Las raíces aragonesas de Serrat,
El cantante, que actúa en el Auditorio, tiene antepasados en Belchite, vivió en las Delicias y Jaca, y es Hijo Adoptivo de Zaragoza
Antón CastroZaragozaA
21/06/2018
Joan Manuel Serrat vuelve a Zaragoza con el Mediterráneo en los labios: con la canción, con el disco, que está resucitando en una gira, 47 años después, y envuelto en ese aroma y ese mundo de incitaciones. Serrat, descendiente de Belchite por parte de madre, siempre regresa a Aragón. Aquí tiene raíces profundas: épicas, de polvo, viento, niebla y sol, dolorosas y festivas.
En una ocasión, en una extensa entrevista para HERALDO, confesó: “Mi madre era de Belchite. Mi abuelo era secretario del juzgado y lo mataron durante la Guerra Civil. Bueno, lo mataron las tropas nacionales a él, a mi abuela y a 30 familiares más. Recuerdo perfectamente el primer día que fui a Belchite, con cinco o seis años, de la mano de mi madre. Me llevó en el tren de Utrillas en cuanto se atrevió a superar aquel recuerdo tan desgarrador. Había una iglesia derruida y un par de calles más. Recuerdo la acequia y el trayecto que había desde el pueblo a la tahona, adonde iba por el pan”. La imagen, terrible y de espejismo estival, hace pensar en un cuento de Gabriel García Márquez: ‘La siesta del martes’.
Serrat jamás ha podido desembarazarse de la huella de Belchite, que reaparece en su ‘Canción de cuna’ o ‘Canço de bressol’, sobre todo con una de sus jotas: “Por la mañana, rocío; al mediodía, calor; por la tarde, los mosquitos, / no quiero ser labrador”. Pero no solo visitó Belchite, sino el barrio de las Delicias, en Zaragoza. “Sí, pasé algunos veranos alternando las Delicias con Belchite. Tomábamos el autobús en el Coso y nos íbamos a Belchite. Recuerdo la carretera de Mediana. Cada vez que voy por ahí de bolos siempre recuerdo aquellos viajes por aquellas carreteras secundarias y por aquel paisaje que condicionó mi manera de sentir”. Agregó en otro diálogo: "Sobre todo, recuerdo la calle Santa Teresita, en el barrio de las Delicias de Zaragoza. Allí tenía su lugar mi tía, la hermana de mi madre. Hay chabolas que son hogares, y palacios que jamás lo serán. Esa casa fue mi hogar".
El paisaje aragonés, el catalán y la atmósfera mediterránea moldearon su forma de entender la vida, la sensualidad y la canción, que es una forma envolvente de sensualidad, añoranza y alegría. Él cantó a Antonio Machado, a Miguel Hernández, a Joan Salvat Papaseit, o a Mario Benedetti, en el disco ‘El sur también existe’. También vivió en Jaca, con su microclima de paraíso.
Lo contó así: “Estaba en la Escuela de Montaña. Tengo muy buenos recuerdos: solicité yo ese destino en el Centro Biológico Experimental, como becario del CSIC. Quería aprovechar el tiempo y allí coincidí con compañeros maravillosos con muchas ilusiones hacia un proyecto de investigación. Jaca era una ciudad muy bella. Tengo maravillosos recuerdos de las mujeres, en términos de sensibilidad, sensualidad, ternura, sexo y alegría. La mujer ha sido decisiva en mi vida. Y en la canción”.
En Aragón ha cantado en muchas ocasiones. En el Principal, en el Auditorio, al que vuelve. Y aquí tuvo un amigo muy especial: José Antonio Labordeta, que encarnaba para él la integridad, la capacidad de comunicación y el compromiso. Le atrapó como cantante y como ciudadano de una pieza. Con Juana de Grandes y con muchos amigos, Serrat estuvo en la Aljafería envuelto en emoción en la despedida al Abuelo. Y luego con otros cantautores participo en el III Congreso de la Fundación Labordeta, en 2017. En el Paraninfo, con la ayuda de Agustín Sánchez Vidal, Ana Marquesán y el artista Paco Simón, se implicó en una exposición de homenaje a Miguel Hernández, a quien le dedicó un segundo álbum.
Apoyó con su presencia y su voz la muestra, en el Palacio de Sástago, ‘Hay tierras al este’, por amor a Aragón y por amistad con el presidente Javier Lambán. Aprovechó para cantar algún tema y actuó en el programa ‘Canal Saturno’, que conduce Gabriel Sopeña en ‘Aragón Televisión’. El 8 de octubre de 2016 fue distinguido con el título de Hijo Adoptivo de Zaragoza. Y el año pasado, cuando Agustín Sánchez Vidal recibió el Premio de las Letras Aragonesas, allí estuvo él, vestido de oscuro, sonriente y con una mochila negra al hombro. Hubo un momento en que, avanzada la noche, se levantó, abrazó y saludó a muchos amigos en el Gran Hotel y salió como si le estuviera el escenario para entonar, de nuevo, ‘Mediterráneo’, el cuento cantado de nuestras vidas desde hace casi medio siglo.
https://www.heraldo.es/noticias/ocio-cultura/2018/06/21/las-raices-aragonesas-serrat-1250601-1361024.html
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