martes, febrero 27, 2018

Introduccion al Programa 27 febrero, 2018 Serrat en Mitre El nuevo editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi palabra


Apenas sale a escena surge la magia del romance entre los argentinos y Serrat. No importa si es en el Colón, de saco y corbata o en la Plaza Vaticano, de jeans y remera. Hay una relación indestructible entre el artista catalán y nuestra gente. Es pasión de multitudes y todos los aplauden. Lo hacen de pié. Todo el mundo corea las canciones y se emociona cuando el Nano le da un abrazo paternal y de contención a la angelical Elena Roger y su panza de embarazada. Las versiones sinfónicas de sus temas son celestiales. Tiene 50 años de carrera, más de 450 canciones.

Ya lo estamos extrañando pero sabemos que en octubre vuelve por estas tierras para plantar su nuevo disco “Mediterráneo da capo”, que significa desde el principio. Ahora le vamos a preguntar los detalles.

Pero para mi generación, para los que tenemos algo más o algo menos de 60 años, Joan Manuel Serrat fue una suerte de hermano que nos fue abriendo los ojos al amor y al combate. Fue como ese amigo que sabe más que nosotros y vá unos pasos adelante anunciando los peligros y los milagros que se vienen. Fue como un susurro al oído de aquella piba del colegio primario que apoyaba su cuerpito en el mío por primera vez mientras le cantaba que su nombre me sabe a hierba. De la que nace en el valle, por supuesto. Recuerdo eso y todavía me tiemblan las piernas por las primeras emociones eróticas, los ojitos pícaros seduciendo nuestra inocencia y convencidos de que se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte fue al sur. Todo eso nacía de la fantasía del primer Wincofon que tuve en mi vida y del primer long play que, por supuesto, era de Serrat. Después fuimos creciendo a la militancia y a la política y Joan Manuel se convirtió en nuestro norte sin paloma confundida. En la encarnación de la resistencia cultural, en el cantor popular que mucho más adelante nos iba a recordar que el Sur también existe de la mano de Mario Benedetti, que en la paz de su Montevideo descanse. Serrat se fue transformando en una bandera que nos dio letra para todo. Nos ayudó a parir como generación, nos ayudó a levantarnos minas que, como dice el Negro Dolina, es la máxima utopía. Nos ayudó a levantarnos utopías que, podríamos decir, es la máxima mina. El Nano se convirtió en sinónimo de libertad y por ella sangró, luchó y pervivió. Por aquí enarbolábamos pancartas por las calles que hablaban de la patria liberada y de la sangre derramaba. Y por allá sus canciones eran barricadas donde la vida y la democracia le peleaban cuerpo a cuerpo a la noche de Francisco Franco y su tragedia.

Eran tiempos en que a Serrat lo prohibían acá y allá. Y sin embargo no podían. Eran tiempos de amar a España, de sentir orgullo por Rafael Alberti y por García Lorca, de tomar partido en la guerra civil española aunque ya era un poco tarde. Eran tiempos de saber de memoria todas las canciones de Serrat y de gastarlas en los fogones playeros de Valeria del Mar o en las peñas del comedor universitario de Córdoba donde la política era una canción como si por esos días los pueblos fueran libres, como quería León Felipe. Después vino la noche del terror, del asesinato masivo a esta tierra y Serrat se convirtió en una contraseña. Era tanto el silencio y el miedo a que te secuestraran que hasta escuchar a Serrat era todo un desafío. Y si algún conductor de radio se atrevía y lo pasaba o si algún compañero de trabajo se atrevía y lo escuchaba sabíamos que había algo secreto que nos unía frente a la locura del terrorismo de estado. Era una contraseña y una trinchera. Era una luz en las tinieblas. Por eso Serrat se quedó a vivir entre nosotros aunque se volviera físicamente a España. Se convirtió como el mismo dice en la banda sonora de los mejores momentos de nuestras vidas. Hoy mucha gente repite que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. O caminante no hay camino, se hace camino al andar. O ese con quien sueña su hija, ese ladrón que os desvalija.., Y es como si se rezara un padre nuestro. O como si cantara el himno. Gardel será uruguayo pero es argentino. Serrat será español pero es argentino. Dime Serrat con quién andas y te diré quién eres. Anda reivindicando diversidades y bellezas con los sueños de Miguel Hernández y Antonio Machado al hombro. Utilizabas la risa y la verdad de duelo con Daniel Rabinovich aunque extrañes aquellos asados con tus negros amigotes que no están pero que nos siguen dibujando desde el cielo: Caloi y Fontanarrosa.

Gracias por todo Joan Manual. Me gustaría regalarte la vuelta olímpica del Barsa con Kubala y Messi de la mano para que ningún niño se deje ya de joder con la pelota. O una España donde nunca más corra la sangre por las calles y ya nadie utilice el tiro en la nuca con los que piensan distinto. O el secreto de tu seducción que todavía hace mojar bombachitas. Y finalmente me gustaría condenarte a regresar un rato y cuando quieras a tu barrio de Poble Sec a preguntarle a Ángeles, tu vieja, cuál era su patria. Para que ella te conteste, profunda y duradera, yo soy de donde comen mis hijos. Y para que una vez más puedas ver sus ojos tristes por el asesinato de toda su familia durante la guerra. Eran los demonios que había heredado Ángeles.

Gracias por todo Joan Manuel. Gracias por ser nuestro hermano y por estar siempre cuando te necesitamos.

Me gustaría regalarte un poco de tus pasiones, un día de pesca, vino Malbec y las mollejas… una tarde de ciclismo y el eco rumoroso que baja de las tribunas en el Nou Camp y celebrar el césped que huele a gloria y donde el pro hombre y el gusano bailan y se dan la mano.

Muchos te han hecho su mejor homenaje poniendo Juan Manuel a sus hijos y no por Rosas, precisamente. O Lucías y Penélopes, que andan por los ríos de tiempo sembrando tu melodía. Gracias…

Por disfrutar la vida en grandes porciones como si fuera una pizza azul y oro muy cerca de la Bombonera. Un abrazo en el tiempo para tu padre, Josep, obrero para toda la muerte. Gracias por cantar Zamba del Grillo de Yupanqui y con los Chalcha y que tus amigos te dejen tocar el bombo después de cuatro copas de más que nadie echará de menos.

Gracias por estar aquí y ahora. En Radio Mitre, en nuestra casa que es tu casa.

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