Yo descubrí el rock en español cantado por mexicanos”
Publicado 29 noviembre, 2019
Por Mauricio
Por Víctor Roura
Notimex
[Ya no compone como antaño, pero Joaquín Sabina no dejará, nunca, de ser una celebridad en el arte roquero hispano. El músico español nacido en Úbeda hace 70 años retorna a México, junto a Joan Manuel Serrat, para ofrecer, en una primera etapa, dos conciertos (este viernes 29 y el sábado 30 de noviembre) en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Esta plática es un resumen de diversas conversaciones con Sabina en los momentos en que aún no era atrapado en las redes de la industria mediática mexicana, por lo que sus palabras tienen todavía la cálida resistencia de los viejos hornos eléctricos…]
Joaquín Sabina dice que no es sino hasta la década de los noventa cuando piensa en editar un libro con sus poemas:
-Hay muchas cosas que se quedan fuera de las canciones. Que no llegan a conformarse como tales. De ahí que me naciera la idea de poner todo esto bocabajo y publicarlo. Verlo reunido como está escrito. Sin corregir. En plan collage. Un libro dentro de la estética del rock. Sin orden ni concierto. Todo caótico. Una cosa mezclada con otra. Eso me gustaría. Pero sólo eso. No me pondría a hacer una novela, o un cuento. Me gustaría enseñar ese tipo de caos que hay en mi cajón de cosas escritas en los últimos diez años.
-Porque no cree estar haciendo literatura, seguramente.
-Lo mío es el rock -enfatiza Sabina, quien ya tiene en su cuenta personal un puñado de poemarios, el primero de los cuales se editó en 2001 en la prestigiada colección española “Visor de Poesía”.
Como en el boxeo
Pues, hablemos de rock.
-En los conciertos masivos la gente aplaude lo que sea…
-Cierto. Me molesta que en el rock no pase como en los toros, en el futbol o en el boxeo. Cuando el torero está mal se le pita y se le patea. Cuando no merece la oreja, no se le da. Cuando no se mete un gol, no se gana el partido. Y cuando el boxeador está mal, pierde. En el negocio del rock no ocurren estas cosas. El público está tan manipulado que tú puedes estar muy mal y tener un gran éxito. De hecho, desde que vendo muchos discos siempre tengo aceptación en los conciertos, aun si no estamos en nuestras noches. Eso es horrible. Si me aplauden igual cuando estoy bien que cuando estoy mal, entonces yo ya no creo nada.
-Ocurre como con la música clásica…
-Claro. Siempre hay media hora de aplausos. Me gustaría que nuestro público se volviera como el de teatro, que chifla, pita y patea cuando no sale bien una obra.
No pertenecerle a nadie
-¿Con quién se reúne Sabina en España? ¿Con Luis Eduardo Aute, Víctor Manuel…?
-Con Aute hay una relación de hermandad. Antes, mi mejor amigo era Javier Krahe, otro cantante español [1944-2015]. Pero a Aute lo veo aproximadamente cinco veces a la semana. Además hay un plan de hacer un disco juntos y de realizar una gira latinoamericana juntos. Lo que pasa es que no coinciden nuestros tiempos [situación finalmente cancelada por la intervención de Serrat, otro gran amigo de Sabina].
-Krahe es el de la canción del hombre blanco que habla con lengua de Serpiente…
-Eso.
-¿Y Víctor Manuel?
-Tengo poca relación. Es otro tipo de artista. Siempre está en su casa. Creo que Víctor Manuel nunca ha estado en un bar. Dicho esto sin la menor crítica. Está en su perfecto derecho. No creo que haya que ubicarlo necesariamente en un bar, sólo que yo no podría vivir sin ellos. Nada más.
Ríe con ganas Sabina. Y prosigue:
-Con Aute es otra onda. Es igual que yo. Se acuesta a las seis de la mañana. En la noche se pone a escribir o a tocar la guitarra. En cambio Víctor Manuel es un artista mucho más a la antigua usanza. Más en su casa. Yo tengo una suerte, que además, viéndolo bien, es una desventaja: por un lado estoy cerca de los grupos de rock y por otro con los cantantes cinco años mayores que yo. Me gustaría conservar los dos extremos. Porque ambos me gustan mucho, pero a veces hay problemas. Porque los cantautores dicen: “Sabina es demasiado roquero”. Y los roqueros dicen: “Sabina es demasiado cantautor”. Como en la política. Los comunistas decían: “Es que tú eres demasiado anarquista”. Y los anarquistas: “Es que tú eres demasiado comunista”. Por eso yo siempre he estado donde no le pertenezco a nadie. En el terreno de nadie.
El peligro de las modas
-¿Se sostendrá el rock por una buena temporada ahora que está en una etapa donde entra hasta en los condominios conservadores?
-A mí la moda no me gusta nada. Porque la moda consiste en vestir a la gente y a mí me gusta desnudarla. Pero si tantas veces el poder nos utiliza a nosotros, también podemos nosotros alguna vez utilizarlo. Recuerdo en España cuando de pronto vino la moda del nuevo rock, de la nueva ola. Nosotros lo utilizamos a nuestro favor. Antes, en España no había sitios dónde tocar, los grupos no podían vivir de su trabajo, ni aprendían su oficio, no había circuitos. Pero se convirtió en moda y los músicos salieron de las catacumbas, ocuparon las calles, empezaron a tener un público, a desempeñar su trabajo con más o menos libertad, dignidad, periodicidad…
Reflexiona uno, dos o tres segundos para sí.
