Serrat&Sabina, un matrimonio sin fecha de caducidad
Durante cerca de tres horas, cinco mil almas se divirtieron con las canciones que uno y otro compartieron en un juego equilibrado no exento de humor
GABRIEL RODAS. PALMA A diferencia del Titanic, el esperado concierto de Serrat y Sabina el pasado sábado en el Palma Arena, "el local de la corrupción" –como bien recordó el autor de Mediterráneo–, no acabó en desastre. Las dos figuras de la música capitanearon un barco de cinco mil almas que se movió entre dos aguas, el cancionero de uno y otro, y con el que consiguieron hacer olvidar, por espacio de cerca de tres horas, el naugrafio al que nos mandan los mercados financieros que quitan y ponen gobiernos.
El contraataque de los dos pájaros fue efectivo y repartido. El mundo se hunde y ellos continúan cantando, como en la película. No hubo duelo en cubierta y sí un juego equilibrado, con mucho humor y un solo patrón: un Frankestein construido a partir de las músicas de un matrimonio que parece no tener fecha de caducidad.
Cada uno a su velocidad, Sabina y Serrat se entregaron a lo suyo, una orgía en la que lo compartieron todo. Yo con la tuya, tú con la mía y la gente con la de todos. "A los culos de las señoritas yo les cantaba canciones de Serrat", confesó en público el intérprete de Princesa, una de las canciones que triunfó en la noche de los sombreros, de bombín o de ala corta.
En lugar de competir por el mismo público, el "cuervo" y el "colibrí", como ellos mismos se definen, lo compartieron con armonía. Serrat fue más pirata que nunca y Sabina se mostró saludable y feliz al lado de quien le sirve de psiquiatra. La pareja se divirtió en el escenario y contagió su estado de ánimo a la mayoría de espectadores, porque también es verdad que hubo algunos que pedían más ritmo a la velada. A éstos les satisfizo ver al canalla cogiendo la guitarra eléctrica y lamentaron la "verborrea" del catalán en algunos momentos del concierto.
El recital tuvo altibajos, como cualquier larga travesía. Hubo momentos para el baile, para el susurro, el desenfreno y también para alguna cabezadita. Pero no para el aburrimiento. Divertido y ágil, repertorio tradicional y nuevas composiciones. Nos dieron las diez, las once y las doce, y a la salida del Palma Arena, "un velódromo en el que no puede hacerse ninguna carrera al no estar homologado", nos encontró la luna.
Información http://www.diariodemallorca.es/sociedad-cultura/2012/07/09/serratsabina-matrimonio-fecha-caducidad/778533.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario