Miguel Hernández: poesía interior o carcelaria.
Por Ramón Fernández Palmeral
Lo importante en este Centenario Hernandiano más que celebrar, es recordar y recuperar a un hombre y poeta-auténtico, que representa a todos aquellos hombres y mujeres vencidos que padecieron cárceles en la posguerra. Para ello nadie mejor que tomar como icono al poeta Miguel Hernández que sufrió cárceles desde 1939 a 1942 y murió en una de ellas, en Alicante. Un hombre del pueblo de origen humilde, con dotes de superación, miliciano, padre de familia, que siempre se mantuvo íntegro en sus ideas políticas republicanas hasta las últimas consecuencia de su trágico destino.
Durante su periodo carcelario es quizás donde se nos nuestra el Miguel más auténtico e intimista casi místico de heridas abiertas, pues sufre y presiente en sus carnes la llegada del fin irreversible de su vida. Lo apunta en versos como “Cadáveres vivos somos/ en el horizonte lejos” (v.10, composición 26) de Cancionero y romancero de ausencias y Poemas últimos (1938-1941). Estas composiciones son una especie de diario íntimo, convertidas en canciones y romances, que en algunos nos recuerdan al García Lorca de Romancero gitano, que como escribe José Carlos Rovira “…obligado por las circunstancias que vive, se introduce en una lenta y apretada reflexión sobre su propio mundo…” (pág. 20, Lumen, 1978).
Vamos a hacer un breve análisis de la poesía interior o carcelaria hernandiana, una periodo que representa lo más terrible para un hombre perseguido: la perdida de su libertad y la separación o ausencia de los suyos. Composiciones que en realidad son una demostración de resistencia ante la humillación y el desarraigo, puesto que sus padres jamás fueron a verle, demasiado castigo para un hijo díscolo, con cuyo padre discrepaba políticamente, pues don Miguel era uno de los 185 socios de El Círculo El Radical de Orihuela, partidario de Lerroux (republicano de derechas). Las cárceles “…la fábrica del llanto” (v.9. El hombre acecha) representan para el poeta un periodo de dudas y vacilaciones que Enrique Cerdán Tato describe muy acertadamente “Derrotados que aguardan, con la incertidumbre y la amargura a flor de piel, en las comisarías, en los juzgados o en las celdas, toda la voracidad y el desprecio del vencedor” (“Geografía carcelaria de Miguel”, 1992).
En el periodo carcelario había dejado el surrealismo de Vicente Aleixandre y la poesía impura de Pablo Neruda, para dejar paso un estilo personal llano y directo al corazón, donde reflexiona sobre su mundo atado a las rejas, donde nos cuenta sus esperanzas y desesperanzas, donde los destinatarios son sus hijos (el primero Miguel-Ramón muerto en octubre de 38 con 10 meses, y el segundo Manuel-Miguel), su mujer, sus convicciones y sus miedos interiores. Comenzó a escribirlos a modo de elegías a partir de la muerte de su primer hijo, y el manuscrito continuará escribiéndose por las cárceles hasta finales del 41, puesto que en los últimos meses ya no escribía, he incluso sus últimas cartas son dictadas a compañeros de cárcel. El primero de la colección es “De la contemplación/ nace la rosa; / de la contemplación nace el naranjo/ y el laurel…” (seguimos la numeración de la edición de José Carlos Rovira, Lumen, 1978).
Composiciones que tienen continuidad en su poesía primera y poesía de guerra de Viento del pueblo y El hombre acecha, algunos piensan que son composiciones prosaicas. Miguel conocía y recitaba de memoria canciones populares, dígase de Tradiciones populares, recogidas por Antonio Machado Álvarez, editado en Sevilla de 1884; o del Cancionero popular murciana, de Alberto Sevilla, 1921.
