Joan Manuel Serrat: "El aborto tiene que ser despenalizado en defensa del ser humano"
Que bueno que haya gente inteligente”, festeja el genial cantautor sobre los movimientos que luchan por los derechos de las mujeres en el mundo. Además, en esta charla imperdible habla de la grieta, el fallido encuentro con Mauricio Macri, la familia y el amor: "Nací para querer y para que me quieran"
Por Tatiana Schapiro 1 de marzo de 2018
En época de grietas, Joan Manuel Serrat (74) no genera contradicciones: es admirado por el público argentino, que creció con su música y acompañó con sus letras el recorrido de la vida. "Es para estar orgulloso, pero no fue mi intención, eh -sonríe el músico catalán-. Lo que traté siempre fue de escribir canciones y a veces se han juntado con la vida de las personas, las personas las hacen suyas, y cada canción para cada quien es una cosa distinta".
El poeta de las pequeñas cosas viene de ser ovacionado de pie en el Teatro Colón. Y de agotar en pocas horas las localidades para el mes de octubre, en el Teatro Gran Rex. Será entonces momento de presentar Mediterráneo da capo, donde el autor de "Lucía", "Qué va a ser de ti" y "Pueblo blanco" adelantará el cumpleaños número 50 de su emblemático disco.
—¿Qué se siente ser tan querido?
—Me siento muy querido y estoy muy agradecido. Yo nací para querer y para que me quieran. Pero a veces no todos tienen la fortuna de poder conseguirlo y presumir de ello. Tampoco aspiro a ser querido por todo el mundo; pienso que en esta vida unos nos quieren y otros no tanto, depende de quién seamos para cada uno y depende también de lo que esperen de nosotros. Me siento muy orgulloso y muy feliz de poder despertar afecto. Pero las personas somos complicadas y cada quien tiene que arrastrar lo suyo y mirarse constantemente, no en el espejo de los halagos, sino en lo que es la cotidianeidad de las cosas, porque si no uno acaba con su vida como un panqueque.
—¿Sigue siendo placentero? Porque ahora comenzás una gira de 14 meses.
—Pero piensa que uno no vive en el placer, instalado en el placer ni en la complacencia. Detrás hay trabajo, y no hay que olvidarlo: cada quien se esfuerza para hacer bien su trabajo y yo me esfuerzo también para hacer bien el mío. Y en este trabajo hay momentos de felicidad y hay momentos de esfuerzo, hay momentos alegres y hay momentos dolorosos, hay de todo. La vida es una conjunción de todos estos acontecimientos.
—¿A qué argentinos admirás?
—Argentina me ha dado mucha información musical, muy buenos ejemplos de música, grandes artistas. Y me ha dado, por encima de todo, extraordinarios y maravillosos amigos, algunos de los cuales afortunadamente aún puedo disfrutar. Otros, lamentablemente, se han ido quedando a lo largo de la vida, los he ido perdiendo. Y con eso uno tiene que bregar: con lo que tiene, con lo que perdió, con lo que le queda y con lo que todavía puedes aspirar a alcanzar.
—¿En Argentina visitás a esos amigos?
—Me visitan ellos a mí, los visito a ellos, nos encontramos en lugares neutrales (risas). Hacemos todo lo que podemos. También nos vemos en Barcelona o en cualquier otro lugar del mundo donde podamos coincidir. Es curioso, pero buena parte de mis amigos tienen que ver con la música, con la pintura, con el dibujo o con el cine, gente relacionada con el mundo artístico, y nos podemos encontrar en muchos lugares. Normalmente nos encontramos para comer: la comida nos une mucho.
—Tenés algunos restaurantes. La comida une, igual que la música.
—Sí. La comida aparte de ser una necesidad, que es importante que no le falte a ningún ser humano, es un placer. Y también es una prueba de la culturalidad de la gente, es un acto cultural: cocinar, comer y vivir alrededor de la mesa.
—La familia, ¿qué lugar ocupa?
—La familia es el ámbito más íntimo de una persona, creo que de la mayoría de la gente, ¿no?
—¿Cuántos años llevan ya con tu mujer?
—Era muy pequeña: ella era un bebé (risas).
—¿Era mayor de edad?
—Por ahí andaría… Estaba en el límite. Llevamos 41 años.
—Y con la música, 52.
—Con la música, toda la vida. Llevo 52 años de profesional; quiero decir, haciendo música, viviendo de la música y trabajando exclusivamente dedicado a la música. Pero yo creo que la música va conmigo desde que nací, desde que empecé a escucharla y desde que empecé a sentirla. Desde que cantaba con mi madre haciendo las camas de casa o escuchando los programas musicales de la radio.
—¿Y a quién le fuiste más fiel: a la música o a las mujeres?
—Soy un caballero…
—¿Tu mujer es celosa?
