sábado, abril 16, 2011

LLAMO AL TORO DE ESPAÑA


LLAMO AL TORO DE ESPAÑA

Alza, toro de España: levántate, despierta.
Despiértate del todo, toro de negra espuma,
que respiras la luz y rezumas la sombra,
y concentras los mares bajo tu piel cerrada.

Despiértate.

Despiértate del todo, que te veo dormido,
un pedazo del pecho y otro de la cabeza:
que aún no te has despertado como despierta un toro
cuando se le acomete con traiciones lobunas.

Levántate.

Resopla tu poder, despliega tu esqueleto,
enarbola tu frente con las rotundas hachas,
con las dos herramientas de asustar a los astros,
de amenazar al cielo con astas de tragedia.

Esgrímete.

Toro en la primavera más toro que otras veces,
en España más toro, toro, que en otras partes.
Más cálido que nunca, más volcánico, toro,
que irradias, que iluminas al fuego, yérguete.

Desencadénate.

Desencadena el raudo corazón que te orienta
por las plazas de España, sobre su astral arena.
A desollarte vivo vienen lobos y águilas
que han envidiado siempre tu hermosura de pueblo.

Yérguete.

No te van a castrar: no dejarás que llegue
hasta tus atributos de varón abundante
esa mano felina que pretende arrancártelos
de cuajo, impunemente: pataléalos, toro.

Víbrate.

No te van a absorber la sangre de riqueza,
no te arrebatarán los ojos minerales.
La piel donde recoge resplandor el lucero
no arrancarán del toro de torrencial mercurio.

Revuélvete.

Es como si quisieran arrancar la piel al sol,
al torrente la espuma con uña y picotazo.
No te van a castrar, poder tan masculino
que fecundas la piedra; no te van a castrar.

Truénate.

No retrocede el toro: no da un paso hacia atrás
si no es para escarbar sangre y furia en la arena,
unir todas sus fuerzas, y desde las pezuñas
abalanzarse luego con decisión de rayo.

Abalánzate.

Gran toro que en el bronce y en la piedra has mamado,
y en el granito fiero paciste la fiereza:
revuélvete en el alma de todos los que han visto
la luz primera en esta península ultrajada.

Revuélvete.

Partido en dos pedazos, este toro de siglos,
este toro que dentro de nosotros habita:
partido en dos mitades, con una mataría
y con la otra mitad moriría luchando.

Atorbellínate.

De la airada cabeza que fortalece el mundo,
del cuello como un bloque de titanes en marcha,
brotará la victoria como un ancho bramido
que hará sangrar al mármol y sonar a la arena.

Sálvate.

Despierta, toro: esgrime, desencadena, víbrate.
Levanta, toro: truena, toro, abalánzate.
Atorbellínate, toro: revuélvete.
Sálvate, denso toro de emoción y de España.

Sálvate.

Miguel Hernández

El indomable toro de España. Obra de Picasso


Nota:
Es un poema en alejandrinos asonantes con un verso tetrasílabo ínter estrófico, excepto dos (Víbrate y sálvate) o como emblema al inicio del poema en imperativo.


En este poema reconozco cierta similitud con «Llanto a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías» (1934), de García Lorca, a la muerte del torero sevillano y mecenas artístico, cogido en la plaza de Manzanares por un toro de Ayala en 1934. A quien también le lloró Rafael Alberti en Verte y no Verte (1935), y el propio Miguel en Cita fatal, en Poemas Sueltos (1933-1934). No me refiero ya a la similitud entre: Llanto y Llamo, no, sería afinar demasiado, sino en palabras como «bronce y piedra» en poema de Lorca, o las desmesuradas visiones metafóricas de ciertos verbos surrealistas.

Algunos investigadores creen que tiene influencia de Poeta en Nueva York, sin embargo, esto no es posible ya que esta obra se editó por primera vez en 1940, un año después de El hombre acecha. E incluso en Fuerza del Manzanares ya alude MH a La voz del bronce no hay quien la estrangule.

El toro representa, no a la España geográfica sino al pueblo español, a los españoles agredidos en su libertad. Desde la antigüedad y el mítico rey de Tartessos Geryón, donde los toros y los bueyes fueron considerados animales sagrados, y de alguna forma emparentados con las fuerzas divinas de un ser enviado por los dioses para ayudar al hombre en el duro el trabajo de sobrevivir. En tauromaquia aparece el toro como símbolo de la perfección de la fuerza pura que lucha por sobrevivir. Y además emparentados con los toros ibéricos de Guisando, en una demostración de virilidad, coraje y fuerza más allá de lo terrenal. Los berracos ibéricos encaramados a las entradas de los pueblos de Castilla. O los actuales monumentos al toro, caso de la manada de cinco bronces bravos en la plaza de España, frente al coso alicantino.


Por Ramón Fernández Palmeral

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