sábado, marzo 30, 2019

Miguel Hernández: cartas a Pablo Neruda y García Lorca

Miguel Hernández: cartas a Pablo Neruda y García Lorca

Con autorización de la Editorial Edaf, publicamos tres cartas del español a García Lorca, Pablo Neruda y Josefina Manresa

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME
Madrid, España / 30.03.2019 03:30:28

A Federico García Lorca

Orihuela, 10 de abril de 1933

Admirado poeta amigo:

Le escribí hace mucho pidiéndole elogios, aunque ya se los había oído para mi “Perito en lunas”. Y aquí me tiene usted esperándolos —entre otras cosas.

He pensado, ante su silencio, que usted me tomó el pelo a lo andaluz en Murcia —¿recuerdaaa?—, que para usted fuimos, o fui, lo que recuerdo que nos dijo cuando le preguntamos quién era uno que le saludó. “Ese —dijo uno de los de: ¡adiós!, cuando les vemos—”. Y luego “me escriben muchas cartas a las que yo no contesto”. ¿Puedo estar ofendido contigo?

Perdone. Pero se ha quedado todo: prensa, poetas, amigos, tan silencioso ante mi libro, tan alabado —no mentirosamente, como dijo— por usted la tarde aquella murciana, que he maldecido las putas horas y malas en que di a leer un verso a nadie.

Usted sabe bien que en este libro mío hay cosas que se superan difícilmente y que es un libro de formas resucitadas, renovadas, que es un primer libro y encierra en sus entrañas más personalidad, más valentía, más cojones —a pesar de su aire falso de Góngora— que todos los de casi todos los poetas consagrados, a los que si se les quitara la firma se les confundiría la voz. Por otra parte, aquí, en mi pueblo —¡pueblo mío!—, donde al que me gritaba: Yo te he comprado un libro creyéndole bueno y me has dado arpillera, yo he leído a Campoamor... ¡Ea!, decía yo: 

Ved los periódicos de Madrid pronto, he quedado en ridículo, porque de toda la prensa madrileña, solo Informaciones se desvirgó hablando de mis poemas por el pico de Alfredo Marqueríe, diciendo cuatro burradas. 

El tío, antes de decir: ¡Qué burro soy!, dijo: ¡Se ha extraviado el poeta, se ha oscurecido! Por otra parte, en mi casa soy el cristo de los cinco sampedros: me niegan la mitad del pan; me niegan, padre y madre y sus hijos, como hijo de aquéllos, como hermano de éstos; les avergüenza el que haga versos; no quieren darme vestidos nuevos, y hasta a los pantalones viejos que tengo no les quieren poner remiendos, que amordacen rotos proclamadores de nalgas mías. 

Hoy mismo, hoy, me han escondido la llave del huerto para que pudiera entrar en él. Y yo he saltado a la torera la tapia, no la valla, y aquí, en este chiquero de abril, aquí, donde ha tenido el suyo Perito en lunas este estío, bajo esta higuera, que dilataba hasta sus pámpanos mi carne de acordeón semejante a una palmera degollada, aquí le escribo esto desesperado, desesperado. Me alegran las noticias que leo —de prestado— de los triunfos que se suceden, que se suceden. ¡Me alegran! y le envidio. El otro día he visto en El Sol la crítica de un libro de romances. 

El crítico dice que al pronto resuena la voz suya, pero que soplo a primera vista. Yo, nada más por el ejemplo que pone allí de romance, adivino en ese Félix no sé qué un plagiador casi. Federico: no quiero que me compadezca; quiero que me comprenda.
 

Aquí, en mi huerto, en un chiquero, aguardo respuesta feliz suya, y pronto, o respuesta simplemente; aquí, pegado como un cartel a esta tapia, detrás, de la cual viven padres pobres, con tantos hijos y tan poca casa, que, para que los niños no vean los orígenes de su fabricación, el comienzo de sus hermanos, se salen al callejón a reanudarse las noches más empinadas. 

Un abrazo, 

Miguel Hernández.


A Pablo Neruda 


Madrid, 26 de junio de 1939 

Querido Pablo: Tal vez por [el periodista chileno] Juvencio [Valle], y por el embajador de tu país en Madrid, donde me encuentro detenido varios meses, sabrás de mí y en qué situación estoy. 

Es de absoluta necesidad que hagas todo cuanto esté en tu mano por conseguir mi salida de España y el arribo a tu tierra en el más breve espacio de tiempo posible. 

Pon en movimiento todo tu interés y tu cariño por mí que me hacen falta enormemente y rápidamente. Conmigo habrán de salir mi mujer y dos amigos nuestros. Preocúpate enseguida de esto. 

No olvides que nuestra situación es bien difícil. Sabré de ti por la embajada, desde donde harán el favor de venir a comunicarme cuanto resuelvas. Me acuerdo como nunca de vosotros. Te necesito como nunca. Da un gran abrazo a Delia y tú recibe otro. 

Miguel Hernández. 




A Josefina Manresa 

Madrid, 12 de septiembre de 1939. 

Mi querida Josefina: Esta semana, como las anteriores, llega martes y no ha llegado tu carta. También empiezo a escribir ésta para que me dé tiempo a echarla después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte hoy. 

Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. 

Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme. Prefiero lo primero y así no hago más que eso, además de lavar y coser con muchísima seriedad y soltura, como si en toda mi vida no hubiera hecho otra cosa. También paso mis buenos ratos espulgándome, que familia menuda no me falta nunca, y a veces la crío robusta y grande como el garbanzo. 

Todo se acabará a fuerza de uña y paciencia, o ellos, los piojos, acabarán conmigo. Pero son demasiada poca cosa para mí, tan valiente como siempre, y aunque fueran como elefantes esos bichos que quieren llevarse mi sangre, los haría desaparecer del mapa de mi cuerpo. ¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches y toda clase de animales, sin libertad, sin ti, Josefina, y sin ti, 

Manolillo de mi alma, no sabe a ratos qué postura tomar, y al fin toma la de la esperanza que no se pierde nunca. Así veo pasar un día y otro día, esperanzado y deseoso de correr a vuestro lado y meterme en nuestra casa y no saber en mucho tiempo nada del mundo, porque el mundo mejor está entre tus brazos y los de nuestro hijo

https://www.milenio.com/cultura/laberinto/miguel-hernandez-cartas-pablo-neruda-garcia-lorca

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