—A estas alturas del partido si mi mujer se pone celosa me preocuparía seriamente. Yo sí que me puedo poner celoso.
—¿Sí?
—Sí. Es muy linda.
—¿Es celoso Joan Manuel Serrat?
—No, soy… No. Los celos son una enfermedad terrible, no llevan a ningún lugar.
—Un poquito.
—Hombre, cuando amas siempre te pican… Pero los celos en sí son enfermizos, son una enfermedad.
—¿Le cantás a la familia?
—¿Quieres decir si les he escrito canciones?
—No, escrito estoy segura de que sí.
—No, no estés tan segura.
—Yo reclamaría, eh.
—Alguna cosa hay. Pero no excesivas, no. En casa nos gusta la música a todos, es decir, todos los integrantes estamos cerca de la música, tocamos algún instrumento y nos divertimos con la música. La música para nosotros es emoción, es cultura, es relación; pero por encima de cualquier cosa, es algo que nos une.
—¿Imaginabas este mundo hace 52 años, cuando empezaste a cantar profesionalmente?
—No, no me lo imaginé nunca. Yo he vivido siempre de mi oficio. (Y con) mi vida, no diría muy al día, pero sí sabiendo que todo es relativo, que todo es aproximado y que todo es provisional. He vivido tratando de sobreponerme a lo efímero de todo, viviendo sin hacer grandes proyectos, pero que cada cosa que hiciera formara parte de un todo, como una pieza de un rompecabezas, que se apoyaran unas cosas en otras.
—¿Cómo se hace para manifestarse, para opinar públicamente como siempre has hecho, y no ser utilizado políticamente?
—Esto es imposible, es imposible… La utilización es un riesgo en el cual estás metido. Uno está siempre expuesto y siempre hay gente dispuesta a manipular, a utilizar. Por eso uno ha de tratar de equivocarse lo menos posible, a pesar de que uno se equivoca bastante.
—Pero así y todo nunca dejaste de poner la voz y el cuerpo a las causas o las ideas con las que acordás.
—Lo he puesto siempre a las mías: son mis ideas. Coinciden con las de otro, o no. Y se producen afecciones y desafecciones en ese sentido. Pero uno ha de estar preparado a estas cosas.
—"Mediterráneo", por ejemplo, es un tema que a todos nos encanta, y acompaña muchas veces mensajes que tienen que ver con la causa de los refugiados.
—Me siento feliz de haber podido colaborar con una causa y de seguir colaborando porque es un problema latente, y no resuelto en absoluto, el de esta gran crisis migratoria que estamos viviendo sobre todo en los países del Mediterráneo. En los países de África y de Asia de la zona mediterránea se están produciendo desde hace años unas situaciones terribles, que provocan la migración de la gente: gente que se va de la tierra, tiene que huir de la guerra, de la muerte, del hambre. Y huir de la tierra donde han nacido, donde han crecido. Y buscar un lugar donde meter la vida. Gente que cuando sale buscando una mano que les ayude a encauzar esta vida, lo que encuentra son barreras, alambradas, fronteras y piratas que los despojan justamente de todo, del dinero, de sus recuerdos, de su dignidad, de todo. Y esta es una situación terrible que se vive en el Mediterráneo sin que los países poderosos hagan lo más mínimo para solucionar este problema.
Que es un problema absolutamente de lesa humanidad, que está dejando entre otras cosas miles y miles de muertos en el mar, víctimas de accidentes ocasionados por inexpertos que navegan en barcas que los piratas les suministran a precio de oro pero que no van a ningún lado; lo único que van es al fondo. Vivimos una situación muy trágica. Y poner la canción al servicio de la lucha contra esto me parece maravilloso. Pero la situación no es en absoluto satisfactoria, la situación es muy dramática.
—Hay algo de lo aleatorio, de dónde nacemos. El que nace acá, el que nace en España, el que nace en Suiza o el que nace en África: de por sí, ya venimos con distintas condiciones frente a la vida. Hay algo muy impactante en eso.
—Evidentemente. E injusto, es injusto. Porque en esto, siendo una cosa absolutamente natural que se produzca, lo que no es natural es que no seamos capaces de colaborar en situaciones de diferencias tan brutales como las que se producen. Ayudar a que la gente reencuentre una ubicación a su vida. Siempre serán inmigrantes, siempre serán exiliados, siempre será gente de afuera. Al menos en una primera generación. Pero siempre se les podrá dar una mano porque la gente es capaz de vencer todas las dificultades y de adaptarse, con tal de que sus hijos crezcan y tengan un lugar donde puedan proyectar un futuro.
—Fuiste exiliado. ¿Cómo fuiste recibido en Latinoamérica?
