Serrat y Miguel Hernández, hijos de la luz y de la sombra
Rosamaria Villarelo Reza
9 de febrero de 2011
Joan Manuel Serrat se ha convertido en el alter ego de Miguel Hernández o quizá como el cantor habla de sí mismo, su otro yo. Sus conciertos del apenas iniciado 2011 muestran una faceta ya conocida a lo largo de su carrera, pero a la vez diferente en el sentido de que ahora los ha dedicado a la figura de un gran poeta.
El centenario del nacimiento de Miguel Hernández cumplido el pasado octubre de 2010, es lo que motivó a Serrat incursionar musicalmente con la vida y obra de este escritor muerto a la edad de 31 años. En su corta vida, Hernández dejó un legado que trasciende más allá de España y que gracias a los homenajes a su memoria hoy se puede conocer no sólo al literato autodidacta, sino al pastor de cabras y por supuesto al militante republicano participante en la Guerra Civil Española.
La vida de Miguel es en sí misma una novela, pues no únicamente supo remontar las dificultades familiares para lograr su objetivo y su verdadera vocación de poeta, sino propició el acercamiento con grandes hombres de letras de su tiempo; su propia sobrevivencia en el conflicto armado, así como las veces que logró, gracias a sus amigos y admiradores, de ser ejecutado en las veces en que fue hecho preso por causa de su militancia política, hasta que una enfermedad ocasionada por las pésimas condiciones de su encarcelamiento lo derrotó llevándolo hasta la muerte.
Pablo Neruda, quien por cierto fue uno de los que lo rescató de morir, llamó a Hernández hijo de la luz y de la sombra, por aquél poema que dedicó el republicano a su primer hijo fallecido a los pocos meses; y a la vez Serrat se convierte él mismo en luz y sombra en un juego de palabras que dan título a los conciertos más recientes, mostrándonos a ambos personajes en una simbiosis de ideas y principios. Vale la pena reproducir parte de las palabras dichas por el chileno, con quien mantuvo una estrecha relación:
"Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela, cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!".
Vale la pena, repasar algunas estrofas de ese gran poema: "Ropas con su olor, paños con su aroma. Se alejó en su cuerpo, me dejó en sus ropas. Luchas sin calor, sábana de sombra. Se ausentó en su cuerpo. Se quedó en sus ropas... En el fondo del hombre agua removida. En el agua más clara quiero ver la vida.
En el fondo del hombre agua removida. En el agua más clara sombra sin salida. En el fondo del hombre, agua removida... El cementerio está cerca de donde tú y yo dormimos, entre nopales azules; pitas azules y niños que gritan vívidamente si un muerto nubla el camino. De aquí al cementerio, todo es azul, dorado, límpido. Cuatro pasos, y los muertos. Cuatro pasos, y los vivos. Límpido, azul y dorado, se hace allí remoto el hijo".
Y esa es su gran aportación a las nuevas generaciones que al igual que las viejas o las antiguas, diría Serrat, se entusiasmaron al escuchar los versos cantados, al igual que lo ha hecho con otros autores como García Lorca, Antonio Machado, Pablo Neruda, Violeta Parra, Víctor Jara o José Alfredo Jiménez, entre otros.
Serrat tiene mucho de Hernández; como de los otros músicos que tuvieron una filiación política que estorbaba a los respectivos gobernantes. Baste leer un poco de su biografía para saber que este hombre pasó situaciones similares aunque en otra época de España, la todavía franquista, pero que se rebelaba ya en los albores del cambio que le permitieron primero con miedo y luego con libertad, expresar sus sentimientos y sus vivencias en los momentos más importantes de la época actual, así como los momentos de la transición, del triunfo de la izquierda.
No deja de sorprender a pesar de que él mismo se define como un antiguo, su gran vitalidad a pesar de que tuvo que pasar por una seria enfermedad que lo alejaron de los escenarios y al volver, nos ha ofrecido un espectáculo también hoy memorable.
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