Con Precaución: El gran Facundo Cabral
Sergio Mejía Cano
2011 / 07 / 14
A principios de los años 70’s del siglo pasado muchos chicos aún imberbes y nenas quinceañeras ya estábamos contaminados por la cauda que estaba dejando la onda hippie debido a la influencia tan fuerte que esta traía, pero también ya escuchábamos las canciones a las que se les dio por llamar de protesta; a muchos nos fascinaba oír a la cantante española Massiel con su melodía “Rosas en el mar” o “Aleluya”, Joan Manuel Serrat ya se oía fuerte aunque estaba un poco vedado por algunas letras de sus canciones y poemas, pero aun así se filtraba una que otra. Atahualpa Yupanqui estaba en boca de la mayoría con su canción “Por qué no engraso los ejes”, que algunos la convertimos en “por qué no me baño”; Mercedes Sosa atraía mucho por su voz y letra de sus canciones, y luego igual Silvio Rodríguez, Alberto Cortez estaba más en las discotecas particulares de las chicas. Y entonces nos llegó la voz de “No soy de aquí ni soy de allá”; y ya nada fue igual.
Si bien la juventud de ese entonces estábamos viendo con estupor cómo se nos estaba cerrando una puerta que era la entrada a una etapa en donde lo sicodélico la había abierto a una muy avanzada era cultural, musical, espiritual, poética, pintura y dibujo por haber surgido unos colores fascinantes precisamente llamados sicodélicos y unas figuras abstractas que hacían que la imaginación se estimulara y fortaleciera haciendo que cada quien creara imágenes dentro de otras imágenes introduciéndose mentalmente ya fuera en una pintura o un simple dibujo encontrando en unas simples líneas los paisajes más bellos e inexistentes, tal vez. Muchos jóvenes de aquél entonces (jóvenes físicos, porque muchos seguimos siéndolo espiritualmente desde luego) aspiraban entrar a la escuela de artes plásticas para dar a conocer sus ideas, otros a arte dramático, a la escuela de música o literatura, etcétera; sin embargo, la puerta se seguía cerrando inevitablemente opacando u ocultando la casi desvanecida onda sicodélica. Pero de todos modos y no sé por qué razón o tal vez porque leer a Carlos Castaneda era cotidiano, a muchos nos dio mucho gusto saber que los Beatles habían llegado a Oaxaca a visitar a la gran Madre María Sabina. Luego se sabe que vendría el Festival de Avándaro qué, como buenos copiones los mexicanos, sería una réplica del famoso Festival de Woodstock, así que a prepararnos para estar ahí presentes y aunque muchos estábamos bien puestos para ir, el permiso paterno no se nos dio, pero como si ahí hubiésemos estado, y si bien las comunicaciones no eran como hoy en día, de todos modos no nos perdimos nada del festival por comentarios de amigos que sí fueron y después por película, ahora pasada a videos ya. Y todo porque ya no éramos ni de aquí ni de allá gracias al Gran Facundo Cabral.
Desde que entró a nuestras vidas Facundo Cabral, a la mayoría de los que convivíamos, desde aquél entonces nos impactó de un modo u otro porque nos identificábamos -y varios lo seguimos haciendo- con mucho de lo que decía tanto en sus canciones como en sus poemas o reflexiones sobre la vida. Y no nada más en aquellos tiempos, sino hoy en día también nos llega su recuerdo, no solamente por el fatal acontecimiento que privó de la vida a tan singular personaje que tenía un modo de ver la vida tan peculiar pero que de una forma u otra parecía que le atinaba al clavo de los que nos pasa; obvio, porque como dijo algún inglés, posiblemente Bernard Shaw: “Como humano que soy, nada de lo humano me es ajeno”. Constantemente en pláticas espontáneas, de plaza de café o banqueta surge en ocasiones sin querer algo que nos lleva a recordar a Cabral: “Me gusta andar, pero no sigo el camino…”; cuando vemos el sol o conversamos que alguna vez anduvimos en bicicleta “persiguiendo a Manuela…”a cualquiera de las dos, por cierto muy amigas nuestras; al ver las estrellas o ahora con los años encima decir con orgullo que “…no tengo edad ni porvenir…” y, ¿de quién no puede ser color de identidad el ser feliz? ¿Y a quién no le gusta estar tirado en la arena en un día soleado en la playa despreocupado de todo? Pero sobre todo, dudo que a alguien no le agraden los abrazos que nos dan nuestros hermanos, de todo tipo, genéticos, por amistad o por conocidos que por muy allegados los hemos llegado a considerar como nuestros propios hermanos también.
En Una entrevista Facundo dijo que en cierta parte cuando alguien se va a dormir dice que va a ensayar un poco la muerte, “por lo que debemos estar agradecidos por nacer 365 veces al año”.
Imagen e información http://www.periodicoexpress.com.mx/nota.php?id=249983
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