martes, diciembre 03, 2019

Los años de Serrat en Argentina: “Cante, cante, flaco”





Los años de Serrat en Argentina: “Cante, cante, flaco”

Se cumplen cincuenta años del primer concierto del cantautor barcelonés en Latinoamérica. Un encuentro que marcará su trayectoria personal y artística. Un libro de la periodista argentina Tamara Smerling reconstruye esta relación

CARLES GÁMEZ
03/12/2019 06:00 | Actualizado a 03/12/2019 07:29

En el otoño de 1969 el rostro de Serrat, “un soñador de pelo largo”, se asoma por primera vez al Canal 9 de Buenos Aires. El representante artístico Alfredo Capalbo ha conseguido romper la resistencia del empresario y director de la cadena Alejandro Romay, reticente ante la imagen “zarrapastrosa” del cantautor a ojos del directivo. “El joven de pelo largo, patillas gruesas y un par de lunares en la mejilla cantó un tema y el público lo miró de reojo. En la segunda canción, el seseo de su entonación llamó la atención de golpe: lo aplaudieron fuerte. Sobre el tercer tema, la pequeña platea estalló en jubilo”.

Serrat forma parte del imaginario sentimental de los argentinos, como Maradona, Gardel, Mafalda, Cortázar o el Che Guevara

La periodista argentina Tamara Smerling revive aquella primera irrupción de la figura del cantante en los hogares del país en su libro Serrat en la Argentina. Cincuenta años de amor y aventuras (Planeta Argentina), la crónica de este vis-a-vis entre cantante y país a lo largo de medio siglo. “En principio, creo, este arraigo se debe a que Joan Manuel Serrat llegó en un momento muy convulsionado para la Argentina: unos pocos meses antes de su arribo, en 1969, se produjeron revueltas populares y sociales como el Cordobazo o el Rosariazo y, si bien estábamos en tiempos de dictadura –por entonces, Juan Carlos Onganía–, se palpaba una efervescencia cultural, social y política muy importante. Serrat no fue ajeno a ese fenómeno: se metió de lleno.”

Después de un verano enfebrecido por las plazas de toros y salas de fiestas de España presentando los versos de Machado, un álbum que sorprendentemente consigue colocarse a la cabeza de los discos más vendidos, Serrat emprende su primera gira por Latinoamérica. Como primera parada, una participación en el Festival de la Canción de Río de Janeiro con la canción Penélope cocinada a medias con Augusto Algueró, un compositor ajeno a la cultura serratiana pero que acabará sellando una de sus canciones más celebradas.

Sus discos apenas han comenzado a distribuirse en la mayoría de los países que está a punto de visitar y su figura resulta desconocida para el público del otro lado del Atlántico. Primero Argentina, y después México, acabarán convirtiéndose en los vértices de una tournée que se alargará casi medio año. En su presentación en el Teatro Bellas Artes de México a finales de 1969 es saludada por la crítica como el “embajador de una nueva España” en un país con una importante presencia del exilio republicano español.

Pero Serrat no es sólo el abanderado de esa canción de acento poético y crítico que se apoya en los versos de un poeta antifranquista como Machado, es también el baladista que enamora a las jóvenes adolescentes con canciones como Tu nombre me sabe a hierba o Penélope. Un intérprete “transversal”. “Es esa transversalidad –señala Tamara Smerling– una de las cosas que más curiosidad me dio a la hora de investigar para este libro”.

Tan pronto llegaba, era como un oráculo, le preguntaban por todo: por la economía, por el nuevo presidente, por qué el Boca perdió la Libertadores...

“En su regreso a la Argentina en 1983, después de sus años de ausencia a causa de la dictadura, en la platea del Luna Park podían convivir desde un cantautor comprometido y de izquierda como Víctor Heredia y un periodista de derechas, muy reaccionario, como Bernardo Neustadt. Lo que no quitaba que este último fuera silbado por el público”, relata Smerling.

