“No tengo enfrentamientos ni traumas con mi pasado”
Viernes, 6 de marzo de 2015
MUSICA › JOAN MANUEL SERRAT PRESENTA SU ANTOLOGIA DESORDENADA
El cantautor catalán revisó su discografía y regrabó canciones junto a una gran variedad de artistas y acaba de emprender una gira que lo llevará por varios puntos de la Argentina. Hoy tendrá el primero de sus diez conciertos en el teatro Gran Rex.
Por Karina Micheletto
Una Antología desordenada es la que Joan Manuel Serrat viene a mostrar por estos días en la Argentina, en una gira que durante marzo y abril lo llevará por distintas ciudades del país y que en Buenos Aires fue agregando fechas hasta completar diez teatros Gran Rex (tras el primer concierto, esta noche, continuará los días 7, 9, 10, 13, 14, 29 y 30 de marzo y 7 y 8 de abril). Se trata de un trabajo inevitablemente cruzado por el balance: la producción, de gran despliegue de artistas invitados (ver aparte), se anunció como celebratoria de los cincuenta años de la primera aparición artística en público del cantautor, en el mítico estudio Toreski de Radio Barcelona, cuando todavía era un estudiante de biología y cantaba sólo en catalán.
En diálogo con Página/12 antes de sus presentaciones en la Argentina, recién llegado del Uruguay, el punto anterior de su gira, el catalán habló de un abanico amplio de cuestiones, en una de las pocas y breves entrevistas que dio en el hotel en que se aloja. De las decisiones que tomó aquel joven que hoy mira con ternura, del disfrute que le sigue provocando su trabajo, del modo en que superó sus problemas de salud –“nunca los consideré superados de verdad hasta que me subí a un escenario”–, de la producción, que esta vez tomó a su cargo, llamando personalmente a cada uno de los invitados (son cincuenta canciones en un álbum cuádruple, aunque hay algunas que se retoman remasterizadas). Y, también, de su particular visión de la Argentina, cuyo presente considera comparable al de España, en contraposición a un Uruguay en el que no se darían estas “situaciones de convivencias complicadas”.
–Inevitablemente este disco viene de balance. ¿Cuál es la imagen que se le aparece de aquel Serrat que debutó en una radio cantando en catalán?
–Me llevo bien con mi pasado, no tengo traumas ni enfrentamientos. Con mi yo de hace cincuenta años tengo una relación de mucha ternura y también de respeto, porque tomó decisiones muy importantes en momentos en los que no fue fácil. Me llevo muy bien con él y creo que él también con mi yo actual; nos hemos llevado siempre juntos en el camino.
–¿Esas decisiones difíciles fueron, por ejemplo, las del Serrat estudiante de biología?
–Aquello no fue nada fácil. Pero quizás el entusiasmo pudo mucho. Estaba la ilusión, y también el encontrarme con la necesidad de tener que decidir entre un camino y otro. Nunca es fácil. Siempre que un hombre toma una decisión no sabe qué habría ocurrido si hubiera tomado la contraria. Pero en cambio sí sabe lo que ocurrió con lo que hizo. Y con lo que hice yo estoy muy de acuerdo. Con decisiones que tal vez no han salido como pensaba, me quedé tranquilo en la medida en que creí que hice lo correcto. Y si no sucedieron las cosas como yo pensaba, tal vez fue porque fueron otras circunstancias las que finalmente decidieron que no ocurriera eso.
–¿Por ejemplo, artísticamente?
–En lo artístico seguramente hice lo correcto, porque en estos momentos estoy disfrutando de una época fantástica, que es la de compartir un trabajo con mucha gente. Pude hacer un trabajo discográfico muy complicado, revisando todo el material. Revisándolo en el sentido de ponerlo otra vez en condiciones. Y hacerlo en compañía de un montón de colegas y amigos. También aquí podríamos hablar de un trabajo muy difícil, complicado en la medida en que fue una tarea que he asumido yo, aquí no ha habido intervenciones de las discográficas. Eso ha hecho que el trabajo fuera un tanto complicado porque, claro, la relación hay que llevarla personalmente, la has de llevar de tú a tú, vía telefónica, vía mail, persona a persona...
–¿Usted se puso a llamar para invitar?
–Y claro, si no llamaba yo, ¿quién? A mí me gusta que mis compañeros me llamen y me gusta llamar yo a mis compañeros. Me parece lo más natural y lógico del mundo. No debería sorprender, así debería actuar la gente.
–El tema que hizo con Mercedes Sosa (“Aquellas pequeñas cosas”) suena ahora con otra carga, por su ausencia.
–El de Mercedes fue un tema que no pude cambiar, me hubiera gustado volver a grabarlo con ella. Lamentablemente, ése es uno de los temas que dejé tal como eran. Lamentablemente por su ausencia, no porque el trabajo no estuviera bien hecho: al contrario, la grabación con Mercedes me parece fantástica y, con independencia de cualquier otra cosa, está perfectamente en todo.
–¿Cuál es hoy por hoy la parte más placentera de su trabajo?
