sábado, diciembre 27, 2014

Juan Manuel Serrat y el pequeño Nicolás



Juan Manuel Serrat y el pequeño Nicolás

Parece que hemos vivido una gran verbena, una noche desenfrenada de locura

27.12.2014

Desde siempre he sentido admiración por Juan Manuel Serrat. Muchas veces por como canta, pero con más frecuencia, por lo que canta. Me gusta Serrat porque sus letras encierran esa filosofía de lo cotidiano, narrándonos y cantándonos esos aconteceres de la vida normal, que aparentando insignificancia, van configurando nuestra idiosincrasia y elevan lo particular y pequeño a la trascendencia de lo universal.

A menudo los hijos se nos parecen…
A los que por su bien, hay que domesticar….
Niño deja de joder con la pelota
Niño, que eso no se dice,
Que eso no se hace
Que eso no se toca
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma
Nuestros rencores y nuestro porvenir…

Nunca mejor expuesta la reproducción social. Nunca de forma tan sencilla encontramos explicada la forma, al parecer no intencionada, de transmitir principios y cultura.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
Sin saber el oficio y sin vocación
Les vamos transmitiendo nuestras frustraciones 
Con la leche templada y en cada biberón.

Muy Pedagógico Serrat, pero no sólo transmitimos frustraciones, también transmitimos: deseos, objetivos, anhelos, formas de ser y de actuar. Nuestras luchas pasan a ser sus luchas y nuestro horizonte a ser su horizonte.

Por eso me da pena el pequeño Nicolás, ese chaval que vivió años decisivos de su vida jugando a ser "político" dentro de esa barahúnda deshumanizada con esa visión tan desvirtuada y perversa de lo que debiera ser "política"

Desgraciadamente para él, conectó muy temprano con ese mundo depravado que terminó por incrustar en su cerebro esas patologías delirantes de grandeza y extorsión

Sus vivencias fueron muy distintas de lo que nos cuenta Serrat.

Tenía diez años y un gato…
Y un tren de vagones de lata….
Era un bello jinete 
sobre mi patinete
burlando cada esquina
como una golondrina
Sin nada que olvidar.

Y la preguntas terroríficas son: ¿A cuántos chavales les ha llegado este mensaje de despropósito? ¿Cuántos viven pensando como los entornos en los que se movía este muchacho, que no fueron capaces de discernir si sus tramas eran falsas o reales? ¿Cuántos seguirán pensando que la forma de hacer las cosas es como las hacían los maestros del momento? ¿Cuánto daño se ha hecho en nuestra juventud? ¿Cuánto de maldad hay en no aceptar lo irremediable y seguir mintiendo sin escrúpulos para mitigar los efectos de la verdad?

Nos aterra la respuesta porque el daño es inmedible y porque, a todas luces, existen muchos Nicolases y padres de Nicolases que comulgan con sus maestros en un mundo de chanchullos, de comisiones, de puertas giratorias, de amistades inconfesables, de escabullir los delitos y de convertir la justicia en un "depende para quien".

Parece que hemos vivido Una gran verbena, una noche desenfrenada de locura. De sexo, de dinero fácil, del todo vale y del aquí no pasa nada.

Vamos subiendo la cuesta 
que arriba mi calle
se vistió de fiesta

Hoy el noble y el villano
El prohombre y el gusano
Bailan y se dan la mano
Sin importarles la facha.

La fiesta ha sido larga y nefasta, en ella se relajaron las costumbres y se olvidaron los buenos consejos.
Mis amigos son unos desahogados
Que orinan en mitad de la vereda
Contestan sin que nadie les pregunte
Y juegan a los chinos sin monedas.

Mi santa madre me lo decía
Cuidado mucho Juanito
Con las malas compañías.
Por eso es que a mis amigos
Los mido con vara rasa
Los tengo muy escogidos
Lo mejor de cada casa.

Y les asusta, claro que les asusta el renacer de la sociedad. Estamos ante el tiempo terrible del despertar. Todos sentimos la resaca de una increíble fiesta. Los invitados al banquete observan asombrados como el control se les escapa de las manos y los que asistimos impasibles, sentimos las cosquillas de la sangre llegando a las puntas de los dedos y a las leguas adormecidas con un sentimiento de culpabilidad, mientras los estribillos toman fuerza en las canciones de la calle:

Se acabó
El sol nos dice que llegó el final
Por una noche se olvidó
Que cada uno es cada cual.

Vamos bajando la cuesta
Que arriba en mi calle
se acabó la fiesta

Y es que nunca como ahora la utopía cobra perfiles de realidad, aumenta la convicción de que la sociedad reacciona. Se percibe seriamente que las otrora utopías, se van haciendo posibles. La reacción persiste desde su punto de vista prepotente en confundir a la ciudadanía con sus pseudotransparencias y sus mordazas, pero no se aprende a leer el resurgir de esa fuerza que aspira a que nuestros Nicolases respiren otras atmósferas, a que los ríos retomen medianamente sus cauces y a que la barbaridad deje de ser ejemplo.

Y no nos engañemos esa fuerza no reside en un sólo partido, reside en todos los que buscan otra ética y otras formas, que necesariamente deben converger para conseguirlo sin tropezar en las mismas piedras.

Ay Utopía
Que nos vuelve gigantes en miniatura.
¡Ay! ¡Ay! Utopía,
Dulce como el pan nuestro de cada día!
……..
¡Ay! Utopía 
Como te quiero
Porque les alborotas el gallinero.
¡Ay! ¿Ay, Utopía 
Que alumbras los candiles 
Del nuevo día!

Gracias Serrat por llenar nuestra vida de filosofía cotidiana.

http://elapuron.com/noticias/opinion/14176/juan-manuel-serrat-y-el-pequeo-nicols/

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