lunes, febrero 21, 2011

Serrat: ‘Prefiero pasar miedo a pasar verguenza’


Serrat: ‘Prefiero pasar miedo a pasar verguenza’

¿Admitir que es un hombre valiente? Quizá, por modestia, eso aún no sale de la boca de Joan Manuel Serrat. Pero lo es; tanto que se trae abajo los mitos que le han colgado y, en conversación amena y risueña, aquel verbo suyo, intenso y extenso, va dibujando al gemelo bueno de Tarres

Ana María Parra A. aparra@nacion.com
21/02/2011

Bien podría decirse que aquel era un día extraño para conversar de cosas, tal vez, un tanto serias. Por ser lunes 14 de febrero, ¿la gente estaría ocupada celebrando el amor?

Sin embargo, a kilómetros de distancia de Costa Rica, en México, el español Joan Manuel Serrat tomaba un respiro. Era de noche.

Desde el año pasado, Serrat anda de escenario en escenario con Hijo de la luz y de la sombra, disco y gira, bajo el brazo. Esa era su razón; su razón de estar en México. Y será la razón para venir a Costa Rica.

Está ya al otro lado del teléfono haciendo una broma, aunque en ella pone su voz de señor serio.

Para aquel momento eran dos conciertos –25 y 26 de febrero en el Teatro Popular Melico Salazar– los que sabía lo traerían por estas tierras. A mediados de la semana pasada, sorpresivamente, fue anunciado que el domingo 27 el señor de Mediterráneo y tantos Cantares dará una presentación gratuita en las afueras del Museo de Arte Costarricense. Seguramente, La Sabana será una enorme alfombra de gente.

Los que vayan a verle irán recordando que más de la mitad de sus 67 años han estado dedicados a su carrera; no olvidarán, quizás, que tiene mil batallas, desde defender su cantar en catalán hasta alzar la voz por quien ha sido amordazado por las dictaduras o pelear, hasta la vida, contra el cáncer.

Quizás por eso y por sus cientos de canciones de refinado tejido de palabras y oraciones le han puesto tantos trajes: el poeta, el luchador, el provocador...

Él está ahí, con el auricular bien puesto en la oreja.

Crónicas acerca de esta gira usan la frase: “con alma errante y espíritu de provocador”, al referirse a usted. ¿Es así? ¿De “alma errante” y de oficio: “provocador”?

De ninguna manera soy una persona errante; me siento profundamente arraigado en el mundo que, afortunadamente, me ha tocado recorrer. Me siento muy comprometido con este mundo; y, por tanto, profundamente enraizado.

“No trato de provocar, trato de plantear mis puntos de vista y lo hago con la voluntad de ser respetado y de respetar. Nunca me he sentido un provocador por defender mis puntos de vista, por defender mis compromisos, que es lo que he hecho siempre en mi vida.

“Si he provocado a alguien, lo he hecho quizás en defensa de otros”.

Su respuesta me da pie para preguntar: ¿Será que lo de Serrat es más bien tocar corazones?

Totalmente. Creo que un artista ha de conmover. Si un artista no conmueve no hay absolutamente nada rescatable en él. Y me refiero a un artista de cualquier tipo: un plástico, con sus pinturas; un cineasta, con sus filmes; un hombre de teatro; un músico...

¿Qué es conmover, entonces?

Conmover es un acto en el que hay comunión; un acto de echar pa’ fuera un montón de cosas que uno mantiene en su interior y compartirlas con los demás.

Eso me gusta, que en el conmover hay un sentido de comunión. Sería como en los afectos: sin conexión, ¿cómo va a sentir uno algo por el otro?

Eso es lo mismo que pienso yo, pero hay quienes piensan de otra manera; no los entiendo yo muy bien. El amar siempre conlleva algo de ida y vuelta.

Por eso, la imposición no es nunca buena opción.

Creo que no sirve la imposición. Aunque hay gente que necesita la imposición para funcionar. Siempre me ha parecido que eso está relacionado con una pobreza de espíritu.

Salgamos del terreno de la imposición y pasemos al de la propuesta. Su espectáculo de Hijo de la luz y de la sombra abre con Tres heridas ¿Qué propone al comenzar con este poema?

Mi propuesta es enlazar poemas de Miguel Hernández tratando de hacer un recorrido vital y poético por su figura y por su obra. Estas Tres heridas son las heridas con las que todos caminamos: el amor, la muerte y la vida.

Entiendo; por eso, en esa primera parte, está Nanas de la cebolla y poemas que pertenecen al álbum Miguel Hernández, de 1972.

Sí, esa es la única canción cuya música no es mía: es de Alberto Cortez.

Entonces, este entrelazado del disco pasado y el actual sirve para retomar de forma extensa la obra de Miguel Hernández.