–Disfruto de mi trabajo en todos sus aspectos. Si no gozara de mi trabajo, seguro que no emprendería una gira como la que estoy emprendiendo en estos momentos. Ni ésta, ni ninguna. En cambio, me replantearía mi vida, en función de utilizar lo que me quede de ella para estar a gusto con lo que esté haciendo. Naturalmente, si puedo hacer la gira es, primero, porque la salud me lo permite y porque el público me lo permite; pero por encima de cualquier cosa, porque me divierte hacerlo. El tiempo es muy escaso; cuando somos más jóvenes lo despilfarramos de muchas formas, incluso lo seguimos despilfarrando el resto de nuestras vidas. Pero no es malo que el hombre piense en cierto momento que el tiempo es seguramente la pertenencia más valiosa que tiene y que vale la pena que lo use, de ser posible, con placer, con dignidad, con alegría, sabiendo que esto es irrepetible. No le van a devolver lo que él malgaste.
–Es un lugar común, pero seguramente cuando estuvo mal de salud se habrá hecho este replanteo.
–Cada vez que he tenido inconvenientes de salud, que han sido siempre los mismos, problemas cancerosos, me he operado y la cirugía afortunadamente ha hecho superar la situación. Pero nunca consideré superada la situación, superada de verdad, hasta que me volví a subir a un escenario. Fue el subir a un escenario lo que me ha hecho decir: ahora sí vamos bien.
–¿En qué se parece este Serrat a aquél de hace cincuenta años? ¿Y en qué cambió?
–En qué cambió, ¡espero que en mucho! Porque haber circulado por este mundo sin cambiar, me parece, como mínimo, dudoso. Y ojalá haya podido conservar lo más fresco que aquel tiempo pudo haber proporcionado, si no físicamente, porque es que no depende de uno, sí de alguna manera en la parte más cerca de la sensibilidad y del sentimiento.
–Hoy de España llegan noticias tristes, terribles imágenes de desahucios, cifras del paro. Desde aquí se siente como una película que ya se vivió. ¿Cómo vive usted este presente de su país?
–No es un caso aislado. Ni tampoco creo que América latina, dentro de haber avanzado en algunos campos, pueda sentirse realmente satisfecha de lo que ha conseguido, sin una exigencia que la empuje a tener una justicia social más amplia, más profunda, una relación ciudadana más franca, menos violenta, menos peligrosa. Lamentablemente, no se puede circunscribir esto a un país que realmente está pasando un momento políticamente complicado.
–¿A qué se refiere?
–En España, la economía está pasando por circunstancias tremendas, el paro está rozando los seis millones de ciudadanos, que son muchos –y uno solo ya sería excesivo–, la clase política está en una circunstancia de pérdida de valores, de falta de credibilidad, los partidos tradicionales entre comillas, porque su tradición es muy corta, están en franco declive... Son circunstancias muy complejas, que solamente se podrán superar a partir de que los dirigentes tomen responsabilidades en todo lo que son sus ámbitos cercanos. La economía de un país no se basa en datos macroeconómicos, a la economía de un país la siente el ciudadano en su cada día, en el precio del billete del micro y en el precio del kilo de papas. Estos son datos que se deben valorar para poder tomar las medidas de las mejoras de la calidad de vida. Es un panorama muy complejo y complicado.
–¿Y dice que mirando hacia aquí, hacia Latinoamérica, encuentra ese mismo panorama complicado?
–Sí, sumamente complicado. Le explicaré: yo me asomo a la ventana de aquí, y cada día veo más grande la (villa) 21.
–Sin embargo, la fuerza de cambio que se vislumbra en España, Podemos, toma en sus bases a Latinoamérica como un ejemplo.
–No puedo responder por eso, eso lo respondería mejor Pablo Iglesias que yo. Cuando hablo de América latina, no hablo como de algo distante de mí, sino al contrario, hablo de algo que siento muy cercano, y como lo siento muy cercano tampoco puedo confirmar que en general podamos tener cifras que nos devuelvan ninguna imagen soñada. Sino que estamos pasando por situaciones, como le digo, de convivencias sumamente complicadas, en las que la violencia es muy grande, en la que las cifras de desempleo son muy altas... Yo no haría valoraciones especialmente optimistas. Las referencias que puedan tener determinadas opciones políticas, pues son referencias que deben valorar ellos. Personalmente, no creo que el señor Pablo Iglesias pretenda en España gobernar en la medida que puede gobernar el chavismo o Irán. De esto le acusa la derecha en España, pero yo le aseguro que Pablo Iglesias se ocupa mucho de desmentirlo.
–¿Cómo valora entonces esa fuerza de Podemos?
–Podemos existe por voluntad de los ciudadanos, está rozando un 25, 26 por ciento en los sondeos, ha captado de una forma muy grande a la ciudadanía. Pero hay que saber que esta captación se produce por el gran desencanto que lo partidos “tradicionales” han proporcionado, un terrible desengaño, y la gente evidentemente busca soluciones a su conflicto cotidiano. Entonces Podemos les plantea una esperanza que los demás no le plantean.
–¿No es optimista cuando mira la realidad argentina?
–No. Políticamente, hay muchas cuestiones que concretar y la gente está pidiendo que estas cuestiones se concreten.
–Suena raro lo que dice, justo después de la plaza del domingo, con esa efervescencia que se vivió en las calles en apoyo a la Presidenta.
–Yo también vengo el domingo de una presencia muy efervescente en la Plaza Independencia de Montevideo, despidiendo a Pepe Mujica, probablemente un hombre que ha sido capaz de bajar la política a la calle y de conseguir el amor de la mayoría de sus conciudadanos y el respeto, prácticamente, de todos.
–¿Y cree que eso aquí no ocurre?
–¿Qué me está preguntando usted? (se ríe) No entro en comparación. Yo le estoy contando lo que viví el domingo, que me llenó de emoción.
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