Libro: Serrat, Cantares y Huellas de Luis García Gil…Canción: De Cartón Piedra
“De Cartón Piedra” muestra la capacidad de Serrat como contador de historias. Nos encontramos con una estructura narrativa completa con estructura, nudo y desenlace. Serrat utiliza el recurso de la primera persona pero ya no es un recurso confesional o autobiográfico, sino un recurso que le permite desdoblarse en otros personajes. Lo mismo hará en “Pueblo Blanco” ; “ Yo me manejo bien con todo el mundo”, “ Benito” o “Princesa”.
Aquí nos encontramos con un personaje sumido en la más absoluta locura que nos narra la historia de su amor imposible por un maniquí.
Hay que volver a destacar en “De Cartón Piedra” las excelentes orquestaciones y el arreglo imponente que hacen de ella una canción inolvidable, ejemplar comunión de texto y música, donde se percibe la influencia del tango. Serrat vuelve a demostrar su capacidad para contarnos una historia en el corto espacio que le ofrece una canción.
“de Cartón Piedra” la estructuran siete estrofas, de ocho versos las impares y seis los pares, y un epílogo recitado rematado por un excelente cierre orquestal.
La primera estrofa nos introduce en el descubrimiento del amor por parte del protagonista que descubre al maniquí en un escaparate. Empieza aquí la personificación y el delirio que preside la historia, de aliento romántico, que puede tener cierto parentesco con Bécquer y su relato “El beso”.
Era la gloria vestida de tul
Con la mirada lejana y azul
con la mirada lejana y azul
que sonreía en un escaparate
con la boquita menuda y granate
y unos zapatos de falso charol
que chispeaban al roce del sol
limpia y bonita siempre iba a la moda
arregladita como paꜞir de boda
La segunda estrofa marca el primer giro melódico remarcado la obsesión del protagonista. Aquí se nos revela el título de la canción .
Y a todas horas la iba a ver
porque yo amaba a esa mujer
de cartón piedra
que de San Esteban a Navidades
entre saldos y novedades
hacía más tierna mi acera.
Tercera estrofa. Premonición del estallido de las locuras.
El protagonista trata de huir de los amores efímeros de temporada, de cuerpos alquilados, de muchachas de paso que sólo le dejan un regusto amargo.
No era como esas muñecas de abril
que me arañaron de frente y perfil.
Que se comieron mi naranja a gajos.
Que me arrancaron la ilusión de cuajo.
Con la presteza que da el alquiler,
olvida el aire que respiró ayer.
Juega las cartas que le da el momento:
"mañana" es sólo un adverbio de tiempo.
La cuarta y quinta estrofa nos abocan al estallido de la locura. La cuarta estrofa se abre con una negociación. El protagonista rompe el cristal del escaparate y cree liberar de su encierro al humanizado maniquí. El lirismo y el tono romántico de la historia se ejemplifican aquí. La luna de marzo, en hermosa metagoge (atribución de sensaciones a cosas inanimadas), les sonríe. Comienza la huída, bailan un vals, hablan del futuro. Hermosísima la imagen del llanto en silencio donde el protagonista para corroborar la verdad de su historia se dirige al oyente.
No, no. Ella esperaba en su vitrina
verme doblar aquella esquina...
como un pajarillo, pidiéndome:
Como una novia,
"libérame, libérame...
y huyamos a escribir la historia".
De una pedrada me cargué el cristal
y corrí, corrí, corrí con ella hasta mi portal
Todo su cuerpo me tembló en los brazos.
. Nos sonreía la luna de marzo.
Bajo la lluvia bailamos un vals,
un, dos, tres, un, dos, tres... todo daba igual.
Y yo le hablaba de nuestro futuro,
y ella lloraba en silencio... os lo juro.
Tras la estructura y el nudo llega el desenlace donde se rompen las esperanzas del protagonista. La fantasía y la locura son traspasadas por la realidad.
La historia vuelve al principio pero a la inversa. Ahora es el protagonista el que termina encerrado y no el maniquí. La historia que se ha contado en pasado retorna al presente, recurso que repetirá en el final de “Pueblo Blanco”.
En la séptima estrofa el protagonista termina siendo encerrado en un internado, tal como refleja el soliloquio final que Serrat recita.
Y entre cuatro paredes y un techo
se reventó contra su pecho
pena tras pena.
Tuve entre mis manos el universo
e hicimos del pasado un verso
perdido dentro de un poema.
Y entonces, llegaron ellos.
Me sacaron a empujones de mi casa
y me encerraron entre estas cuatro paredes blancas,
donde vienen a verme mis amigos
de mes en mes...,
de dos en dos...,
y de seis a siete...
(Pag. 89-90-91)
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