Joan Manuel Serrat, Miguel Hernández y Orihuela
15.11.10 - 00:40 - PATRICIO PEÑALVER ORTEGA
El primer disco que tuve fue 'Ara que tinc vind anys' de Joan Manuel Serrat y llegó a mis manos por arte de birlibirloque, a través de un circunvecino. Su padre que era camionero y que hacia viajes a Barcelona lo había traído sin ningún motivo aparente, vaya usted a saber de dónde había salido aquel vinilo, y su hijo me lo cambió por un par de peonzas.
En un lugar preferente de mi habitación estuvo expuesto aquel disco con la cara de un Serrat en la portada que parecía observarme. No lo pude escuchar durante meses, no tenía tocadiscos.
Al cabo de un tiempo, a mis catorce años, hice mi primer viaje a Barcelona y allí descubrí el mundo y la modernidad, desde la atalaya de las casas de mis primos que habían emigrado, y la vida de aquellos charnegos que después veía retratados en las magnificas novelas de Juan Marsé. Aquel viaje iniciático desde la tranquila provincia al bullicio de la gran ciudad me hizo cambiar la percepción de las cosas, de las gentes y de la multitud en el Camp Nou. No me pregunten de qué equipo soy. Al regresar, tras el largo verano, mi santa madre se había metido en la aventura de comprarme un tocadiscos y dos microsurcos, uno de Miguel Ríos, otro de Adriano Celentano, que pagaría en doce mensualidades de 125 pesetas que parecían y eran una millonada. Por fin pude oír 'Ara que tinc vind anys'. Y esas cosas no se olvidan, como tampoco el primer amor y el beso que nunca dimos, eso no se olvida y ahí está en el recuerdo como la primera vez que vimos la inmensidad del mar, con la sorpresa, con el mismo asombro que los habitantes de Macondo contemplaron el hielo por vez primera que le trajo Melquíades. Nada más terminar el párrafo anterior, mi subconsciente me avisa de que quizá algo de lo que acabo de escribir, ya lo he escrito en otro momento. No importa, me consuelo pensando que en todo caso me estoy imitando a mí mismo. Y prosigo.
En la soledad de aquellos años, la poesía que entonces era un arma cargada de futuro llegó hasta mí sin que yo la hubiera llamado y me vi envuelto entre versos de Miguel Hernández, Antonio Machado y García Lorca, que alimentaban mi espíritu y daban pátina a aquel tiempo de silencio. Hasta que pronto, otra vez, me encontraba con Joan Manuel Serrat y con su disco dedicado a Antonio Machado y aquellas moscas voraces que me evocaban tantas cosas, entre los españolitos que una de las dos españas les helaba el corazón, tenían entonces yo dieciséis años y muchos sueños de esperanza y muchas ganas de ser mayor para que a la puerta de un cine no me pidiera un triste inspector mi carné. Y felizmente me llegaba la mayoría de edad, allá por el 1971, cuando Serrat editaba aquel disco con la portada negra dedicado a Miguel Hernández, cuantas veces cuantas, pude oír y cantar: «Para la libertad sangro, lucho, pervivo. /Para la libertad, mis ojos y mis manos, /como un árbol carnal, generoso y cautivo, /doy a los cirujanos.». Estos versos y esa musicalidad que tanto entendía me llegaban al alma, como de otra manera sentía los gritos de libertad con las canciones de los Rolling Stones o los Led Zeppelín. Sin embargo, la poesía de Machado y de Hernández ya tenían otra musicalidad, nueva y distinta. La misma que hoy tienen cuando regresó como el del tango con más de veinte años y las sienes caneadas y oigo los sorprendentes arreglos de esos discos de Joan Manuel Serrat. El ritmo natural de la poesía de Miguel ya de por sí es muy musical, cuando uno la lee en voz alta y sin embargo esos mismos poemas en la voz de Serrat alcanzan toda su plenitud sonora.
Con Joan Manuel Serrat y sus canciones-poemas ha ido uno navegando a lo largo y ancho del Mediterráneo y se ha montado en más de una ocasión en el carrusel del Furú, se ha placeado por Badalona en invierno y en verano, ha recordado esas pequeñas cosas que uno se cree que las mató el tiempo, le ha recordado a su suegra lo de señora, se ha encontrado con Penélope en una estación de cercanías, ha conocido a algún tío Alberto, se ha metido en la fiesta de San Juan o ha visto cómo pasaban las Musas mientras miraba por la ventana. Y con Joan Manuel Serrat, ahora cuando se cumplen cien años del nacimiento del poeta Miguel Hernández, nos volvemos a encontrar, con esa maravilla de disco que es 'Hijo de la luz y de la sombra'. Con Joan Manuel Serrat hablé telefónicamente allá por diciembre de 2009 cuando preparaba este monumental disco, hablamos de cosas que no vienen a cuento, y quedamos en que nos veríamos en Orihuela. En Orihuela nos vimos y hablamos el 30 de octubre. En Orihuela terminaba, con dos actuaciones, la exitosa gira que empezó en Elche el 23 de abril. En Orihuela la voz de Serrat era otra y sonaba diferente cuando canto en Orihuela, su pueblo y el mío… En Orihuela tan cerca de Dios y tan lejos para algunos de Miguel Hernández. En Orihuela Serrat se dejó la garganta y el alma. Ahora recordando aquel 'Ara que tinc vind anys' que nunca compré, puedo decir que 'Hijo de la luz y de la sombra' es el último que he comprado.
Información http://www.laverdad.es/murcia/v/
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