lunes, julio 27, 2009

Esas pequeñas cosas


DESDE EL MATXO DEL CASTELL
Esas pequeñas cosas

Lunes 27 de julio de 2009

CAROLINA PASCUAL

Faltaban pocos minutos para las diez y media de la noche. El escenario alicantino por excelencia ultimaba ciertos detalles, mientras la calle del Teatro reclamaba la atención de los paseantes. La cola de acceso se extendía varios metros, aunque la espera se hizo ágil. Una vez dentro del Principal y tras recibir con alegría una bocanada de aire fresco que como buen anfitrión daba la bienvenida, me aposté en una esquina.

Desde allí observé la entrada de los cientos de incondicionales que acudían a la cita propuesta por Joan Manuel Serrat. Por momentos me sentí voyeur, como aquél que suele pasear por la playa del Carabassí y practicar su exacerbada curiosidad. Como decía, con la mirada en la puerta principal, fijé la atención en los fieles al "Nano". Había de todo. Di con longevas parejas que acudían, una vez más, a deleitarse con esa poesía a ritmo de Serrat que les unió hace décadas y con la que todavía ponen en práctica una pasión reposada.
Me percaté de otro tipo de parejas, que jugaban con sus manos a la mínima oportunidad y se dedicaban aún miradas furtivas, recordando aquella época -cercana en el tiempo- en la que su relación limitaba con la frontera del secreto. También me encontré con jóvenes parejas, extrañas entre tanta veteranía, que intentaban pasar desapercibidas y para ello no dudaban en entonar esos himnos que convertirán en inmortal al "Noi del Poble Sec". Piezas de museo que cargan sobre sus espaldas más vida de la que esos muchachos han tenido tiempo de respirar. Pero, sobre todo, reconocí a cobardes, viajeros, fracasados, poetas, deseados, optimistasÉ Todas esas sensaciones que contagia la obra del catalán.

Ya en la sala, la luz adquirió esa intimidad requerida para el recital. Durante dos horas, los aplausos se repartieron casi a partes iguales entre míticas composiciones de Serrat y otras más desconocidas, pero igualmente mágicas. Y entre acorde y acorde, me rondó por la cabeza la controvertida charla entre Silvio Berlusconi y Patrizia D'Addario. Una pareja interesada, muy propia de "Il Cavaliere", un personaje hecho a sí mismo a partir de golpes de brocha gorda.

Todo un magnate de los negocios, carente de dignidad, metido a político de éxito. De retorno al Principal, aún me preguntaba por qué se dibujó esa imagen de Berlusconi y D'Addario en mi mente, y no creo que fuera consecuencia de la coreada "Paraules d'amor".

Luego, en un viaje al que nos invitó Serrat con la complicidad de Ricard Miralles, recordé la llegada del ministro Moratinos a suelo británico. Un encuentro que provocó todo un cisma mediático, con incluso acusaciones de "traición histórica" desde la bancada popular.

Relata Joan Manuel en "La bella y el metro", que el escritor ve lectores; el mosén, pecadores; el autor, personajes; y también siempre hay alguien que la ve a ella, pero ella, sin embargo, no le ve a él. Y algo similar ocurre en Gibraltar, porque, pese a cuestiones políticas, los llanitos comparten nuestros utópicos sueños.

Ilusiones de libertad, que junto a la suerte y el Mediterráneo fueron términos presentes, como establecía el guión, en el espectáculo del Principal.

En este punto, perjudicada dadas las horas y el trajín de una dilatada jornada laboral, me dio por unir conceptos. A veces ordeno los dígitos de las matrículas de los coches, pero esta vez opté por otro tipo de relaciones lógicas. Junté libertad y democracia. Suerte y perdedor. Mediterráneo y Alicante. Lo introduje en la mente, que ya optaba por remover en lugar de batir, y se me apareció la imagen de Robert John Burck. No sé si lo conocen. Tampoco pierden mucho. Este tipo, que tan sólo viste ropa interior, sombrero y botas de vaquero, aspira a ser el próximo alcalde de Nueva York.

Enseguida agité la cabeza, en busca de un candidato más cercano, que al menos disfrutara de la música de Serrat desde un asiento próximo al mío. Así dibujé a un demócrata amante de la libertad, alicantino de adopción y secretario general de una formación asentada plácidamente en la derrota, ávido de suerte y perdedor de futuroÉ

De pronto, abrí los ojos y vi cómo entrelazaba la mano de su mujer. Le dejé estar. Todos tenemos derecho a disfrutar de las palabras más bellas. Del amor de un cordial visitante. De un maestro. De Joan Manuel Serrat.



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