sábado, marzo 28, 2015

Revoloteo de corazones: así fue el emocionante concierto de Serrat en Córdoba




Revoloteo de corazones: así fue el emocionante concierto de Serrat en Córdoba


Joan Manuel Serrat ofreció un emocionante concierto en el Orfeo. Sembró anécdotas, interpretó clásicos y demostró que su vínculo con Córdoba es inextinguible.
28-3-2015

Acaso uno sabía que iba a suceder así, que cuando se apagara la luz, la multitud de emociones presentidas se iba a atropellar en la sed de la boca o en la niebla de los ojos, impacientes por salir de adentro de una buena vez y asomarse al momento señalado: Serrat, Joan Manuel, está otra vez entre nosotros.

Ha venido a cantarnos, como siempre, pero acaso esta vez es como nunca, pues la ofrenda prometida es un ramo de sus creaciones más queridas. En su espectáculoAntología desordenada se ha propuesto contarnos de su último medio siglo de artista entre la gente, y que Serrat repase sus canciones, es como si una brisa de cada una de nuestras vidas volviera a susurrarnos sensaciones estremecidas.

Algo así es lo que se siente entre tantos que estamos aquí, en un Orfeo repleto: un sentimiento íntimo, único, que parece intransferible pero que sin embargo se vuelve una vivencia colectiva.

Hay gentes bastante grandes, grandes, no tan grandes, apenas grandes y ni siquiera grandes, y acaso en el pecho de todos cabe el álbum completo del catalán, canciones más, canciones menos. Eso quiere decir que su obra está viva (“Sino sería un músico de anecdotario”, ha dicho), que no hemos venido aquí por mera nostalgia. Hemos venido a sentir en presente.

Pero eso, no detengamos más al presente: ya está cantando Serrat.

Acaba de atravesar la sombra como si la luz que le refleja brotara de su aura. Su fresca figura de 71, con traje negro y camisa gris, arranca exclamaciones con variopintas intensidades e intenciones. Los primeros acordes abren paso a El carrusel del furo, el tema que nos dice que empezamos a girar.

Todo va estar bien: su voz tiene salud, matices, gracia. La banda, al mando del pianista y arreglador Ricardo Miralles, dueño de toda una parte de la leyenda serratiana, sabe muy lo que hace, cómo subrayar la palabra con notable suavidad.

La magia funciona, como siempre, como nunca, y mientras nada de fervor ahorra el público, van saliendo más conejos de la vieja chistera. Entonces, sí, De vez en cuando la vida se siente como un beso en la boca. De verdad.

Es que cada canción se vive como un instante de gracia, pues son un estrella encendida en el firmamento y de la poesía y la melodía unidas entramadas por acaso el mayor de los cantautores de lengua castellana.

El milagro de Serrat ya está hecho, grabado en una inmensa obra que seguramente seguirá creciendo, pero que alcanza para hacernos caminar sobre estelas en la mar.

Hay que tomar aire entre tema y tema y repasar la línea de los ojos. Siguen De cartón piedra y Mi niñez, desde donde todavía lo mira la ternura inaugural. PasaHoy por ti, mañana por mí (que transforma en por vos) y luego Niño silvestre, o la desnudez del desamparo social.

Los cantautores en general no hacen bailar, pero igual se puede poner en acción el ánimo: entonces se viene Algo personal, con la banda pisando la banquina del jazz (Josep Mas, teclados; Vicente Climent, batería; David Palau, guitarra, y Raui Ferrer, bajo y contrabajo).

“La presentación no sería desordenada si no canto en catalán”, dijo y abrió la puerta a la lengua de su patria íntima, Catalunya, con Canzo de bressol (canción de cuna, “la más emotiva que algún día escribí”) y Paraules d’amour (la extasiada evocación de los días del corazón nuevo). Posteriormente, y tras un delicioso preámbulo, llegóHace 20 años que tengo 20 años.

A esta altura del concierto, Serrat nos ha venido diciendo cosas. Es una manera de detener el frenesí de la marcha por la noche, tomar un resuello para su garganta y, sobre todo, de echar mano a uno de sus talentos secundarios: la conversación.

Es una de las claras distinciones que hacen de las presentaciones en vivo del catalán algo especial. El hombre sabe bien la parte de seducción que le toca por su modo de hablar, con ese estilo tan decidor y esa acentuación tan personal.

Por eso es que allí adonde va cuenta cosas del lugar, tiende un puente de cercanía con la gente que reafirma esa sensación de pertenencia común, que existe por una vieja relación con América Latina y Argentina en particular, pero puede ser un color aún más local. Como cuando menciona al Cordobazo.

La colección de instantes sigue su curso: El sur también existe, habla precisamente de la cercanía del el cantautor, y arranca una ovación de otro tenor. Como lo hará después, cuando se conecte con lo profundo de la música argentina y traiga del arcón de Atahualpa Yupanqui, El vendedor de yuyos.

Raly y Silvia
Uno de los momentos más intensamente vividos se dio con la presencia en el escenario de Silvia Lallana y Raly Barrionuevo. Entró primero el santiagueño y pudo sobrellevar su nerviosismo gracias a los gestos paternales de Serrat. Hicieron una versión de Aquellas pequeñas cosas como para inundar los ojos.

Luego, Silvia Lallana cantó con él Es caprichoso el azar, abrigados por el manto del inmenso cariño que les tributó la gente. Lallana, desenvuelta, dejó su voz en el dulce desafío. El capítulo se cerró con el momento más alegre que trajo Fiesta. Las palmas habían enrojecido.

Y las sensaciones no pararon: ya habían pasado para el gran aplauso porMediterráneo (sabemos por él de los atardeceres rojos), Romance de Curro "El Palmo" (en conmovedora interpretación sentado) y No hago otra cosa que pensar en tí (o cómo tenderle una trampa a las musas).

Hasta que comienza el ritual de la despedida con Hoy puede ser una gran día. Curiosamente, Serrat lo expresa en medio de una gran noche.

Pero será un largo y casi detenido adiós, con bises a montones. Luego de la gran ovación con el estadio del pie, se sale del libreto y vuelve al catalán con la estremecedora Padre.

Y hay mas. Para la libertad desató uno de los momentos mas preciados y sostenidos. Es el grito sagrado del poeta Miguel Hernández, el grito eterno de los pueblos.

Fue entonces el turno de Lucía, con la que hace posible amar después de ser amado. En la última aparición llegó Cantares, el himno a la resistencia de los sueños y de la vida de Antonio Machado. Puff, cuánta maravilla cantada que nos ha dado.

Joan Manuel no cantó todas sus canciones, qué va. Apenas un puñado. Algunos contamos unas que faltan; otros cuentan otras. Pero en estas que ha cantado aquí, están todas las que hubiera podido cantar y las que seguirá cantando en los corazones.

Por lo pronto, el vuelo plateado de su pelo y el espléndido sabor de su madurez, nos echaron en la copa un vino lento y lleno de espíritu.

Ya pasada la medianoche ha concluido todo. Joan Manuel Serrat hace señas de que un volverá algún día y se trepa a la nube de murmullos de latidos desordenados hasta que se pierde en un confín del escenario.

Han pasado más de dos horas desde que comenzó a cantar. Ha pasado una vida, y hemos vuelto a sentirla.




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