6 de Septiembre de 1998
Texto de Lluís Bonet Mojica
Romántico e irónico. Así es Serrat y así le ha salido el nuevo disco,"Sombras de la China", que se presenta en sociedad el próximo día 21. Ha puesto en él historias cercanas, recuerdos vividos e intensas dosis de erotismo. Y todo ello envuelto en arreglos musicales que muestran su deseo de experimentar sonidos nuevos.
«La mujer se merece siempre una buena metáfora»
Cuatro años después de "Nadie es perfecto", Joan Manuel Serrat se dispone a lanzar un nuevo disco en castellano, de título exótico,sugerente y turgente en varias de sus canciones: "Sombras de la China".
Cuatro años que este cantautor, que resume gran parte del sentimiento y las rebeldías de este país durante más de tres décadas, empleó en preparar "Banda Sonora d'un temps, d'un país", su recuperación del talante cívicode la nova cançó catalana y un éxito que se aupó en las listas de toda España, como en 1965 ocurrió con "Paraules d'amor" o "Cançó de matinada", dos números uno en tiempos francamente difíciles. Como fue un gran éxito de ventas, en 1995, "Serrat, eres único", disco en el que populares cantantes de otras generaciones ofrecían sus personalísimas versiones de diversos clásicos serratianos. "Sombras de la China" aparecerá en toda España el lunes 21 de este mes.
Se trata de un disco (mejor hablar hoy de un CD) rupturista en la ya larga trayectoria serratiana. Rupturista por sus arreglos musicales y su búsqueda de nuevas sonoridades, pero en el que este Serrat cambiante sigue fiel a dos constantes: un romanticismo aquí desaforado en alguno de los temas y una acerada, divertida ironía.
Que dos de las canciones se llamen "Los macarras de la moral" y "Me gusta todo de ti (pero tú no)" denota el talante burlón de un artista que lleva más de 30 años en "el oficio", como a él le gusta decir y demostrar. Antes de marcharse de vacaciones con su familia, Serrat dedicó una noche al Magazine para desmenuzar, con desenfado y entre confidencias, arrancadas con nocturnidad y alevosía, su nuevo y esperado disco en territorios del Raval barcelonés, cuyo mestizaje entronca perfectamente con este fin de milenio y donde artistas generosos, pícaros y bohemios de otro tiempo, proyectan "Sombras de la China".
— Su disco, "Sombras de la China", transpira romanticismo pero está repleto de connotaciones irónicas. Y hasta eróticas, si me lo permite. — Es que soy partidario del romanticismo. Del romanticismo de Larra, no el de las novelitas rosas de a duro, compréndame. Creo que el disco lo conforman una serie de canciones que nacen a flor de piel y que también necesitan ser escuchadas a flor de piel, es decir, con una cierta complicidad. No son, a mi modo de ver, canciones densas. Aunque, eso sí, estén muy trabajadas. Son canciones que van buscando el meollo, distrayéndose poco. Esto no es algo deliberado. Lo he podido comprobar una vez finalizado el trabajo y con las canciones ya enlatadas. A mí me parece que es así. Pero ya se sabe que el artista es siempre un embaucador.
— Es el primer disco en castellano que graba después de cuatro años.
— Tenga en cuenta que, entremedio, hubo el trabajo, tremendo y laborioso, de "Banda sonora d'un temps, d'un país", que, sin ser canciones que yo tuviera que componer, me llevó un par de años de arduo trabajo, invertidos en seleccionar, montar, arreglar y grabar. — ¿"Sombras de la China" reúne ideas surgidas durante estos cuatro años o se puso usted a componerlo de una tacada?
— Hay algunas ideas que pueden venir de lejos. Es el caso de la canción "Princesa", una historia que me venía rondando desde hacía tiempo. Se trata del personaje de la madre que es capaz de renunciar absolutamente a todo para dárselo a la niña. Porque su aspiración es que la niña cumpla todos sus deseos, para ella, de alguna manera, cumplirlos a través de ella. Bueno, esta historia me venía persiguiendo. Pero las canciones no son canciones hasta que existen en la realidad. Las historias hay que desarrollarlas, limitarlas, concretarlas, hacerlas inteligibles, transmitirlas a los demás. Yo siempre he sido un hombre que ha respetado mucho a la genta de ideas. Pero respeto infinitamente más a aquellos que son capaces de llevarlas a la práctica. Ocurre que a lo largo de mi vida he conocido a mucha gente con ideas, pero no he conocido a tantos que fueran capaces de concretarlas en algo tangible. — En esta canción suya, "Princesa", de haber sido compuesta en el pasado, tal vez el sueño de la mamá sería que la niña fuera funcionaria o estuviera en una caja de ahorros.
— No, no. El sueño de una madre no es nunca que su hija trabaje en "la Caixa". El ejemplo que siempre tengo al respecto es de una mujer de mi barrio, en el Poble Sec, que vivía en una barraca en la prolongación de mi calle natal, Poeta Cabanyes. Pues bien. Tenía una hija monísima y el sueño de la madre era que su hija fuese artista. Y la niña fue artista. Siempre recordaré la imagen de aquella mujer, entrando un día en la tocinería, donde yo me encontraba con mi madre. La dueña, la tocinera, le preguntó:
"Antonia, ¿cómo está la niña?". Y ella que le contesta: "¿La niña, la niña? La niña tiene un 'petáculo' con un 'pertorio' y un 'corao'...". la imagen de aquella mujer a la que se le caía la baba hablando del espectáculo, del repertorio y el decorado de la niña no la he olvidado en mi vida. En la canción "Princesa" se expresan pensamientos, deseos que están generalizados en los barrios populares de las grandes ciudades.
Donde los padres se esfuerzan, bueno, generalmente, la madre. Porque la madre es la que carga más con esos sueños, que ella de alguna manera fomenta, controla y alienta. Sólo las madres son soñadoras. — No me negará que, de algún modo, este fue su caso... aunque el'pertorio' se lo tuviera que escribir usted mismo.
