Los secretos mejor guardados de la Costa Brava
11 JULIO 2011
Calas recónditas de aguas cristalinas, joyas naturales como las Islas Medes, pueblitos medievales de callejas empedradas como Pals y, por supuesto, poblaciones marineras de magnética inspiración como Calella de Palafrugell. Son los tesoros más sugerentes de un cofre llamado Costa Brava en el que no falta nada.
Los secretos mejor guardados de la Costa Brava Calas recónditas de aguas cristalinas, joyas naturales como las Islas Medes, pueblitos medievales de callejas empedradas como Pals y, por supuesto, poblaciones marineras de magnética inspiración como Calella de Palafrugell. Son los tesoros más sugerentes de un cofre llamado Costa Brava en el que no falta nada.
Si hubiese que buscar una banda sonora para el paisaje del Baix Empordà lo cierto es que no habría que esforzarse demasiado, entre otras cosas porque ya hubo alguien que se nos adelantó. “Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa/ y escondido tras las cañas duerme mi primer amor/guardo tu luz y tu olor por donde quiera que vayas”, resuena la voz inimitable de Joan Manuel Serrat y su Mediterráneo, tonada inspirada en su día en el pueblo ampurdanés de Calella de Palafrugell.
Costa de relieve feraz, pocos placeres hay tan sugerentes como descubrir las calas y playas más inaccesibles y prístinas de su accidentada fisonomía, esencia de la costa bajoampurdanesa. Algunos de esos rincones de mar que se cuentan de oreja a oreja a media voz, como un secreto que merece la pena resguardar, son las calas que como un collar de perlas se desparraman por el cabo de Begur ––Sa Riera, Aiguafreda o Sa Tuna, esta última, como decía el escritor Josep Pla, “una delicia para sentir el paso del tiempo gota a gota”-, las de Tamariu o Calella de Palafrugell. Y a los que les apasiona descubrir tesoros bajo el mar, ninguno como el parque natural de las Islas Medes, en Torroella de Montgrí-l’Estartit, un archipiélago de pequeñas islas protegido por su gran diversidad biológica que lo convierte en escenario privilegiado para la práctica del submarinismo.
Pero el Baix Empordà no es sólo sabor marinero; también son campos de cereal pespunteados de amapolas, de masías desperdigadas entre alamedas, pueblos que destilan encanto desde la lejanía y, por supuesto, de un hondo legado histórico, como lo atestigua el poblado íbero de Ullastret, un apasionante viaje en el tiempo a los primeros compases de la romanización de la Península.
Para pulsar ese encanto rural que acoge el paisaje ampurdanés de tierra adentro no hay mejor coordenada que el pueblo de Peratallada. Discurrir por su trazado medieval amurallado y las callejuelas serpenteantes es el mejor modo de empaparse del encanto sereno de esta población de antiguo abolengo en la que destacan los soportales de la plaza de la iglesia de Sant Esteve. Eso sí, para quedar boquiabierto ante una plaza porticada en la que se percibe el Medievo latiendo entre sus arcadas ninguna como la Plaça Major del pueblecito de Monells, engastada en el recoleto barrio del Castillo.
Aunque para colofón inolvidable a una escapada por el Baix Empordà, de esos que buscan los buscatesoros en forma de panorámicas para enmarcar en la memoria, lo mejor es fijar el rumbo hacia las alturas de la villa medieval de Pals. Tras apurar las últimas horas de una tarde estival cualquiera entre sus empinadas calles empedradas camino del mirador del Pedró, sólo hay que otear el horizonte y saltar con la mirada del gran arenal de Pals al Montgrí, y de ahí a las islas Medes y de ahí a l’Estartit… “En este país sólo hay una cosa acabada, perfecta, ante la cual no hay nada que decir: es el paisaje, la naturaleza”, escribió el ampurdanés Pla de su tierra natal. Nada más que decir
Imagen e información http://www.hola.com/viajes/2011071153499/playas-costa-brava-girona-mediterraneo/
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