Entrevista en el Velódromo
La bicicleta de Serrat
Escrito por: Mauricio Ubal
Lunes, 27. Diciembre 2010
Joan Manuel Serrat volvió a Montevideo a reencontrar a su público fiel, en el Solís y en el Velódromo. Daniel Viglietti permanece en Montevideo y canta en el Solís el jueves 30: despedida del año de lujo. Dos artistas que son íconos de los años sesenta pero permanecen actuales en la potencia de su creación y en el encuentro con nuevas generaciones.
Baja al trotecito por la parte de atrás del escenario. Enfundado en una gorra de beisbolista parece un ayudante preocupado por ajustar lonas y cables, viendo que se viene la tormenta. Joan Manuel Serrat acaba de terminar una extensa prueba de sonido, a menos de una hora del momento previsto para empezar su recital. En este hueco, habitualmente tenso para cualquier artista, en el que se procura relax, introspección y concentración para afrontar el espectáculo, el catalán programó la entrevista con Brecha. Aquí el nervioso que quiere terminar rápido la nota y liberarlo es el cronista. “Yo, tranquilo”, dice, levantando los brazos con una sonrisa.
—¿Cómo te ha tratado Uruguay en esta visita?
—Bien, aunque ésta es una estadía muy corta, más corta de lo que yo quisiera. En fin, no tienes tiempo absolutamente de nada, ni de estar con amigos ni de visitar la ciudad, más en una época tan amable como ésta, ¿no?, ni pasear por la rambla.
—¿Se extraña?
—Extraño cuando vengo y no puedo hacer las mínimas cosas. Aparte esta vez vine con familia y siempre, pues, me gusta enseñarles las cosas que para mí han sido importantes, mostrarles lugares, esquinas, cosas… para que luego puedan llamarme “viejo” (se ríe).
—En la conferencia de prensa hablaste de que seguís a este país bastante atentamente, ¿cómo percibís al Uruguay de esta última década?
—Sí, de una manera espontánea y poco reflexiva hablé de lo gratificante que para mí han sido esos constantes regresos al país, viendo la calidad de vida crecer, ¿no? Yo recuerdo que en los primeros viajes después de la dictadura me chocaban muchos detalles, por ejemplo de la forma de vestir de la gente de Montevideo. No por el atuendo, sino por los puños y los cuellos gastados, camisas a las que se les exprimía más tiempo de lo que parecería normal, porque la gente tenía lo justo. Espero no caer bajo las iras del sindicato municipal pero las calles estaban sumamente deterioradas. En estos momentos uno camina por un Montevideo saludable, extraordinariamente pulcro respecto a lo que puede ser cualquier ciudad de América Latina comparativamente. Recuerdo la playa de Pocitos verde, verde.
—Hoy más temprano estaba verde…
—Ah, no. Yo la recuerdo verde, pero verde de insalubre. Y hoy uno ve que esta riqueza enorme que tiene Montevideo que son sus playas está potenciada y cuidada y es una alegría verla así, llena de ciudadanas y ciudadanos ahí disfrutando… pues yo la veo mejor. Sé que recientemente han tenido algunos conflictos en este sentido que probablemente hubieran modificado este punto de vista espontáneo, pero sin duda veo que Uruguay lleva un camino de progreso, y lo lleva desde las últimas legislaturas, desde los últimos gobiernos de una manera muy clara.
—¿Es otra la lectura ahora con gobiernos progresistas, no sólo en Uruguay, sino en el resto de la región?
—Esta lectura para mí se afirma mucho en Brasil y en Uruguay, tal vez en Ecuador también. En otros lugares los caminos son más largos y las historias tampoco son tan claras. Ayer veía una pintada en la calle, fantástica, decía que un hombre libre es aquel que no necesita estar subsidiado. Me parece que es algo muy importante. El ciudadano en América Latina realmente será libre en la medida que no dependa de los subsidiadores ni de los salvadores de la patria, a los cuales les tengo una gran precaución por experiencia propia. Y éste no es el caso de Uruguay.
—Vos nos has seguido bastante a lo largo de los años, ¿qué tiene de particular ese abstracto que podemos llamar ser uruguayo?
