domingo, octubre 31, 2010

Miguel Hernández, poeta de España y del mundo


(Miguel Hernández evocando a Ramón Sijé en Orihuela, en abril de 1936)

Miguel Hernández, poeta de España y del mundo
Por Agencias - Agencia - 31/10/2010


Nació en un pueblito perdido en España, donde trabajó de pastor, después descubrió la literatura y salió a las grandes ciudades.

Allí se encontró con la amistad y la política y, por seguirlas, desafió un régimen tiránico, terminando así en la cárcel donde murió, apenas a los 31 años. A estas pocas palabras podría reducirse la vida fugaz que surgió al mundo y se esfumó en las primeras décadas del siglo XX. Podría reducirse a ellas, claro, si no estuviera de por medio la poesía. Entonces, el 30 de octubre de 1910 nació en Orihuela, pequeña ciudad de Valencia, Miguel Hernández, poeta que definió el panorama poético de la época y que continúa teniendo una gran vigencia en la literatura en español. Sumó a su sensible producción poética una continua vocación política apoyada en ideas republicanas, en el momento en que los nacionalistas de España, con Franco a la cabeza, tomarían el poder y castigarían la insurgencia, por lo que su vida fue excesivamente breve. Ayer sábado se cumplió el centenario de su nacimiento y, para celebrarlo, poetas, escritores, instituciones y lectores de todo el mundo lo recuerdan mediante lecturas y homenajes.

En esa línea, el pasado viernes, en La Paz, la Carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés, el Espacio Simón I. Patiño, la Embajada de España y la AECID organizaron un homenaje al poeta español, fallecido en 1942. Participó el Seminario de Literatura Española de la Carrera de Literatura, regentado por Patricia Alegría; también el poeta Juan Carlos Orihuela, Director de la Carrera; y el músico y poeta Vadik Barrón, quien musicalizó versos del español.

Conmemorando este centenario, nos comunicamos con Patricia Alegría y Juan Carlos Orihuela, para conversar sobre el impacto de una de las obras poéticas en español más importantes del pasado siglo.

Sobre cuál fue su primer acercamiento con el poeta, empieza Orihuela con una anécdota curiosa: “En lo personal, Hernández es un poeta que significa muchísimo para mí. Entré en contacto con él cuando era adolescente, gracias a Guillermo Bedregal, y desde entonces no sólo me lancé a leerlo con devoción sino que, eventualmente, me trasladé hasta Alicante, donde está el pueblo de origen de Hernández, curiosamente llamado Orihuela. Fue un viaje en el que, de alguna manera, fui también a conocerme a mí mismo, y sólo entonces caí en real cuenta de que el pueblo de Hernández llevaba como nombre mi apellido.

Primero fue la seducción por su obra y luego el reconocimiento, después también el interés por su vida. Una vida realmente muy breve, ya que él murió en marzo de 1942, seis meses antes de cumplir 31 años. Y para entonces ya era autor de una poesía tan intensa que me envolvió por completo”.

En la poesía de Hernández, en libros como “Viento del pueblo”, por ejemplo, se ve el mismo ardor que lo conduciría a batallar por la causa republicana y a morir, posteriormente, enfermo y encarcelado. La suya, sin embargo, es una poesía de fácil acceso que no requiere la formación académica que exige la de algunos de sus contemporáneos. El suyo es un caso más franco, directo, desnudo, que quizás proviene de su origen campesino. Al respecto, Alegría indica: “Hernández nació en un pequeñísimo poblado de una provincia menor en la España de entonces. En ese momento, las escuelas impartían como enseñanza obligada toda la poesía del barroco y el renacimiento, y evidentemente Hernández estaba al tanto de ella. Así, comenzó haciendo un trabajo en endecasílabos, octosílabos, tercetos, siguiendo la tradición del siglo de oro y después, poco a poco, se desligó de ella y encontró una voz propia, que se relaciona fuertemente con su militancia política y su postura frente a la realidad. Todo esto lo hace, sin embargo, desde una escritura sencilla, una poesía alejada del vericueto formal de la Generación del 27, de la que, sin embargo, varios críticos creen que forma parte. Creo yo que precisamente por eso, por la sencillez verbal con que encara la poesía, Hernández se desmarca de la Generación del 27. Claramente, tiene un manifiesto amor por el trabajo del barroco y el renacimiento, Garcilaso, Góngora, etc., pero por sobre ello late una poesía más bien desnuda, franca y directa. Hernández se sale del conjunto por ser, entre otras cosas, un poeta profundamente individual”.

Esta llaneza poética que muestra un individualismo quizás no conscientemente elegido por el poeta que en el orden político abrazó la causa del pueblo y la república, no se expresa como señal de una contradicción mayor: no fue Hernández un hombre que manejó la poesía por un lado y sus posturas políticas por otro.

Lejos de ello, puede apreciarse en su obra una visión integral que condiciona escritura y militancia con la misma rigurosidad e intensidad: Hernández vivió la poesía desde la vida y la vida desde la poesía.

* El artículo completo puede leerse en el suplemento Fondo Negro de La Prensa


Elegía
(fragmento
)

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería)
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández


Obra comprometida

Muerto a los 31, vivió los años definitivos de su vida bajo la sombra de la Guerra Civil, que desde 1936 hasta 1939 encegueció España. “No creo que pueda separarse la obra de Hernández de su vida”, sigue Orihuela. “Su poesía está altamente influenciada por la guerra. Desde muy joven, Hernández mostró una muy fuerte sensibilidad social, tanto en su poesía como en su teatro. No hay que olvidarse que fue casi enteramente un autodidacta y que terminó su educación formal a los 14 años, ya que su padre lo sacó de la escuela para que se dedicara al pastoreo. En ese momento, la que se convirtió en una brillante sensibilidad poética podría haberse visto en riesgo de desaparecer o no ser del todo explotada, de no ser por algunas relaciones que comenzó a tener.

Hernández se formó gracias a Ramón Sijé, también republicano y literato, y a cuya muerte Hernández dedicó el poema Elegía. Es él quien lo mantuvo en contacto con la literatura y quien fomentó el hambre de lectura y la gran inteligencia que tenía. Ello, sumado a las ideas revolucionarias del momento, convierten la obra de Hernández en su vida y viceversa”.

A finales de 1940, Hernández fue encarcelado por última vez. Solitario y privado de cuidados, enfermó de bronquitis y finalmente de una tuberculosis que terminaría por matarlo. Volviendo a su pueblo al final de la guerra, Hernández fue apresado y murió mucho antes de su tiempo, mostrando un espíritu consecuente no sólo con sus posturas políticas y ni siquiera sólo con su visión escritural y poética, sino también con una pulsión mucho más profunda, más original, aquella que lo unía y lo unirá para siempre al espacio bucólico, intocado, en el que nació y al que pretendió volver. No sólo en la vida, como lo afirma Patricia Alegría, sino también y sobre todo en la escritura.



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