miércoles, octubre 06, 2010

Serrat, culterano y secular


Serrat, culterano y secular

El cantante catalán triunfa en Avilés de la mano del Niemeyer recitando los versos más tristes del poeta Miguel Hernández, del que se celebra el centenario de su nacimiento


Saúl FERNÁNDEZ
La voz de Joan Manuel Serrat se escuchó en Avilés antes que nada «en off». O sea, fuera de escena. Decía: «Me llamo barro aunque Miguel me llame». Los seis músicos de la banda del autor catalán ya estaban sobre el escenario del teatro Palacio Valdés, entre las sombras. El telón de fondo es una pantalla. Y en ella se podía leer, al principio, «Hijo de la luz y de la sombra». Así era como se llamaba el concierto que llenó ayer hasta la bandera el odeón local: una resurrección de los versos de Miguel Hernández, ahora que se cumplen cien años del nacimiento del poeta.

Serrat repite en la ciudad. El año pasado lo trajo el Niemeyer y este ha repetido con el centro cultural de la ría. El año pasado bebió champán del bueno entre canción y canción y este le dio más por el agua y por la cara cariacontecida. A Miguel Hernández, parece ser, se le tiene que cantar con el rostro gélido, imperturbable. Porque habla de cosas tan graves como la muerte, el hambre, la sangre, las hachas... Miguel Hernández, héroe de las trincheras civiles, resucitó de entre los muertos en 1972, cuando Serrat publicó su disco homenaje. De entonces acá pasaron treinta y ocho años y así, con casi cuatro décadas entre medias, ha vuelto a los teatros con los versos más tristes del poeta centenario, el autor de «El rayo que no cesa», de «Perito en lunas» y de tantos libros en la historia de los libros.

El cantante, pasando de su corazón a sus asuntos, explicó a los espectadores que el concierto que iba a empezar «era cerrado», o sea, que no cabían peticiones populares. Prevención; no fuera ser que le pidieran «Mediterráneo», que también está de cumpleaños. «Dada la especial relación que tengo con Avilés igual me planteo un concierto de discos dedicados», comentó en su primer parlamento. Después, durante algo más de una hora versos, versos y más versos. Todos con el ritmo marcado por un piano, unos teclados, un bajo, una guitarra, un contrabajo, un violín y una batería. Para todo esto dan los poemas del poeta pastor en la voz de quien los popularizó, porque Hernández era un escritor comprometido, pero cuando empezó lo hizo por la línea más culterana, que es el mejor modo de deshacerse de los posibles lectores.

La «Elegía» que Hernández dedicó a su amigo Ramón Sijé se convirtió muy pronto en su «hit parade». Empieza con «En Orihuela...» y concluye con «que tenemos que hablar de muchas cosas,/ compañero del alma, compañero». Fue la más aplaudida. Se llevó los bravos.



Imagen e informaciòn http://www.lne.es/aviles/

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