Paula Palacios: “‘Cartas mojadas’ es una visión global de la migración pocas veces tratada en una sola
película”
En septiembre se presentó el Pacto Europeo sobre Migración y Asilo, un conjunto de normas que deberán aplicarse en la Unión Europea y los estados miembros entre 2021 y 2027. Estas endurecen aún más la situación de las personas migrantes y refugiadas. Paula Palacios ha dirigido una emotiva y esclarecedora película documental, Cartas mojadas, donde podemos ser testigos de la cruda realidad.
En la web de Cartas mojadas hay una petición pública que se puede firmar, para pedir al Gobierno de España que no respalde este pacto migratorio y proponga “una política migratoria humana y de acogida“. Para ello se ha creado el hashtag #NoaEstePactoMigratorio.
Tras el estreno de Cartas mojadas, ¿cómo son las reacciones que estás recibiendo por parte del público?
Recientemente se ha estrenado en Murcia y Cartagena, pero a pesar de que en el sur ha tenido un estreno más flojo por la pandemia, el recibimiento es importante ya que es el quinto documental más taquillero del 2020. A pesar del Covid ha ido muy bien. Pero, claro, no ha ido de la misma manera en toda España. En Andalucía se ha visto un poco menos y esperamos reestrenarla en mejores condiciones.
Para quien no haya visto aún Cartas mojadas ¿Por qué es recomendable verla? ¿Cuál es su mensaje?
Es una visión global de la migración que pocas veces hemos tenido la oportunidad de ver en una sola película. En 81 minutos se resume bastante bien por qué y de dónde huyen las personas migrantes, cómo lo hacen por mar y cómo las acogemos al llegar a Europa. Además tiene un acceso exclusivo a bordo de uno de los guardacostas libios y también nos permite ver uno de los episodios más vergonzosos de acogida en las calles de París. Así que es bastante completa. Es una película que a los que saben mucho del tema les va a sorprender bastante la parte de Libia, el enfoque de la película con la voz narrativa, y también la parte de París. Y a los que no conocen tanto, que es una manera de englobar los últimos años de la crisis migratoria en el Meditarráneo de una manera poética y sin muchos datos, para entender la situación.
La película tiene también ese trasfondo del Pacto Europeo sobre Migración y Asilo y el trabajo que estáis desarrollando, por ejemplo, a través de vuestra web para hacer una petición pública al Gobierno de España para que no respalde esta iniciativa. ¿Cómo va esta tarea?
Va muy bien. Sobre todo porque estamos incidiendo para que sea fundamentalmente el mundo de la cultura, el público de fuera también, el que apoye esto, ya que se lanza desde un documental, y que sea una respuesta realmente a la ciudadanía. No estaba prevista esta acción, sino que vino a raíz de las reacciones que yo veía que tenía el público en las salas desde que estrenamos en octubre. La gente me decía que le había llegado mucho la película, pero me preguntaba, “¿y ahora, qué?”. Y decidimos dar una herramienta, ya que casi a la vez que se estrenaba la película, a finales de septiembre salió esta propuesta del Pacto Migratorio por parte de la Comisión Europea, y vimos que era una manera para que el público que está viendo la película traduzca sus sensaciones en una firma.
Toda obra artística, como Cartas mojadas, tiene una intención de perpetuarse en el tiempo y de transmitir un mensaje. En esta ocasión, la película busca ofrecer un trabajo audiovisual de calidad y dar la oportunidad de que se conozca lo que ocurre en el ámbito de la migración, ¿verdad?