— Es que esto pasaba en cualquier familia que deseaba que el hijo se desclasara. Yo llegué a la universidad porque mis padres, especialmente mi madre... Es que mi padre trabajó mucho, pero mi madre fue de alguna forma la que impulsó, la que consintió que yo llegara a la universidad. Para ir a la facultad primero debías hacer el bachillerato, era mucho tiempo, mucha inversión, mucha ilusión por tu hijo. En esta canción, "Princesa", también hay algo de mi madre, de las madres de mis amigos, de las madres de mis vecinos del barrio. De todas aquellas mujeres a las que no les ha importado sacrificarse, siempre y cuando puedan llenarse los ojos y la boca con el futuro de sus hijos. — Convengamos en que, hoy día, la niña en cuestión acudiría a un "casting" de la televisión, sin suspirar por actuar en un "pectáculo" de variedades.
— Más que en la niña cantando con la Piquer en un teatro, la canción se centra, efectivamente, en la niña yendo a un "casting" de televisión para salir en cualquier programa. No todos los sueños pueden ser espléndidos. También la gente que tiene sueños mediocres ama esos sueños. — ¿Por qué "Sombras de la China", título por lo demás muy sugestivo y que nos remonta a los antecedentes del cine: las sombras chinescas?
— Mire, voy a serle sincero, cosa por lo demás habitual en mí. La verdad es que el título aparece antes que la canción. No sé si debo contarlo... — Hágalo, cuéntelo, no se prive y tire de la manta...
— Bueno, cierto día, hojeando unos libritos, más bien unos opúsculos o libelos propiedad de Luis Poveda, gran amigo y colaborador lamentablemente desaparecido, su mujer me regaló algunos de sombras chinescas. A partir de ahí yo pensé que una historia sobre sombras chinescas podría dar mucho de sí, dejando campo para la imaginación y la ambigüedad. Porque, además, la sombra es algo que siempre está con nosotros. Algo que nos atormenta, que nos hace soñar... En efecto, las sombras dan mucho de sí. Pero la definición "sombras chinescas" no me agradaba demasiado. Me pareció que "Sombras de la China" quedaba mucho más sugestivo. Y traté de hacer una canción sobre esta idea. — Una buena idea, sin duda. — Pero ahí cometí yo un pecado tremendo, que también llevó consigo la penitencia. El pecado fue llegar una mañana al estudio de grabación, cuando el resto de las canciones ya estaban listas y grabadas, y asegurar que había una más titulada "Sombras de la China". Es decir, lo anuncié antes de tener compuesta la canción. "¡Sensacional!", dijeron todos. De inmediato, todo el mundo empezó a trabajar con sombras chinescas... Los que diseñaban la portada del disco empezaron a trabajar el título "Sombras de la China", y descubrieron un filón. Todos entraron, encantados, al trapo. Pero la canción aún no existía. Y ahí debo confesar que he pasado algunos de los meses más terribles, como autor, de mi vida. — Porque la canción de bendito título era sólo un maldito título... — Yo, que nunca he querido hacer una canción por encargo, ni he querido componer bandas sonoras de películas, nada que me impusiera un plazo de entrega, me vi sometido a esta terrible presión provocada por mí mismo.
Ahora recuerdo que era tremendo levantarme con sombras y acostarme con sombras. Eso de romper papeles, de darle mil vueltas a una historia que crees tener en la cabeza... Suerte que el ángel de la guarda mío regresó de vacaciones, se sentó a mi lado y me ayudó. Me abrió un cierto horizonte. La verdad es que pasé una temporada fatal. Ahora, cuando comentamos esa historia entre quienes hemos hecho el disco, nos causa risa. Pero la verdad es que, en aquellos momentos, no me hacía ninguna
gracia. Por fortuna, al final ha salido bien. Considero que "Sombras de la China" es una canción muy bonita, sorprendente, distinta. Pero durante un tiempo esa canción fue una sombra. Sombra de la China, sin duda. — "Sombras de la China" también constituye un homenaje al artista que nos entretiene, que puede ser un cantor o un simple animador que utiliza las manos. Porque -como canta usted- las manos del sueño siempre traen un sueño de la mano... — Su argumento, su historia, busca puntos y momentos muy concretos. Toda la canción es pura fantasía. Lo único que no es fantasía es cuando dice:
"Lo que soy y lo que tengo / sólo serán sombras". Es la conciencia del autor respecto a la eventualidad de todo. — Hay otra canción en el disco, "Me gusta todo de ti", que es un acto de amor sosegado por una terrible carga irónica. ¿Es cosa de la edad?
— Groucho siempre me ha gustado mucho. Cuando yo era pequeño y a las películas de los hermanos Marx la gente de mi calle las llamaba astracanadas, a mí ya me encantaban. Me sentía un bicho raro, porque iba al cine Barcelona, donde "echaban" un par de largometrajes y siete cortos entre "el No-Do al alcance de todos los españoles" y los dibujos animados, y las "marxistas" me entusiasmaban. Hace muchos años que descubrí a Groucho diciendo: "Señora, me gusta todo de usted... menos usted". La canción va de esto. — Bueno, ya sabe usted que Groucho era muy temible cuando halagaba a las damas. Recuerde aquella otra réplica suya a la sufrida Margaret Dumont: "Señora, es usted la mujer más bella que he visto en mi vida, lo cual no dice nada en su favor..." — ¡Ja, ja, ja! Groucho era demoledor. Esta historia, "Me gusta todo de ti (pero tú no)", refleja un poco lo que nos sucede frente a una estética muy determinada y que es realmente muy hermosa, pero absolutamente vacía.
Quizás la canción sea un homenaje a los cuerpos Danone. No todos los cuerpos Danone, sólo aquellos a quienes -como diría Gila- las ideas les entran a rastras. — En "Los macarras de la moral" también entra usted a matar, pero muy flamenco. — Es una canción cantada a un ritmo que no quiere ser una especie de tango, pero sí suena como tango. Como tango flamenco. Tiene su razón de ser porque esos personajes están muy circunscritos a la órbita española.
Proliferan, florecen y se les da esplendor. — Es la canción musicalmente más distinta del disco.
— Puede ser. Pero fíjese que yo he trabajado por el lado flamenco anteriormente. he hecho rumbas, he escrito pasodobles, he escrito zambras,bueno, cuando digo "escrito" quiero decir que he compuesto. O sea que estoy tocado por una serie de ritmos y sonoridades que también iban caminando cerca de la soleá. Me atraen mucho los palos del flamenco. No es que haya ido a buscarlos; es que forman parte de mi cultura musical y evidentemente aparecen en algunas de mis canciones. — De algún modo, "Los macarras de la moral" enlazaría con la titulada "Buenos tiempos", otra canción que destila vitriolo.