Que el estilo de la composiciones sean canciones y romances, no supone, si se le hace una lectura profunda de segundo nivel, que sea factible en cuanto a la significación de algunos símbolos, pues veremos que tiene connotaciones con su poesía anterior. La higuera de Perito en Lunas o de la Elegía a Ramón Sijé, vuelve, como he comentado, a ser recordada “Como la higuera joven/ de los barrancos eras.” (vs. 1-2, composición 17). Por alusión al sufrimiento Miguel es también conocido como el poeta de la tres heridas: “el del amor, el de la muerte, el de la vida” (composición 30). Sería lo que llama Jesucristo Riquelme “Poesía que brota de la herida” (Asociación Cultural de Orihuela 2010, 31 de diciembre 2010).
El peregrinar por las cárceles le hizo ver la luz sobre la intemporalidad de la vida y la verdadera imagen de su huella. Es un hombre sufrido, ha perdido a su primer hijo con diez meses de edad, un hijo al que no puede dar sepultura. Muy cerca queda la alegría del embarazo de Josefina “nacerá con le puño cerrado” (v. “Canción del esposo soldado” en Viento del pueblo), nos lo anuncia bajo evidente signo político, ha nacido del surco de sus entrañas “el eco de sangre a que respondo” (v.2, mismo poema), es como si este hijo “espejo de mi carne” (v.13, mismo poema) fuera su continuación, su clon, por eso escribe “se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces” (v.2). A la muerte del niño escribirá la composición “El niño de la noche”, de Poemas últimos, donde vemos que en este proyecto frustrado de hombre había puesto todo su empeño de futuro, por eso escribe “He muerto sonriendo serenamente triste” (v.8). Algunos poemas son tan tristes que no puedo dejar de pensar en los de Antonio Machado dedicados a su difunta esposa Leonor Izquierdo en Campos de Castilla.
Cuando es condenando a pena de muerte ocultó esta terrible sentencia capital a su mujer, no quiere preocuparla, pues sabe que su moral es muy baja y no para de quejarse por las fatalidades por la que está pasando. Tenía verdadera obsesión por su segundo hijo al que llamaba “Manolillo”, y en cada carta a Josefina le aconseja cómo cuidarlo, que no le consintiera caprichos y otras recomendaciones. Si embargo, Manolillo no siguió el ejemplo de su padre, no estudió y, años después, su propia madre decía de él, en cartas a Luis Rodríguez Isern «es un chico insoportable». Josefina Escolano (María Gracia Ifach) y su esposo el escrito Francisco Ribes, se lo llevaron una temporada a estudiar a Valencia, vivían en Reina Victoria 55, pero en un trastada del chico lo tuvieron que devolver a su casa de Elche,.
El primer encarcelamiento será en la madrileña prisión de Torrijos a donde llegó el 13 de mayo de 1939, desde Rosal de la Frontera (Huelva) y transeúnte por Sevilla. En la prisión conoció a Luis Rodríguez Isern, Fernando Fernández Revuelta, Fidel Manzanares Muñoz, Manuel Llorente, Capitán Jiménez, José Luis Villa, Germán González, que le ayudan en cuestiones alimenticias y espirituales. Aquí compuso “Ascensión de la escoba”. Nos recuerda Manuel-Roberto Leonís en su conferencia «En torno al universal poeta Miguel Hernández», (Campello 2003), que el soneto «Ascensión de la escoba», lo escribe en la cárcel de Torrijos, sancionado por no cantar con atención suficiente «El Cara al Sol», lo cantaban tres veces al día, es castigado a barrer durante una semana toda la galería, por ello es “héroe entre aquellos que afronta la basura” (v.2). Al recibir una carta de su esposa en la que le comunica que solamente comen pan y cebolla, compone una nana sin título, título que después le daría Rodríguez Isern como “Nanas de la cebolla” (composición 79). Es uno de los poemas más patético y a la vez conocido del poeta, cuando escribe “en la cuna del hambre/ mi niño estaba./ Con sangre de cebolla se amamantaba…” (vs. 8-9-10 y 11). En estos versos logra torpedear los corazones más acorazados, porque Miguel es de los que llega a emocionar al lector que se identifica con el sujeto lírico. Es como si estuviéramos viendo a los niños del terremoto de Haití.
