Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, siempre vigentes
3 febrero, 2020
En tiempos de música por streaming y plataformas no deja de ser noticia la salida de un disco físico y mucho menos si casi coinciden en bateas argentinas nuevos álbumes que visitan y homenajean las obras de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, dos próceres de la canción que por estas horas despiden su tercer encuentro “No hay dos sin tres”.
Con “Hijos del Mediterráneo”, placa emblema de Serrat y de la música popular iberoamericana desde su irrupción en 1971, y del doble CD “Ni tan joven ni tan viejo. Tributo a Sabina” donde un variado elenco estético relee la obra de Joaquín, se aprecian atractivas aproximaciones a este par de gigantes de la canción de autor que en definitiva funcionan como una celebración de la mágica conjunción de melodías y textos con consistencias.
Así, mientras Serrat (76) y Sabina (rumbo a los 71 que cumplirá el próximo 12), dan los últimos conciertos de “No hay dos sin tres” (la tercera cita conjunta que tuvo se estreno en noviembre en Buenos Aires y a la que le quedan dos noches en Madrid), sus creaciones adquieren nuevos significados en manos de artistas más jóvenes.
Aunque ambos son genios y figuras de sus reconocidos repertorios, el ejercicio de que ese cancionero sea abordado sin ellos permite una aproximación que lo refresca, lo aleja del peso legendario de sus hacedores y habilita una valoración diferente.
Apenas con Andrés Calamaro (como solista y como parte de Los Rodríguez) y Amaral como las dos únicas figuras repetidas en las 34 piezas de ambos materiales, se aprecia el peso de unas obras esenciales que admiten lecturas diversas.
Por orden de salida -tanto en España como aquí- el primero de los volúmenes en aparecer fue “Hijos del Mediterráneo”, una iniciativa del músico y compositor Amaro Ferreiro, quien convocó al músico y compositor Ricky Falkner y entre ambos urdieron un entramado sonoro que remite a los climas del material original.
Sobre esa atmósfera familiar y a partir del mismo orden en la nómina de canciones, hubo una cuidada y feliz elección de cada intérprete, empezando por el uruguayo radicado en España Jorge Drexler que abre el juego asumiendo “Mediterráneo”, por la versátil Amaral entonando “Aquellas pequeñas cosas” y por el pulso romántico y ligero de Xoel López para “La mujer que yo quiero”.
Otras voces importantes de la nueva escena española de la canción hacen suyos himnos emblemáticos en un maridaje que resulta, tales los casos de Depedro con “Pueblo Blanco” e Iván Ferreiro con “Tío Alberto”.
El personalísimo aporte de Andrés Calamaro en torno a “Lucía” es más disonante que las visitas de Miren Iza (“Qué va a ser de ti”), Santi Balmes (“Vagabundear”), Silvia Pérez Cruz (“Barquito de papel”) y Josele Santiago (“Vencidos”) que completan un material que burla el paso del tiempo por la eficacia de cada tema y las inspiradas versiones.
En febrero de 2018, antes de empezar a presentar un espectáculo basado en “Mediterráneo”, Serrat contó a Télam que aquel “fue un trabajo que hice con la idea del mar como puente, como difusor de cultura y como nexo de unión de pueblos”
“Lo escribí -recordó- en un tiempo en que estaban ocurriendo cosas fundamentales como los hechos de Mayo del 68 en Francia, la imagen del hombre nuevo en América Latina y la revolución de Praga; todas cosas que tienen mucho que ver entre ellas y que cambian la concepción del tiempo y de la función del hombre en el tiempo. Consciente o inconscientemente, con victoria o con derrota, esos sucesos forman parte de las obras de quienes hemos hecho cosas en todos esos años porque provocaron el cambio de usos y costumbres, la relación entre los hombres y las relaciones entre hombre y mujer”.
En tanto, el más reciente “Tan joven y tan viejo” reúne a 38 variopintas voces puestas no ya a repetir obedientemente el decálogo sabinero sino a usar esa impronta que celebra los excesos como atractivo trampolín para regalar un recorte del cantautor de su época.
A distancia de otras tres celebraciones que mereció esa producción de más de cuatro décadas y una veintena de placas (a cargo de mujeres, de artistas cubanos y de cultores del flamenco), aquí está la evidencia del impacto de una obra que atravesó el tiempo, los géneros y las edades.
Y es por ello que a las canciones de Sabina las toman, las usan y muestran sus potencialidades, músicos de diversas corrientes y tendencias en un abanico capaz de contener desde Alejandro Sanz, Vanesa Martín y Pablo Alborán a Bunbury, Los Rodríguez y Leiva.
En esa variedad apabullante y tal vez contradictoria es donde, sin embargo, asoma el carácter superior de un repertorio capaz de interpelar desde tan disímiles ropajes.
De las 25 estaciones propuestas en el álbum doble con cada quien produciendo su momento destaca la reunión de Los Rodríguez para una versión de “Princesa” que, cuenta la leyenda de la banda de Calamaro, Roth y Vilella, fue la primera pieza que ensayaron al reunirse para formar el conjunto.
Como rareza también llama la atención la contracara femenina de “19 días y 500 noches” producida por Javier Limón y en la voz de Travis Birds (“conmigo fue así/dijo que era su media naranja/y se puso a exprimir”) y las sombrías visitas de Bunbury y Pablo López a “Donde habita el olvido” y “Quién me ha robado el mes de abril”, respectivamente.
Otros puntos altos los aportan Manuel Carrasco (“La canción más hermosa del mundo”), Robe (“Calle Melancolía”) y las duplas Amaral-Manolo García (“Con la frente marchita”), Rubén Pozo-Lichis (“Pongamos que hablo de Madrid”), Fito & Fitipaldis-Coque Malla (“Ruido”), M Clan-Alejo Stivel (“A mis cuarenta y diez”) y Marwan-Kany García (“Nos sobran los motivos”).
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