— Sí, de alguna manera son las dos puntas del disco, las cuales, con ironía y hasta diría que con cierta dosis de cinismo en el caso de "Buenos tiempos", plantean una posición respecto a toda esa parafernalia que nos quiere hacer comulgar con unas bondades y con unos niveles que, evidentemente, no me parecen ni tan buenos ni tan deseables. — En el fondo, "Buenos tiempos" no deja de mostrar el estado de la situación. — Yo creo que es una canción de tema intemporal, quizá un poco fatalista, pero es que las cosas son así y no hay quien las cambie. Lo que pretendo decir viene reflejado en el final: que las cosas van bien, pero siempre van bien para los mismos. Y que, sería bueno o bien ampliar la cuota de los beneficiarios o bien modificar un poco quiénes son los que se benefician. Que si no hay para todos, al menos habría que distribuir lo que haya un día a unos y otro día a otros. Las canciones de este disco son bastante transparentes: ya no corren tiempos en los que hagan falta más metáforas que aquellas que sean capaces de provocar la sensibilidad, la imaginación.
— Las metáforas las utiliza usted para hablar de la mujer, de las mujeres.
— ¡Es que la mujer se merece siempre una buena metáfora! — "Una vieja canción" recupera la nostalgia por las viejas canciones acasooídas en la radio.
— Parte de la idea de uno de mis amigos y de algunas noches que hemos pasado juntos escuchando una canción determinada, una canción de esas que te mandan a la lona de un gancho al corazón. Que uno estaba tan tranquilo, sin acordarse de todo lo que aquella canción arrastraba. Yo creo que las canciones, junto con los olores, son las dos cosas más evocadoras que existen. Una canción, al igual que un perfume y un olor determinado, es capaz de transportarte en el tiempo y la distancia, siempre a velocidades supersónicas. — Usted tiene, en este sentido, varias canciones emblemáticas. De esas que le noquean a uno irremisiblemente cada vez que las vuelve a escuchar.
— Siempre espero que a lo que a mí me sucede con canciones de otros, a otros les suceda con mis canciones. — Sabe que esto ocurre con canciones suyas. — Llevo 33 años en este oficio y la suerte que he tenido es que la gente me haya consentido seguir en él. Si yo no interesara a la gente, es evidente que me hubieran echado antes de que yo hubiera tenido tiempo de despedirme. Y, claro, si las canciones interesan es porque forman parte de la vida de las personas. Uno las hace y las personas las agarran, las toman, las moldean, se las hacen a su medida, las lavan, las ponen a secar, se les encogen, las estiran, les sacan el dobladillo y hacen de todo con ellas. — Más que renovación de público, usted ha experimentado la incorporación de nuevos seguidores, lo que hace que esas canciones suyas emblemáticas se hayan convertido en intergeneracionales.
— Hay algo que es obvio, pero que a veces no parece serlo tanto: el hecho de que a todos les gusten las primeras canciones que uno ha compuesto. Sinembargo, ¿qué quieren decir cuando hablan de "primeras canciones"? Algunos llaman primeras canciones las que uno compuso en los años 60; curiosamente, para otros son las de los años 70 e incluso he encontrado gente que llama "primeras canciones" a las que yo he escrito en los años 80.
Con esto quiero decir que son "sus" primeras canciones. Las primeras canciones mías que ese señor escuchó y que, evidentemente, le cuesta mucho situar en una época. En ocasiones alguien me ha dicho: "me gusta mucho una de sus canciones, la primera que yo escuché. Fue "La rana y el príncipe".
Y yo pienso: "¡Coño, si ésta es del 87!. Ocurre que la gente se queda con las canciones que representan algo para ellos en la vida. Las canciones que la gente conserva las conserva en el recuerdo. O tal vez ocurra al revés: que los recuerdos los conserva en canciones. — Es que una canción, usted lo sabe mejor que nadie, puede resumir todo un mundo.
— Por eso la gente se abraza a esas canciones. Porque lo que realmente está abrazando es a él mismo y a sus recuerdos, a lo que ama y a sus sueños. Por eso se centra en unas canciones y no quiere que nadie le saque de ellas. Porque le interesa aquella época. Es natural que ocurra así. El autor sufre las consecuencias de esto, pero el autor también está muy agradecido de tener a aquel señor o aquella señora abrazados a una parte de su vida. Esto es lo que suele ocurrir. — La canción titulada "Fe de vida" es, realmente, una fe de vida, pero nada notarial.
— Es una canción que sale de un planteamiento personal a partir de los sentidos. De algo tan evidente como los sentidos. Igual que hay una fe de bautismo, yo hice una fe de vida.
— Mucho Internet, mucha tecnología, pero las canciones de amor son las que llegan de verdad al más común de los mortales.
— Bueno, imagino que hay gente que se escribe maravillosas cartas de amor a través de Internet. Incluso hay una pareja norteamericana que montó un escándalo porque follaron por Internet. Les han sancionado porque no tenían 18 años, lo cual me parece muy mal. — Vivimos inmersos en una sociedad muy virtual, carente de verdaderos sentimientos y donde casi todo se vive por delegación. ¿Qué papel tiene ahí el cantautor, ese tipo que recoge voces de la calle y bucea en sentimientos soterrados para transformarlos en canciones?
— Pero es que esa globalización aparente constituye un planteamiento muy fatuo de la realidad. Porque, verdaderamente, apenas una quinta parte del mundo debe de tener conocimiento de esto, en tanto que una gran mayoría se está muriendo de hambre y no creo que la tecnología le preocupe demasiado.
Este 20 por ciento que tiene el noventa y tantos por ciento de la riqueza del planeta sí que afronta todo un planteamiento de virtualidades. De sombras. De unas sombras muy grandes, ya que esa virtualidad hace que la gente viva con unas grandes dosis de fe. Una fe asombrosa, desmesurada y arriesgada. Una fe, por ejemplo, en la seguridad. Una fe en los mercados bursátiles. Sí, estamos en una sociedad muy virtual y, por ello, muy llena de fe.
— ¿Cuál es, entonces, la función del artista?
— Supongo que el artista, como cualquier otro profesional, depende de lo que le pase. No creo que haya un modelo ni un manual para esto, como tampoco existe un manual para ser hombre. No creo que un artista necesite mayor manual para saber lo que debe hacer que su propia conciencia y su manera de entender la vida.
