domingo, abril 29, 2018

Joan Manuel Serrat, trovador y comerciante





Joan Manuel Serrat, trovador y comerciante

Enric Vila 
Foto: ACN 
Barcelona. Domingo, 29 de abril de 2018

Joan Manuel Serrat nació en diciembre de 1943, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de girar a favor de los aliados, pero poca gente era capaz de preverlo. El padre era un anarquista barcelonés que había estado afiliado a la CNT, mientras que la madre era una costurera de Belchite, un pueblo que quedó arrasado por la Guerra Civil y que Franco prohibió reconstruir.

La familia, incluido un hijo que el padre había tenido con otra mujer, vivía en una calle de mala muerte del Poble Sec, que Serrat describe en una canción bastante conocida. Casi delante por delante, vivía Jaume Sisa, que también ensayaba en casa. Dicen que cuando Serrat oía que Sisa desafinaba, sacaba la cabeza por la ventana y, haciendo temblar la ropa colgada en los balcones, gritaba: "Calla, niño"!.

Hasta 1949, la calle de Serrat estuvo dedicado a Francesc de Cabanyes, creador dels miquelets i combatiente heroico en la batalla de Montjuïc. Las tropas de Franco no entraron en Barcelona el 26 de enero por capricho y un buen día la calle pasó a llamarse poeta Cabanyes. El hecho que Serrat pasara por alto un cambio tan sutil, a pesar de la bandera que hacía de su barrio, ilustra el papel político que sus omisiones jugaron en algunos momentos de su carrera.

Si Lluís Llach se hizo famoso cantando que la independencia era imposible porque los españoles eran malos, Serrat musicó con gran talento el olvido de las tragedias del pasado. Descubierto por Salvador Escamilla, que dirigía un programa de música en directo muy famoso, empezó cantando en catalán en un momento que la lengua del país se identificaba con la democracia por la persecución que sufría de la dictadura.

Serrat empezó componiendo canciones de una sencillez despierta y genuina, que tenían el mejor de la sequedad de Aragón y lo mejor de la sensualidad erótico-festiva de Barcelona. Su capacidad para captar el latido poético de la vida de la gente sencilla, en una Catalunya todavía lastimada por la historia, le dio un éxito inmediato. Encuadrado en el mundo de la Nueva Canción, cuando empezó a cantar en castellano ya era un artista consolidado, que prometía estar a la altura de los mejores del mundo.

En 1968, cuando había colocado algunas canciones en los primeros lugares de las listas de ventas españolas, Serrat sacó el primer tema en castellano. Inmediatamente la dictadura lo escogió para representar España en Eurovisión. Bilingüe puro (su madre le hablaba en castellano), se encontró en medio del fuego cruzado y decidió que no actuaría si no podía hacerlo en catalán, cosa que el régimen no aceptó.

Durante los años setenta, sobrevoló el conflicto político musicando poetas españoles republicanos, como Machado, y basándose en el antifranquismo de cariz catalanista, que cada vez era más influyente. Participó en el encierro de Montserrat, durante el cual compuso Mediterráneo, curiosamente uno de los éxitos más importantes que tendría en castellano. Más tarde, pasaría un año exiliado en México por criticar el proceso de Burgos, cosa que debió contrinbuir a alejarlo de la cultura catalana.

A medida que el castellano cogió fuerza en su universo, Serrat fue perdiendo la sencillez trovadoresca de los primeros temas en catalán y se fue volviendo más hortera e ingenioso. Eso también contribuyó a hacerle perder buena parte del público que lo había impulsado cuando empezaba. Cómodo con la fama y el poder, él mismo se fue respondiendo a pregunta que tanto lo había ofendido cuando estalló la polémica de Eurovisión: "¿Serrat, quieres ser un artista internacional o un artista provinciano"?

Con la victoria de Felipe González, puso banda sonora en la España socialista, que se creía que había bastado con dos gin-tonics y un golpe de estado fallido para dejar atrás el franquismo. Militante del PSC, se movió durante unos años en el entorno de Raimon Obiols y la rivalidad con el pujolismo también contribuyó a distanciarlo del país. Sentimental y orgulloso, hizo el resto de su carrera por su cuenta, dejándose amar, pero sin acabar de empatizar con nadie.

A partir de los años noventa, cuando los amigos del mundo artístico se le empezaban a morir, alargó la carrera dando conciertos con viejas glorias de la música española como Miguel Ríos, Víctor Manuel o Joaquín Sabina, el único heredero decente que ha dejado. Después de Material Sensible (1989), hizo discos malísimos, como Sombras de la China, pero los conciertos le permitieron mantener viva la leyenda en una época en la cual la mayoría de cantautores de su generación ya habían sido olvidados.

Tendero, disciplinado y seductor, con una intuición y una capacidad adaptativa que le permite adelantarse a los cambios medio segundo antes de que se vuelvan irreversibles, ha hecho todo lo que ha podido para triunfar y para defenderse de la decadencia y del olvido. Toda su vida está en sus canciones. "Ya tienes el amor", un tema del disco Mô, del 2006, es una buena muestra que la inspiración no se pierde nunca del todo. También pone de manifiesto que, si se hubiera proyectado al mundo desde su país, su música habría evolucionado hacia resonancias mediterráneas menos folclóricas y hacia un cosmopolitismo más abierto.

En el 2010 sacó el último disco en castellano, La orquesta del Titánic, y ahora ha reunido todos sus discos en catalán en una antología. Con su heroísmo habitual, siempre calculado, ha criticado tanto el referéndum del 1 de octubre como la persecución política del independentismo. Símbolo de una España que va camino de desaparecer y de una Catalunya que se siente transportada de nuevo a las dinámicas del franquismo, su última operación comercial no deja de tener gracia.


https://www.elnacional.cat/es/vidas/perfil-joan-manuel-serrado_262839_102.html

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