Serrat vuelve a Madrid sin prisas
El cantautor hizo el primero de los conciertos suspendidos el pasado mes de mayo.
21/09/2015
Cuando Serrat venía a Madrid a principios de los años 80 se montaban un jamás de cuidado en el Whisky Jazz o donde tocara, lo mismo ocurría cuando Paco de Lucía iba a Barcelona, los músicos de uno y otro se reunían a inventar. No puedo certificar que eso siga pasando. El cronista es un "ceniciento" que recorre la ciudad para entregar su crónica antes de convertirse en calabaza. Serrat viene acompañado de su eterno arreglista Ricard Miralles y el no menos eterno Kitflus. Es decir, los de toda la vida, los de confianza, completados por Vicente Climent (percusión), David Palau (guitarras), y Rai Ferrer (bajo). La fecha parece elegida por los amantes de las conspiraciones políticas. A un semana de las elecciones catalanas, a unos minutos de la final de baloncesto. Serrat es como Gasol, universal. Pero Serrat tiene una buena excusa, ésta es la fecha que le dieron cuando suspendió los conciertos en el mes de mayo. Pidió perdón por el conflicto"con lo difícil que es lo de colocar a los hijos, a los nietos y al perro". Risas cómplices del abarrotado palacio que fue ver aparecer al cantante y ponerse en pie. Pintan canas.
Joan Manuel tampoco tiene prisa, y se toma su tiempo en ser un buen anfitrión pide perdón por los diez minutos de retraso y presenta su antología desordenada que celebra sus cincuenta años en el tajo de la canción y que le lleva ahora de vuelta por el Caribe.
Así que empezaron con unos acordes como de jazz para que luego se transformara en "el carrusel del furo". Una primeras canciones preñadas de nostalgia. Y claro en una de esas cita la noche de san Juan.
"Una noche de San Juan. Serrat volvió a su viejo barrio barcelonés. Es un barrio crecido sobre las laderas de Montjuich, en su descenso hacia las antiguas rondas que rodeaban el casco viejo de la ciudad. Hace quince, incluso diez años, el Poble Sec era para los barceloneses que no vivían en él una zona de transito entre la ciudad y el campo, entre la fachada normativa de la ciudad burguesa y la otra ciudad: la de uralita, cal y adobe. La ciudad de las barracas". Así comienza Manolo Vázquez Montalbán su librito de 1973 sobre Serrat. El retrato pretende una aproximación a la edad de la inocencia del cantante pero soslaya que el escritor nació a unos minutos de allí y que para acudir a las hogueras de San Juan del Poble Sec. Manolo debía bajar a la calle de la Botella, rodear dos hogueras separadas, una gitana, la otra no. Recorrer la calle de la Cera pasar por el bar de los gitanos del que siempre salía esa fascinante combinación de guitarra y palmas y salir a la Ronda de San Pau para llegar a una frontera cuasi moral donde se juntan la diversión y el pecado. El Paralelo. Si cruzaba aquel Misisipi el niño Manuel Vázquez se adentraría en el territorio de Serrat , tan cerca y tan lejos. Si alguna vez lo hizo, quedaría como la gran gesta de los niños de barrio que se pasan las tardes soñando en el balcón.
Cuenta Montalbán en ese librito recientemente reeditado que Serrat es un tímido que lo supera todo cuando se sube a un escenario. La primera vez que lo vi aún vestía de negro y llenaba el Alcalá Palace como llena hoy el palacio de los deportes, o como se llame, y Serrat ya era un veterano. Ahora viste de negro como sus músicos pero luce una camisa de tonos azules. También le ha cambiado el arreglo a "tu nombre me sabe a yerba" que suena como a mariachi postmoderno.
Se puso serio para hablar de los niños y de la explotación infantil y de la vieja y huraña Europa y de los refugiados y luego se puso estupendo para contar aquella canción "Ahora que tengo veinte años" que volvió a estrenar a los cuarenta cambiando el título: Fa vint anys que tinc vint anys con la que descubrió quemuchísimos cuarentones se identificaban. Cuenta que a los catalanes les cuesta mucho tirar algo que funciona bien y que aún no sabe como la va a titular cuando cumpla los 80.
Escribe Montalbán en 1973 que Serrat ha conectado con millones de españoles, lo que no se sabía era la magnitud de su influencia en Latinoamérica. De la Habana a la Tierra del fuego. Y todos los presentes se ponen de pie, de nuevo, para rendir homenaje a Para la libertad y sonó la canción aragonesa que tanto nos recuerda a Labordeta y que Joan Manuel tituló Cancó de bressol : "por la mañana, rocío; al mediodía, calor; por la tarde, los mosquitos. No quiero ser labrador".
¿Y qué? El Serrat ¿Bien? Pues sí y eso que me fui antes de la ceremonia de los bises, acaba de cantar "hoy puede ser un gran día" y aún le faltaban: Fiesta, LucÍa,Penélope o Cantares.
http://www.elmundo.es/cultura/2015/09/21/55ffce5222601d22378b4579.html
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