—Muy bien, pero yo fui un exiliado de alto standing. Primero, porque era un universitario. Segundo, tenía un oficio con el que podía vivir. Tercero, me encontré con unos países de adopción que jamás pusieron en duda mi derecho a estar vivo, a trabajar o a sentirme integrado en estos sitios.
—Y después, cuando nosotros nos exiliamos, fuimos para allá también.
—Sí, también. Esto siempre lo he repetido: a veces no ha sido recíproco el trato que han encontrado un exilio y otro exilio. Siempre he tratado de recordar a los españoles cómo fueron tratados cuando en diferentes épocas tuvieron que sufrir el exilio, del hambre de la política, porque hay exilios por diferentes causas, y cómo fueron reconocidos, recibidos, y cómo deberíamos todos reconocer y recibir.
—¿Ser un poco más amigables?
—Más generosos. Y sencillamente, con ser justos bastaría.
—¿Cómo ves a esta Latinoamérica?
—Es un tiempo muy cíclico en todo. Incluso lugares histórica y culturalmente consolidados, con siglos de tradiciones y de cultura; pues incluso ahí están pasando situaciones muy inseguras. Bueno, América es una tierra joven en la que todavía estas cosas se manifiestan más y los ciclos son más cortos. Pero hay que aprender de la historia, hay que aprender a leerla y hay que aprender a integrarse en lo que se nos plantea constantemente. Yo la veo siempre con curiosidad: creo que la vida es dinámica y que en la vida pasan cosas. La vida es una combustión y estamos ahí para no verlo nunca con mirada de costumbre.
—¿Imaginaste alguna vez, en alguna canción, un presidente como Donald Trump? ¿Lo podías soñar?
—(Risas) No, pero bueno, Trump es un caso concreto y excesivo. Pero hemos tenido dos Bush también. Hemos tenido actores presidentes y no es el primero Trump. Ya estaba Reagan, y Schwarzenegger gobernador de California; cualquier cosa es previsible. Trump es lo que se ve. Pero lo importante no es Trump, lo importante es lo que ha hecho posible que Trump sea presidente de los Estados Unidos. Y no es el azar.
—Si pienso en las dictaduras de ambos países, en este paralelismo entre españoles y argentinos, España en un momento creció muchísimo más allá de las crisis que tuvo, y Argentina no llegó a crecer así.
—Cada lugar es un lugar, cada tiempo es un tiempo: las circunstancias han sido distintas. Y es cierto, España tiene una época en la que las circunstancias llevan a este crecimiento, un crecimiento un tanto de burbuja también. Probablemente es que este crecimiento que se produce hasta el año 2007 es un crecimiento que tiene detrás una farsa económica tremenda que provoca el derrumbe también económico de instituciones muy consolidadas de Estados Unidos, y que arrastra toda una crisis del sector financiero que se lo lleva todo por delante. Y una crisis que pagan, como siempre, los más desfavorecidos.
—Te escuché decir: "Defiendo mi punto de vista y no entiendo que el que tenga otro sea mi enemigo".
—No necesariamente. La diferencia ideológica, la diferencia de pensamiento, dentro de una relación de respeto es siempre digna. Benito Juárez decía que el respeto al derecho ajeno es la paz. Y esto es lo que tiene que ser. Y creo que la pluralidad de pensamiento siempre enriquece a una sociedad y que el pensamiento único la empobrece.
—Pensando esto en la Argentina, ¿qué mirada tenés de la famosa grieta que intenta ponernos de un lado o del otro?
—Pasa desde hace bastante tiempo, no es algo reciente. No es una fractura que sitúa a la gente de un lado o de otro de una manera absoluta, sino que entre este blanco y negro hay toda una tonalidad de grises. Desde luego, que exista esta tonalidad de grises no es necesariamente malo, lo malo es que alguien, por pensar distinto de otra persona, sea condenado al ostracismo. Es decir: "Yo ya no quiero saber nada de ti porque no piensas como yo". Esto es realmente grave.
—¿Podés tener amigos con distintas posiciones?
—Sí, perfectamente. Lo que no se puede es comulgar con alguien… Con el absolutismo.
—¿Te dolió haber recibido críticas cuando te manifestaste respecto del referéndum y la situación en Cataluña?
—Uno está expuesto. Cuando uno se manifiesta la crítica a lo que tú piensas está ahí adelante. No me manifiesto en la certeza de que me van a aplaudir todos, habrá quien no esté de acuerdo y tiene todo el derecho a opinar lo que quiera. Quizás en estos momentos la existencia de mecanismos que permiten la descalificación de una manera automática y brutal desde el anonimato es lo más desagradable porque no existe más que unas casillas y una posibilidad de difusión brutal de todo esto.
—Todo se ha vuelto blanco o negro, todo es extremo.