— Hay, en el disco, otra canción de amor dotada de un irónico desgarro: "Secreta mujer". En ella, usted canta: "Arránqueme, señora, las ropas, las dudas y desdúdeme".
— No es una canción irónica: ¡es una súplica! Está dirigida a una mujer específica, a una mujer secreta que el pobre tipo de la canción tiene atravesada en los párpados y no puede dormir. Y cuando el pobre hombre pretende decirle algo a aquella mujer, aunque sólo sea "vete y déjame tranquilo", no puede hablar porque se la encuentra atravesada en la garganta. Esta canción, más que otra cosa, es una súplica. — Las mujeres están muy presentes en este disco. — Están muy claramente presentes. Siempre lo han estado en mi trabajo.Pero posiblemente el mensaje sea aquí mucho más concreto. Ya decía que son canciones con un lenguaje directo, poético y concreto. Dicho así parece que el disco sea la hostia, ¿verdad? Pero, si yo no hablo bien de él... Es lo que decía mi madre. — En "La hora del timbre" vierte usted una imagen, una metáfora: "... por la mirilla se ven caramelos asomándose a un escote y una gran sonrisa rodeada de mujer". Eso de los caramelos asomándose...
— A Kitflus, el arreglista, también le encanta. Deben tener ustedes las mismas fijaciones que yo. Debo reconocer que a mí siempre me han gustado las mujeres pechugonas. Sí, me gustan mucho. Incluso en las épocas más complicadas de mi vida en este sentido, que fue el paso de la post-adolescencia a los veinte y tanto años, para salir ya me gustaban las pechugonas. Porque en aquellos años mozos existía la división de chicas "para salir" y chicas "para casarse". Pues a mí hasta para casarme me gustaban pechugonas. Lo cual no significa que uno acaba casándose con una pechugona...
— Todos teníamos fijaciones adolescentes. La mía era la Janet Leigh de "El príncipe Valiente", tan virginal pero con promontorios que el ropaje medieval no camuflaba en absoluto...
— Mi fijación era Angie Dickinson en "Jessica", una película de los primeros sesenta. Siempre recordaré aquella escena en que iba montada en una motocicleta y pasaba delante de un panadero que estaba moldeando la masa de dos panes redondos... — Prosigamos con "La hora del timbre", ya sin desvíos juveniles...
— El protagonista de la historia es un personaje muy atractivo por lo normal que es. Un tipo muy normal que se pasa todo el tiempo sufriendo mientras espera la llegada de la amada. Y en el momento en que llega, empieza a sufrir de nievo pensando en el momento en que la amada se marche. — Pero cuando uno llega a cierta edad puede que ya no sufra tanto por la llegada o la partida de la amada. ¿No lo relativizamos un poco? — Es que son personajes... Una de las ventajas que tenemos los escribidores de canciones, en realidad los autores del género que sea, es que podemos colocarles nuestras cosas a unos personajes inventados. O creárselas a esos mismos personajes. Teniendo en cuenta que tengo esa posibilidad, comprenderá usted que omita mi experiencia personal de cuando sí o cuando no. — En lo que respecta a sus arreglos musicales, este disco suena muy distinto.
— Ha habido un propósito de avanzar en este sentido, no sé si de mejorar, porque los gustos siempre son subjetivos. Entiendo que hay un avance muy considerable, un concepto de sonido que va más allá de la melodía. A mí esto me parece muy interesante y, además, creo que la obligación de un autor es siempre la de trabajar, en un sentido u otro, al azar. Tienes más posibilidades de acertar si te mueves que si te quedas quieto. — Hay una canción inspirada en un poema de Cernuda.
— Sí, "Más que nadie" está inspirada en uno de los poemas de juventud de Luis Cernuda. Un poeta muy olvidado, maltratado y que quedó absolutamente silenciado por el franquismo y nada reivindicado por la progresía poética.
Otra de las canciones del disco, "Secreta mujer", de la que ya hemos hablado, está trabajada sobre dos relatos cortos de "El libro de los abrazos", original de Eduardo Galeano. — Y la mencionada "La hora del timbre" parte de versos ajenos. — En efecto. El origen de "La hora del timbre" son unos poemas de un muchacho argentino, al cual no conozco todavía personalmente. En mi último viaje por Argentina me hizo llegar el manuscrito de un posible libro de poemas. Se llama José Luis Pérez Mosquera y extraje uno de los poemas.
Esto es arriesgado, muy arriesgado... Porque cuando se enteren de que funciona y puede salir una canción en un disco mío, recibiré muchos trabajos. Pero lo he hecho porque, honradamente, debo confesar que de todo lo que me envían, rara vez aparece algo que valga realmente la pena. — ¿Le envían mucho material, confiando en que usted le ponga letra o música y lo grabe? — Me remiten infinidad de casetes y poemas. Así que, lo lamento mucho, querido lector del Magazine, pero si usted es uno de quienes me han enviado algo, seguramente el suyo será el bueno. Pero aparte del suyo, recibo muchas cosas que tienen poco de rescatable. En cambio, el tipo este, José Luis Pérez Mosquera, me envió unos poemas realmente muy hermosos. Lo que me alegra es que el dinero que este chico pueda ganar como coautor de la canción va a utilizarlo en publicar el libro, lo cual está muy bien. Pero yo no quisiera animar a nadie en este sentido...
Normalmente leo lo que me envían, porque si no lo hago me entran remordimientos. — Siempre puede haber una joya oculta. — Aunque no haya una joya oculta, siempre pienso que hay alguien que me envía aquello para que yo lo mire. Pero... ¡no quisiera alentar más a todo esto!
— ¿Cuál de las once canciones escogería para lanzar el disco? — La verdad es que yo no sabría qué canción escoger para engolosinar a la gente, para de alguna manera darle una referencia de cómo es o deja de ser el disco. No creo que ninguna de las once canciones pueda ser utilizada como bandera y cualquiera de las once tiene una dignidad suficiente para poder estar en el disco. — ¿Empieza a pesarle lo de ser popular y no poder ir a ninguna parte sin ser reconocido al instante? Para la gente, usted es como de la familia.
