Joan Manuel Serrat y el nudo en la garganta
30/09/2015
Por Joaquín Octavio
“Es una satisfacción extraordinaria estar aquí en esta Universidad, un lugar entrañable donde desde que llego los recuerdos se agolpan en mis pensamientos y me devuelven a tiempos y a gentes que el calendario me había arrebatado. Les agradezco que hayan dedicado esta noche de sus vidas a compartirla con nosotros y con nuestra música. Espero no se arrepientan”, declaró Joan Manuel Serrat, con caballerosa suavidad al concluir su primera canción, “El Carrusel del Furo”. Con este tema, invita al público a subir a la máquina del tiempo circular que sería su concierto.
El Teatro de la Universidad de Puerto Rico (UPR) estaba lleno a capacidad. Minutos antes de comenzar, el ambiente se cargaba de murmullos, anécdotas, alegría, y ansias de ver al ídolo catalán subir al escenario. Las expectativas se trepaban por las nubes.
Serrat se abre camino hacia el micrófono, acompañado por una elegante progresión del piano de su amigo y director musical, el maestro Ricard Miralles. Canta con un tono más grave, pero igual de dulce y honesto que en el de sus grabaciones originales. El público lucha con las ganas de cantar con él; prefiere el deleite de escuchar solo su voz privilegiada.
Durante el tema “Tu nombre me sabe a hierba”, Serrat se despega súbitamente del micrófono para toser. Su brazo en alto ordena un alto a los músicos. La tos continúa, mientras se acerca un vaso de agua a los labios. El público aguarda, atento, cautivo; como queriendo ayudar. Se oye una voz que lo anima: “¡Vamos Joan Ma!”, otro bromea “¡un güisquisito!”. Joan Manuel sonríe cándidamente, coloca el vaso de agua sobre su taburete, y se dirige a sus músicos con seriedad: “¡Otra vez, desde arriba!”. La canción arranca con más fuerza que antes. La voz vuelve a brotar de su garganta, aparentemente intacta.
Siempre familiar, Serrat encuentra el tiempo para compartir sus pensamientos. El concierto no sólo es un viaje de tiempo por varias épocas de carrera y de vida, también es un espacio para compartir reflexiones.
“Este me parece un lugar estupendo para venir a celebrar con ustedes. Cuando ocurren estas cosas que uno puede dedicarse a aquello que le gusta, y hacerlo durante tantos años, nunca es cosa de uno, es cosa de mucha gente. Quiero decir que son muchos los que han intervenido a que esto ocurriera. Y por tanto, les quiero hacer saber que están en mi pensamiento, están en mi recuerdo, están en mi memoria y en mi gratitud. (…) Ustedes algo tienen que ver. Seguro que alguno habrá por aquí que estuvo (se escapa un suspiro) en aquel concierto del 70, aquí, en esta Universidad”.
La sala se llenó de aullidos y aplausos. El momento en que de todas esas voces celebraban en la oscuridad un pasado compartido, los 60s en la UPR, fue uno de los momentos más entrañables de la noche.
No estaba dentro de sus planes, pero al caminar por los costados del Teatro Universitario, Joan Manuel decidió incluir en su repertorio “En la vida todo es ir” de Juan Antonio Corretjer. El poeta cialeño fue uno de esos amigos que el calendario le arrebató, hace treinta años. El gesto de incluir sus versos puso en manifiesto los inquebrantables lazos entre Serrat, Puerto Rico y la Universidad.
Cerca del final, justo al recitar su emblemático estribillo “Hoy puede ser un gran día”, se vuelve a apretar el implacable nudo, y la voz vuelve a sucumbir a la tos. Esta vez, una taza de té caliente aliviaría la incomodidad. La primera interrupción había sido olvidada, pero la segunda nos llenó de incertidumbre. ¿Estaría lastimado? ¿Podría terminar?
Nunca escuchamos un quiebre en su voz. Serrat se interrumpió al sentir la incomodidad en la garganta. Luchaba delante de nosotros por dar lo mejor de sí. De esto es de lo que está hecha la magia del teatro: de fragilidad humana, de la posibilidad del error, o incluso el fracaso. Es el riesgo más grande, y aterrador, al que se enfrenta cualquiera que pisa las tablas. Requiere una entrega total. ¿Cada cuánto tiempo tenemos el privilegio de que se nos ofrezca este tipo de entrega?
Joan Manuel bromeó diciendo: “Hoy puede que no sea un gran día”. Para mí que lo fue. La sala se sentía más viva; el público más atento y comprometido. La incertidumbre aumentaba la intensidad de la experiencia.
Encarando la incomodidad física, Serrat baja la taza, encara a su audiencia, y vuelve a cantar. Su voz, reanimada por el calor de un público amoroso, se alzó victoriosa. A “Hoy puede ser un gran día” le siguió la enérgica “Fiesta”, y con “Cantares” todos en el teatro unieron sus voces a la de Joan Manuel para celebrar golpes y versos.
Luego de más de dos horas de concierto, el cantante descansa su voz, y agradece con una reverencia muda. Esa noche en Río Piedras, Serrat dejó de ser una estrella, una portada de disco, una voz impecable para volver a ser una persona. Finalmente, es el público quien queda con un nudo en la garganta.
http://www.uprrp.edu/?p=5850
No hay comentarios.:
Publicar un comentario