"Tocar me mantiene vivo; a mi salud no le conviene dejar el escenario"
El artista acaba de visitar Andalucía con su gira 'Serrat 100x100', un concierto intimista acompañado al piano por Ricard Miralles · El repertorio, un buen puñado de canciones que ya forman parte del patrimonio español
G. Cappa Actualizado 27.04.2009 - 05:00
Joan Manuel Serrat acaba de hacer parada en Córdoba con la gira Serrat 100 x 100, para presentar una selección de ese repertorio envidiable de canciones que forma parte del patrimonio musical español. Canciones muchas de ellas antiguas pero inolvidables. "Hay una imagen que permanece en nuestra memoria y que seguimos viendo continuamente", explica el cantante de la permanente mirada socarrona, de la permanente media melena. Y de la sensibilidad inalterable.
-¿No se permite siquiera un Serrat al 99,9%?
-No, no. Después de una experiencia de mucha complicación instrumental, espectáculos de mucho impacto visual y de sonido, siempre me gusta regresar a un formato lo más instrumental posible, que es lo que buscamos en este 100 x 100. Es volver a la esencia de las canciones, pero no como un regreso a la fuente; simplemente para hacer otra cosa que como espectáculo y como experiencia es distinta. De alguna manera es incluso chocante. Lo comencé después del Serrat sinfónico y lo reinicio ahora, justo después de la gira con Sabina. El espectáculo que traigo ahora es diferente al Serrat 100 x 100 que traje hace unos años. Las canciones son distintas porque, afortunadamente, tengo un repertorio que me permite manejarme muy bien en este sentido. También el escenario es distinto, la línea argumental... Lo que sí tiene siempre un concierto que se hace a partir del piano, la guitarra y la voz es una intimidad, una comunión muy grande con la gente. Y las canciones las transmites en su esencia, sin olvidar nada de lo que haya podido enriquecerlas. Pero siempre hay un trabajo muy grande detrás de esta sencillez. Hay mucha elaboración.
-Parece que en la gira con Sabina le robó el verso "que el escenario me tiña las canas". No se toma usted ni un pequeño respiro.
-No, yo no dejo nunca de tocar, me mantiene muy vivo y tengo la posibilidad de seguir escribiendo y preparando historias independientemente de que siga en el escenario. No le conviene a mi salud dejar el escenario.
-No es su caso, pero ¿con la crisis tiene cierto miedo a un patio de butacas no tan lleno como acostumbra?
-Las cosas son como son, y como decía el torero, lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. Las cosas hay que aceptarlas como te puedan venir. Yo no he tenido nunca queja en este sentido y espero que sigan así. Pero, sobre todo, espero que esta situación de angustia que se vive sea por un lado lo más corta posible, pero por otra parte que nos enseñe todo lo que nos tiene que enseñar. No son buenas estas circunstancias pero sí aprender de ellas. Esta crisis tiene mucho que enseñarnos. Yo creo que esto no es sólo un accidente económico, sino que se ha producido una crisis muy profunda del modelo de sociedad y no podemos mirar para otro lado; tenemos que ver por qué hemos llegado a esta situación y saber en qué medida todos y cada uno podemos reconducir esto, no al lugar que nos llevó a esto, sino a un modelo de sociedad más sostenible, más equilibrado y sobre todo más humano.
-Lo bueno para artistas como usted es que parece que el corazón nunca entrará en recesión.
-Pero no es para los cantantes, los artistas o los poetas, es para toda la humanidad. Qué malamente iríamos si el control del corazón estuviera en manos de unos pocos. Lamentablemente ya están en manos de unos pocos algunas cosas que deberían estar en manos de unos muchos, y si no, en la decisión de unos muchos. El corazón, joder, ¡no lo limitemos a unos pocos! Afortunadamente, como dice el viejo proverbio, todos tenemos nuestro corazoncito.
-Nunca ha eludido temas mundanos y políticos pero sigue cayendo bien. ¿Hay una estrategia previa?
-No creo que haya un manual de instrucciones porque, si no, lo utilizarían los políticos. Porque aunque lo intentan, la ley de Murphy siempre es implacable con ellos.
-Como si habláramos de sus vinos del Priorato, ¿qué canción ha envejecido mejor?
