04/10/19
Este es Serrat sentado en un parque madrileño poco antes de que se muera Franco tocando una guitarra. Serrat. El que toca la guitarra es Serrat. En un parque madrileño. Franco se morirá haciendo otras cosas. Heces de melena, por ejemplo. Pero el barcelonés toca su guitarra sentado sobre el bordillo de un banco de madera (y hierro) ante una audiencia de grillos, saltamontes, gorriones y una mosca. Una mosca nada voraz. Gorriones llenos de melancolía. Grillos y saltamontes muy insectos y muy suyos.
Este es Serrat sentado en un parque madrileño, poco antes de que se muera Franco, tocando una guitarra. Con comas. Mejor así.
Joan Manuel canta en catalán en un Madrid de posguerra interminable, un Madrid que no sabe que está esperando a que se muera de una vez Francisco Franco
Pues bien, Joan Manuel canta en catalán en un Madrid de posguerra interminable, un Madrid que no sabe que está esperando a que se muera de una vez Francisco Franco, un Madrid acabado en dé y también, por ejemplo, en mi barrio, o casi. Un Madrid visitado por Serrat porque le han contratado para tocar en el Parque de Atracciones de la Casa de Campo, en un recinto donde décadas atrás los amigos de Franco luchaban o hacían como que tal porque querían hacerse con Madrid para convencernos de que la guerra se acababa por la gracias de Dios. Del Dios mayúsculo de la gente de orden y posibles y militares salidos del pasado mal dirigido, mal digerido, de España.
Serrat canta unas canciones en catalán y otras en castellano. Un gorrión baila y la mosca palmea con dificultades y silba salerosa, negruzca pero salerosa. El otro gorrión está cagando. De los grillos y los saltamontes, ya sólo quedan dos grillos y un saltamontes suizo. Joan Manuel grita un poquito, sin llegar a desafinar, como si estuviera de parto, siempre de parto. Huele a yerba, avant la lettre. No hay un alma en el parque, sólo la del cantante y autor barcelonés. Cantautor Serrat. Para la posteridat.
Recapitulemos. Este es Serrat cantando para una audiencia formada por él mismo, un saltamontes suizo, dos grillos, una mosca y dos gorriones. También llegan hormigas. Muchas. Pongamos trece. Trece hormigas laboriosas, muy ocupadas, que apenas pueden escuchar los gorgoritos urbanos del cantautor barcelonés llegado a Madrid para dar un concierto al aire libre y de pago. Barato, pero de pago. Una hormiga se está orinando. Las otras doce no. Serrat canta ahora en catalán. Su guitarra suena en catalán. La hormiga que meaba ha dejado de mear. Es de noche y es fiesta.
La juventud de Serrat es tal que lleva seis horas cantando y ni se cansa ni nada. Seis horas. Tres en castellano, dos en catalán y la otra ni fu ni fa. Se dice pronto seis horas. Son las cosas de este joven Serrat que ya es más del Barça que Kubala. Ahora canta el himno de su equipo de fútbol. Las hormigas regresan todas a su agujero. Un gorrión se ha muerto. Llueve. Joan Manuel deja de cantar, guarda la guitarra en la funda que estaba bajo el banco. Se levanta. Llora. Se va. El saltamontes suizo, los dos grillos, la mosca y el gorrión vivo se quedan como estaban unos segundos. Le piden otra al cantante. Otra, otra, otra. Pero el cantante ya no está en el parque madrileño de un barrio madrileño que no sabe que el cantante ha estado ahí mismo, sentado en un banco cantando durante la cuarta parte de uno de los días anteriores al día en que Franco se morirá por completo.
Años después, yo vi a Serrat en el Parque de Atracciones de la Casa de Campo en Madrid. Algunas de sus canciones las cantó en catalán. No vi a ningún grillo. Tampoco a saltamontes alguno, pero sí a dos gorriones que volaban por encima del escenario acompañados por una mosca. Hormigas no había. Franco ya había sido enterrado. La vida estaba delante de mí, inconfundible. Eran los mejores tiempos musicales de Joan Manuel, quizás cantara Canción infantil... para despertar a una paloma morena de tres primaveras. No puedo acordarme. Lo que sí sé es que para vivir sólo vale la pena vivir.
Ojalá pudieras leer alguna vez este cuento, Serrat. Te quiero mucho, de verdad.
Tengo entendido que si yo hubiera o hubiese escuchado las canciones de Serrat en catalán le hubiese sentado en este cuento en un banco bajo un cerezo en flor.]
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