El mejor Serrat posible
10 MAR 2015
Atravesando una plena madurez musical, Joan Manuel deleita con su inmejorable repertorio. El público lo idolatra.
Por PJavier Firpo - Jfirpo@larazon.com.ar
De verdad que llama la atención el amor que despierta Joan Manuel Serrat. No entra un alfiler más en la tercera función -serán diez- que se realiza en el Gran Rex, donde caben 3500 personas. Al cabo de su maratón porteño, lo habrán visto unos 35.000 espectadores. ¿Cuántos artistas pueden jactarse de semejante nivel de convocatoria? ¿Qué artistas, que nos visitan con la asiduidad del Nano, pueden concentrar tamaña multitud, y otra veintena de recitales en el interior? ¿Qué cantautor en el mundo, por encima de los 70, puede alcanzar estas cifras? Muy pocos, seguramente. Por eso no deja de asombrar esta merecida devoción hacia un verdadero grande.
Con una orquesta sólida, conducida por ese sabio pianista que es el histórico Ricardo Miralles, el querido catalán está repasando su nutrida “Antología desordenada” -llena de puntos altos- con la que está celebrando cincuenta años arriba del escenario. Hay que decir que el Nano está en un gran momento musical, con su voz en buen estado (Serrat nunca se caracterizó por su gran timbre vocal) y ese oficio para “caminar la escena” y contar historias y anécdotas, hasta cruzarse con algún audaz parlachín de la platea.
Otra cosa que despierta sorpresa es esa fiebre que genera en el público, que pide subir al escenario, ruega por determinada canción y hasta exige por un cuarto o quinto bis. El porteño es así: nunca se conforma.
Pero cuando Serrat toma impulso, aparece una catarata de hits que invita a la gula. “De vez en cuando la vida”, “De cartón piedra”, “Mi niñez”, “Algo personal” y “El sur también existe”. Cómo controlar la emoción, las lágrimas, cuando enfrente hay un tipo que un poco nos pertenece, que un poco marcó nuestras vidas y que un poco argentino es... “Si no fuera por ustedes, yo no estaría aquí. Gracias por haber invertido una noche de sus vidas y compartirla conmigo”, deslizó con esa naturalidad embriagadora.
“Vuela esta canción, para ti Lucía, la más bella historia de amor que tuve y tendré...”. Desde la tercera bandeja caen los aullidos de felicidad, que llegan al escenario en forma de abrazo. “Me gusta satisfacer el deseo del público”, devuelve Serrat luego de la siempre bella “Lucía”. Desde allí, otro sinfín de plegarias que elevaron la temperatura hasta transformar el teatro en una caldera: “Mediterráneo”, “Romance del Curro, el Palmo”, “Aquellas pequeñas cosas”, “Barquitos de papel” y “Esos locos bajitos”, cantada junto a Kevin Johansen. Después, “Fiesta”, a dos voces, con Celeste Carballo. Lujuria.
Entre anécdotas sobre sus primeros shows en Baires, pasando por los oscuros años exiliado, fue coronando una bellísima velada de dos horas y media, cuyo broche es otro segmento sin igual: la emotiva “Cantares”, la nostálgica “Penélope” y la imponente “Para la libertad”.
Con su infinita discografía, seguramente quedaron hitos afuera (“Tu nombre me sabe a hierba”, “La saeta”, “Nanas de la cebolla”). Pero ya es suficiente, aunque el público luzca insaciable... siempre. Así es Serrat: genera vicio, adicción. Emociona como ninguno. Gracias por tanto, Nano.
http://www.larazon.com.ar/show/mejor-Serrat-posible_0_659100030.html
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