Fue puesto en libertad a mediados de septiembre de 1939 posiblemente por error administrativo u otras causas que quedan por descubrir. Por las manifestaciones de Luis Rodríguez Isern a Eutimio Martín «La relación Miguel Hernández-Luis Rodríguez Isern», (El Maquinista de la Generación del 27, nº 11, junio 2006), sabemos que Miguel quería que Josefina se fuera a Madrid a vivir con la familia de Rodríguez Isern; sin embargo, Josefina no quiso o no pudo ir, estas largas separaciones o ausencias son el origen del título del Cancionero. Durante los días de libertad se aloja Madrid en casa del escultor Víctor González Gil, que fue propietario de la revista Rumbo. Acude a la Embajada de Chile, como no encuentra asilo, viaja a Cox, será cuando entrega a Josefina las primeras setenta y nueve (79) composiciones del Cancionero y romancero de ausencias. El conjunto publicado contiene tiene 137 poemas, escrito en las difíciles condiciones del final de la guerra y de las cárceles. Además en Obras Completas Tomo I, aparecen los dieciséis poemas tachados en el Cancionero. El último de los poemas cortos dice:
Me tendí en la arena
para que el mar me enterrara,
me dejara, me cogiera,
¡ay de la ausencia!
Detenido por segunda vez el 29 de septiembre del 39 (día de onomástica) en Orihuela, encerrado dos meses en los sótanos del seminario de San Miguel de su pueblo, junto a Luis Fabregat, luego ingresa en la prisión de Conde de Toreno, sita en madrileña plaza del conde de Toreno nº 2 (actual calle de Peñalver,53), donde permanecerá casi nueve meses y conocerá a Antonio Buero Vallejo, quien dibujó su famoso retrato idealizado y por él sabemos que “Sepultura de la imaginación” Poemas últimos, fue escrito en la prisión de Toreno a comienzos del 40. Además Vallejo dijo de Miguel que era un “poeta necesario”. Conmutada la pena de muerte por la inmediata inferior de 30 años el 24 de junio 1940, es trasladado a la prisión de Palencia donde permaneció desde el 22 de septiembre al 26 de noviembre 39. Luego pasó al Reformatorio de Adultos de Ocaña (Toledo) el 28 de noviembre pasando antes como transeúnte por la de Yeserías (Madrid). En Ocaña escribe dos cuentos para Manolillo “El potro obscuro” y “El conejito”.
Su mujer no había ido a verle durante los 22 meses de prisión, “no había podido sacar fuerzas de flaqueza para desplazarse siquiera una vez para ir a visitar a su marido” (manifestaciones de Rodríguez Isern). Lo cierto es que Josefina tenía poco dinero, un hijo y hermanos que cuidar, y además Josefina, al no estar casados por la iglesia, no figuraba como familiar con derecho a visitas. El régimen carcelario solamente permitía una carta por semana. Por eso es que Miguel cuando escribe a Pilar, madre de Luis R. Isern, le llama madrina. Usaba nombres de otros presos o seudónimos como Miguelongo, F. Manzanares, Fidel, Miguel-Fernando… En todas la cartas se queja a Josefina de que le escribe poco, quiere que le cuente cosas de “Manolillo”.
