lunes, junio 15, 2009

Todo pasa y todo queda


Todo pasa y todo queda
Serrat llenó el Palacio Valdés con las canciones de ayer que mantienen aún más viva su lozanía en el presente, ante un público entregado al cantautor

15.06.09 - ALBERTO PIQUERO

Ya lo declaraba Joan Manuel Serrat en las vísperas a EL COMERCIO, que no existen públicos, lugares o relojes distintos -por así decir, poco antes de que den las diez-, sino que cada hora es diferente y, en consecuencia, las canciones nacen cuantas veces vuelven a subir a la garganta.

Al menos, en su caso ese prodigio se cumple íntegramente, con letra y música, por más que ambas le resultaran al público que colmó el hermoso Teatro PalacioValdés, tan familiares como algunos episodios de su propia vida. Con la sonrisa inalterable que siempre antecede sus comparecencias, hilvanando las piezas del repertorio mediante su prosa poética del pueblo llano y sabio, urdiendo historias al modo en que debieron hacerlo los cantores de gesta o las coplas de ciego, íntimo, pleno de coña marinera y envuelto en esa elegancia que no se vende en los supermercados ni tampoco en Armani, el noi del Poble Sec fue recuperando el cancionero clásico de su discografía a la manera de peces frescos recién capturados, por ejemplo en el Mediterráneo. Entre el público, satisfecho, el presidente Vicente Álvarez Areces, Antonio Trevín y González Buendía.

Ese fue el sortilegio, que sin duda tuvo mucho que ver, oír y mirar, contemplando las emociones del respetable, al que parecían haberle pintado las sonrisas, las ovaciones y hasta los olés, a la puerta del concierto. Ese fue el contagio, vestir los sentimientos de estreno.

Es verdad que hubo canciones que ya han cumplido la mayoría de edad, junto a otras más adolescentes o menos viajadas. Pero todas igual de intensas y lozanas.

La guitarra, la inspiración, ese modo de paladear las sílabas que Joan Manuel llena de expresividad y ternura, hondura y talento interpretativo, al lado de las secuencias pianísticas de Ricard Miralles, que puso sobre el teclado la sensibilidad, la complicidad y las armonías de un virtuoso, ofrecieron una velada en la que todas las palabras eran de amor. Incluso las de desamor.

Esa fue la esfera circular. Todo pasa y todo queda, como dice en la canción 'Cantares', con la que precisamente empezó el recital.
Imagen de MARIETA

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