martes, enero 31, 2012

Así se hizo “Mediterráneo”, de Joan Manuel Serrat


Así se hizo “Mediterráneo”, de Joan Manuel Serrat

31 enero, 2012

Vuelvo a recuperar, tras los capítulos dedicados a Extremoduro (Agila) y Albert Pla (No sólo de rumba vive el hombre), los “Así se hizo”. Lo hago aprovechando que la semana que viene sale La orquesta del Titanic, el disco de Serrat y Sabina. No tengo muchas esperanzas puestas en él, aunque que ambos se hayan salido de su “burbuja de confort” y hayan querido que Javier Limón me da algún motivo para confiar en que hayan hecho algo exigente y no lo de siempre en los últimos años. De todas maneras, la salida de un disco conjunto de los dos cantautores más populares de este país es buena excusa para repasar sus mejores discos. Que para mí son 19 días y 500 noches, en el caso de Sabina (la semana que viene), y Mediterráneo en el de Serrat.

Entre agosto y noviembre de 1971 Joan Manuel Serrat escribió las canciones de su cuarto álbum en castellano, Mediterráneo, en lugares como Calella de Palafrugell (Girona), Fuenterrabía (Guipuzcoa) y Cala d’Or (Mallorca), “siempre junto al mar”, como explicaría después. El mar, como símbolo de libertad y, a la vez, como hogar, también aparece en la portada, tras un apuesto Serrat con trazas de rock star retratado por Colita, una de las principales fotógrafas de la gauche divine barcelonesa con la que se codeaba el cantautor.

Era una época complicada en la vida de Serrat, que sólo un año antes había desafiado al régimen franquista encerrándose con un grupo de intelectuales en el monasterio de Montserrat, en protesta por la condena a muerte de varios etarras en el Proceso de Burgos. Mediterráneo, sin albergar canciones explícitamente políticas, supuso otro desafío al statu quo por sus inequívocos aires de libertad, pero su enorme popularidad (un año en el top 10 de los más vendidos) hizo intocable a su intérprete.

Mediterráneo se registró en los estudios Fonit-Cetra de Milán, adonde el sello Zafiro mandaba a sus estrellas (Los Brincos, por ejemplo). “Yo creo que íbamos a Milán por una cuestión de blanqueo de dinero de Zafiro. A ellos les convenía”, comentó Serrat a Rolling Stone: “Digo creo: no quiero un proceso por calumnias. Parecía entonces que todo lo de fuera era mejor, cuando la mayor parte era humo”. El cantante no se pudo permitir muchas distracciones en Milán, pues las grabaciones de aquellos tiempos se limitaban a unos pocos días: “Había que hacer todo en cinco días, grabar las bases, las cuerdas, la voz y mezclar. Se contrataba el estudio sólo por una semana”.

Los nombres de los músicos que tocaron en el álbum no nos han llegado, pero sí los de los dos “directores musicales”, cargo fundamental en los discos de la época, que excedía las labores del productor. Fueron Juan Carlos Calderón y Gianpiero Reverberi, dos leyendas (también interino Antoni Ros-Marbà, en los arreglos de Pueblo blanco).

Calderón es uno de los productores con mayor talento de la historia de la música española (Los Brincos, el primer Aute, Dúo Dinámico), y también ha facturado exitosos discos de jazz bajo su nombre. Mediterráneo no fue la primera ocasión en la que trabajó con Serrat -antes había hecho, por ejemplo, los arreglos del La, la, la que el catalán no llegó a cantar en Eurovisión-, pero en esta ocasión se ganaría la inmortalidad, especialmente por el tema que le da nombre (que sin embargo se podía haber llamado Observo a los animales, Amo al mar o Hijo del mediterráneo, según los títulos que Serrat consideró). Cuenta Calderón que ideó un complicado ritmo para la base, un seis por cuatro, “e inventé una base muy interesante con batería, percusión y bajo que no se había hecho hasta entonces. Ese arreglo me costó muchísimo, pero soy un hombre de retos. El ritmo de Mediterráneo ha sido patrón para otros después”. Otra de las canciones de las que el director musical guarda recuerdo -aunque no muy bueno- es la deliciosa La mujer que yo quiero, pues escribir sus arreglos fue poco menos que una odisea: “Estuve toda la noche antes de ir a grabar a Italia pasando los arreglos al papel con el copista y tomando unas copas, pero La mujer que yo quiero no la tenía hecha, y la terminé como pude, borracho y estresado, a las 7.30 de la mañana, poco antes de que saliera el avión”.

Aquí está Serrat cantando La mujer que yo quiero en Cuba en 1973. El sonido es malo, pero se aprecian unos arreglos preciosos de flauta y de piano.

El maestro Reverberi, el otro director y arreglista, puede ser un equivalente a Juan Carlos Calderón en Italia: trabajó en los 60 y 70 con figuras como Lucio Battisti o Gino Paoli, y en los 80 triunfó modernizando música barroca con el nombre de Rondò Veneziano. Compositor junto a su hermano de bandas sonoras, hace cinco o seis años debió de recibir una inesperada inyección de royalties gracias al sampleo por parte de Gnarls Barkley de un tema de El clan de los ahorcados, un spaghetti-western con Terence Hill, para el megaéxito Crazy (compara Crazy con el tema Nel cimitero di Tucson). Reverberi, que colaboró en otros álbumes con Joan Manuel Serrat, no tiene recuerdos concretos de Mediterráneo, pero sí se acuerda de grabar con el catalán en los Fonit-Cetra, “unos estudios buenos porque podías registrar a la orquesta completa, todos juntos. No hacíamos sesiones muy largas: 10 o 12 horas por día para plasmar cuatro canciones, más o menos”.

Hoy, 41 años después, la canción que da título al trabajo hecho en ese vetusto edificio milanés ha alcanzado la categoría de himno extraoficial español, presente en todas las encuestas con ánimo de resumen histórico. Pero no es la única gran canción del disco, por supuesto. Entre ella y La mujer que yo quiero está, por ejemplo, Aquellas pequeñas cosas, una breve joya de enorme belleza nostálgica y capacidad evocadora. Recuerda: Serrat no había llegado entonces a los 30 años, alucina esa capacidad para reflejar la nostalgia.

Y aunque las armas pesadas son esas tres composiciones del principio, después llegan temas como Pueblo blanco (la idealización de la vida en un pueblo mediterráneo), Tío Alberto (dedicada a Alberto Puig Palau, empresario y mecenas del arte) o Lucía, bonita canción melodramática, muy de la época. Son muy grandes Vagabundear, con su ritmo latinoamericano, y los recuerdos infantiles de Barquito de papel, para acabar con Vencidos, adaptación de quijotescos versos de León Felipe, poeta español del exilio.

(Parte de este texto se publicó en la revista Rolling Stone en 2009)




Información http://blogs.lainformacion.com/prueba-sonido-musical/2012/01/31/asi-se-hizo-mediterraneo-de-joan-manuel-serrat/

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