—Bueno, hay blancos y negros, y son ellos los que llevan las batutas de estas descalificaciones. Yo, francamente, no conozco ningún ser humano pensante en serio que no entienda que hay otro que pueda pensar diferente a él. O al menos, yo no lo trato mucho. Conozco, sí; veo y escucho gente que dice cosas de estas. Pero no comparto este criterio.
—Has defendido y difundido muchísimo el idioma catalán, muchos en Latinoamérica nos acercamos por tu obra.
—Mira que hay catalanes en América. Los catalanes han hecho muchas cosas. Sin ir más lejos, aquí, en Buenos Aires, cuando llegué había un centro catalán maravilloso donde había una Margarita Xirgu que fundó teatros. Había todos unos referentes culturales catalanes maravillosos que trabajaron de forma muy solidaria con los argentinos.
—¿Ese amor sigue intacto?
—Yo soy catalán, qué voy a hacer (risas). Para mí es algo esencial.
—Hoy ya sos un ciudadano del mundo.
—No, no. Yo soy catalán como me crecen las uñas: no puedo negar que me crecen las uñas. Para ser del mundo hay que empezar siendo muy provinciano: solamente los provincianos pueden ser ciudadanos del mundo.
—Hoy, en muchos lugares hay movimientos vinculados a las mujeres, la pelea por nuestros derechos y el feminismo. ¿Qué opinas del tema?
—Que es bueno que haya gente inteligente. El camino a recorrer en este sentido todavía es largo… Hace ya 100 años que la mujer adquirió el derecho a votar; son cuatro días, hace dos minutos. Y hay lugares en los que todavía no lo tiene. El camino todavía es muy largo, la desigualdad es notoria, los sueldos siguen siendo diferentes para el mismo trabajo. El respeto sigue siendo diferente según el género. Hay un camino muy largo a hacer. Y creo que los hombres, la masculinidad, tiene mucho que decir en este sentido.
—¿Sos feminista?
—No tengo necesidad de catalogarme. Yo amo a las mujeres por mi experiencia desde mi casa hasta mi otra casa, hasta mis niñas. He tenido una madre maravillosa, una esposa estupenda y unas hijas adorables. Necesariamente amo a la mujer solamente por lo mucho que me ha dado a lo largo de la vida.
—En la Argentina estamos debatiendo o intentando debatir la despenalización del aborto. ¿Qué opinas al respecto?
—En defensa del ser humano el aborto tiene que ser despenalizado. Solamente un aborto bajo la tutela de la administración vale. Porque si no es colocar a las mujeres en una situación de indefensión. Es colocar su drama, los dramas personales de alguna mujer, en una situación de indefensión absoluta en manos de delincuentes, en manos de mafias, en manos de basura. Someterlo todo a designio divino de una gran hipocresía, de una falsedad absoluta. Y además creo que cada mujer es dueña absoluta de su cuerpo y que debe hacer lo que su conciencia le diga, su cuerpo y su vida. Una mujer que renuncia a su maternidad, algún problema hay detrás de esto, algo le ocurre, y creo que merece por encima de todo la solidaridad de su sociedad, de su entorno, y la normalidad del discurrir de las cosas.
—Has cantado con la gente más maravillosa, las canciones más bellas, escrito los poemas más hermosos. ¿Hay algún sueño pendiente?
—Nunca pude jugar en la primera del Barcelona (risas). Ya lo doy por perdido.
—Un picadito podría llegar a ser…
—Los he jugado.
—¿Ah, sí? ¿Con la primera del Barcelona?
—Sí, todo esto ya. Pero no, en serio: siempre me quedé con los veteranos y cosas de estas. Que siempre son situaciones insuficientes, son cortas.
—¿Qué pasó con el encuentro frustrado con Mauricio Macri?
—Tengo un recuerdo durísimo de aquella mañana (muestra la rodilla que se lastimó en su habitación del hotel).
—¿No hubo una intención particular de no asistir?
—No hubo ningún desaire. Porque primero faltó información, y segundo, sobró dureza…
—¿No fue una cuestión ideológica?
—No. No tengo nada que decir en este sentido, no quisiera hacer crecer algo que no existe.
—¿En una próxima visita puede llegar a suceder?
—No tengo la menor idea. Mi futuro no sé por dónde andará.
—En octubre va a ser en Buenos Aires, porque ya se agotaron las entradas al Gran Rex.
—Esperemos que sí. De momento, mi compromiso está en el Gran Rex.
—¿Qué pasa si hablamos en cinco años y salió todo maravilloso? ¿Cómo te voy a encontrar?
—Cinco años más viejo, esto es lo único seguro.
—¿Cantando?
—Ah, no tengo idea. Sería estupendo porque querrá decir muchas cosas, más allá de cantar o no cantar, porque para cantar hace falta salud, hace falta energía, hace falta ilusión. Hace falta tener a quién cantarle.
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