Una gran odisea por el Mediterráneo
Joan Manuel Serrat revisa su exitoso disco publicado en 1971 ante un entregado Teatro de la Axerquía en un recital que aliña con otros grandes clásicos de toda su carrera
Una gran odisea por el Mediterráneo
F. J. CANTADOR
14 Julio, 2018 - 02:31h
Joan Manuel Serrat hizo navegar ayer a Córdoba por su particular y mágico Mediterráneo, cual capitán de un barco llamado Teatro de la Axerquía, con una fiel y cómplice tripulación encabezada por Ricard Miralles (piano), Josep Mas Kitflus(teclados), David Palau (guitarras), la virtuosa Uixi Amargós (viola), Vicente Climent (batería) y Tomás Merlo (eléctrico y contrabajo), y con miles de pasajeros entregados a unas melodías únicas. El noi del Poble Sec, el mítico cantautor, compositor, actor, escritor, trovador, poeta y músico cogió el timón de un recital único, con mayúsculas, para quien tuvo el honor de vivirlo y sentirlo, demostrando que con él para la ternura siempre hay tiempo
Serrat inició ese recorrido por aguas de emociones tranquilas y entregadas a la causa revisitando aquel su octavo LP de estudio, el más reconocido, ese que despachó en 1971, el tercer mejor disco de la historia de la música española del siglo XX -según la revista musical Rockdelux-, y lo inició haciendo lucirse a su tripulación con un medleyinstrumental que fue un repaso a las melodías de Mediterráneo y que como perfecto canapé fue preparando a los pasajeros para degustar lo que vendría después. A partir de ese momento, una a una fueron cayendo como salvavidas para esas emociones las canciones que integran ese LP: Qué va a ser de ti, Vagabundear, Barquito de papel, Pueblo blanco, Tío Alberto, La mujer que yo quiero, Lucía, Vencidos y Aquellas pequeñas cosas, para concluir esa revisión con un reprise -vamos, lo que viene siendo una repetición- de Mediterráneo.
Y con esta última, las palmas de los pasajeros del Teatro de la Axerquía ya echaban humo en agradecimiento por los sentimientos prestados y convencidos, como así fue, de que Hoy puede ser un gran día, uno de los hits o grandes éxitos con los que el capitán aliñó esa revisión más contemporánea de ese su Mediterráneo, un lugar mítico al que ha decidido volver -47 años después de que viera la luz en disco- a modo de Ulises enfrascado en su particular Odisea, quizás porque su niñez sigue jugando en la playa de ese mar que también lo ha hecho nuestro -de todos- y quizás porque recuerda que escondido tras las cañas duerme el recuerdo de su primer amor, un Mediterráneo del que lleva su luz y su olor por dondequiera que vaya, mientras que amontonado en su arena guarda amor, juegos y penas.
El primo Nano de Joaquín Sabina le ofreció a los pasajeros de ese barco que capitaneaba por el Mare Nostrum lo que en el fondo estaban deseando, que les agitasen la memoria con una banda sonora fundamental para reconocerse en ella por su hondo sentido existencial y poético. Y como mago de la música y letra hizo carne la voluntad del respetable y ofreció esa banda sonora repleta de clásicos que han acompañado a generaciones, como ese Cantares inspirado en la poesía de Antonio Machado que es una lección de vida, de cómo enfrentarse a lo que ha de venir sin bajar los brazos: Caminante, son tus huellas el camino y nada más / Caminante, no hay camino, se hace camino al andar / Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar / Caminante no hay camino sino estelas en la mar.
El capitán Serrat consiguió cual encantador de serpientes -con esos históricos temas clásicos- que el respetable fuera partícipe de su Fiesta y que se llegara a poner en la piel de aquella bella Penélope -no la de la Odisea de Homero, esa esposa desesperada que ansía la vuelta de un marido navegante seducido por los cantos de sirena- sino de aquella otra Penélope que con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón y su vestido de domingo lleva décadas sentándose en un banco en el andén y esperando a que llegue el primer tren meneando el abanico. Volvió a dejar claro que tiene Algo personal contra esos hombres de paja que usan la colonia y el honor para ocultar oscuras intenciones, que tienen doble vida y son sicarios del mal; e incluso tomó prestado ese Tatuaje que popularizó Concha Piquer, porque todo buen marinero que se precie debe llevar el suyo.
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