El pasado 2 de noviembre Serrat, en compañía de Joaquín Sabina y la gira No hay dos sin tres, volvía a cantar en Buenos Aires. Desde aquella primera llegada al aeropuerto de Eceiza en el otoño de 1969 se han sucedido los encuentros con el público argentino en medio de periodos convulsos y citas electorales. De gobiernos peronistas, liberales o reformistas. “En cuanto llega a la Argentina, independientemente de la época o la crisis, es consultado por los salarios de los docentes, la marcha de la economía local, el nuevo presidente o por qué el Boca perdió en la Libertadores, como si fuera una suerte de oráculo, de vigía, en medio del camino” señala Smerling en esta comunión entre cantante y sociedad argentina.

Durante la dictadura y el periodo de represión y muerte que produjo, las canciones de Serrat actúan a modo de bálsamo o sostén. Canciones que se bordan en los pañuelos por parte de las presas que esperan un futuro incierto. Temas como Para la libertad o Pueblo blanco que se convierte en una metáfora trágica de todos esos muertos y desaparecidos durante la dictadura. “Todos los años de dictadura fueron de ahogo, de escuchar álbumes a escondidas, de la confiscación de sus discos, de censurarlo en las radios. Incluso hay testimonios de que, en los centros clandestinos de detención, mientras se torturaba a los secuestrados, les hacían oír sus discos, con la clara –y perversa–certeza de que era la música que escuchaban esos jóvenes”.

Con esas manos de quererte tanto/ pintaba en las paredes Luche y vuelve”. La historia de Serrat y la Argentina tendrá también su punto de l eyenda y mito en la crónica de la canción Montonera, una composición dedicada a una muchacha militante del grupo armado Montoneros asesinada por la dictadura militar. El cantante nunca llegará a grabarla, aunque una versión en directo grabada en Cuba acaba en un disco clandestino distribuido durante los Mundiales de Fútbol de 1978 por parte la resistencia montonera.

El mito, y los secretos, en torno a una canción que nunca grabó, La Montonera, me persiguen desde hace algunos años” señala la periodista Tamara Smerling. “Es una canción bellísima, y que representa muchísimas cosas para los argentinos, fue tocada en el exilio, frente a decenas de refugiados y sin embargo, todavía pesa un gran misterio”. La composición es incluida en el documental Cazadores de la utopía (David Blaustein, 1995), una película que cuenta la historia del movimiento Montoneros cuando se cumplen los veinte años del golpe militar. La banda sonora está firmada por el músico Litto Nebbia, que arregla la canción para su edición discográfica. El CD con la banda sonora del documental nunca verá la luz y sus copias serán destruidas por orden de Chiche Aisenberg, el representante de Serrat en la Argentina.

Medio siglo después, aquel muchacho de aspecto “zarrapastroso” que cantaba al amor con sabor a hierba ha acabado formando parte del imaginario sentimental de varias generaciones de argentinos donde se mezclan, Maradona y Gardel, Mafalda y Cortázar, el Che Guevara y por supuesto, Serrat. Los nuevos protagonistas de un remozado Cambalache, aquel tango que Serrat recuperaba como una prueba más de esa pasión correspondida entre uno y otro lado del Atlántico. Un público que desde hace cincuenta años no ha dejado de decirle: “Cante, cante, flaco Serrat”.

Foto 1: Joan Manuel Serrat en Buenos Aires durante su gira del 2003. (REUTERS/ARCHIVO)

Foto 2: Serrat con un grupo de niños argentinos en Córdoba en 1984 ('SERRAT EN LA ARGENTINA'/PLANETA)

Foto 3: Portada del libro de Tamara Smerling, 'Serrat en la Argentina'. (PLANETA)

Foto 4: El cantante en la portada de la revista argentina 'Siete Días' en 1970 ('SERRAT EN LA ARGENTINA'/PLANETA)

Foto 5: Tira de la serie 'Mafalda' de Quino publicada en 1973 coincidiendo con una visita de Serrat a Argentina ('SERRAT EN LA ARGENTINA'/PLANETA.)

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