miércoles, octubre 19, 2011

Miguel Hernández, en el banco


Miguel Hernández, en el banco

19.10.11 - 02:40 - PEDRO ANTONIO CURTO ESCRITOR


Cuando Miguel Hernández pateaba las calles madrileñas en busca de fortuna literaria, en muchas ocasiones sin los céntimos que costaba el tranvía en sus bolsillos, poco podía saber que los papeles donde escribía sus versos y cartas en pensiones miserables, los que escribiera después bajo las bombas y más tarde en la cárcel, acabarían en la caja de seguridad de un banco, representación de ese dinero del que siempre anduvo escaso. Tras la muerte del poeta, su viuda, Josefina Manresa, se tuvo que trasladar a Elche, donde puso un taller de costura, del que poder vivir pues ese era su oficio de siempre: la costurera eterna, que le decía su marido.

El fin de la dictadura relanzó la obra hernandiana y el interés por todo lo que rodeaba la vida y obra del poeta. Fruto de ese interés fue la ordenación de todos sus papeles y escritos, que su viuda cedió en custodia al Ayuntamiento de Elche, ciudad donde seguía viviendo en espera de que las instituciones públicas le dieran la necesaria proyección. Pero las circunstancias políticas y otros intereses han llevado a la ruptura de ese acuerdo, arrojando el legado físico hernandiano a la caja de seguridad de un banco.

El poder siempre ha tenido una relación conflictiva con la cultura, en especial con la creación. Ésta puede construir un espacio de incertidumbre, una mirada critica, y quienes ocupan el poder, sean del signo que sean, buscan la seguridad de una ciudadanía acritica y complaciente. La cultura crea malestar, aunque sea gozoso. Coloca interrogantes, y ellos suelen tener respuestas muy simplistas. Por eso, prefieren palacios y grandes eventos, bufones que les hagan piruetas como a los antiguos monarcas. Y es significativo que Miguel Hernández y su obra sigan siendo molestos después de tanto tiempo.

Las cárceles a las que escribió, las que padeció en carne propia, paradójicamente, siguen persiguiendo a su obra, aunque sea la cárcel dorada de una caja de seguridad. Por fortuna, existe algo que atraviesa todos los muros, como lo hicieron en vida los de las prisiones. Tampoco hoy lo pueden contener otras más sibilinas.

Son sus versos, que son mares, ríos, viento, aire, versos libres, militantes de la belleza




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