—Yo creo que por encima de todo es algo que ustedes quieren ser (risas). Es algo a lo que se sienten muy apegados y no tienen el más mínimo interés de renunciar. Es una seña de identidad estupenda.
—Cada loco con su tema…
—Bueno, no, es una seña de identidad que probablemente les hace ser muy dispuestos, tolerantes y esforzados… siempre hablando comparativamente con lo que pudiera existir cercano, ¿no? Supongo que son maneras que se han aprendido, esto no nace por generación espontánea. Unas generaciones de mayores que enseñaron a los más chicos el argumentario de la vida. Supongo que también estarán llenos de faltas y cuestiones desagradables, pero no tengo ningún interés en hurgar en ellas (risas). De cualquier manera yo soy una persona que cree que los hombres y las mujeres no son distintos según dónde nacieron; podrán tener de alguna manera normas de comportamiento social que los puedan hacer diferentes, pero esto es una cultura que se aprende, no es algo con lo que se nace o que surja por generación espontánea.
La celebración del centenario del nacimiento de Miguel Hernández disparó la creación de nuevas músicas de Serrat sobre textos del poeta, canciones reunidas bajo el título Hijo de la luz y de la sombra, que prontamente se constituyeron en disco y espectáculo. Según contó en conferencia de prensa, Serrat empezó este ciclo con la idea de recrear sus viejas composiciones hernandianas y terminó “engolosinado” nuevamente por la dimensión del poeta. El nuevo disco arribó a nuestras costas hace meses, sin contar con la apoyatura mediática de otras épocas. “Uno de aquellos”, “Cerca del agua” y el tema que da título al proyecto conforman hermosos momentos de este periplo, dando cuenta además de la vitalidad creativa de este artista que en pocos días cumplirá 67.
—Luego de tu operación en 2005, metiste 150 conciertos mano a mano con Miralles. De este espectáculo sobre Miguel Hernández van arriba de 70 recitales. ¿Cómo se lleva este Serrat con aquel protagonista de su canción “Llegar a viejo”?
—¿Que cómo me llevo con la vejez?
—Sí.
—La vejez es un puerto al que caminamos. Solamente lo obviaremos con el fallecimiento. Digamos que la acepto, la acepto pero me enfrento a ella aprovechando hasta el último gramo de salud que me permita, digamos, acercarme a la decrepitud con el mayor espacio posible. A mí trabajar me sirve. Supongo que llegaré hasta un momento determinado en el cual, bueno, no podré seguir haciendo lo que hago, pero mientras tanto, yo estoy montado en una bicicleta.
—De piñón fijo.
—Y sin cambios. Y hay que dar pedales, joderse y dar pedales.
—¿Sos disciplinado para laburar?
—Sí, soy disciplinado. No soy tampoco espartano, pero solamente en función de esta disciplina sé que seré capaz de obtener resultados. Y como me gusta mucho obtener resultados, pues paso por este proceso. La verdad que a mí trabajar no me gusta mucho
—No te da placer…
—Trabajar no. Me da placer el resultado del trabajo. Sé que inevitablemente hay días en que tengo que esforzarme, momentos en que me gustaría estar en el café o paseando o en el cine, pero bueno, tengo que andar cumpliendo con esta cabronada.
—Mañana, tarde o noche, ¿qué momento del día preferís para componer?
—Prefiero ponerme a escribir al levantarme. Cumplo alguna obligación ineludible, como dejarme sacar por mi perro. Mi perro me saca por las mañanas, caga él, luego volvemos, desayunamos juntos, él se pone a tomar el sol y yo me pongo a trabajar. Y esto intento cumplirlo con normalidad, no dejo nunca las cosas para cuando puedan suceder, para aquellos momentos en que te viene una idea a la cabeza… porque no vienen, a mí no me vienen, en serio. Y a veces, cuando creo que vienen es porque tengo un punto de euforia que me hace creer que se me ha ocurrido algo interesante. Luego, a la mañana siguiente cuando lo leo, descubro que lo único que había eran unas copas de más (risas).
