jueves, febrero 27, 2020

Valorar la vida


Valorar la vida

JUAN GERARDO SAMPEDRO
27.02.2020

Entendí tarde que los tiempos para todos se acortan, sobre todo cuando se comienza a vislumbrar que hay una barranca hacia allá aunque no percibamos que tan profunda, lejana o cercana se halla. Pero está y su precipicio, al parecer, no tiene límites. Apenas estuve revisando una entrevista que le hacen en una de esas plataformas de Youtube a Joan Manuel Serrat, el catalán del mediterráneo que puso música a los versos imborrables de Miguel Hernández y de Antonio Machado. Ahí externó que hay mucho de engañoso en aquello que dicta el tango de que “veinte años no es nada”. Son muchos, ha pasado el tiempo sin que nos hayamos dado cuenta. Sí, lo leí de un poeta: “hace cinco minutos tenía quince años”

Comprendo la angustia de Violeta Parra y su afán por “Volver a los diecisiete” o la de José Agustín Goytisolo en “Palabras para Julia”: la vida empuja como un aullido interminable, interminable...

Así han corrido los ciclos, como los autos de moda sobre las carreteras que describía, metafóricamente, Ernesto Cardenal.

No me arrepiento de haber desdeñado muchas cosas por preferir otras más. Se elige en función de lo que se rechaza, es cierto. En otras palabras, cada cual sabe cómo perder el tiempo, también una “sabia virtud”, Renato Leduc.

Lo que pasa es que hay un momento en que se ve lo fútil que se ha quedado atrás, irremediable.

Hay un tiempo para mirarse en el espejo; hay otro para ya no hacerlo.

¿Qué se recuerda de la infancia?

Aquí va el asunto: trabajo ahora, pese a una migraña casi eterna, en una serie de textos de narrativa cuyo personaje central ha crecido educado por un padre que aborrece el dinero. ¿No son acaso poco comunes en el mundo real?

Y es que no hay peor trama (y drama) que las personalidades que niegan sus orígenes. Crecieron en un medio hostil, de carencias y de pronto comienzan a obtener algo y se vuelven locos, voltean la cara y sólo miran hacia arriba. Su vaciedad nadie la llena, eso lo saben y les duele.

Qué mejor no tener nada, irse hacia la barranca como se llegó al principio.

Entonces no queda más que valorar el tiempo, dedicarse a lo que medianamente se puede, es encomiable.

En la imaginación (siempre resalto la imaginación por sobre muchas cosas) hay que darle la mano a estos personajes que miran hacia atrás sin petrificarse.

Como lo he consignado: los infelices, los acomplejados, ya tienen un lugar en el infierno.

No podrían estar mejor que ahí.


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