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-Me gustaría que nos recordase sus raíces aragonesas...
-Mi madre era de Belchite. Mi abuelo era secretario del juzgado y lo mataron durante la Guerra Civil. Bueno, lo mataron las tropas nacionales a él, a mi abuela y a 30 familiares más. Recuerdo perfectamente el primer día que fui a Belchite, con cinco o seis años, de la mano de mi madre. Me llevó en el tren de Utrillas en cuanto se atrevió a superar aquel recuerdo tan desgarrador. Fuimos andando desde la estación al pueblo viejo y me veo cruzándolo. Había una iglesia derruida y un par de calles más. Recuerdo la acequia y el trayecto que había desde el pueblo a la tahona, adonde iba por el pan.
-También vivió algún tiempo en Delicias...
-Sí, pasé algunos veranos alternando las Delicias con Belchite. Tomábamos el autobús en el Coso y nos íbamos a Belchite, y recuerdo la carretera de Mediana. Cada vez que voy por ahí de bolos siempre recuerdo aquellos viajes por aquellas carreteras secundarias y por aquel paisaje que condicionó mi manera de sentir y que ha pasado a algunas de mis canciones.
-¿Tan decisivo ha sido el paisaje para usted?
-Desde luego. Es el decorado de la vida y una forma de ver el mundo. Una de las viñetas que más me impresionó es una de Schulz, el de Snoopy y Charlie Brown. Snoopy dice: “Me voy a dar una vuelta al barrio donde nací”. Regresa al cabo de un instante, Charlie Brown lo ve nostálgico y le pregunta por qué está triste. Snoopy, subido a su caseta, dice: “Han construido un parking sobre mi niñez”. Algo así me ha ocurrido.
-Usted también ha vivido en Jaca.
-Allí hice el servicio militar. Estaba en la Escuela de Montaña. Tengo muy buenos recuerdos: solicité yo ese destino en el Centro Biológico Experimental, como becario del CSIC. Quería aprovechar el tiempo y allí coincidí con un puñado de compañeros maravillosos.
-¿Qué recuerda en concreto de aquella estancia?
-Jaca era una ciudad muy bella. Tengo maravillosos recuerdos de las mujeres, en términos de sensibilidad, sensualidad, ternura, sexo, alegría. La mujer, desde entonces, ha sido decisiva en mi vida. Aquel fue un periodo estupendo que representó la convivencia de un grupo de jóvenes recién salidos de la Universidad que trabajando, con muchas ilusiones, en un magnífico proyecto de investigación.
-¿Qué ocurrió para que dejase sus estudios y una profesión concreta por la canción?
-Para mí eso de la profesión es algo secundario. Lo básico es sentirse persona, y opté por algo que me emocionaba mucho, que me gustaba con locura.
-Si mira hacia atrás, hacia 1965 cuando publicó su primer disco, ¿ha sido su carrera como la había soñado?
-Jamás había soñado esta carrera ni esta trayectoria, ni en el mejor de los sueños.
-En 2003 publicaba “Versos en la boca”, el disco que presenta mañana en el Auditorio. Le he leído: “Es un disco parido con dolor y con amor”.
-Bueno, no hay que exagerar. Lo he concebido, sí, con mucho amor, con entusiasmo, con esfuerzo. Uno debe aplicarse mucho en su trabajo por un mínimo de respeto al público. Si no te gustas a ti mismo en primer lugar no puedes gustarle al público. Yo siempre trabajo en la misma dirección: busco algo que interese y que conmueva, y este oficio me ha dado grandes satisfacciones, lo cual no quiere decir que no dude o que no sufra. Pero no soy nada partidario de las exageraciones dramáticas. Yo no soy un pescador en el Gran Sol, ni un minero que extirpa hulla, ni un albañil en el andamio. Ésas sí son profesiones duras. Hago lo que me gusta hacer, aunque tampoco es ninguna bicoca. Me empleo con el debido respeto...
-Algunos críticos han dicho que “Versos en la boca” es un disco muy sincero...
-No sé si es un disco que nace exactamente de la sinceridad, creo que sí de la inteligencia y de la sensibilidad.
-¿Acepta que es un disco monotemático, con el amor como sustento esencial?
-Yo no lo definiría así. Es un disco que se define por las canciones, una a una. Es cierto que hurga en el mundo de las pasiones y que hay canciones muy apasionadas, pero también hay otro tipo de inspiración. Pienso en la canción “África”: debemos mirarnos en el espejo de nuestras miserias. La situación de África es, en gran parte, el resultado del maltrato del primer mundo, de la sociedad del bienestar, del imperialismo.
-Volvamos al amor. Reflexiona mucho sobre los celos...
-Sí, claro, y del triunfo del azar sobre el destino, y de la locura de amar, que está muy cerca de la cordura.
-Se nota que se ha esforzado mucho en la construcción de las metáforas eróticas o amatorias.
-Sí he buscado en las metáforas de la pasión. He intentado que tuviesen variedad. He sometido estos sentimientos y sensaciones a un proceso de escritura. Trato de pelearme con las palabras y someter un poco el discurso impulsivo, he querido contener un poco esa facilidad inmediata de decir las cosas.
-Canta una canción de Eduardo Galeano, “La mala racha”.
-Ya habíamos colaborado antes en “Secreta mujer”. Es un escritor que me gusta mucho, y en esta ocasión elegimos uno de mis libros favoritos del escritor uruguayo: “El libro de los abrazos”.
-También colabora con un poeta joven como Luis García Montero en “Señor de la noche”...
-Es curioso lo que me ha ocurrido con esa canción. Cada día me gusta más y percibo que le gusta más al público. Va ganando día a día, la veo más hermosa.
-¿Qué busca en estas colaboraciones?
-Busco conmoverme, emocionarme. La poesía es conmoción, pero no sólo escrita, sino en todos los órdenes de la vida: en la pintura, en la amistad, en cualquier cosa.
-En “Versos en la boca” vuelve a colaborar con Ricardo Miralles y le ha salido un disco más íntimo, más acústico.
-¿Más íntimo, usted cree?
-Me lo parece, pero los críticos insisten mucho en ello.
-Cada uno tiene su punto de vista. Pero yo no me propongo jamás hacer un disco intimista, de compromiso o claramente social. Surgen así. Invento historias que me interesan y pueden estremecer, pero a veces las cosas funcionan de otro modo. A veces, una canción que a ti te ha parecido especialmente lírica o intimista se convierte en un himno o al revés.
-Por cierto, ¿qué le pasó por la cabeza cuando Joaquín Sabina le dedicó aquella canción a su primo “El Nano”?
-Me gustó, me gustó muchísimo. He nacido para que me quieran y he manifestado abiertamente mis querencias, pero no todo el mundo te quiere. Es imposible tener amigos de verdad sin tener también tus detractores o enemigos.
-Lo que si parece claro en “Versos en la boca” es que la mujer es uno de los misterios que más le fascinan, ¿no?
-Sin duda. No entendería la vida sin el sexo distinto, que es el que yo he elegido. A mí me encanta la mujer por muchas cosas: la mujer como complemento, como deseo, por su generosidad, como madre. Las admiro y las quiero. Me importa y lamento no poder sentir jamás ese hecho tan hermoso de la maternidad.
04/07/2005
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