-Pero las modas son peligrosas ?continúa?, porque te convierten en objeto de consumo. Ahora tengo en España un público muy joven. A veces les veo la cara cuando estoy tocando y no sé por qué vienen a verme. Creo que lo mismo les da verme a mí que a cualquier otro. Me cuentan que aquí en México la gente que va a ver un grupo de rock serio es la misma que puede ir a ver a Timbiriche. Eso es muy peligroso. Aunque, por supuesto, prefiero que vean a Timbiriche y a un grupo de rock que sólo a Timbiriche. Si el grupo de rock es lo suficientemente inteligente como para sacarle partido a la situación, lo hará. Pero es complicado. A nosotros, por ejemplo, nos apoyaron los socialistas. De pronto pensaron que en España había un tremendo voto joven y que ese voto no iba a ningún partido. Entonces empezaron a organizar conciertos de rock masivos gratis en todas las ciudades españolas. ¿Qué pasó? Que nosotros en ese primer momento nos dejamos utilizar porque sabíamos, antes que nada, que era el primer gobierno de izquierda de España en 50 años. Por dentro sabíamos, o intuíamos, que, como todos los gobiernos, luego nos darían la espalda; pero en un primer momento no podíamos aguarle la fiesta a la gente. Apoyamos. E inmediatamente después que los socialistas ganaron las elecciones, comenzamos a tocar contra ellos. Contra la OTAN. Contra el Mercado Común. A favor de la Huelga General. Creo que es una experiencia que aquí se podría aprovechar.
-Quizás la diferencia sea que en México el rock fue, y es, adoptado por la televisión.
-No creo eso. Recuerdo que la primera vez que oí el rock, incluso antes que a Elvis Presley, fue con Enrique Guzmán y los Teen Tops…
-He ahí precisamente…
-Sí, bien, ya lo sé, pero yo descubrí el rock and roll en español cantado por mexicanos hace mil años. Sé que aquí no les tienen el menor respeto. Pero en España es otra cosa. Miguel Ríos hace un programa sobre las estrellas del rock y el primer invitado es Enrique Guzmán…
-Porque Miguel Ríos no vivía en México. Esos grupos fueron otra cosa. Eran los primeros en darles la espalda a los jóvenes. Artistas condescendientes, frágiles, ahora cómicos. Lo que dice es otra cosa…
-Sí. Lo sé. Y sé que ahora Enrique Guzmán se ha convertido en un artista de Las Vegas. Pero fueron los primeros que lo hicieron. “Ahí viene la plaga” o “El rock de la cárcel”, todo eso lo escuché por los mexicanos. No sé si eran de la televisión, pero estoy seguro de que eso lo aprendieron de los barrios…
-No, fue en sus respectivas residencias.
Sabina quiere hacer una exclamación, pero se controla.
-Hay quienes se van por otros rumbos, sí, como Mick Jagger…
-Así es, absolutamente. Pero Keith Richards, no ¿dice Sabina?. Richards sigue teniendo ese lado satánico. Creo que cualquier madre de familia, a estas alturas, estaría encantada de que su hija se casara con Keith Richards, pero no con Mick Jagger. Quiero decir que en los Rolling Stones se ven sólo dos individuos. A Jagger y a Richards. Y Jagger siempre ha sido una escultural supervedette. Desde siempre. No creo que en este sentido haya ninguna diferencia entre Mick Jagger y Verónica Castro. Son supervedettes. Pero la Castro no se puede ni remotamente comparar con Keith Richards. Porque este señor pertenece al lado oscuro de la vida. Sigue ahí, a pesar de los miles de millones que tiene.
El público, sagrado
Cambiamos un poco el tema.
-¿La prensa ha tenido importancia para el desarrollo del rock en España?
-Sí, pero ha sido, en mi opinión, una prensa excesivamente militante y sectaria. Cada revista apoyaba a un cierto sector. Unas eran heavies, otras de nueva ola, otras de vanguardia. Hacían exclusiones, como las iglesias. Si no comulgabas con algún género, estabas fuera. Yo, por ejemplo, no he comulgado con ningún tipo de historias. Me he andado en la libre. Por lo tanto era blanco de esas revistas. Que si yo tenía más años que tal, que si era amigo de los cantautores, que esto y lo otro. Como si yo fuera un usurpador que estaba cogiendo un lenguaje de rock que a ellos les pertenecía. Lo que ellos no supieron, y no lo saben, es que efectivamente soy un usurpador. Cojo y uso al rock porque me da la gana. ¿Qué pasó? ¿Que en el rock también va a haber Academias, exclusiones? No. Ni hablar. Creo que el rock es el terreno de la libertad. Y ahí hay que moverse. Frank Zappa es un buen ejemplo de cómo utilizar cualquier terreno. Sea el que sea. Y resulta que los señores de la prensa española han sacralizado al rock. El rock para ellos es una iglesia. Y no. La cosa no va por ahí…
—¿El músico puede llegar a ser capaz de diferenciar o de caracterizar a sus públicos?
—El día en que al músico no le interese sus públicos, debe retirarse en ese momento. Creo que es la única razón que uno tiene para subirse al escenario. Sólo que la comunicación con la gente la obtenemos de otra manera, porque los públicos no tienen caras. Se expresan de otro modo: aplaudiendo o gritando. Nosotros podemos, sí, detectarlos. El público es sagrado. Y no es una frase. Es verdad. Es con lo único que uno cuenta.
JOAQUÍN Sabina con su entrañable amigo Joan Manuel Serrat.
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