— Es agradable el cariño de la gente, del mismo modo que es desagradable que alguien tenga algún prejuicio hacia ti, por la razón que sea. Por ser Serrat, lo bueno y lo malo lo encuentro de manera más próxima que otra gente. Por fortuna predomina lo bueno. Siempre he dicho que una de las razones por las que yo me he dedicado a este oficio es que tengo mucha necesidad de amar y ser amado. Y haciendo este oficio, la verdad es que me va bastante bien.
— Hay celebridades que resultan ser unos tipos engreídos y pelmazos.
— Yo no tengo problemas de celebridad. A mí me ha tocado hacer de personaje popular, y estoy muy contento de serlo. Tengo una buena relación con mi personaje. Porque la gente cuando me ve, no me ve a mí, ve mi reflejo. Pero es muy agradable saber que en cualquier casa te pondrían un plato en la mesa, con toda normalidad y sin tener que cambiar la cubertería. Sé que es así: que me tomen como a uno más de la familia supone un honor que agradezco.
Que dos de las canciones se llamen "Los macarras de la moral" y "Me gusta todo de ti (pero tú no)" denota el talante burlón de un artista que lleva más de 30 años en "el oficio", como a él le gusta decir y demostrar. Antes de marcharse de vacaciones con su familia, Serrat dedicó una noche al Magazine para desmenuzar, con desenfado y entre confidencias, arrancadas con nocturnidad y alevosía, su nuevo y esperado disco en territorios del Raval barcelonés, cuyo mestizaje entronca perfectamente con este fin de milenio y donde artistas generosos, pícaros y bohemios de otro tiempo, proyectan "Sombras de la China".
— Su disco, "Sombras de la China", transpira romanticismo pero está repleto de connotaciones irónicas. Y hasta eróticas, si me lo permite. — Es que soy partidario del romanticismo. Del romanticismo de Larra, no el de las novelitas rosas de a duro, compréndame. Creo que el disco lo conforman una serie de canciones que nacen a flor de piel y que también necesitan ser escuchadas a flor de piel, es decir, con una cierta complicidad. No son, a mi modo de ver, canciones densas. Aunque, eso sí, estén muy trabajadas. Son canciones que van buscando el meollo, distrayéndose poco. Esto no es algo deliberado. Lo he podido comprobar una vez finalizado el trabajo y con las canciones ya enlatadas. A mí me parece que es así. Pero ya se sabe que el artista es siempre un embaucador.
— Es el primer disco en castellano que graba después de cuatro años.
— Tenga en cuenta que, entremedio, hubo el trabajo, tremendo y laborioso, de "Banda sonora d'un temps, d'un país", que, sin ser canciones que yo tuviera que componer, me llevó un par de años de arduo trabajo, invertidos en seleccionar, montar, arreglar y grabar. — ¿"Sombras de la China" reúne ideas surgidas durante estos cuatro años o se puso usted a componerlo de una tacada?
— Hay algunas ideas que pueden venir de lejos. Es el caso de la canción "Princesa", una historia que me venía rondando desde hacía tiempo. Se trata del personaje de la madre que es capaz de renunciar absolutamente a todo para dárselo a la niña. Porque su aspiración es que la niña cumpla todos sus deseos, para ella, de alguna manera, cumplirlos a través de ella. Bueno, esta historia me venía persiguiendo. Pero las canciones no son canciones hasta que existen en la realidad. Las historias hay que desarrollarlas, limitarlas, concretarlas, hacerlas inteligibles, transmitirlas a los demás. Yo siempre he sido un hombre que ha respetado mucho a la genta de ideas. Pero respeto infinitamente más a aquellos que son capaces de llevarlas a la práctica. Ocurre que a lo largo de mi vida he conocido a mucha gente con ideas, pero no he conocido a tantos que fueran capaces de concretarlas en algo tangible. — En esta canción suya, "Princesa", de haber sido compuesta en el pasado, tal vez el sueño de la mamá sería que la niña fuera funcionaria o estuviera en una caja de ahorros.
— No, no. El sueño de una madre no es nunca que su hija trabaje en "la Caixa". El ejemplo que siempre tengo al respecto es de una mujer de mi barrio, en el Poble Sec, que vivía en una barraca en la prolongación de mi calle natal, Poeta Cabanyes. Pues bien. Tenía una hija monísima y el sueño de la madre era que su hija fuese artista. Y la niña fue artista. Siempre recordaré la imagen de aquella mujer, entrando un día en la tocinería, donde yo me encontraba con mi madre. La dueña, la tocinera, le preguntó:
"Antonia, ¿cómo está la niña?". Y ella que le contesta: "¿La niña, la niña? La niña tiene un 'petáculo' con un 'pertorio' y un 'corao'...". la imagen de aquella mujer a la que se le caía la baba hablando del espectáculo, del repertorio y el decorado de la niña no la he olvidado en mi vida. En la canción "Princesa" se expresan pensamientos, deseos que están generalizados en los barrios populares de las grandes ciudades.
Donde los padres se esfuerzan, bueno, generalmente, la madre. Porque la madre es la que carga más con esos sueños, que ella de alguna manera fomenta, controla y alienta. Sólo las madres son soñadoras. — No me negará que, de algún modo, este fue su caso... aunque el'pertorio' se lo tuviera que escribir usted mismo.
— Es que esto pasaba en cualquier familia que deseaba que el hijo se desclasara. Yo llegué a la universidad porque mis padres, especialmente mi madre... Es que mi padre trabajó mucho, pero mi madre fue de alguna forma la que impulsó, la que consintió que yo llegara a la universidad. Para ir a la facultad primero debías hacer el bachillerato, era mucho tiempo, mucha inversión, mucha ilusión por tu hijo. En esta canción, "Princesa", también hay algo de mi madre, de las madres de mis amigos, de las madres de mis vecinos del barrio. De todas aquellas mujeres a las que no les ha importado sacrificarse, siempre y cuando puedan llenarse los ojos y la boca con el futuro de sus hijos. — Convengamos en que, hoy día, la niña en cuestión acudiría a un "casting" de la televisión, sin suspirar por actuar en un "pectáculo" de variedades.
— Más que en la niña cantando con la Piquer en un teatro, la canción se centra, efectivamente, en la niña yendo a un "casting" de televisión para salir en cualquier programa. No todos los sueños pueden ser espléndidos. También la gente que tiene sueños mediocres ama esos sueños. — ¿Por qué "Sombras de la China", título por lo demás muy sugestivo y que nos remonta a los antecedentes del cine: las sombras chinescas?