-Hay canciones a las que el tiempo puede llegar a deteriorar mucho, y a algunas otras las empuja brutalmente fuera de circulación. Pero otras aguantan con el tiempo, seguramente las más sólidas.
-Un caso peculiar es Nada personal, una canción cuyo rostro protagonista parece que se renueva con el tiempo. ¿El último fue George Bush?
-Empezó con la cara de Reagan y Brézhnev, fue escrita directamente para ellos. Estos personajes aparecen sin parar, forman parte del panorama habitual. Seguirá valiendo esta canción mientras no se modifiquen los valores de la sociedad. No se trata tanto de personajes, de que uno sea más simpático o más guapo, sino de que se sustituya la forma de entender la vida, la problemática de las necesidades básicas, y de fomentar los valores, no fomentar sólo el consumo.
-Las caras que no cambian son las de nuestras Penélopes y Lucías personales.
-Bueno, en mi corazón tampoco cambian, como no cambian las caras de las personas que quiero. Se modifica lo que modifica el tiempo, pero hay una imagen que permanece en nuestra memoria y que seguimos viendo continuamente. No sólo en la memoria, la que vemos físicamente se corresponde con la de la memoria. ¿Pero sabe por qué? Suele ocurrir con las caras que no dejamos de ver nunca; sólo las caras que dejamos de ver en nuestra memoria son la que, cuando volvemos a verlas, cambiaron. Pero las que tenemos presentes, esas no cambian nunca.
-En la gira con Sabina, cantaba usted: "Y las mujeres me han dejado a mí". Y el público femenino, al unísono, protestaba, totalmente en desacuerdo.
-Es un juego entre ellas y uno. Pero es cierto que las mujeres suelen tener buen gusto. Aunque siempre hay algunas más fieles.
-¿Qué repertorio ha seleccionado en esta ocasión?
-Bueno, no son unos grandes éxitos, aunque hay grandes éxitos. Tampoco es una antología aunque hay algunas canciones antológicas. Es una veintena de canciones que se llevan bien entre ellas y conforman un concierto que tiene la pretensión, por encima de todo, de conmover, distraer, divertir, compartir, sonreír, llorar... Y que se le haga corto a la gente. Y a mí. Sí, porque si sólo va la emoción en un lado, mal rollo. Sólo si uno se conmueve puede conmover, sólo si uno se ríe puede hacer reír. Cuando la mecánica se impone al sentimiento, al cabo de un par de días huele.
-¿Qué significa entonces la palabra oficio, sobre todo en un artista como usted con casi 50 años en los escenarios?
-Antes de conmover tienes que estar tú conmovido. Ése es mi oficio.
-Dicen que el bautismo cultural de una persona es pegarse de corazón a un gran personaje. ¿Cuál fue su caso?
-Cuando salió mi primer disco me dijeron que era el Aznavour catalán. Pero uno va haciendo su camino.
-Siempre se dijo de usted que era el yerno perfecto. ¿Es ahora también el suegro perfecto?
-Bueno, soy un suegro muy respetuoso con las decisiones de mis hijos. Pienso que en su libertad está mi éxito. Si ellos no deciden de una manera sincera, el fracaso es mío porque no les he ayudado en su formación. Hasta la fecha estoy contento de los hijos y yernos y nueras que me han tocado en suerte.
-Pero, por ejemplo, seguir cantando Señora, la canción de un yerno golfete a su suegra, es casi una coquetería...
-Es un vacile. Pero un vacile muy divertido. Durante años me negué a cantarla, pero eran los años de la tontería, los años en que pensaba que era una coquetería. Me río mucho cantándola y a veces se la paso a otro simplemente cambiando un pronombre por otro. En vez de decir el famoso "ese amor soy yo, señora", lo cambio y canto "ese amor es él, señora".
-¿En qué quedó la carta de Noa sobre el conflicto palestino que le adjudicaron a usted?
-Fue una carta que tradujo un periodista uruguayo y alguien la retomó, poniendo mi firma. Internet tiene cosas maravillosas en cuanto a la libertad de expresión, pero una cosa jodida es que da una posibilidad de fraude y de anonimato. Es algo que se rectificó.
Imágenes e Información de: http://www.malagahoy.es/
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