Esta visita de Joan Manuel nos dio la oportunidad de volver a una de las obras más impactantes de su carrera. En el rico período que abarcan sus 12 primeros discos en castellano, a partir de los cuales el catalán se cansó de imponer hits (que además eran excelentes canciones), el álbum Miguel Hernández brilla con luz especial. A la profundidad, ritmo y belleza propias con que ya contaban los poemas en papel, Serrat les propuso una singular riqueza melódica. No les impuso ni los obligó a una música. Hizo correr las formidables metáforas sin tropezones, sin que perdieran su espíritu dramático o su ternura, sin golpes bajos, sin lugares comunes y sin estribillos. Contó con una fina orquestación e inteligentes arreglos de Francesc Burrul, hombre de jazz que no volvió a aparecer en otro disco del artista. Y curiosamente, una de las canciones más populares de este disco, “Nanas de la cebolla”, lleva música de Alberto Cortez, lo que también revela el buen olfato del Serrat intérprete, que en este disco luce en su mejor dimensión. Es posible que buena parte de nuestra generación lea hoy esos poemas de don Miguel escuchando en su interior las músicas de estas grabaciones de 1972.
—Saliendo de lo personal, ¿cómo ves a España?
—Veo en general con mucha preocupación todo lo que es la crisis económica y social que nos cae encima y que es mucho más grave cuanto más indefensos son los países. Países como Grecia, Portugal, Irlanda, España están más sujetos no sólo a su propia debilidad sino también a la usura del mercado, de los especuladores del mercado que tienen mucho que decir en esta situación. Lo que me preocupa es que después de dos años o más, después de haber aparecido esta tremenda crisis, los grandes responsables de ella no han sido atacados en profundidad. Que no se hayan modificado las relaciones de la sociedad con ellos. El sistema financiero sigue funcionando con absoluta libertad, en algunos países con más presión, en otros sin admitir ninguna presión… me preocupa que las cosas se repitan y que no podamos resistir una segunda avalancha, ya que de momento ésta se está soportando con dificultades. Los países fuertes como Alemania la están aguantando de otra forma, pero también han tenido otra actitud frente a sus sistemas financieros. En España no. En Estados Unidos Obama está tratando de tener otra actitud y yo pienso siempre en la crisis del 29, que yo no estaba pero sé cómo la enfrentó Roossevelt: removiendo profundamente los cimientos del sistema financiero norteamericano, buscando la generación de empleo de cualquier manera. Es éste otro tiempo, sin duda, y deberíamos reflexionar un poco, y aparte de echarle la culpa a los demás también podríamos mirarnos en nuestros espejos. Jugamos en una época sumamente insolidaria. Probablemente si hubiera más solidaridad podríamos hacer que la crisis fuera dura, pero más llevadera para muchos. Pero creo que el ciudadano no está dispuesto a sacrificar un ápice de su tarta por solucionar esta historia.
—¿Cómo te llevás con las nuevas herramientas tecnológicas, Internet, Facebook?
—Yo con la tecnología me llevo con admiración, soy un gran admirador de la tecnología. Nosotros, y tú lo sabes perfectamente, desde que empezamos a aplicarla en nuestra música y nuestras grabaciones… Yo desconfío mucho del que diga que no fue un gran paso hacia adelante. Son herramientas que nos sirven para hacer mejor las cosas. Lo jodido es cómo usemos nosotros estas herramientas. Soy un poco desconfiado respecto a lo que es Internet como una ventana abierta a todo porque, claro, me encanta poder asomarme a la ventana y ver qué ocurre fuera, pero me molesta bastante que miren lo que ocurre dentro de mi casa. Uno nunca sabe quién está mirándole en ciertas posiciones indignas (se ríe).
Con humor envidiable –el mismo que arriba del escenario hace parecer todo facilísimo– nos da un abrazo. Lo aguardan otras manos y otros saludos, bajo la atenta mirada de sus ayudantes. La gente va llenando lentamente las gradas y sillas del Velódromo, impávida ante la llovizna y la negrura de los nubarrones. Como hace más de veinte años en el estadio, la luna apuró un poco y hubo recital. Pero, a diferencia de siempre, éste arrancó sólo con la voz de Serrat entre bambalinas, recitando los versos imponentes del poeta de Alicante: “Me llamo barro/ aunque Miguel me llame”.
Publicado el Jueves 23 de Diciembre de 2010
Imagen e Información http://www.brecha.com.uy/
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