lunes, julio 13, 2009

Ortillo, «fue sin querer...»


De pedanía en pedanía
Ortillo, «fue sin querer...»

12.07.09 - POR: T. M. M.

Ortillo,

Número de habitantes: 22.
Superficie: 11,512 kilómetros cuadrados.
Parajes y lugares: Alquerías, Barracas,
Barranco del Medio, Los Caños, Carril, Casas Altas, Los Cecilias, Los Coroneles, Cortijo de los Almendros, Cuesta de Leyva, Ibáñez, La Merced
Ortillo, Los Pinos, Las Terreras, Las Cruces.


La canción de Serrat que iba sonando en el coche venía al pelo... «fue sin querer, es caprichoso el azar...». A nosotros los caprichos del destino nos vinieron bien porque como ya ha ocurrido en otras ocasiones resulta casi imposible determinar los límites geográficos entre pedanías como consecuencia de una inexistente señalización. El caso es que mientras Serrat nos recordaba como se enamoró, y mientras nosotros estábamos a punto de darnos la vuelta, encontramos un núcleo de casas en el que paramos a preguntar el camino de Ortillo. Como caído del cielo, aquello era Ortillo. O mejor dicho, parte de Ortillo.

La extensión de la pedanía supera los once kilómetros que en su mayoría están poblados por almendros en la parte más llana, porque tras la transición que marca el aumento de altitud aparece una alfombra de pinos. La combinación de ambos paisajes da como resultado un contexto natural que se queda a la espalda de la carretera que conduce hasta el núcleo de La Parroquia.

En el peregrinar por Ortillo encontramos restos de viviendas abandonadas, y lujosas casas que no tienen precisamente aspecto de estar deshabitadas. Aunque eso sí, no están al alcance de la vista. Ortillo no ha estado siempre despoblada.
El paso de la Vía Augusta por la zona favoreció el desarrollo de la zona en la época romana, aunque en la Edad Media se convirtió en paso inseguro debido a su carácter de punto fronterizo, lo que hizo que muchos de sus moradores huyeran.
Durante la Edad Moderna la situación continuó prácticamente igual, debido a crisis políticas y hambrunas por la escasez de agua. Será a partir del siglo XVIII cuando se vaya recuperando la población. Es en los años setenta del siglo XX cuando los caseríos se vuelven a quedar vacíos.

Esa soledad heredada no parece pesarle a los que aún residen allí. Viven tranquilos y dedicados a lo que siempre han hecho, incluida la artesanía del esparto.



Información e imagen de http://www.laverdad.es/murcia/


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