Joan Manuel y Joaquín, adorado monstruo de dos cabezas, tocan en Barakaldo antes de marchar hacia América. ¿Qué tienen que ver el uno con el otro?
24.09.12
Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina llevan algún tiempo convertidos en un asombroso monstruo lírico de dos cabezas, capaz de conmover y seducir con la sensibilidad mediterránea del primero o con la picardía canalla y callejera del segundo. Pero lo bueno de sumarlos, lo realmente sorprendente, es que las dos cabezas no funcionan de manera autónoma, cada cual a su rollo: no es que una se dedique a cantar a la genista y la otra, a la ginebra, sino que se funden en una sola voz. «De juntarlos salen cosas muy interesantes. Los recitales constituyen una celebración de ambos, aunque prime el espectáculo por encima de cualquier otra consideración. Quizá sea Serrat el que sorprenda más al ponerse el traje de Sabina, al abrazar sus modos. El disco que han grabado juntos sigue esa misma línea, aunque canciones como ‘Acuérdate de mí’ y cierta impronta melódica en los tiempos de balada tengan mucho de Serrat». Lo dice Luis García Gil, poeta gaditano que publica este mes el libro ‘Serrat y Sabina a vista de pájaro’ (T&B Editores), un «diccionario apasionado» que bucea en los resortes poéticos de ambos cantautores, indagando en lo que comparten y lo que les distingue.
Joan Manuel y Joaquín revolucionarán a sus devotos seguidores el sábado 29 en el Bizkaia Arena del BEC. Será la última fecha en España de su gira ‘Dos pájaros contraatacan’, antes de saltar el Atlántico para actuar en México, República Dominicana, Estados Unidos, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina, casi nada. A modo de preparación antes del concierto, Luis García Gil repasa para nosotros cinco conceptos esenciales en la poética de nuestros protagonistas:
Amor. «Es un concepto clave para todo creador. Serrat y Sabina representan dos formas de canción amorosa, y no sólo por lenguaje sino por contexto. Serrat revoluciona la canción amorosa del tardofranquismo con una mirada crítica, sensible, atenta a los problemas de aquella juventud condicionada por la moral del régimen. Toca temas que hasta entonces no se habían tocado y con una difusión que no alcanzan otros. En España pasamos de Raphael a Serrat y eso es un avance tremendo, el que va de ‘Háblame de amor’ del primero a ‘Quasi una dona’ o ‘Poco antes de que den las diez’ del segundo. Si Serrat dibuja los cambios de aquel momento, Sabina es el cronista perfecto de los usos amorosos de los años 80 y 90. Es el que mejor describe esos cambios, la liberación sexual, la inversión de roles, la impúdica mirada al deseo y sus circunstancias...».
Muerte. «La referencia a la muerte en Serrat es muy temprana y bebe de los modos de la canción francesa, de Brel a Brassens. En Sabina, su sentido vertiginoso de la existencia, sus excesos, le lleva a una continua interpelación a la parca con mucho de romanticismo. ‘A mis cuarenta y diez’ puede ser ejemplo de ello, o ‘Martínez’, que Serrat y Sabina comparten en ‘La Orquesta del Titanic’».
Sexo. «Pasamos del ‘ménage à trois’ de ‘Conillet de vellut’ de Serrat a lo explícito del cancionero de Sabina, cuyo lenguaje urbano está lleno de encuentros efímeros, de pasiones nocturnas, de cuerpos femeninos prendidos a las llamas del deseo. La palabra ‘polvo’ suena en ‘Cada loco con su tema’ de Serrat como más comedida, más excepcional. En Sabina todo es más afilado».
Infancia. «La infancia es la patria del poeta y del cantor. Serrat y Sabina lo saben. Mucho más Serrat, que busca las huellas de la infancia en sus canciones. Igual que Juan Ramón Jiménez no se puede entender sin su infancia moguereña, Serrat no puede entenderse sin el Poble Sec, sin Barcelona, sin el paraíso perdido donde se fundan su universo y su sensibilidad lírica. Sabina es menos nostálgico quizá, menos dado a la evocación, en donde Serrat es un maestro, como refleja sin ir más lejos el clásico ‘Aquellas pequeñas cosas’».
Vicio. «‘Vicios privados, públicas virtudes’ rezaba una película de Miklós Jancsó. En Sabina el vicio es virtud, se expone constantemente en su cancionero. Las drogas, el alcohol, son parte de su mundo, de los personajes que se cruzan en su camino y a quienes una vida de continuados excesos les pasa factura. No es Sabina un moralista, aunque se aleje en un determinado momento de todo aquel mundo por un sentido de la supervivencia. Pero no se puede entender Sabina sin lo suburbial, sin lo callejero, sin la marginalidad de ciertos personajes y de ciertos ambientes. El mundo de Serrat es otro, pese a que muy a posteriori se afirme que ‘Tu nombre me sabe a yerba’ es una oda al canuto. El crápula es Sabina, aunque Serrat en los ochenta evolucione en su lenguaje y sea capaz de plasmar la realidad cambiante del momento histórico en el que vive».
Información http://www.elcorreo.com/vizcaya/ocio/201209/24/serrat-sabina.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario