lunes, noviembre 29, 2010

Aún tengo la vida - Serrat y su primera etapa en Buenos Aires


29 Nov 2010

SERRAT Y SU PRIMERA ETAPA EN BUENOS AIRES

Aún tengo la vida


Frase final de “Para la libertad”, tema símbolo del Nano y de la factoría de Miguel Hernández. El catalán emocionó y enamoró con su receta habitual: la autenticidad.

PorJavier Firpo


Galería de comentarios en el hall del Gran Rex, al término del recital del sábado de Joan Manuel Serrat: “Con este hombre Dios no fue mezquino. Le dio todo y en grandes cantidades: talento, inspiracion, voz, don de gente, sencillez, humildad y vaya que es guapo el condenado”. “Serrat sos único, lo reunís todo, que afortunada la que esté a tu lado... ¡Qué envidia y no es de la sana!”. “Nano, gracias por todos esos maravillosos momentos que musicalizaste en mi vida”. “La música de Serrat es como los perfumes, se te mete en la piel y te trae tantos recuerdos, sensaciones, tristezas y alegrías”. “La primera vez que escuché ‘Penélope’, tenía 10 años y me conmovió hasta las lágrimas. Hoy después de 30 años, no puedo contenerlas cuando escucho ‘Tu no eres quien yo espero’. Tené piedad, Nano”.

Lo que sucedió con la gente agolpada a la salida del teatro fue casi tan sustancioso como lo que se vivió en la sala un rato antes. Serrat hizo emocionar con herramientas auténticas en la presentación de “Hijo de la luz y de la sombra”, el tributo a Miguel Hernández que el catalán realizó con las entrañas. Aleccionó el artista contando la aciaga vida del poeta de Orihuela, de quien se cumplen 100 años de su nacimiento. Como aquel escalofriante preámbulo a esa suerte de himno que es “Nanas de la cebolla”, o el revulsivo que resultó “Para la libertad”, que termina con un Joan Manuel ambiguo, enfatizando el verso “...y aún tengo la vida”, haciendo foco en su ya recuperada salud. Y esos miles de fans que rugían, acompañando de pie. Emocionante es poco.

Luego de una primera parte “hernandiana”, Serrat hizo gala de su manejo dialéctico y de escenario para arrancar amores de todo tipo, como de unos cuantos varones que, sin tapujos, le descerrajaron un “¡te amo!”. Entre pícaro y nostálgico, el cantautor se paseó por esa doble personalidad que dice tener (el infaltable Tarrés, su alter ego) y ofreció un carnaval de clásicos de esos entrañables -su voz, curiosamente, está cada vez mejor- como “Pueblo blanco”, “Señora”, “Mediterráneo” y “Cantares”. Hasta que apelando a su magnetismo, con el público a sus pies, regaló la deliciosa “Penélope”, tema que no venía haciendo. ¡Para qué...!




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