lunes, octubre 21, 2013

Pascual Iranzo, el peluquero del poder


 
Pascual Iranzo, el peluquero del poder

Fuente: Elcorreo.com
Publicado: 21 10 2013

A merced de su navaja y sus tijeras se han sentado algunas de las cabezas más poderosas del último medio siglo español. Políticos, banqueros, escritores, futbolistas. De Gabriel García Márquez a Joan Manuel Serrat. De Emilio Botín a Diego Maradona. De Pascual Maragall a Johan Cruyff. De Antoni Tàpies a Alfredo Krauss... Ahora, Pascual Iranzo ya solo cede ante uno. Pero es nada menos que el Rey, al que lleva cortándole el pelo 30 años. De hecho, le dio «un repasito» antes de la habitual puesta de largo de Juan Carlos I en su corta temporada veraniega en Mallorca. Hubo un tiempo en que el monarca se dejaba caer por su salón del Paseo de Gracia barcelonés. Pero ahora es Iranzo el que acude allá a donde le manden desde La Zarzuela.

El apellido Iranzo es a la peluquería española lo que Freud al psicoanálisis. Los dos han dedicado su vida a tratar y analizar los aledaños del cerebro. Él se dio cuenta pronto de que la cabellera, «nuestra carta de presentación visual», solo es la parte visible de esas miles de terminaciones capilares que masajean nuestro órgano pensante, la punta de un iceberg que dice lo que no sabemos explicar con palabras. Él tuvo claro muy pronto que «llega antes nuestro cuerpo que nuestro pensamiento». Y los que se han sentado en su sillón, delante del espejo, bajo su influjo y consejo, han podido experimentar la fascinación que ejerce este hombre empeñado durante los últimos sesenta años en poner luz al eterno problema de la identidad masculina.

Su universidad de la calle, que viene a ser lo mismo que la escuela de la vida, le permitió doctorarse «sin sentarse jamás en un pupitre», después de que la mala salud de su padre le obligara a tomar el relevo del negocio que había montado en 1924 en el barrio barcelonés de Sans. Se consumía aquella década triste color sepia de los años cuarenta e Iranzo, un visionario, aprovechó su oportunidad para hacer como Freud con la figura de la madre. «Maté al barbero». Pero inventó al profesional. En ese salto le ayudó su estancia en París en los años cincuenta. La ciudad tal vez ya no era una fiesta, pero era mejor que «aquella España deprimente y cerrada de la dictadura». Los años de formación en la Ciudad de la Luz le dejaron algo más que el premio al mejor peluquero europeo en 1959. Llenaron su verbo de una lucidez que salpica su discurso de citas de Cocteau, Sartre o Verlaine. Cuando uno habla con Pascual Iranzo tiene la impresión de que podría convencer a un hippie de que le sentarían mejor unos tirabuzones. «Nunca he fracasado. Cuando estaba al pie del sillón era irresistible. Y donde no llegaba yo siempre había una mujer al lado. Porque a todos nos ha peinado por primera vez una madre ¿no?».

Así que, cuando regresó de Francia, dio el golpe de gracia al tópico del barbero de toda la vida. Su peluquería de Sans todavía conserva el aspecto modernista de su origen, pero el ´modelo Iranzo´, con el que entraba a sus clientes por el cabello y les cambiaba la imagen hasta la punta del tacón, tiene en el Paseo de Gracia el ´auditorio´ en el que ha oficiado este ´director de orquesta´. No en vano, insiste en que «el gesto es la batuta de la expresividad humana y el peluquero tiene que ser un consejero global». Como los gatos, Pascual Iranzo tiene la teoría de que el hombre tiene siete edades. La mejor es la de la adolescencia, pero se acaba pronto. Después vienen la mental, la cronológica, la de «la piel que se acaricia», la de la apariencia... Sin embargo, es difícil establecer la de este hombre nervudo, con una blanca cabellera recogida en una coleta y discurso encendido. En julio cumplió 83 años, pero sigue corriendo entre 10 y 14 kilómetros cada mañana, rutina que suele completar con unos largos en la piscina de su casa en la Costa Brava.

Ya no corta el pelo pero sigue día a día al pie del sillón, «fidelizando a los clientes» que se acercan a sus centros cosméticos, atraídos por el apellido que ha pulido la imagen de algunos de los españoles más notorios. Un intento de disciplinar por la cabeza a «este país surrealista con tintes de esquizofrenia».

Exitosos, pero sin imagen
Sabe que, de vez en cuando, tiene en su poder a la primera cabellera del Estado, el principal embajador en el mundo de ´lo español´. Y Pascual encuentra en su pozo de filosofía a raudales explicaciones a la última mala racha del Rey Juan Carlos: «Tardó en descubrir que no hay ningún ser humano en la Tierra que pueda hacer todo lo que quiera y, cuando las circunstancias de la vida las tratas con frivolidad, tienen sus consecuencias».

Tantos años mesando cabellos principales le han permitido conocer como nadie las entretelas de estos varones. Y sumar innumerables anécdotas. Como aquella vez que vino a visitarle Gabriel García Márquez, un habitual de su peluquería en los años en que vivió en Barcelona (de 1967 a 1973), y con el que se reencontró más veces. La mente de ´Gabo´, «un indio que asimiló occidente», y que acababa de publicar ´Cien años de soledad´, bullía de creatividad. Tanta que podía presentarse con su BMW último modelo y vestido con un mono y con tal aspecto que Iranzo tuvo que interceder con un aparcacoches para que le dejara recoger el vehículo al salir del parking.

O las charlas con Emilio Botín, al que tutea «como a todos» y riñó como al que más por su vestimenta. «¿Cómo puedes presentarte con esos tirantes rojos a ver al Rey?», le dijo tras ver las imágenes de una recepción real. Nadie como Iranzo para descubrirnos que las personas deberían ser siempre más interesantes que el mito que nos creamos de ellas. «Todos estos personajes públicos no se dan cuenta de que deben aprender a ser actores pero también espectadores de su propia existencia».

En la medida en que ha ido cediendo su arte a sus colaboradores, que comanda Josep Vilaseca, su auténtico ´alter ego´, Pascual Iranzo se ha ido refugiando en sus conferencias y sus libros, tratando de poner palabras a la experiencia estética de tantos años. Y también busca consuelo en los grandes poetas frente a los pobres avances en el culto a la imagen. Porque con los años ya ha asumido que, a pesar de su granito de arena para hacer a los humanos un poco más presentables ante sí mismos, «los personajes habituales con los que funciona el mundo cotidiano no son nada brillantes». No hay más que ver a Estados Unidos, un país «adelantado con una peluquería atrasada. «¿Cómo puede un genio del cine como Scorsese llevar esos peinados?».

Fuente: Elcorreo.com
Publicado: 21 10 2013

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