— Mire, voy a serle sincero, cosa por lo demás habitual en mí. La verdad es que el título aparece antes que la canción. No sé si debo contarlo... — Hágalo, cuéntelo, no se prive y tire de la manta...
— Bueno, cierto día, hojeando unos libritos, más bien unos opúsculos o libelos propiedad de Luis Poveda, gran amigo y colaborador lamentablemente desaparecido, su mujer me regaló algunos de sombras chinescas. A partir de ahí yo pensé que una historia sobre sombras chinescas podría dar mucho de sí, dejando campo para la imaginación y la ambigüedad. Porque, además, la sombra es algo que siempre está con nosotros. Algo que nos atormenta, que nos hace soñar... En efecto, las sombras dan mucho de sí. Pero la definición "sombras chinescas" no me agradaba demasiado. Me pareció que "Sombras de la China" quedaba mucho más sugestivo. Y traté de hacer una canción sobre esta idea. — Una buena idea, sin duda. — Pero ahí cometí yo un pecado tremendo, que también llevó consigo la penitencia. El pecado fue llegar una mañana al estudio de grabación, cuando el resto de las canciones ya estaban listas y grabadas, y asegurar que había una más titulada "Sombras de la China". Es decir, lo anuncié antes de tener compuesta la canción. "¡Sensacional!", dijeron todos. De inmediato, todo el mundo empezó a trabajar con sombras chinescas... Los que diseñaban la portada del disco empezaron a trabajar el título "Sombras de la China", y descubrieron un filón. Todos entraron, encantados, al trapo. Pero la canción aún no existía. Y ahí debo confesar que he pasado algunos de los meses más terribles, como autor, de mi vida. — Porque la canción de bendito título era sólo un maldito título... — Yo, que nunca he querido hacer una canción por encargo, ni he querido componer bandas sonoras de películas, nada que me impusiera un plazo de entrega, me vi sometido a esta terrible presión provocada por mí mismo.
Ahora recuerdo que era tremendo levantarme con sombras y acostarme con sombras. Eso de romper papeles, de darle mil vueltas a una historia que crees tener en la cabeza... Suerte que el ángel de la guarda mío regresó de vacaciones, se sentó a mi lado y me ayudó. Me abrió un cierto horizonte. La verdad es que pasé una temporada fatal. Ahora, cuando comentamos esa historia entre quienes hemos hecho el disco, nos causa risa. Pero la verdad es que, en aquellos momentos, no me hacía ninguna
gracia. Por fortuna, al final ha salido bien. Considero que "Sombras de la China" es una canción muy bonita, sorprendente, distinta. Pero durante un tiempo esa canción fue una sombra. Sombra de la China, sin duda. — "Sombras de la China" también constituye un homenaje al artista que nos entretiene, que puede ser un cantor o un simple animador que utiliza las manos. Porque -como canta usted- las manos del sueño siempre traen un sueño de la mano... — Su argumento, su historia, busca puntos y momentos muy concretos. Toda la canción es pura fantasía. Lo único que no es fantasía es cuando dice:
"Lo que soy y lo que tengo / sólo serán sombras". Es la conciencia del autor respecto a la eventualidad de todo. — Hay otra canción en el disco, "Me gusta todo de ti", que es un acto de amor sosegado por una terrible carga irónica. ¿Es cosa de la edad?
— Groucho siempre me ha gustado mucho. Cuando yo era pequeño y a las películas de los hermanos Marx la gente de mi calle las llamaba astracanadas, a mí ya me encantaban. Me sentía un bicho raro, porque iba al cine Barcelona, donde "echaban" un par de largometrajes y siete cortos entre "el No-Do al alcance de todos los españoles" y los dibujos animados, y las "marxistas" me entusiasmaban. Hace muchos años que descubrí a Groucho diciendo: "Señora, me gusta todo de usted... menos usted". La canción va de esto. — Bueno, ya sabe usted que Groucho era muy temible cuando halagaba a las damas. Recuerde aquella otra réplica suya a la sufrida Margaret Dumont: "Señora, es usted la mujer más bella que he visto en mi vida, lo cual no dice nada en su favor..." — ¡Ja, ja, ja! Groucho era demoledor. Esta historia, "Me gusta todo de ti (pero tú no)", refleja un poco lo que nos sucede frente a una estética muy determinada y que es realmente muy hermosa, pero absolutamente vacía.
Quizás la canción sea un homenaje a los cuerpos Danone. No todos los cuerpos Danone, sólo aquellos a quienes -como diría Gila- las ideas les entran a rastras. — En "Los macarras de la moral" también entra usted a matar, pero muy flamenco. — Es una canción cantada a un ritmo que no quiere ser una especie de tango, pero sí suena como tango. Como tango flamenco. Tiene su razón de ser porque esos personajes están muy circunscritos a la órbita española.
Proliferan, florecen y se les da esplendor. — Es la canción musicalmente más distinta del disco.
— Puede ser. Pero fíjese que yo he trabajado por el lado flamenco anteriormente. he hecho rumbas, he escrito pasodobles, he escrito zambras,bueno, cuando digo "escrito" quiero decir que he compuesto. O sea que estoy tocado por una serie de ritmos y sonoridades que también iban caminando cerca de la soleá. Me atraen mucho los palos del flamenco. No es que haya ido a buscarlos; es que forman parte de mi cultura musical y evidentemente aparecen en algunas de mis canciones. — De algún modo, "Los macarras de la moral" enlazaría con la titulada "Buenos tiempos", otra canción que destila vitriolo.
— Sí, de alguna manera son las dos puntas del disco, las cuales, con ironía y hasta diría que con cierta dosis de cinismo en el caso de "Buenos tiempos", plantean una posición respecto a toda esa parafernalia que nos quiere hacer comulgar con unas bondades y con unos niveles que, evidentemente, no me parecen ni tan buenos ni tan deseables. — En el fondo, "Buenos tiempos" no deja de mostrar el estado de la situación. — Yo creo que es una canción de tema intemporal, quizá un poco fatalista, pero es que las cosas son así y no hay quien las cambie. Lo que pretendo decir viene reflejado en el final: que las cosas van bien, pero siempre van bien para los mismos. Y que, sería bueno o bien ampliar la cuota de los beneficiarios o bien modificar un poco quiénes son los que se benefician. Que si no hay para todos, al menos habría que distribuir lo que haya un día a unos y otro día a otros. Las canciones de este disco son bastante transparentes: ya no corren tiempos en los que hagan falta más metáforas que aquellas que sean capaces de provocar la sensibilidad, la imaginación.