Sí. La intención, efectivamente, era llegar a la gente con un tema que se ha tratado muchas veces pero, quizás, desde un punto de vista más informativo, menos poético. Parece que nos da miedo abarcar esta historia como si no pudiera haber belleza dentro del drama. Para mí era muy importante esta parte, mostrar esa belleza de algo dramático. Es lo que más está impactando a la gente y lo que más está ayudando a que el mensaje trascienda. Muchas personas me dicen que por momentos olvidan que es una historia real, creen que es una ficción, con los drones que vemos en Libia, los primeros planos que se ven a bordo de cualquiera de los barcos, tanto el Open Arms como los libios…, pero hay un momento en que te reconectas y ves que es una historia real. Ahí es donde considero que el mensaje se ha conseguido transmitir, cuando impacta más y ves que lo que estás viendo es real.
Además, ayuda la película a vivir el drama de la migración desde dentro, tan acostumbrados como estamos a seguirlo a través de los medios de comunicación y desde nuestras casas. Y tú lo has vivido desde dentro para exponérnoslo con gran realismo desde una visión cinematográfica.
Sí. Para mí era muy importante meterme donde han estado ellos, en Libia, y también en los guardacostas libios, porque nadie había estado ahí. Desde esos ángulos se mostraba también la perspectiva que tienen las personas que huyen. La película se desarrolla un 90% en el mar y un 10% en tierra. Digamos que los momentos que suceden en tierra, en Libia y en París, que son origen y destino, son tan violentos que nos ayudan a entender la razón por la que esas personas se ponen en esa situación de riesgo, metiéndose en esas barcas de madera y de plástico tan precarias. A veces les culpamos a ellos por embarcarse en un viaje tan difícil en esas condiciones, y al ver las dificultades por las que pasan donde huyen y cómo les acogemos en Europa les entendemos mejor.
Europa es la tierra prometida de estas personas que huyen del drama. Pero pronto se dan cuenta de que la realidad no se corresponde con sus sueños. Muy mal tienen que estar en sus países como para desarraigarse de esta manera y asumir riesgos tan grandes.
Claro. Esa es la idea con la que cualquier persona que escuche el testimonio, por ejemplo, de la mujer quemada en Libia, no puede quedar indiferente, y pensar que en esa situación no haría lo mismo.
¿Cómo llevaste tu trabajo entre tanto dolor? ¿Cómo es el proceso de regresar a tu realidad después de ver el sufrimiento tan cercano?
Siempre digo que cuando uno tiene este tipo de imágenes tan importantes entre manos, sobre todo lo de Libia, que nunca había salido, una misión de las más dramáticas del Open Arms, es más una sensación de responsabilidad. No me permitía estar pensando en cómo estaba yo, sino más concentrada en contarla bien. He estado muy pendiente de eso. Está siendo más duro, quizás, ahora, desde que la película se estrenó. Ya es, digamos, de todos, y yo la estoy redescubriendo, y estoy recordando esos momentos. Ahora me parecen impensables. Además, en mi vida personal han pasado cosas como que en Libia estaba embarazada, y no lo sabía (me enteré al volver). Pasé todo el montaje de la película embarazada. Ha sido un año y medio de muchísimos cambios. Terminar la película, ser madre… Ahora es cuando estoy dándome cuenta de lo que ha pasado. Lo estoy viviendo con más sensibilidad.
Las Cartas mojadas son una bella metáfora creada a partir del drama de las personas que mueren ahogadas en el mar.
Sí. El título me parece muy metafórico. Al final se entiende perfectamente lo que quiere transmitir. Pero también tiene ese mensaje que no todo el mundo capta de la suerte, del destino, que se nombra a lo largo de la película con la palabra carta, esos naipes que aparecen y que reflejan algo a lo que siempre le he dado mucha importancia. Cómo puede ser que en Occidente nos creamos con unos derechos que no hemos elegido, sino que ha sido el destino el que nos ha hecho nacer aquí y no en otro lugar. No es algo que nos hayamos ganado. La palabra carta, en castellano, no en todos los idiomas, conlleva ese sentido que me parecía importante: destinos borrados, destinos ahogados, más allá de las cartas que vemos escribir a las madres.
https://gatropolis.com/cine/entrevistas-cine/paula-palacios-cartas-mojadas-vision-migracion/
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