“México no sólo lo cobijó, le heredó sus sonidos folclóricos”
El analista Jaime Almeida asegura a La Razón que Joan Manuel Serrat adoptó sonidos como el ranchero y el bolero; a nuestro país llegó a Bellas Artes y a la Facultad de Química
La población de México, Chile, Argentina y Brasil ha escuchado los acordes de la guitarra de Joan Manuel Serrat en vivo en más de una ocasión, desde hace casi cinco décadas. Fue en 1969 cuando el músico catalán arribó desde España a tierras americanas, en el marco de su primera gira por Hispanoamérica.
En aquel año, Serrat eligió el Palacio Bellas Artes y la Facultad de Química de Ciudad Universitaria para realizar dos únicas presentaciones en la Ciudad de México; ambas con localidades agotadas.
Esa primera visita bastó no sólo para que Serrat conquistara con sus textos en forma de protesta musical, sino para adoptar nuevos sonidos folclóricos característicos de estas tierras.
“Su paso por Latinoamérica es muy notorio, en cuanto llegó él dejó una enorme huella y no sólo eso: toma muchas influencias de todos estos países que mejoran su sonido, sin dejar su esencia, inspirándose en canciones de Violeta Parra, por ejemplo”, comenta a La Razón el crítico musical Jaime Almeida.
Y es que a Serrat no le costó trabajo ganarse al público latino, un año después de su primer viaje fue invitado a participar en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Además ganó el Festival de Río de Janeiro con “Penélope”, tema que compuso en colaboración con el también español Augusto Algueró.
“Hay una época en la que Serrat se va conectando con sonidos hispanos. Gracias a eso hace discos como el Cambalache (1984). El genero del bolero también influyó en su música, y hay manifestaciones discográficas de todo esto, por ejemplo, en “Cada loco con su tema” o “El sur”, en ellos se nota la influencia de sonidos latinos”, agrega el experto.
México le vuelve a abrir las puertas en 1975: venía a mostrar parte de lo que había aprendido en su primer viaje por América del Sur, nunca pensó que tendría que quedarse un año exiliado en este país, después de condenar las medidas represivas del régimen franquista.
Aquí compartió la postura del gobierno de Luis Echéverría Álvarez de no reconocer a otro gobierno que el de la Segunda República Española en el exilio.
“Este país fue el que lo cobijó en momentos difíciles y el que le ha dado ese cariño e inspiración de los géneros folclóricos que Serrat necesitaba. Y, sin duda, tanto para él como para todos los artistas de fuera, México significa una plataforma musical de gran importancia”, agrega el musicólogo mexicano Almeida.
Aquella pausa en su carrera afectó las ventas de su álbum... Para piel de manzana; para sobrevivir compró un camper al que bautizó como La Gordita, en donde recorrió la República ofreciendo recitales a bajos costos junto a sus músicos, lo que impulsó más su carrera en el continente, pues su música se escuchó con más frecuencia en las estaciones de radio. El mismo Serrat confesó que fue un capítulo difícil de su vida al no saber si podría volver a su tierra.
En aquellos años, el Nano (como lo bautizaron en Argentina) compitió contra Armando Manzanero, Álvaro Carillo y José José, pues se celebraba el Festival OTI de la canción, y así, los sonidos de la música ranchera, con José Alfredo Jiménez, dejaron huella en el español.
“Cuándo Serrat llegó, predominaba la música de los años 70 y 80. Pero desde que pisó este país fijo un curioso interés en la música de José Alfredo Jiménez. Todo artista europeo que llega Latinoamérica, se impresiona por la forma de expresar el arte, desde la música hasta las artes plásticas, y Serrat está entre ellos. Tras su contacto con Latinoamérica, entre ellos México, Serrat sufre una evolución musical”, explica Jaime Almeida.
Argentina, Cuba, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Uruguay, Costa Rica, República Dominicana, también forman parte del recorrido que en 50 años de trayectoria ha realizado el originario del barrio Poble sec, y parte de ellos volverán a escuchar su cantar este año, al formar parte de la gira Antología desordenada, con la que festeja medio siglo en los escenarios
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