Sin duda. La poesía de Miguel Hernández discurre por el tiempo con toda naturalidad. La poesía de Hernández atraviesa el tiempo y las circunstancias y llega a nosotros con toda la frescura y con toda su fuerza. Espero que las músicas hayan podido aguantar el paso del tiempo también (se ríe).

Yo diría que sí. En la segunda parte del espectáculo, entran temas ya de su autoría y se dice que la gente los canta y aplaude con gusto.

Es un concierto muy extenso, pero la verdad es que a mí se me pasa con mucha rapidez y espero que a ustedes también (vuelve a reír).

El año pasado, cuando hablamos del disco Hijo de la luz y de la sombra, le pregunté cuál había sido el criterio para escoger los poemas de Hernández que musicalizó. Usted respondió: “Pues no teniendo criterio. Las cosas resultan por ellas mismas”. ¿Sigue siendo esa una premisa válida en su andar?

Sí, es como he funcionado. Yo no he tratado de seleccionar unos poemas y ponerles música, sino que trabajé sobre un amplio espectro de poemas y dejé que fluyeran con toda naturalidad y me quedé con los que eran mejores canciones, a mi entender.

“Entre otras cosas, y no es la menos importante, lo que trato es de hacer buenas canciones. No trato tanto de transmitir la poesía; la poesía se transmite con la lectura y, quien quiera conocer la obra de Hernández, no tiene más remedio que recurrir al libro y clavar los codos en los versos”.


Es muy curioso que diga eso. Mucha gente lo describe y lo considera a usted como un poeta.

Son adjetivos. Yo no hago poesía; hago canciones que, para mí, tienen una búsqueda poética. De no haber tenido esa necesidad, quizás nunca hubiese escrito una canción y el escribir mis canciones me llevó a cantarlas; y escribía canciones con una intención poética.

¿Sería una intención poética salida quizás de tanto afecto no solo por la obra de Hernández, sino también por la de Mario Benedetti, Antonio Machado, García Lorca, Pablo Neruda o León Felipe?

No todos los poetas que me interesan profundamente se han convertido en canciones. El musicalizar poemas ha sido una consecuencia de escribir canciones, no al revés.

Esta gira ha sido muy intensa...

Y aún queda un poco. No hay que bajar los brazos.

¿Regresan los bríos y las nuevas ideas cuando está en este intenso andar de escenario en escenario?

Sí. Las ideas aparecen, lo que no hay es el tiempo para desarrollarlas. Pero no vivo agobiado por la necesidad de qué voy a hacer mañana, El hoy me plantea suficientes retos, suficientes estímulos.

¿Cómo ha sabido cuál es el camino a seguir? ¿Acaso instinto?

Desechando el camino que no debía seguir.

O sea, lo mismo que decir: “no sé qué quiero ser, pero sí sé lo que no quiero ser”. Llevar la contraria.

Es que uno no sabe qué es lo que tiene qué hacer, pero uno sabe bien qué es lo que no tiene que hacer.

¿Ha tenido que retroceder?

(Suspira y hay un breve silencio) Sí, pero tampoco pasa nada; nunca han sido cosas excesivamente traumáticas, y siempre que lo he hecho, ha sido para mejor.

¿Siente que está a una distancia importante ahora de temas suyos entrañables para la gente?

Evidentemente, estoy a una importante distancia del que escribió aquellas canciones porque el tiempo lo ha marcado así. Esas canciones me han acompañado siempre y no tengo motivos para desdeñarlas y, por tanto, las trato con el afecto que la gente me renueva.

¿Cuán presente está Tarres?

(Ríe). Está y es puntual. Él está en la vida constantemente con Serrat, porque es ese otro yo que siempre te mira y te sirve muy bien como punto de referencia de análisis y de reflexión. Además, esos dos se lo pasan bien juntos.

Es bueno tener un gemelo malo a quien echarle las culpas.

Pero si lo tenemos todos, lo que pasa es que hay que cultivarlo.

¿Hace ese gemelo que todo sea más liviano?

Hace que todo sea más normal. Y nos evita remordimientos.

Eso es como lavarse las manos.

¡No!, al contrario. Es saber que cuando uno las tiene sucias se las puede lavar, y que, cuando las tienes limpias, te las puedes ensuciar.

¿Es un hombre valiente?

No, lo que pasa es que prefiero pasar miedo a pasar verguenza.

Pero ha dado tantas batallas...

En la vida, uno depende mucho de lo que tiene cerca. Quiero decir: lo que uno es, lo es con lo que tiene alrededor; con lo que, por una parte, ha sido capaz de forjar y, por otra parte, ha tenido la suerte de encontrar y conservar.




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