo, me divierte mucho, cuando voy por la calle, seguir a un tipo. Me entretengo inventándole vidas ficticias. Lo hago normalmente con la complicidad de alguien que es igual de desquiciado que yo en este sentido y con quien puedo detenerme de vez en cuando en las persecuciones y sentarme en algún café a cagarme de la risa. Supongo que todo el mundo que escribe algo delira antes de ponerse a la parte rigurosa del ritmo y de la rima…



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