Durante este periodo de privaciones, abogados y desventuras, Miguel se muestra como no puede ser menos pesimista, y se aprecian ciertos delirios líricos, tiene motivos: la prisión, la condena a muerte, la enfermedad, las ansias de libertad y en especial la ausencia de los suyos. Cancionero y romancero de ausencias y Poemas últimos (1938-41), es, sin duda una obra de madurez, escrito desde el interior de su alma lírica y de las cárceles del yo, y de las experiencias tras los barrotes, composiciones que no fueron publicadas hasta después de su muerte. “Hijo de la luz y de la sombra” es el primero que se publicará por Vicente Ramos y Manuel Molina en Seis poemas inéditos y nueve más (Col. Ifach. Alicante 1951). Juan Cano Ballestas (Cátedra nº 2,1991), reconoce que sea «Hijo de la luz y de la sombra» como «lo más conmovedor y logrado de la poesía amorosa de M.H.»
Javier Herrero considera a la «noche» o «sombra» como la expresión de una «voluntad cósmica» (nota 69 Cátedra 2,1991). Aunque a mi parecer, la «sombra» es su mujer por las ausencias “Eres la noche, esposa: la noche en el instante” (v.1) se refiere al lugar donde van los seres que se han ido, «nido cerrado» (v.1, serventesio 10) pero dejan sus presencias como ya pintó, años después, la pintora alcoyana Polín Laporta con sus descabezadas. Y la «luz» como la esperanza de una nueva vida posible «la gran hora del parto» (v.1, serventesio 7). Además podría hacer alusión al símil de estar en la sombra por cárcel, como lo alude en la composición “Sigo en la sombra, lleno de luz: ¿existe el día?”, Poemas últimos.
El Cancionero es una obra de madurez poética, compleja, puesto que el manuscrito original se halla lleno de tachaduras, contiene dibujos no estaba terminado con idea de publicación. “…escritos tras las mismas rejas y compuestos sobre un esquema creativo similar: rehacer poemillas orales de tradición popular, recogidas ocasionalmente en cancioneros regionales, como vimos anteriormente” (Jesucristo Riquelme, “Dos cuentos de Miguel a su hijo”, 2009).
No quisiera finalizar este breve trabajo sin hacer alusión a las primeras ediciones valientes, base fundamental del Cancionero y romancero de ausencias, como la edición Obra escogida, prólogo de Arturo del Hoyo, intermediario Vicente Aleixandre, Aguilar de 1952; Cancionero y romancero de ausencias, prólogo del paraguayo Elvio Romero (Editorial Lautaro, 1958), la propia Josefina escribió “teniendo que lamentar la inexactitud”; una edición de Obras completas, de Elvio en la Editorial Losada, 1960; Obra poética completa, de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia, en Zero 1976; la de José Carlos Rovira en el Instituto de Estudios Alicantino 1976, y la de Lumen, colección “El Bardo”, Barcelona 1978.
En las ediciones de Elvio Romero aparece un pareado final el 108 apócrifo que según este autor lo escribió Miguel antes de morir en pared de la cárcel de Alicante “Adiós, hermanos, camaradas, amigos, /despedirme del sol y de los trigos”, que como observó María de Gracia Ifach en 1975 era imposible que Miguel escribiera en la pared de la cárcel este pareado ya que el poeta no escribía meses antes de su muerte y estaba en la enfermería. Se ha demostrado que este pareado es creación poeta del sevillano Antonio Aparicio.
Desde el 29 de junio del 41 Miguel se encuentra ya en la cárcel de Alicante. Josefina se traslada a Alicante a calle Pardo Gimeno, 15 a casa de su cuñada Elvira. Solo pueden ir los viernes. El 26 de septiembre Josefina le llevó a su hijo Miguel Manuel, lo tiene en brazos, debió ser un encuentro de gran emoción y lágrimas. De estas celdas salieron algunas composiciones por un sistema curioso, escrito en papel higiénico y ocultos en la tapadera de una lechera de aluminio, donde Josefina le lleva alimentos y Ceregumil.
Estos análisis nos demuestran que un poeta debe auténtico, ser él mismo, que no puede ser un fingidor, pues de lo contrario su verdad no tiene consistencia y se desvanecerá en el tiempo.
Alicante
No hay comentarios.:
Publicar un comentario