Como el toro
M.Hernández
Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.
Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.
Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.
Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.
Miguel Hernández
Nota
Este soneto es uno de los más perfectos y conmovedores de la Literatura española de todos los tiempos, por su imagen desgarradora de una tragedia hispana que sucede cada tarde y, a la vez, donde el poeta se metamorfosea en un minotauro convertido en un amante burlado, que sufre los desengaños y, que sin remedio, considera que es su destino trágico e inevitable. Este amor bravío se identifica con el toro de lidia que se crece en el castigo, porque su casta y virilidad le obligan al destino para el que nació: dejarse la vida en la arena de un circo, que como los gallos de pelea, impregnados de sangre y espolones, insisten en la lucha hasta morir.
«Y se acerca al toro taurino -Antonio Gracia (1998, 24)-,«al hombre minotauro inmerso en el laberinto del mundo, acosado, pisado, avasallado». Además recoge la cita de Quevedo: «¿Ves gemir sus afrentas al vencido / toro, y que tienen, ausente y afrentado / menos pacido el soto que escarbado [...]».
El toro en Quevedo es un toro que al vengarse de su sentencia a muerte, gime, brama y cornea al viento y a cuanto le rodea, se duele. Es el toro como ser vengativo que se niega a ser sometido a su destino trágico porque como en el hombre, no desea perder la libertad de los campos, tampoco desea perder el sultanato de las dehesas de España.
Este soneto fue ampliamente analizado por Lázaro Carreter y Vicente Tursón, (pg. 205, Lengua española, Anaya, 1979): «El tema central del soneto es -como puede verse- de toda la obra: la magnitud de un anhelo amoroso condenado a la frustración [...] lo que importa es la expresión del impulso viril y del destino trágico, elementos temáticos que cobran toda su fuerza en la comparación con el toro [...]». Nos revela una densidad estilística poco común, que con escasos recursos lingüísticos, el poeta consigue conmovernos.
En este soneto el toro es el propio poeta viril que sufre la burla del amor no correspondido, el dolor, la rebeldía y se desespera, porque está marcado por el luto y el dolor, ha nacido para el llanto y la sangre, es su destino, es la nobleza del amante en el «amor cortés», porque el objeto último es sufrir de amor porque se ensalza en el castigo, se eleva a un estado superior del alma.
María de Gracia Ifach, (Miguel Hernández. Antología, Losada, 1960, 9) , nos dice «El deseo insatisfecho y su anhelante afán de perpetuarse "como el toro te sigo y te persigo" clamarán por estos versos apasionados [...] se ciñen a un sentido dionisíaco inconfundible, materializando la deificación de la amada en antitéticas reacciones vitales y poemáticas». Vemos al toro-poeta y su indomable fiereza lingüística elevada en un estado de gracia insuperables.
Imagen de Encarna Garcia
Información de Ramón Fernández Palmeral
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