— Las metáforas las utiliza usted para hablar de la mujer, de las mujeres.
— ¡Es que la mujer se merece siempre una buena metáfora! — "Una vieja canción" recupera la nostalgia por las viejas canciones acasooídas en la radio.
— Parte de la idea de uno de mis amigos y de algunas noches que hemos pasado juntos escuchando una canción determinada, una canción de esas que te mandan a la lona de un gancho al corazón. Que uno estaba tan tranquilo, sin acordarse de todo lo que aquella canción arrastraba. Yo creo que las canciones, junto con los olores, son las dos cosas más evocadoras que existen. Una canción, al igual que un perfume y un olor determinado, es capaz de transportarte en el tiempo y la distancia, siempre a velocidades supersónicas. — Usted tiene, en este sentido, varias canciones emblemáticas. De esas que le noquean a uno irremisiblemente cada vez que las vuelve a escuchar.
— Siempre espero que a lo que a mí me sucede con canciones de otros, a otros les suceda con mis canciones. — Sabe que esto ocurre con canciones suyas. — Llevo 33 años en este oficio y la suerte que he tenido es que la gente me haya consentido seguir en él. Si yo no interesara a la gente, es evidente que me hubieran echado antes de que yo hubiera tenido tiempo de despedirme. Y, claro, si las canciones interesan es porque forman parte de la vida de las personas. Uno las hace y las personas las agarran, las toman, las moldean, se las hacen a su medida, las lavan, las ponen a secar, se les encogen, las estiran, les sacan el dobladillo y hacen de todo con ellas. — Más que renovación de público, usted ha experimentado la incorporación de nuevos seguidores, lo que hace que esas canciones suyas emblemáticas se hayan convertido en intergeneracionales.
— Hay algo que es obvio, pero que a veces no parece serlo tanto: el hecho de que a todos les gusten las primeras canciones que uno ha compuesto. Sinembargo, ¿qué quieren decir cuando hablan de "primeras canciones"? Algunos llaman primeras canciones las que uno compuso en los años 60; curiosamente, para otros son las de los años 70 e incluso he encontrado gente que llama "primeras canciones" a las que yo he escrito en los años 80.
Con esto quiero decir que son "sus" primeras canciones. Las primeras canciones mías que ese señor escuchó y que, evidentemente, le cuesta mucho situar en una época. En ocasiones alguien me ha dicho: "me gusta mucho una de sus canciones, la primera que yo escuché. Fue "La rana y el príncipe".
Y yo pienso: "¡Coño, si ésta es del 87!. Ocurre que la gente se queda con las canciones que representan algo para ellos en la vida. Las canciones que la gente conserva las conserva en el recuerdo. O tal vez ocurra al revés: que los recuerdos los conserva en canciones. — Es que una canción, usted lo sabe mejor que nadie, puede resumir todo un mundo.
— Por eso la gente se abraza a esas canciones. Porque lo que realmente está abrazando es a él mismo y a sus recuerdos, a lo que ama y a sus sueños. Por eso se centra en unas canciones y no quiere que nadie le saque de ellas. Porque le interesa aquella época. Es natural que ocurra así. El autor sufre las consecuencias de esto, pero el autor también está muy agradecido de tener a aquel señor o aquella señora abrazados a una parte de su vida. Esto es lo que suele ocurrir. — La canción titulada "Fe de vida" es, realmente, una fe de vida, pero nada notarial.
— Es una canción que sale de un planteamiento personal a partir de los sentidos. De algo tan evidente como los sentidos. Igual que hay una fe de bautismo, yo hice una fe de vida.
— Mucho Internet, mucha tecnología, pero las canciones de amor son las que llegan de verdad al más común de los mortales.
— Bueno, imagino que hay gente que se escribe maravillosas cartas de amor a través de Internet. Incluso hay una pareja norteamericana que montó un escándalo porque follaron por Internet. Les han sancionado porque no tenían 18 años, lo cual me parece muy mal. — Vivimos inmersos en una sociedad muy virtual, carente de verdaderos sentimientos y donde casi todo se vive por delegación. ¿Qué papel tiene ahí el cantautor, ese tipo que recoge voces de la calle y bucea en sentimientos soterrados para transformarlos en canciones?
— Pero es que esa globalización aparente constituye un planteamiento muy fatuo de la realidad. Porque, verdaderamente, apenas una quinta parte del mundo debe de tener conocimiento de esto, en tanto que una gran mayoría se está muriendo de hambre y no creo que la tecnología le preocupe demasiado.
Este 20 por ciento que tiene el noventa y tantos por ciento de la riqueza del planeta sí que afronta todo un planteamiento de virtualidades. De sombras. De unas sombras muy grandes, ya que esa virtualidad hace que la gente viva con unas grandes dosis de fe. Una fe asombrosa, desmesurada y arriesgada. Una fe, por ejemplo, en la seguridad. Una fe en los mercados bursátiles. Sí, estamos en una sociedad muy virtual y, por ello, muy llena de fe.
— ¿Cuál es, entonces, la función del artista?
— Supongo que el artista, como cualquier otro profesional, depende de lo que le pase. No creo que haya un modelo ni un manual para esto, como tampoco existe un manual para ser hombre. No creo que un artista necesite mayor manual para saber lo que debe hacer que su propia conciencia y su manera de entender la vida.
— Hay, en el disco, otra canción de amor dotada de un irónico desgarro: "Secreta mujer". En ella, usted canta: "Arránqueme, señora, las ropas, las dudas y desdúdeme".
— No es una canción irónica: ¡es una súplica! Está dirigida a una mujer específica, a una mujer secreta que el pobre tipo de la canción tiene atravesada en los párpados y no puede dormir. Y cuando el pobre hombre pretende decirle algo a aquella mujer, aunque sólo sea "vete y déjame tranquilo", no puede hablar porque se la encuentra atravesada en la garganta. Esta canción, más que otra cosa, es una súplica. — Las mujeres están muy presentes en este disco. — Están muy claramente presentes. Siempre lo han estado en mi trabajo.Pero posiblemente el mensaje sea aquí mucho más concreto. Ya decía que son canciones con un lenguaje directo, poético y concreto. Dicho así parece que el disco sea la hostia, ¿verdad? Pero, si yo no hablo bien de él... Es lo que decía mi madre. — En "La hora del timbre" vierte usted una imagen, una metáfora: "... por la mirilla se ven caramelos asomándose a un escote y una gran sonrisa rodeada de mujer". Eso de los caramelos asomándose...
— A Kitflus, el arreglista, también le encanta. Deben tener ustedes las mismas fijaciones que yo. Debo reconocer que a mí siempre me han gustado las mujeres pechugonas. Sí, me gustan mucho. Incluso en las épocas más complicadas de mi vida en este sentido, que fue el paso de la post-adolescencia a los veinte y tanto años, para salir ya me gustaban las pechugonas. Porque en aquellos años mozos existía la división de chicas "para salir" y chicas "para casarse". Pues a mí hasta para casarme me gustaban pechugonas. Lo cual no significa que uno acaba casándose con una pechugona...
— Todos teníamos fijaciones adolescentes. La mía era la Janet Leigh de "El príncipe Valiente", tan virginal pero con promontorios que el ropaje medieval no camuflaba en absoluto...
— Mi fijación era Angie Dickinson en "Jessica", una película de los primeros sesenta. Siempre recordaré aquella escena en que iba montada en una motocicleta y pasaba delante de un panadero que estaba moldeando la masa de dos panes redondos... — Prosigamos con "La hora del timbre", ya sin desvíos juveniles...
— El protagonista de la historia es un personaje muy atractivo por lo normal que es. Un tipo muy normal que se pasa todo el tiempo sufriendo mientras espera la llegada de la amada. Y en el momento en que llega, empieza a sufrir de nievo pensando en el momento en que la amada se marche. — Pero cuando uno llega a cierta edad puede que ya no sufra tanto por la llegada o la partida de la amada. ¿No lo relativizamos un poco? — Es que son personajes... Una de las ventajas que tenemos los escribidores de canciones, en realidad los autores del género que sea, es que podemos colocarles nuestras cosas a unos personajes inventados. O creárselas a esos mismos personajes. Teniendo en cuenta que tengo esa posibilidad, comprenderá usted que omita mi experiencia personal de cuando sí o cuando no. — En lo que respecta a sus arreglos musicales, este disco suena muy distinto.
— Ha habido un propósito de avanzar en este sentido, no sé si de mejorar, porque los gustos siempre son subjetivos. Entiendo que hay un avance muy considerable, un concepto de sonido que va más allá de la melodía. A mí esto me parece muy interesante y, además, creo que la obligación de un autor es siempre la de trabajar, en un sentido u otro, al azar. Tienes más posibilidades de acertar si te mueves que si te quedas quieto. — Hay una canción inspirada en un poema de Cernuda.
— Sí, "Más que nadie" está inspirada en uno de los poemas de juventud de Luis Cernuda. Un poeta muy olvidado, maltratado y que quedó absolutamente silenciado por el franquismo y nada reivindicado por la progresía poética.
Otra de las canciones del disco, "Secreta mujer", de la que ya hemos hablado, está trabajada sobre dos relatos cortos de "El libro de los abrazos", original de Eduardo Galeano. — Y la mencionada "La hora del timbre" parte de versos ajenos. — En efecto. El origen de "La hora del timbre" son unos poemas de un muchacho argentino, al cual no conozco todavía personalmente. En mi último viaje por Argentina me hizo llegar el manuscrito de un posible libro de poemas. Se llama José Luis Pérez Mosquera y extraje uno de los poemas.
Esto es arriesgado, muy arriesgado... Porque cuando se enteren de que funciona y puede salir una canción en un disco mío, recibiré muchos trabajos. Pero lo he hecho porque, honradamente, debo confesar que de todo lo que me envían, rara vez aparece algo que valga realmente la pena. — ¿Le envían mucho material, confiando en que usted le ponga letra o música y lo grabe? — Me remiten infinidad de casetes y poemas. Así que, lo lamento mucho, querido lector del Magazine, pero si usted es uno de quienes me han enviado algo, seguramente el suyo será el bueno. Pero aparte del suyo, recibo muchas cosas que tienen poco de rescatable. En cambio, el tipo este, José Luis Pérez Mosquera, me envió unos poemas realmente muy hermosos. Lo que me alegra es que el dinero que este chico pueda ganar como coautor de la canción va a utilizarlo en publicar el libro, lo cual está muy bien. Pero yo no quisiera animar a nadie en este sentido...
Normalmente leo lo que me envían, porque si no lo hago me entran remordimientos. — Siempre puede haber una joya oculta. — Aunque no haya una joya oculta, siempre pienso que hay alguien que me envía aquello para que yo lo mire. Pero... ¡no quisiera alentar más a todo esto!
— ¿Cuál de las once canciones escogería para lanzar el disco? — La verdad es que yo no sabría qué canción escoger para engolosinar a la gente, para de alguna manera darle una referencia de cómo es o deja de ser el disco. No creo que ninguna de las once canciones pueda ser utilizada como bandera y cualquiera de las once tiene una dignidad suficiente para poder estar en el disco. — ¿Empieza a pesarle lo de ser popular y no poder ir a ninguna parte sin ser reconocido al instante? Para la gente, usted es como de la familia.
— Es agradable el cariño de la gente, del mismo modo que es desagradable que alguien tenga algún prejuicio hacia ti, por la razón que sea. Por ser Serrat, lo bueno y lo malo lo encuentro de manera más próxima que otra gente. Por fortuna predomina lo bueno. Siempre he dicho que una de las razones por las que yo me he dedicado a este oficio es que tengo mucha necesidad de amar y ser amado. Y haciendo este oficio, la verdad es que me va bastante bien.
— Hay celebridades que resultan ser unos tipos engreídos y pelmazos.
— Yo no tengo problemas de celebridad. A mí me ha tocado hacer de personaje popular, y estoy muy contento de serlo. Tengo una buena relación con mi personaje. Porque la gente cuando me ve, no me ve a mí, ve mi reflejo. Pero es muy agradable saber que en cualquier casa te pondrían un plato en la mesa, con toda normalidad y sin tener que cambiar la cubertería. Sé que es así: que me tomen como a uno más de la familia supone un honor que agradezco.
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